Pedro José Pinazo Arias 'Perico' es un jugador malacitano que a sus 29 años ha jugado en más de ocho equipos, comenzó en el Málaga, luego se fue al Castellón, Salamanca, Elche, Tarragona, Cádiz y por último Larissa. Unas veces cambió de club para progresar y otras veces en busca de minutos, en todos los lugares en los que ha estado guarda momentos buenos y momentos menos buenos, pero momentos tan malos como los vividos en su última andadura por tierras helenas jamás le había tocado vivir.
Casi toda su trayectoria ha tenido lugar en la liga adelante, es decir, la segunda categoría del fútbol español, hasta que en el Elche no contaron mucho con él y decidió probar suerte en la categoría de bronce jugando para la Gimnástica de Tarragona.
Esta temporada decidió desvincularse del Cádiz, de manera que en el mercado estival fichó por el Larissa griego y allí comenzaron todos los problemas.
"El pasado verano me ficha el Larissa (Segunda división griega) y, nada más llegar, marco tres goles. Nunca en mi vida me he sentido tan querido como aquí".Una estampa ideal que se encargó de romper en 1.000 pedazos el presidente del club heleno Evangelos Plexidas.
"Llevamos cuatro entrenadores en lo que va de Liga y en enero tuvo que rehacer el equipo por completo porque se marcharon ¡15 jugadores! Ha habido partidos que íbamos ganando 3-0 y la gente pedía que se marchara de una vez".
A mis compañeros españoles también les ha tratado fatal: "A uno le dejaron sin puerta en el baño para que entrara la lavadora, a otro le tuvieron casi dos meses sin frigorífico… Vivieron un auténtico calvario. Ni jugaban, ni les pagaban. Aceptaron irse sin cobrar porque el presidente les amenazó con entrenarse en solitario sin poder ir ni siquiera al gimnasio y con no darles el transfer".
"En febrero me presentan un papel de la FIFA con los huecos en blanco para certificar que estoy conforme con lo que he cobrado. Yo no lo firmo, si lo hubiera hecho habría perdido todo, y empiezan los problemas: me encierran en la tienda del club para presionarme, me empiezo a caer de las convocatorias, llaman a mi casa a la 1.00 de la mañana y me asomo a la mirilla y no hay nadie, sólo escucho a unos tipos amenazarme en griego que salen corriendo escaleras abajo.
Al día siguiente me topo con unos ‘tipos’ que me querían ayudar y me dicen que me vaya de la ciudad porque corro peligro en ella… Lo que querían es que me fuera, pero para denunciarme por incumplimiento de contrato. Vivía con miedo y no me podía fiar de nadie. Nada más llegar a casa echaba la llave. Además, tenía dos amigos que se quedaban a dormir conmigo porque tenía miedo que volvieran a llamar a mi puerta a las dos de la madrugada".
La gota que colmó el vaso llegó el primer fin de semana de Marzo: "El presidente me citó en sus oficinas y decidí ir con una traductora para que no se rieran más de mí. El presidente le prohibió la entrada y empezó a llamarla puta y a decirle que se acostaba conmigo, que por eso no rendía en los terrenos de juego.
Decidimos irnos y entonces fue cuando el presidente salió, me agarró por el cuello, me pegó dos porrazos, me metió en su despacho y me puso contra la mesa. A mí me cogió totalmente desprevenido, era lo último que me podía imaginar, que ese puto loco tratara de estrangularme. Cuando vio que la traductora llamaba a la Policía, me soltó, abrió la puerta y salí corriendo".
La suerte de Perico cambió el pasado martes con una llamada a la AFE griega. "No se podían creer lo que he vivido. Me dijeron que me fuera corriendo para Atenas con la demanda policial, el examen médico y todas las pruebas que tengo en forma de grabaciones. Debo decir que se han portado de fábula en Atenas y, tras una videoconferencia con la AFE española, hemos redactado la denuncia.
Eso sí, cuando han visto el contrato, se han echado las manos a la cabeza: está todo lleno de trampas para que no puedas reclamar, se han aprovechado de mi inocencia, de mi falta de conocimientos en temas contractuales". Ya solo resta que se celebre el juicio.
"El presidente, Evangelos, va a defender que yo no iba a entrenar y que soy un borracho. Otra mentira más. Hace una semana hubo un test de resistencia que aún está colgado en el tablón de la ciudad deportiva y saqué la máxima puntuación".
Perico aterrizó ayer en Málaga a la espera de que un juez le conceda la razón: "No sé cuánto me tienen que pagar. En Segunda B, jugando en Tarragona o en el Cádiz hubiera ganado más dinero. Salí para progresar, con vistas a poder jugar en la Super Liga Griega. A estas alturas de la película si logro cobrar algo me doy con un canto en los dientes, pero me conformo con poder seguir jugando al fútbol". Su paso por el Tártaro parece por fortuna cosa del pasado.
Probablemente Perico tenga que cambiar de equipo varias veces más en su carrera deportiva, pero lo que es seguro es que ya no volverá más a vestir la camisola del Larissa, y mucho menos si Evangelos sigue estrujando los cuellos de sus jugadores cada vez que se despierta con el ceño fruncido.
