jueves, 18 de junio de 2015

Relato corto: El extraño viaje de Mauricio.

A los pocos días de haber sido abducido por el extraño ovni que emergió de entre las nubes en la presa del lago donde se hallaba pescando Mauricio comenzó a trabajar como guarda jurado en prácticas, la situación en casa se había complicado al quemarse el local donde trabajaba su mujer, por lo que el encontrar trabajo fue un alivio.

Por las mañanas tenía que asistir a unas clases teóricas en las que le formaban,  y por la tarde ya trabajaba, con lo cual estaba muchas horas fuera de casa, el salario no era el mismo que el de sus compañeros que ya habían hecho el curso de formación, pero no se podía quejar, la situación familiar requería que aceptara el trabajo sin pensárselo si quiera dos veces.

Entraba a la una del mediodía y a las tres salía de las clases, tenía una hora para comer y a las cuatro se ponía el traje de la empresa, cogía el móvil y se dedicaba  a dar paseos por las estancias y pasillos de un museo, lugar en el que iba a pasar varios meses trabajando.

Cuando terminó el curso de formación, por lo general dormía hasta el mediodía, algunas veces Macarena ya se había ido a sus clases de terapia para superar su depresión post traumática sufrida tras la violación por los dos seres extraterrestres que invadieron su privacidad cuando se duchaba en su cuarto de baño.
El psiquiatra le estaba dando unas pastillas que le ayudaban a superar el trance, pero el miedo a volverse loca tras el lastimoso incidente con los alienígenas le acechaba a cada instante.
Mauricio pasaba toda la tarde sólo en casa, la relación con su mujer iba empeorando a consecuencia de la falta de convivencia y los problemas que padecían tras sus respectivos encuentros con seres de otros planetas. Cefaleas, migrañas y trastornos de bipolaridad  mermaban su estado anímico.
Cuando Macarena volvía en torno a las ocho pasaban una o dos horas juntos, pero luego Mauricio tenía que irse corriendo porque a las 10 tenía que estar en la otra punta de la ciudad para iniciar su jornada laboral, que no finalizaba hasta las seis o siete de la mañana, según el día.

Siempre le había gustado dormir por la mañana en vez de por la noche, sobre  todo en verano, pero para trabajar no era lo mismo y menos para ese trabajo que era monótono y más aun en aquella situación en la que le tocaba vigilar el museo en absoluta soledad.
 Tenía que pasarse ocho o nueve horas diarias sin hablar con nadie, vagando por las distintas estancias del museo, durante el curso de formación trabajaba con un compañero que le contaba todo el procedimiento de seguridad que debía seguir, pero cuando este curso finalizó le tocó quedarse sólo.



La soledad de la noche le iba haciendo poco a poco mella, se conocía los cuadros de todas las salas mejor que las caras de sus familiares y amigos. La sala de los retratos estaba en el centro del museo, y era el lugar en donde tenía ubicada la mesa y la silla en la que se situaba la mayor parte del tiempo que permanecía entra aquellas paredes.
Se pasaba horas mirando como un pasmarote los cuadros, algunos de ellos le impactaban por la expresividad que tenían, uno en concreto de un mendigo que denotaba tristeza y miseria a partes iguales.

Había otro retrato de una vieja que a Mauricio le daba cierto pavor, era un rostro de una anciana que expresaba una inquietante sonrisa, lejos de mostrar alegría denotaba un cierto desaliento, melancolía y tristeza, que le sumía en un profundo desaliento por lo que  no le gustaba en absoluto contemplarlo.
Para no deprimirse más de lo que ya estaba, se cambiaba de posición constantemente.




Al pasar por una situación así empezó a valorar el grado de sufrimiento que deben haber padecido todas aquellas personas que han sufrido un secuestro, encerradas en un zulo. Aquella sala de museo le recordaba al lugar donde le transportaron los extraños humanoides que emergieron de entre las nubes. Recordar las intensas miradas de los humanoides le producía pavor, raro era el día en que esas misteriosas figuras de orejas puntiagudas no se le venían a la mente produciéndole severos escalofríos.

Los días pasaban sin poder comunicarse con nadie de forma verbal, salvo con Macarena  un ratito en las tardes y con los dos guardas con los que se sustituía.

Eran meses calurosos en los que por la noche apenas refrescaba. En las horas que trabajaba no estaba puesto el aire acondicionado y el calor que se vivía dentro del museo era considerable.

En enero trajeron cuadros de un museo de Santiago de Chile y para reforzar la seguridad contrataron a otro guarda que tenía el mismo horario que Mauricio, por lo que no se le hizo tan duro el trabajo.
Un tipo peculiar con el que hablaba de muchas cosas sobre todo de parasicología, le encantaba el tema de los ovnis y enseguida entablaron una amistad que les ayudó a superar sus problemas.

Decía haber pasado varios meses oyendo ruidos extraños provenientes de una de las estancias del inmueble, al abrir la habitación no encontraba nada que pudiera explicar aquellos sonidos. Otras veces los ruidos se producían en los pasillos, como si alguien estuviera pisando el suelo, paseándose por los viejos pasillos del tanatorio.

Estos ruidos inexplicables eran percibidos por todas las personas que se encontraban dentro del edificio, pero únicamente se apreciaba en las noches, por lo que decidieron llamar a la policía para que hiciera un reconocimiento del lugar y tomara sus conclusiones.

Tras recorrer todas las habitaciones y pasillos del tanatorio, los miembros de la benemérita declararon que si bien se percibían ruidos difíciles de precisar su lugar de procedencia, suponían que serían producidos por algún animal que se encontrara en las proximidades del edificio.

Al considerar que no tenían ninguna relevancia ni ocasionaban ningún peligro para los que trabajaban en el tanatorio, se fueron del mismo sin levantar atestado, dejando con el miedo en el cuerpo a los que allí trabajaban, y con la consideración por parte de la opinión pública de que se trataban de unos farsantes con ganas de llamar la atención de los medios de comunicación.


Le comentó más casos en los que le habían sucedido cosas inexplicables, Mauricio le contó todo lo que había comenzado a experimentar tras el fatal encuentro con los tripulantes de la esférica nave que le apartó del planeta Tierra por un tiempo difícil de cuantificar, quizás unas cuantas horas, tal vez un par de días. El estado de inconsciencia que adquirió le impedía fijar el tiempo que permaneció en la nave y los estudios a los que fue sometido.

Mauricio comenzó a desarrollar una capacidad innata para percibir estímulos, sonidos y visiones que no eran perceptibles para la mayoría de personas.



En una ocasión fue tele transportado en compañía de Juancho de una estancia en el segundo piso hasta la sala principal del museo.
-¿Cómo puede ser que estemos aquí si no hemos bajado las escaleras?-preguntó Mauricio a su compañero sin dar crédito a lo que veía.
-Esto me ocurrió una vez que iba por la carretera en dirección a Tarma, de repente aparecí en la otra vía en sentido contrario,  sin hacer un cambio de sentido me encontraba alejándome de la ciudad en vez de entrando en ella-narró Juancho.
-Por favor deja de estar hablando de estas cosas, ya es demasiado perturbador vivir estas situaciones como para que comiences a narrar semejante historia.
-Esto es obra del maligno, o tal vez se deba a los humanoides que investigaron contigo, estamos en peligro.
Juancho comenzó a delirar antes de que Mauricio decidiera abandonar el museo y dar por zanjada su jornada laboral.
Posteriormente  comenzó a padecer extraños sucesos cuando se hallaba  sólo en su casa, cuando dormía oía ruidos en una pequeña mesa que  se encontraba detrás de su dormitorio, como si alguien se encontrara en él trabajando o pasando las hojas que tenía sobre la mesa, se oía tanto el ruido de folios como el de lapiceros y otros utensilios, así como el movimiento de una silla que parecía desplazarse atropelladamente. Cuando por la mañana se despertaba y subía la persiana se encontraba con que la mesa de su mesa tenía los papeles colocados de una forma muy diferentes a como los había dejado  la noche anterior.

En otra ocasión le ocurrió lo que vulgarmente se conoce como aparición de un visitante de dormitorio, se desveló a media noche y pudo apreciar que enfrente de su cama había una anciana pegada a la pared mirándole atentamente, no le dijo nada, cerró los ojos por miedo y cuando los volvió a abrir ya no estaba, la anciana había desaparecido sin dejarle ningún mensaje y sin dejar constancia de su aparición. Mauricio sospechó que podía tratarse de su difunta madre, tal vez podía estar tratando de despedirse de él, pero su rostro era completamente diferente al que tenía en vida. ¿Tanto podía cambiar el rostro de un difunto en cuestión de tan pocos meses? Pensar en que aquel espectro que  le visitó a altas horas de la madrugada fuera el de su difunta madre le perturbaba sobremanera.

Con más frecuencia lo que le ocurría era que ciertos objetos aparecían colocados en lugares distintos a los que él los había dejado, con las gafas le ocurría a menudo, con el móvil o incluso con el mando a distancia de la televisión. Como si un duende burlón estuviera tratando de hacerle perder el norte.

Por no hablar de movimientos de puertas en días de escaso viento, armarios que aparecían abiertos cuando él los había dejado cerrados, y cuadros que se caían haciendo un gran estruendo. Según los testimonios de unos físicos que investigaron en su morada, lo que ocurría en su casa eran fenómenos poltergeist. Sus hijos Sofía y Germán comenzaron a pensar que su padre estaba enloqueciendo tras el contacto con los alienígenas y que los extraños fenómenos que decía ver y escuchar no eran nada más que invenciones de su subconsciente.


Su mujer también estaba pasando por un mal trago, los humanoides estaban realizando diversos experimentos con su cuerpo, fundamentalmente con su cerebro tratando de conocer la genética y la capacidad cognitiva del ser humano para mejorar la especie y hacerla útil para su especie. Divagaba acerca de las posibles maneras en la que los extraterrestres podrían usarnos para satisfacer sus necesidades básicas y hacer su vida más sencilla, en definitiva sostenía que los humanos pasarían a ser meros esclavos de los extraterrestres en un tiempo no muy lejano de manera irremediable.
-No hay nada que hacer, poseen un conocimiento superior, están mucho más desarrollados que nosotros, su especie evolucionó más rápido, están a años luz de lo que podamos llegar a ser nosotros-exclamaba Macarena tapando su rostro con sus dos manos.
-Desconozco las causas que puedan propiciar tales sucesos pero me niego a pensar que sea como consecuencia de nuestros encuentros con los alienígenas-contestó Mauricio.

A los dos meses de comenzar a padecer extraños sucesos en el Museo Metropolitano Mauricio pidió ser destinado a un nuevo lugar. Un mes más tarde fue destinado al museo Mali. En su nuevo lugar de trabajo los turnos de día eran realizados por dos personas, mientras que por la noche le tocaba  estar sólo porque según la empresa no era necesario tener a otro guardia para vigilar un museo tan pequeño, y más en horas en las que no estaba abierto al público.
Afortunadamente para Mauricio con el cambio de lugar de trabajo dejó de sentir los extraños fenómenos que le perseguían desde varios meses atrás. Sin embargo en su casa los sucesos no remitieron y su mujer volvió a ser visitada por un extraño ser sin rostro que trató de poseerla en cuerpo y alma. Se hallaba sola en casa cuando esto sucedió. Cuando Mauricio llegó a la casa se topó con una dantesca escena que cambió su vida completamente.
El cuerpo sin vida de su mujer yacía en la cama junto a un charco de sangre que empapaba las sábanas antaño blancas.
La inesperada visita se había producido el día que se cumplían tres meses desde que Macarena fuera violada por dos extraños seres venidos de otro planeta. Esta vez la agresión sexual no tuvo lugar en el cuarto de baño sino en su habitación, concretamente en la cama matrimonial que compartía con su marido.
En un primer momento Mauricio fue acusado de asesinato pero al encontrarse extrañas fibras y fluidos ajenos a su organismo fue inculpado. La prueba de adn salvó a Mauricio de una larga condena. Pero su salud mental nunca recobró los estándares mínimos para poder llevar una vida normal en este planeta.
Sentía que era el momento de abandonar el planeta Tierra y regresar al lugar donde los alienígenas habían experimentado con él unos meses atrás.
Trató de recobrar las comunicaciones con aquellos seres venidos de otra Galaxia pero no hubo manera. Mauricio dejó el trabajo y dedicó las 24 horas del día en tratar desesperadamente de reencontrarse con los alienígenas que consideraba que habían matado a su mujer y que tarde o temprano volverían a por él.
No le quedaba la menor duda que quienes contactaron con él eran los mismos seres que atacaron a Macarena. Esbeltos, orejudos, carentes de vello y con diminutas fosas nasales. La descripción que le hizo tantas veces su mujer de aquellos seres era demasiado similar a la que él pudo observar cuando sufrió ese crucial encuentro en la cuarta fase.
Ansiaba comunicarse con ellos, sentía que era cuestión de horas. Malcomía con tal de no perder de vista el horizonte por el que debía vislumbrar el platillo volante que le sacaría de este mundo para así reencontrarse con su mujer y con los seres que tanto interés levantaban en su mente.
Finalmente ese encuentro tuvo lugar. Mauricio fue absorbido por una extraña fuerza que emanaba del platillo volante que había venido a su encuentro.
Unas horas más tarde aterrizó en un extraño planeta carente de vegetación, similar a la Luna, allí unos seres similares a los que observó en su primer viaje astral le colocaron un manto color caoba y le condujeron por un sendero tortuoso hasta una gran edificación. Una vez dentro le hicieron subir a un púlpito y allí realizó una larga disertación dándose a conocer entres sus nuevos congéneres.
Aquello era maravilloso, la muchedumbre que se agolpaba en aquel escenario le ovacionaba a cada instante, no sólo comprendían su idioma sino que sentían pasión por las palabras que salían de su boca. Cuando terminó con su discurso una larga ovación le hizo sentir escalofríos. Nunca antes se sintió tan reconfortado como tras aquella ovación. Ese era su mundo, por primera vez se sintió a gusto consigo mismo y con la gente que le rodeaba. Aquellos misteriosos seres le acogieron de la mejor de las maneras para convertirle en su líder espiritual.



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