A los pocos días
de haber sido abducido por el extraño ovni que emergió de entre las nubes en la
presa del lago donde se hallaba pescando Mauricio comenzó a trabajar como
guarda jurado en prácticas, la situación en casa se había complicado al
quemarse el local donde trabajaba su mujer, por lo que el encontrar trabajo fue
un alivio.
Por las mañanas
tenía que asistir a unas clases teóricas en las que le formaban, y por la tarde ya trabajaba, con lo cual
estaba muchas horas fuera de casa, el salario no era el mismo que el de sus
compañeros que ya habían hecho el curso de formación, pero no se podía quejar,
la situación familiar requería que aceptara el trabajo sin pensárselo si quiera
dos veces.
Entraba a la una
del mediodía y a las tres salía de las clases, tenía una hora para comer y a
las cuatro se ponía el traje de la empresa, cogía el móvil y se dedicaba a dar paseos por las estancias y pasillos de
un museo, lugar en el que iba a pasar varios meses trabajando.
Cuando terminó
el curso de formación, por lo general dormía hasta el mediodía, algunas veces
Macarena ya se había ido a sus clases de terapia para superar su depresión post
traumática sufrida tras la violación por los dos seres extraterrestres que
invadieron su privacidad cuando se duchaba en su cuarto de baño.
El psiquiatra le
estaba dando unas pastillas que le ayudaban a superar el trance, pero el miedo
a volverse loca tras el lastimoso incidente con los alienígenas le acechaba a
cada instante.
Mauricio pasaba
toda la tarde sólo en casa, la relación con su mujer iba empeorando a
consecuencia de la falta de convivencia y los problemas que padecían tras sus
respectivos encuentros con seres de otros planetas. Cefaleas, migrañas y
trastornos de bipolaridad mermaban su
estado anímico.
Cuando Macarena
volvía en torno a las ocho pasaban una o dos horas juntos, pero luego Mauricio
tenía que irse corriendo porque a las 10 tenía que estar en la otra punta de la
ciudad para iniciar su jornada laboral, que no finalizaba hasta las seis o
siete de la mañana, según el día.
Siempre le había
gustado dormir por la mañana en vez de por la noche, sobre todo en verano, pero para trabajar no era lo
mismo y menos para ese trabajo que era monótono y más aun en aquella situación
en la que le tocaba vigilar el museo en absoluta soledad.
Tenía que pasarse ocho o nueve horas diarias
sin hablar con nadie, vagando por las distintas estancias del museo, durante el
curso de formación trabajaba con un compañero que le contaba todo el
procedimiento de seguridad que debía seguir, pero cuando este curso finalizó le
tocó quedarse sólo.
La soledad de la
noche le iba haciendo poco a poco mella, se conocía los cuadros de todas las
salas mejor que las caras de sus familiares y amigos. La sala de los retratos
estaba en el centro del museo, y era el lugar en donde tenía ubicada la mesa y
la silla en la que se situaba la mayor parte del tiempo que permanecía entra
aquellas paredes.
Se pasaba horas
mirando como un pasmarote los cuadros, algunos de ellos le impactaban por la
expresividad que tenían, uno en concreto de un mendigo que denotaba tristeza y
miseria a partes iguales.
Había otro
retrato de una vieja que a Mauricio le daba cierto pavor, era un rostro de una
anciana que expresaba una inquietante sonrisa, lejos de mostrar alegría denotaba
un cierto desaliento, melancolía y tristeza, que le sumía en un profundo
desaliento por lo que no le gustaba en
absoluto contemplarlo.
Para no
deprimirse más de lo que ya estaba, se cambiaba de posición constantemente.
Al pasar por una
situación así empezó a valorar el grado de sufrimiento que deben haber padecido
todas aquellas personas que han sufrido un secuestro, encerradas en un zulo.
Aquella sala de museo le recordaba al lugar donde le transportaron los extraños
humanoides que emergieron de entre las nubes. Recordar las intensas miradas de
los humanoides le producía pavor, raro era el día en que esas misteriosas
figuras de orejas puntiagudas no se le venían a la mente produciéndole severos
escalofríos.
Los días pasaban
sin poder comunicarse con nadie de forma verbal, salvo con Macarena un ratito en las tardes y con los dos guardas
con los que se sustituía.
Eran meses
calurosos en los que por la noche apenas refrescaba. En las horas que trabajaba
no estaba puesto el aire acondicionado y el calor que se vivía dentro del museo
era considerable.
En enero
trajeron cuadros de un museo de Santiago de Chile y para reforzar la seguridad
contrataron a otro guarda que tenía el mismo horario que Mauricio, por lo que
no se le hizo tan duro el trabajo.
Un tipo peculiar
con el que hablaba de muchas cosas sobre todo de parasicología, le encantaba el
tema de los ovnis y enseguida entablaron una amistad que les ayudó a superar
sus problemas.
