martes, 29 de noviembre de 2016

Las ùltimas horas de Rita Barberà.

Hace una semana muriò Rita Barbera pero no con su deceso se esfuma la polèmica que desde hace varios meses la acechaba.

Para los del pp fue una alcaldesa ejemplar hasta que comenzò a ser investigada por blanqueo de capitales entre otros delitos de cuello blanco.

La comunidad valenciana era el bastiòn de la derecha española y muchos nos preguntàbamos si esto obedecìa a que sus ciudadanos eran muy conservadores o si era consecuencia de polìticos como Rita Barberà.

No voy hablar mal de ella porque està mal de hablar de los muertos, y porque si saliò elegida como alcaldesa de Valencia tantas veces y de manera tan holgada, digo yo que algùn mèrito tendrà.

Sus polìticas trajeron desarrollo a la ciudad de Valencia, pero no es menos cierto que le gustaba derrochar con el dinero de todos los valencianos. En època de bonanza econòmica no le pasaba factura pero cuando llegò la crisis vaya si le pasò factura. Su partido se desplomò como un azucar
illo en un cafè.

Entre sus graves errores malgastar el dinero de los valencianos en facturas de 600 euros por noche en hoteles de lujo como el Palace, o en compra de vehìculos de alta gama para funcionarios del ayuntamiento que bien podrìan haberse desplazado en coches pagados de sus bolsillos.

Pero quizàs su peor error se produjo al confiar en personajillos como Camps y Fabra. Les colocò en puestos importantes y la corrupciòn se disparò por las tres provincias valencianas.

Camps se gastaba el dinero de la comunidad en trajes carìsimos que luego debìa revender, porque si no no me explico que hacìa con tanto traje. Hubiera puesto una boutique y se hubiese hecho màs rico que Vitorio y Luquino. Ahora mismo le estarìan limpiando los zapatos con vetùn del bueno.

Y Fabra, que decir de Fabra, un sujeto que hace aeropuertos en ciudades pequeñas solo para llevarse una buena comisiòn con la obra no es trigo limpio. Y mucho menos cuando llega a un acuerdo con cuatro acertantes de la loterìa para quedarse con los boletos premiados y asì poder lavar dinero.

En fin, si Rita blanqueò dinero es algo que probablemente jamàs se sepa, pero lo que si sabemos es que cuando era alcaldesa se hospedaba en el Ritz y en el Palace y luego llegaban  facturas al ayuntamiento superiores a los 500 euros por noche. Si eso no es malversacion de caudales publicos, que me expliquen que es.

Lo de las tarjetas black del pp y del psoe parece poca cosa al lado de esto.

Cuando pedimos a los polìticos transparecia, ètica y sobriedad en el uso de los fondos pùblicos pedimos que se haga todo lo contrario a lo que han hecho Camps, Rita y Fabra. pero ya sabemos que los polìticos de buena familia son los que màs roban. Se ve que el sueldo de polìtico no les alcanza para vivir a cuerpo de rey, que los hoteles de cinco estrellas y los mercedes son muy caros para pagarlos con su sueldo y prefieren pagarlo con el dinero pùblico.

Luego salen diciendo que si Errejòn no cumpliò el nùmero de horas laborales que establecìa su beca, o que si Rita Maestre enseñò las tetas en una capilla de la complutense. Señores del pp y del psoe, sean màs serios por favor, y dejen de robar. Incluyo al psoe porque lo de los Eres de Andalucìa es para mear y no echar gota, vaya pàjaros.

A continuaciòn dejo el artìculo del diario pùblico sobre las ùltimas horas de Rita en un hotel madrileño, bastante interesante.


