Para los jugadores del modesto equipo brasileño del Chapecoense el miercoles iba a ser un dìa muy especial, iban a jugar la primera final internacional para la entidad. La mayorìa del plantel eran jugadores jòvenes. Los màs veteranos tenìan la misma ilusiòn o màs, puesto que no habìan disputado partidos de tanta trascendencia como el que se les presentaba.
Viajaban tan solo con dia y medio de antelaciòn para preparar tan anhelado encuentro sin poder imaginar que jamàs podrìan jugar el partido. Era el partido de sus vidas, centenares de periodistas latinoamericanos cubrirìan el encuentro. En el aviòn viajaban gran nùmero de periodistas de la cadena deportiva fox.
Desafortunadamente, las desgracias muchas veces ocurren en el momento màs trascendental que vive una persona.
Hacia tiempo que no escribia sobre accidentes aereos, pero sobre el ocurrido en Medellìn quiero mencionar varias cosas.
En primer lugar quiero decir que no entiendo porque al aviòn de bandera venezolana no se le permitiò salir de Brasil hacia Colombia y se le obligò a ir hasta Bolivia para allì hacer el vuelo largo hasta Medellìn.
Esto me hace pensar la de escalas absurdas que se hacen y el riesgo que estas conllevan, màs tràfico aereo, màs contaminaciòn, mas gasto de combustible y màs riesgo que se produzca un accidente como el de este martes 29 de noviembre.
No se si es un problema de las malas relaciones entre el gobierno golpista brasileño con Venezuela o si es fruto de la regulaciòn aerea. Lo ùnico cierto es que hay 75 muertos y un montòn de familias destrozadas por un accidente que bien se podrìa haber evitado.
Muchos pensaràn que el haber salido de Bolivia en vez de Brasil no es la causa del accidente. Y es cierto, pero tambien es cierto que la distancia era màs larga y se produjeron una serie de circunstancias en cadena que no se habrìan producido de haber salido de Brasil.
En primer lugar el aviòn sufriò pèrdida de combustible, un hecho grave que no hubiera sido mortal si hubieran podido comunicar a la torre de control el problema que padecìan. No pudieron transmitir dicha informaciòn porque a consecuencia de una tormenta elèctrica perdieron dicha comunicaciòn.
Y como tercera y ùltima consecuencia fatìdica, otros aviones estaban estaban aterrizando en ese momento por lo que el piloto no tuvo màs remedio que abortar el aterrizaje aùn sabiendo que iban muy justos de combustible. Tuvo que dar varias vueltas por las proximidades del aeropuerto a la espera de que pudiera recibir la orden de aterrizaje.
De haber intentado el aterrizaje hubiera sido como jugarse a cara o cruz la vida. Podrìa haber encontrado pista o podrìa haber colisionado con alguno de los aviones que aterrizaban y despegaban del congestionado aeropuerto de Medellìn.
El piloto optò por ser prudente y esperò hasta el ùltimo momento, cuando se encontraba a 8 millas con la intenciòn de aterrizar se quedò sin gasolina y la cola del aviòn chocò contra el ùltimo cerro que le separaba de la pista de aterrizaje.
Mucha mala suerte, si no hubiera estado ese cerro tal vez el aterrizaje de emergencia no hubiera sido tan mortal y se hubieran podido salvar màs vidas.
Lo cierto es que la colisiòn fue tremenda y tan sòlo sobrevivieron seis personas, tres futbolistas, una azafata, un periodista y un tècnico de mantenimiento.
Ojala que no se produzcan màs tragedias como esta. Pero ya se sabe que cuando se juntan varios hechos y circunstancias desfavorables en un vuelo los resultados son fatales.
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