Los males de este pequeño país vienen de muy lejos, pero se acentuaron con el golpe de estado del fascista Micheletti en 2008, golpe que sirvió para acabar con el gobierno elegido en las urnas del presidente izquierdista Zelaya. Ese golpe fue vergonzoso por la forma y el momento en que se produjo.
Apenas llevaba un año en el poder tras ganar las elecciones en 2008 por mayoría abrumadora cuando una facciòn del ejército de extrema derecha apoyò el golpe de Estado de Micheletti ( por aquel entonces presidente del congreso). A los pocos meses del golpe se realizaron unas elecciones generales en donde sòlo se podìan presentar partidos de derechas y en las que fue elegido presidente el fascista Porfirio Lobo, quien ha conseguido que su país figure como el màs pobre y el màs violento de Amèrica Latina( con el mayor índice de asesinatos, extorsiones y violaciones del continente).
En 2013 se volvieron a celebrar elecciones y otra vez el gobierno de ideología fascista se encargò de que su partido fuera el vencedor en unas elecciones viciadas. Juan Orlando Hernández fue elegido presidente y desde entonces los índices de pobreza y criminalidad no han hecho màs que seguir avanzando de manera lenta pero progresiva.
El golpe se orquestò cuando Zelaya comenzó a promover una consulta popular orientada a reformar la Constitución, la que programó para el 28 de junio de 2008.
El 28 de junio, cuando Zelaya estaba por iniciar la consulta, los militares por petición del líder de la oposiciòn lo sacaron abruptamente de su residencia y lo enviaron a Costa Rica, le amenazaron de muerte en caso de que decidiera regresar a su país.
Zelaya no ha podido retomar el poder, a pesar de la presión internacional y la suspensión de Honduras de la Organización de Estados Americanos (OEA), mientras Micheletti se consolidò con una ofensiva diplomática exponiendo mentiras sobre lo que ocurrió el 28 de junio.
Zelaya coordinò un plan desde Nicaragua para regresar a su país, donde algunos de sus seguidores comenzaron a demostrar cansancio después de un mes de protestas, varias de ellas multitudinarias, en diferentes regiones del país.
El golpe de Estado contra Zelaya provocò una fuerte polarización entre los hondureños, mientras que la crisis económica, que el país ya vivía, se ha agudizado desde entonces sin que haya cesado en estos siete años de mal gobierno dictatorial.
Micheletti se resistiò a entregar el poder alegando que el Parlamento le respalda. No admitió en ningún momento que lo que hizo fue un golpe de estado, pues considera que lo que hizo era necesario para frenar una posible alianza con la Venezuela de Hugo Chavez.
Zelaya considera que detrás del golpe hay una intervención de EE.UU., aunque no culpa por eso al presidente Barack Obama, a quien el domingo pasado le pidió que enfrente "con fuerza" al Gobierno de facto, con sanciones económicas y de otro tipo.
Zelaya tratò de regresar a Honduras pese a ser amenazado de muerte por el fascista Micheletti. Sus dos intentos por regresar a Honduras para retomar el poder abrazado con sus seguidores, que representan a sectores populares, resultaron fallidos. No pudo aterrizar en Tegucigalpa a bordo de un avión de Venezuela procedente de EE.UU., porque la Policía y el Ejército pusieron obstáculos en la pista del .
El golpe de Estado contra Zelaya resquebrajó la frágil democracia hondureña, instaurada en 1982 después de casi dos décadas de regímenes de facto.
La justicia hondureña desde el mismo día del golpe de Estado, expresò que las Fuerzas Armadas actuaron como defensoras "del imperio de la Constitución y en defensa del estado de derecho". Ese mismo dìa una treintena de activistas de la Unión Cívica Democrática (UCD), que respalda al Gobierno de golpista, coreó consignas a favor de las Fuerzas Armadas y de la policía, instituciones que apoyaron el golpe militar liderado por la oligarquía hondureña que no veìa con buenos ojos las políticas de reducción de la pobreza que había iniciado Zelaya.
Esas políticas no eran sostenibles, argumentan los golpistas, sin embargo han implementado las bolsas de alimentos y bonos de ayuda a los pobres con fines populistas. Cambian las políticas de creación de empleo por la de dar bolsas solidarias a personas que lo que necesitan es trabajo y no limosnas, comenta un mandatario en el exilio que no puede volver a Honduras porque està amenazado de muerte. Su delito es haber formado parte del gobierno depuesto.
Según Zelaya, el fiscal del Estado tiene igual o más responsabilidad que los propios militares golpistas, presenta acusaciones muy light para lograr la impunidad de los militares al acusarlos de delitos menores, como abuso de autoridad y no por los delitos graves que han cometido de traición a la patria y derrocamiento de gobierno legìtimo con el uso de la fuerza".
Según Zelaya, los militares también incurrieron en traición a la patria, asesinatos, violaciones a los derechos humanos y torturas al pueblo hondureño.
Dijo que está "claro que lo que realiza el fiscal (Rubí) son los actos preparatorios para lograr la impunidad de los militares y evadir el castigo a los demás autores materiales e intelectuales del golpe de Estado militar".
El mundo unánimemente calificó el hecho como golpe de Estado y la Unión Europea y Estados Unidos cortaron su ayuda a Tegucigalpa, que fue marginada además de la Organización de Estados Americanos.
"Sin duda alguna fue un retroceso lo que aconteció en Honduras", dijo el presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, cuya propuesta para superar la crisis hondureña fue formalmente aceptada por las partes en conflicto, pero en la práctica ignorada.
La unidad internacional inicial se resquebrajó y surgieron discrepancias sobre como resolver la crisis, por lo que Honduras culminò el 2009 con tres presidentes: derrocado y refugiado en la embajada de Brasil; otro de facto en la de gobierno; y otro elegido en unos comicios cuestionados por la mayoría de los países latinoamericanos, pues como en Ucrania, sòlo se presentaron partidos de ultra derecha a las elecciones legislativas.
Es lo que suele ocurrir tras un golpe de estado, ninguna formación política moderada quiere presentarse a unas lecciones viciadas y programadas por un caudillo golpista de ideología fascista. Primero Lobo y ahora Hernández no tienen legitimidad alguna, pues fueron elegidos en comicios donde sòlo participaron partidos ultra de extrema derecha, al igual que en la Ucrania que gobierna Porochenko.
"Básicamente los gobiernos de izquierda y centroizquierda apoyaron mi restitución. Los de centroderecha se mantuvieron al margen y los de derechas estuvieron inclinados a aceptar la legitimidad de las elecciones, sin importar que sòlo participaran partidos de ultra derecha, destacó Zelaya. Finalmente, sòlo tres naciones aceptaron los resultados de dichas elecciones fraudulentas de 2009.
Los golpistas aseguran que se va a llevar a cabo elecciones, pero estamos claros que este proceso de orden político quiere legitimar el golpe", señaló Ortega en la Secretaría del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional. Como el resto de presidentes de Amèrica Latina, Daniel Ortega criticò duramente primero a Micheletti y luego a Lobo, sin reconocerles como presidentes de Honduras.
Para nosotros participar en las elecciones significa que nos van a hacer fraude de manera que parecerà que hemos perdido las elecciones, participar sòlo serviría para legitimar el golpe de Estado", dijo Reyes, el líder de la izquierda al acudir al Tribunal Superior Electoral.
La misión, integrada por los cancilleres de Argentina, Canadá, Costa Rica, Jamaica, México, Panamá y República Dominicana y el secretario general del organismo, José Miguel Insulza, trató sin éxito de reflotar una propuesta del presidente costarricense Oscar Arias para restituir a Zelaya.
"Todavía existe un espacio posible para el acuerdo, si bien cada vez más estrecho", dijo Insulza el miércoles al Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA). Finalmente no se consiguió y los golpistas siguen gobernando pese al rechazo internacional y al bloqueo económico y comercial que padecieron.
Desafortunadamente la presión contra los golpistas se fue desinflando. Actualmente las medidas contra el gobierno golpista de Honduras se limitan generalmente a acciones de carácter diplomático y en raros casos incluyen medidas económicas, comerciales o de otro tipo.
Dentro de este panorama, es Estados Unidos una de las naciones que se ha mostrado más enérgica con la administración hondureña,después de que Zelaya fuera detenido y expulsado por los militares hondureños lideraron las presiones para que fuera repuesto como presidente. Pero luego moderaron sus peticiones pidiendo únicamente que las elecciones fueran libres y cumplieran todas las garantías.
Como las elecciones fueron consideradas fraudulentas el 'michelettista' Roberto Flores, no fue considerado como representante legítimo de su país ante la Casa Blanca, lo que sí se hizo con Enrique Reina, designado por Zelaya como embajador de Honduras al frente de la legación en Washington. Ese gesto aunque muy honesto por parte de Estados Unidos fue insuficiente.
A dìa de hoy Paraguay y Honduras son los únicos países gobernados por partidos de derechas, y curiosamente los dos gobiernan tras derrocar con las armas y con la intransigencia a los gobernantes progresistas que gozaban de la legitimidad que otorgan las urnas.
La escepciòn que confirma la regla es Guatemala, el único pais de Amèrica Latina donde gobierna un partido de derechas elegido democráticamente. Chile y México eran otros dos estados con gobiernos conservadores hasta las últimas elecciones.
Así pues, el panorama para los políticos de derechas es desolador en Amèrica, dos pàises pequeños con gobiernos golpistas de corte fascista y Guatemala como único espejo donde mirarse para tratar de ganar unas elecciones.
Frente a estos tres países todos los demás gozan de gobiernos progresistas de diferentes tendencias. Entre los moderados se encuentran Chile, Brasil, Costa Rica, Uruguy, Perù y R. Dominicana.
Entre los màs izquierdistas los países ligados al alba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina.
A parte están Colombia y México, cuyos partidos en el gobierno no son fácilmente clasificables ni como de derechas ni como de izquierdas.
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