Lunes 21 de noviembre. El reloj marcaba la una de la tarde cuando Rita Barberá entraba por la puerta acristalada del hotel Villa Real acompañada de su sobrina. Era la decimoséptima vez que se hospedaba en este establecimiento madrileño de cinco estrellas. Tenía el rostro demacrado. La mirada abatida. Había salido exhausta de su declaración ante el fiscal Conde-Pumpido. Esperó durante unos minutos en uno de los sofás de su reluciente lobby. Un espacio decorado con esculturas decapitadas y mosaicos romanos. Su sobrina había subido a su habitación a recoger su maleta porque tenía que regresar a Valencia. Dejaba a su tía sola en la capital. La joven, de cabello rubio, se acercó a recepción para pagar su propia cuenta y un empleado le comentó que ya se lo cargarían a "la señora Rita". Ésta siempre había sido muy generosa con sus más allegados y no tenía problemas en tirar de su VISA, la tarjeta con la que efectuaba todos sus pagos.
Tía y sobrina se fueron a comer a un restaurante aledaño y se despidieron en la puerta de un taxi que no estaba pilotado por Paco, el conductor de confianza de Barberá en la ciudad del Turia. El primero que depositaría un ramo de flores en el portal de su casa dos días después.
Desde que entrase en la habitación 315, la ex alcaldesa de Valencia no la abandonaría, en una cuenta atrás de 37 horas que terminaron con una parada cardíaca de muerte. Entre medias, algo de comida, un desayuno frugal a la mañana siguiente y ninguna visita hasta la llegada de su hermana y su sobrino el martes. Así transcurrieron las 37 últimas horas de la mujer que gobernó durante 24 años la tercera ciudad más grande de España.
Su penúltimo pedido de roomservice fue una copa de whisky JB y una tortilla de patatas a las 21:30 del lunes, según aseguran en el hotel. Una factura de 13,60 euros que jamás pudo abonar. Era su particular menú para sobrellevar en la soledad de su habitación de 25 metros cuadrados un día amargo. Pesadillesco. El de su temida declaración ante el Tribunal Supremo por un presunto delito de blanqueo de capitales. La que fuera alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, se veía sentada en el banquillo. Demasiado trance para una persona de 68 años que llevaba más de un año padeciendo una situación explosiva: "Una cacería mediática, el vacío de su partido y varias amenazas de muerte que le habían provocado una depresión y agravado sus problemas de hipertensión", según una persona de su entorno.
Barberá había llegado a Madrid en AVE el domingo anterior. Llegó al hotel a las nueve y media de la noche. No cenó nada. Su secretaria había llamado un mes antes al Villa Real para reservar una habitación superior del domingo 20 de noviembre al jueves 24 a razón de 100 euros más IVA la noche, precio especial para senadores y diputados. Siempre reservaba dos noches, pero en esta ocasión pidió cuatro. "Es que tiene una boda", se excusó su persona de confianza sin aclarar que el motivo era su cita judicial.
Barberá era asidua a este hotel desde que comenzase su etapa en la Cámara Alta hace un año. Y siempre que estaba lleno y le ofrecían como alternativa el hotel Urban, de la misma cadena y de mayor calidad, se negaba a cambiar de habitaciòn.
No es que Rita no pudiese permitirse un hotel de 250 euros la noche con los 1.823 euros al mes que cobraba de dietas por ser senadora. Es que Rita estaba obsesionada con cada céntimo de euro desde que Compromís sacase a la luz, en plena disputa por la alcaldía valenciana, 17 facturas de hasta 650 euros por noche en suites de hoteles de cinco estrellas como el Palace. 
No quería que la siguiesen acusando de vivir a cuerpo de reina a costa del erario público. Vivía preocupada por el qué dirán y dejó de frecuentar exclusivos restaurantes en Valencia como el Canyar. En Madrid decidió llevar también una vida austera para lo que había acostumbrado hasta la fecha. 
Eran las nueve y diez de la noche y Rita descolgaba el teléfono de su habitación para pedir su whisky y la ración de tortilla. No lo acompañó de su habitual tomate pelado con atún, su plato favorito. Con tanto disgusto, su apetito disminuyó enormemente y en los últimos meses perdió varios kilos. Aquella sería su última cena. Mientras llegaba la comida, la ex alcaldesa intercambió algunos SMS (no usaba Whatsapp) y llamadas con personas como su hermana Totón, Agramunt y con el ex ministro José Manuel García-Margallo. "Me dijo que estaba tranquila, que sabía que iba a quedar en nada. No me imaginé que estuviese tan mal", dice una de estas personas. A Rita le habían ofrecido Agramunt y Margallo cenar esa misma noche, pero la ex regidora les emplazó a la noche del martes.
Barberá se acostó temprano aquel lunes. Estaba rota. El día de su declaración se había despertado a las cinco de la mañana de tanta tensión y había pedido un café con leche y un cruasán. Pedido que repitió en la mañana del martes pero a las diez de la mañana. "Su voz estaba bajita y temblorosa", recuerda un miembro del staffdel hotel, que reconoce que no pudieron atender todas sus exigencias culinarias. "Como no quedaban cruasanes, le subimos dos napolitanas", relata.
La ex regidora valenciana decidió no acudir al pleno del Senado y justificó su ausencia por una indisposición. No advirtió al hotel de su mal estado de salud, pero sí a su hermana María José, que no tardó en viajar a la capital junto a su hijo y sobrino de Barberá. A media tarde, Rita ya había dejado de responder al teléfono. En él tenía varias llamadas perdidas de Agramunt y Margallo, que habían quedado a cenar con ella esa noche. Y como último mensaje enviado desde su Iphone figuraba un SMS donde avisaba a un alto cargo de Interior de la última amenaza que había recibido.
La senadora ya no despertò. A la mañana siguiente su hermana llamò a una ambulancia sin que se pudiera hacer nada por salvarle la vida.
A las nueve y media el juez de guardia certificò su muerte y Rita fue sacada del hotel entre un remolino de periodistas, empleados del hotel y curiosos que se agolpaban en el hall del lujoso hotel.
Como dato curioso decir que en la misma cama muriò unos meses atràs otro hombre en circunstancias muy similares. Serà una habitaciòn maldita o es simple curiosidad. Tal vez Iker Jimenez pueda sacarnos de dudas, ya tiene material para abrir otro programa de Cuarto Milenio.
En fin, no somos nada.



No hay comentarios:

Publicar un comentario