Decía haber
pasado varios meses oyendo ruidos extraños provenientes de una de las estancias
del inmueble, al abrir la habitación no encontraba nada que pudiera explicar
aquellos sonidos. Otras veces los ruidos se producían en los pasillos, como si
alguien estuviera pisando el suelo, paseándose por los viejos pasillos del
tanatorio.
Estos ruidos
inexplicables eran percibidos por todas las personas que se encontraban dentro
del edificio, pero únicamente se apreciaba en las noches, por lo que decidieron
llamar a la policía para que hiciera un reconocimiento del lugar y tomara sus
conclusiones.
Tras recorrer
todas las habitaciones y pasillos del tanatorio, los miembros de la benemérita declararon
que si bien se percibían ruidos difíciles de precisar su lugar de procedencia,
suponían que serían producidos por algún animal que se encontrara en las
proximidades del edificio.
Al considerar
que no tenían ninguna relevancia ni ocasionaban ningún peligro para los que
trabajaban en el tanatorio, se fueron del mismo sin levantar atestado, dejando
con el miedo en el cuerpo a los que allí trabajaban, y con la consideración por
parte de la opinión pública de que se trataban de unos farsantes con ganas de
llamar la atención de los medios de comunicación.
Le comentó más
casos en los que le habían sucedido cosas inexplicables, Mauricio le contó todo
lo que había comenzado a experimentar tras el fatal encuentro con los
tripulantes de la esférica nave que le apartó del planeta Tierra por un tiempo
difícil de cuantificar, quizás unas cuantas horas, tal vez un par de días. El
estado de inconsciencia que adquirió le impedía fijar el tiempo que permaneció
en la nave y los estudios a los que fue sometido.
Mauricio comenzó
a desarrollar una capacidad innata para percibir estímulos, sonidos y visiones
que no eran perceptibles para la mayoría de personas.
En una ocasión
fue tele transportado en compañía de Juancho de una estancia en el segundo piso
hasta la sala principal del museo.
-¿Cómo puede ser
que estemos aquí si no hemos bajado las escaleras?-preguntó Mauricio a su compañero
sin dar crédito a lo que veía.
-Esto me ocurrió
una vez que iba por la carretera en dirección a Tarma, de repente aparecí en la
otra vía en sentido contrario, sin hacer
un cambio de sentido me encontraba alejándome de la ciudad en vez de entrando
en ella-narró Juancho.
-Por favor deja
de estar hablando de estas cosas, ya es demasiado perturbador vivir estas situaciones
como para que comiences a narrar semejante historia.
-Esto es obra
del maligno, o tal vez se deba a los humanoides que investigaron contigo,
estamos en peligro.
Juancho comenzó
a delirar antes de que Mauricio decidiera abandonar el museo y dar por zanjada
su jornada laboral.
Posteriormente comenzó a padecer extraños sucesos cuando se
hallaba sólo en su casa, cuando dormía
oía ruidos en una pequeña mesa que se
encontraba detrás de su dormitorio, como si alguien se encontrara en él
trabajando o pasando las hojas que tenía sobre la mesa, se oía tanto el ruido
de folios como el de lapiceros y otros utensilios, así como el movimiento de
una silla que parecía desplazarse atropelladamente. Cuando por la mañana se
despertaba y subía la persiana se encontraba con que la mesa de su mesa tenía
los papeles colocados de una forma muy diferentes a como los había dejado la noche anterior.
En otra ocasión
le ocurrió lo que vulgarmente se conoce como aparición de un visitante de
dormitorio, se desveló a media noche y pudo apreciar que enfrente de su cama
había una anciana pegada a la pared mirándole atentamente, no le dijo nada,
cerró los ojos por miedo y cuando los volvió a abrir ya no estaba, la anciana
había desaparecido sin dejarle ningún mensaje y sin dejar constancia de su
aparición. Mauricio sospechó que podía tratarse de su difunta madre, tal vez
podía estar tratando de despedirse de él, pero su rostro era completamente
diferente al que tenía en vida. ¿Tanto podía cambiar el rostro de un difunto en
cuestión de tan pocos meses? Pensar en que aquel espectro que le visitó a altas horas de la madrugada fuera
el de su difunta madre le perturbaba sobremanera.
Con más
frecuencia lo que le ocurría era que ciertos objetos aparecían colocados en
lugares distintos a los que él los había dejado, con las gafas le ocurría a
menudo, con el móvil o incluso con el mando a distancia de la televisión. Como
si un duende burlón estuviera tratando de hacerle perder el norte.
Por no hablar de
movimientos de puertas en días de escaso viento, armarios que aparecían
abiertos cuando él los había dejado cerrados, y cuadros que se caían haciendo
un gran estruendo. Según los testimonios de unos físicos que investigaron en su
morada, lo que ocurría en su casa eran fenómenos poltergeist. Sus hijos Sofía y
Germán comenzaron a pensar que su padre estaba enloqueciendo tras el contacto
con los alienígenas y que los extraños fenómenos que decía ver y escuchar no
eran nada más que invenciones de su subconsciente.