Casi toda su trayectoria ha tenido lugar en la liga adelante, es decir, la segunda categoría del fútbol español, hasta que en el Elche no contaron mucho con él y decidió probar suerte en la categoría de bronce jugando para la Gimnástica de Tarragona.
Esta temporada decidió desvincularse del Cádiz, de manera que en el mercado estival fichó por el Larissa griego y allí comenzaron todos los problemas.
"El pasado verano me ficha el Larissa (Segunda división griega) y, nada más llegar, marco tres goles. Nunca en mi vida me he sentido tan querido como aquí".Una estampa ideal que se encargó de romper en 1.000 pedazos el presidente del club heleno Evangelos Plexidas.
"Llevamos cuatro entrenadores en lo que va de Liga y en enero tuvo que rehacer el equipo por completo porque se marcharon ¡15 jugadores! Ha habido partidos que íbamos ganando 3-0 y la gente pedía que se marchara de una vez".
A mis compañeros españoles también les ha tratado fatal: "A uno le dejaron sin puerta en el baño para que entrara la lavadora, a otro le tuvieron casi dos meses sin frigorífico… Vivieron un auténtico calvario. Ni jugaban, ni les pagaban. Aceptaron irse sin cobrar porque el presidente les amenazó con entrenarse en solitario sin poder ir ni siquiera al gimnasio y con no darles el transfer".
"Unos ‘tipos’ que me querían ayudar me dicen que me vaya de la ciudad que corro peligro porque Evangelos me quiere cortar los huevos…"
El ‘vía crucis’ de Perico arranca tras el parón navideño: "Yo me quería marchar porque tenía ofertas y me dicen que no puedo irme y que me van a poner una cláusula para que no pueda jugar en ningún otro equipo griego. La afición me insistió para que me quedara y terminé accediendo porque el cariño que me han demostrado es brutal. Tengo el Facebook repleto de mensajes de ánimo, centenares de mensajes pidiéndome que me quede". "En febrero me presentan un papel de la FIFA con los huecos en blanco para certificar que estoy conforme con lo que he cobrado. Yo no lo firmo, si lo hubiera hecho habría perdido todo, y empiezan los problemas: me encierran en la tienda del club para presionarme, me empiezo a caer de las convocatorias, llaman a mi casa a la 1.00 de la mañana y me asomo a la mirilla y no hay nadie, sólo escucho a unos tipos amenazarme en griego que salen corriendo escaleras abajo.
Al día siguiente me topo con unos ‘tipos’ que me querían ayudar y me dicen que me vaya de la ciudad porque corro peligro en ella… Lo que querían es que me fuera, pero para denunciarme por incumplimiento de contrato. Vivía con miedo y no me podía fiar de nadie. Nada más llegar a casa echaba la llave. Además, tenía dos amigos que se quedaban a dormir conmigo porque tenía miedo que volvieran a llamar a mi puerta a las dos de la madrugada".
La gota que colmó el vaso llegó el primer fin de semana de Marzo: "El presidente me citó en sus oficinas y decidí ir con una traductora para que no se rieran más de mí. El presidente le prohibió la entrada y empezó a llamarla puta y a decirle que se acostaba conmigo, que por eso no rendía en los terrenos de juego.
Decidimos irnos y entonces fue cuando el presidente salió, me agarró por el cuello, me pegó dos porrazos, me metió en su despacho y me puso contra la mesa. A mí me cogió totalmente desprevenido, era lo último que me podía imaginar, que ese puto loco tratara de estrangularme. Cuando vio que la traductora llamaba a la Policía, me soltó, abrió la puerta y salí corriendo".
La suerte de Perico cambió el pasado martes con una llamada a la AFE griega. "No se podían creer lo que he vivido. Me dijeron que me fuera corriendo para Atenas con la demanda policial, el examen médico y todas las pruebas que tengo en forma de grabaciones. Debo decir que se han portado de fábula en Atenas y, tras una videoconferencia con la AFE española, hemos redactado la denuncia.
Eso sí, cuando han visto el contrato, se han echado las manos a la cabeza: está todo lleno de trampas para que no puedas reclamar, se han aprovechado de mi inocencia, de mi falta de conocimientos en temas contractuales". Ya solo resta que se celebre el juicio.
"El presidente, Evangelos, va a defender que yo no iba a entrenar y que soy un borracho. Otra mentira más. Hace una semana hubo un test de resistencia que aún está colgado en el tablón de la ciudad deportiva y saqué la máxima puntuación".
Perico aterrizó ayer en Málaga a la espera de que un juez le conceda la razón: "No sé cuánto me tienen que pagar. En Segunda B, jugando en Tarragona o en el Cádiz hubiera ganado más dinero. Salí para progresar, con vistas a poder jugar en la Super Liga Griega. A estas alturas de la película si logro cobrar algo me doy con un canto en los dientes, pero me conformo con poder seguir jugando al fútbol". Su paso por el Tártaro parece por fortuna cosa del pasado.
Probablemente Perico tenga que cambiar de equipo varias veces más en su carrera deportiva, pero lo que es seguro es que ya no volverá más a vestir la camisola del Larissa, y mucho menos si Evangelos sigue estrujando los cuellos de sus jugadores cada vez que se despierta con el ceño fruncido.
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