La gente se sorprende en España por la irrupción de Podemos mientras que los que exigimos cambios nos sorprendemos también, pero por el mal resultado cosechado.
Se esperaban 8 diputados de iu y se quedaron en 6, se esperaba un descalabro de pp y del psoe y volvieron a sumar más diputados que ningún otro partido.
Parece mentira que con los problemas que atraviesa España una gran parte del electorado siga apoyando a los dos partidos mafiosos de siempre.
En fin, no hay más ciego que el que no quiere ver. La gente se apunta a la mítica frase de mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Pero es que lo malo es muy malo. Y da la impresión que lo otro, por muy malo que fuere, nunca llegaría a poder ser tan malo como pp y psoe, ni aunque se esforzaran al máximo trabajando 12 horas diarias por conseguirlo.
Los mafiosos y tiranos del bipartidismo soez están inquietos, parece que incluso irritados. Por eso han puesto en marcha toda la maquinaria. La que se ve, lee y escucha pero, probablemente también, la que se mueve en la zona oscura, la que busca en las cloacas. Habrán dado órdenes de revolver donde sea para dar con cualquier debilidad. Con poca cosa se construye una buena calumnia. ¡Es tan vulnerable la reputación, tan sencillo acabar con ella!
Sí, señores y señoras: ha empezado la caza de Pablo Iglesias, el coletas, el telepredicador, ególatra, amigo de ayatolás, populista y chavista. No un rogelio dócil -como llaman los pijos de Madrid a los socialistas- sino un demonio de izquierdas.
Seamos comprensivos con el instinto cinegético que se ha despertado en la clase política convencional: acaban de robarle la cartera delante de sus narices. Un millón doscientos mil españoles que ellos creían abstencionistas (esa bendición para el statu quo), se levantaron del sofá con ganas de dar un grito en la urna. Y el establishment no se lo explica aún. Nadie ha contado con mayor sinceridad que Marta Ferrusola la extrañeza que el poder siente cuando es desafiado. Le ocurrió cuando Maragall, Carod y Saura se unieron para desalojar a CiU del Govern, un «robo» dijo ella entonces, «como cuando alguien entra en tu casa». Así están muchos esta semana. Pablo Iglesias y el grupo de profesores universitarios del núcleo duro de Podemos, bregados en los movimientos sociales, hijos de su tiempo, usuarios naturales de las redes sociales, se han convertido en una amenaza para los arriolas de los partidos convencionales. Resultó especialmente patético, por eso, escuchar al asesor mejor pagado de España calificar de frikis a los triunfadores de las elecciones.
Esa maldita televisión
También es humana la irritación de Arriola: en cuatro meses y con un presupuesto de campaña inferior a lo que él cobra en medio año por aconsejar comparecencias en plasma, van a sentar cinco eurodiputados en Bruselas. La casta -término en alza- está que muerde y sus arietes mediáticos trasmiten que todo es por la maldita televisión que crea monstruos. Y lo dicen unos ejemplares que viven en la tele, en una tertulia sin fin. Tanta coherencia, agota.
Es pronto para saber si Podemos es el caballo de Troya en el corazón del sistema o un visitante que pronto se desarmará. Hoy y ahora, sin embargo, es un tábano que muerde en todas las cuadras y que actuará como un revulsivo. Y esto, como dice el hashtag de Podemos, #EsSoloElPrincipio. ¿Alguien duda que el próximo intento sea un Syriza español? Habría que jubilar a algunos dinosaurios de IU, sumar con ecologistas y movimientos sociales como la PAH... y buscar un buen cabeza de lista. Pongamos una Ada Colau.
Mientras, los socialistas deshojan margaritas a punto de convertirse en Los otros. En Catalunya, ya lo son.
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