Su mujer también
estaba pasando por un mal trago, los humanoides estaban realizando diversos
experimentos con su cuerpo, fundamentalmente con su cerebro tratando de conocer
la genética y la capacidad cognitiva del ser humano para mejorar la especie y
hacerla útil para su especie. Divagaba acerca de las posibles maneras en la que
los extraterrestres podrían usarnos para satisfacer sus necesidades básicas y
hacer su vida más sencilla, en definitiva sostenía que los humanos pasarían a
ser meros esclavos de los extraterrestres en un tiempo no muy lejano de manera
irremediable.
-No hay nada que
hacer, poseen un conocimiento superior, están mucho más desarrollados que
nosotros, su especie evolucionó más rápido, están a años luz de lo que podamos
llegar a ser nosotros-exclamaba Macarena tapando su rostro con sus dos manos.
-Desconozco las
causas que puedan propiciar tales sucesos pero me niego a pensar que sea como
consecuencia de nuestros encuentros con los alienígenas-contestó Mauricio.
A los dos meses
de comenzar a padecer extraños sucesos en el Museo Metropolitano Mauricio pidió
ser destinado a un nuevo lugar. Un mes más tarde fue destinado al museo Mali.
En su nuevo lugar de trabajo los turnos de día eran realizados por dos personas,
mientras que por la noche le tocaba estar sólo porque según la empresa no era
necesario tener a otro guardia para vigilar un museo tan pequeño, y más en
horas en las que no estaba abierto al público.
Afortunadamente
para Mauricio con el cambio de lugar de trabajo dejó de sentir los extraños
fenómenos que le perseguían desde varios meses atrás. Sin embargo en su casa
los sucesos no remitieron y su mujer volvió a ser visitada por un extraño ser
sin rostro que trató de poseerla en cuerpo y alma. Se hallaba sola en casa
cuando esto sucedió. Cuando Mauricio llegó a la casa se topó con una dantesca
escena que cambió su vida completamente.
El cuerpo sin
vida de su mujer yacía en la cama junto a un charco de sangre que empapaba las
sábanas antaño blancas.
La inesperada
visita se había producido el día que se cumplían tres meses desde que Macarena
fuera violada por dos extraños seres venidos de otro planeta. Esta vez la
agresión sexual no tuvo lugar en el cuarto de baño sino en su habitación,
concretamente en la cama matrimonial que compartía con su marido.
En un primer
momento Mauricio fue acusado de asesinato pero al encontrarse extrañas fibras y
fluidos ajenos a su organismo fue inculpado. La prueba de adn salvó a Mauricio
de una larga condena. Pero su salud mental nunca recobró los estándares mínimos
para poder llevar una vida normal en este planeta.
Sentía que era
el momento de abandonar el planeta Tierra y regresar al lugar donde los
alienígenas habían experimentado con él unos meses atrás.
Trató de
recobrar las comunicaciones con aquellos seres venidos de otra Galaxia pero no
hubo manera. Mauricio dejó el trabajo y dedicó las 24 horas del día en tratar
desesperadamente de reencontrarse con los alienígenas que consideraba que habían
matado a su mujer y que tarde o temprano volverían a por él.
No le quedaba la
menor duda que quienes contactaron con él eran los mismos seres que atacaron a
Macarena. Esbeltos, orejudos, carentes de vello y con diminutas fosas nasales.
La descripción que le hizo tantas veces su mujer de aquellos seres era demasiado
similar a la que él pudo observar cuando sufrió ese crucial encuentro en la
cuarta fase.
Ansiaba comunicarse
con ellos, sentía que era cuestión de horas. Malcomía con tal de no perder de
vista el horizonte por el que debía vislumbrar el platillo volante que le
sacaría de este mundo para así reencontrarse con su mujer y con los seres que
tanto interés levantaban en su mente.
Finalmente ese
encuentro tuvo lugar. Mauricio fue absorbido por una extraña fuerza que emanaba
del platillo volante que había venido a su encuentro.
Unas horas más
tarde aterrizó en un extraño planeta carente de vegetación, similar a la Luna,
allí unos seres similares a los que observó en su primer viaje astral le
colocaron un manto color caoba y le condujeron por un sendero tortuoso hasta una
gran edificación. Una vez dentro le hicieron subir a un púlpito y allí realizó
una larga disertación dándose a conocer entres sus nuevos congéneres.
Aquello era
maravilloso, la muchedumbre que se agolpaba en aquel escenario le ovacionaba a
cada instante, no sólo comprendían su idioma sino que sentían pasión por las
palabras que salían de su boca. Cuando terminó con su discurso una larga
ovación le hizo sentir escalofríos. Nunca antes se sintió tan reconfortado como
tras aquella ovación. Ese era su mundo, por primera vez se sintió a gusto
consigo mismo y con la gente que le rodeaba. Aquellos misteriosos seres le
acogieron de la mejor de las maneras para convertirle en su líder espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario