Generalmente, cuando
hablo de un vuelo es porque hubo una tragedia, pero en este caso no la hubo,
aunque faltó menos de el pelo de un calvo para que esta se produjera.
El Océano Índico,
entre las islas de Bormeo, Sumatra y de Java,
es una zona en la que se dan con mucha asiduidad tormentas eléctricas que han
causado numerosos accidentes aéreos. Uno acaecido hace casi treinta años ha
quedado casi en el olvido y ahora he querido rescatarlo del baúl de los
recuerdos para que el lector conozca algo más sobre esta temible zona del
planeta Tierra, (al menos para los pilotos de aviones).
La tripulación de este
vuelo estaba formada por el oficial Roger Greaves, el ingeniero de vuelo Barry
Townley-Freeman y el comandante Moody. Mientras el comandante Moody se
encontraba en el aseo sus compañeros observaron en el parabrisas un efecto
similar al Fuego de San Telmo.
El fenómeno persistía varios minutos después a pesar de que el radar meteorológico
seguía indicando cielos despejados, la tripulación tomó la precaución de
activar el sistema de protección contra hielo en los motores y las señales de
cinturones abrochados.
Según avanzaba el vuelo,
comenzó a detectarse humo en la cabina de pasajeros, y al principio se pensó
que éste provenía de un cigarrillo. Sin embargo, pronto comenzó a hacerse más
espeso y adquirir un inquietante olor a azufre.
Aquellos pasajeros que podían ver los motores a través de sus ventanas
observaron que éstos tenían un brillo inusual, con una luz que resplandecía a
través de los rotores produciendo un efecto estroboscópico. La inquietud comenzó apoderarse de los pasajeros y el revuelo era
ya generalizado.
Aproximadamente a las
13:42 UTC (20:42 hora local de Yakarta), el motor número cuatro sufrió una
pérdida de compresor y poco después dejó de funcionar. Inmediatamente, la
tripulación llevó a cabo el procedimiento estándar tras el apagado de un motor,
cortando rápidamente el flujo de combustible y activando los extintores. Menos
de un minuto más tarde, el motor número dos también sufrió una pérdida de
compresor y se apagó. En pocos segundos, y de manera casi simultánea, los
motores uno y tres también se detuvieron, provocando que el ingeniero de vuelo
exclamara: "No me lo puedo creer - ¡todos los motores han fallado!".
Sin propulsión en los
motores, un 747-200 tiene una proporción de planeo aproximada de 15:1, lo que
significa que es capaz de planear 15 kilómetros por cada kilómetro que
desciende. La tripulación determinó con rapidez que la aeronave podría ser
capaz de planear durante 23 minutos, cubriendo una distancia de 91 millas
náuticas (169 km) desde el nivel de vuelo en el que se encontraba, a 11.000
metros (36.000 pies) de altitud.
A las 13:44, Greaves
envió una señal de socorro al control
del tráfico aéreo local,
informando del fallo de los cuatro motores. Sin embargo, el Control de Área de
Yakarta entendió mal el mensaje, interpretando que sólo el motor número cuatro
había dejado de funcionar. Tuvo que ser un vuelo cercano de Indonesia el
que transmitiera de nuevo el mensaje al control del tráfico aéreo. A pesar de
que la tripulación activó el código de emergencia 7700 en el transpondedor,
la aeronave no pudo ser localizada por los controladores en las pantallas de
sus radares.
Muchos pasajeros
escribieron notas para sus familiares. Uno de ellos fue Charles Capewell, que
garabateó lo siguiente en una carpeta: "Ma.
In trouble. Plane going down. Will do
best for boys. We love you. Sorry. Pa
xxx" (traducido
como "Mamá. En problemas.
El avión se viene abajo. Haz lo mejor para los chicos. Te queremos. Lo siento.
Besos, Papá").
Debido a la presencia de
montañas en la costa sur de la isla de Java,
se necesitaba una altitud de al menos 3.500 metros (11.500 pies) para atravesar
la costa de forma segura. La tripulación decidió que si la aeronave no era
capaz de mantener la altitud para cuando alcanzaran 3.650 metros (11.980 pies),
darían la vuelta dirigiéndose hacia el océano para intentar realizar un
amerizaje en el Índico. La tripulación comenzó a efectuar los procedimientos de
arranque de los motores pese a encontrarse bastante por encima de la altitud
máxima recomendada para dicho procedimiento, 8.500 metros (27.900 pies). Los
intentos fueron infructuosos.
A pesar de la falta de
tiempo, Moody anunció lo siguiente al pasaje, mostrando lo que ha sido descrito
como "una obra maestra de la tragicomedia:
"Señoras y señores, les habla el
comandante. Tenemos un pequeño problema. Los cuatro motores se han parado.
Estamos haciendo lo imposible para tenerlos bajo control. Confío en que no se
angustien demasiado."
A medida que la presión
del interior del avión descendió, las máscaras de oxígeno cayeron de los
compartimentos superiores (una medida automática de emergencia para
contrarrestar la falta de aire). En la cabina de los pilotos la máscara de
Greaves no funcionaba debido a que el tubo se había separado del resto de la
máscara. Fue entonces cuando rápidamente Moody decidió descender a una
velocidad de 1.800 metros por minuto hasta una altitud donde la presión
exterior fuera la suficiente para respirar casi con normalidad.
A 4.100 metros (13.500
pies), se aproximaban a la altitud a la cual se verían obligados a dar la
vuelta e intentar un arriesgado amerizaje. Aunque existían directrices para
dicho procedimiento, nunca antes se había intentado en un Boeing 747 - y
continúa sin haberse intentado hasta la fecha. Mientras seguían intentando
encender de nuevo los motores, el motor número cuatro consiguió arrancar, y a
las 13:56, Moody usó la potencia proporcionada por dicho motor para reducir la
tasa de descenso.
Al poco tiempo, el motor
número tres también pudo ser arrancado, permitiéndole ascender lentamente.
Inmediatamente después, los motores uno y dos fueron arrancados con éxito de la
misma forma.5 Posteriormente
Moody ejecutó un aumento en la altitud hasta los 4.500 metros (14.800 pies) con
el objetivo de esquivar las grandes montañas indonesias. No podía elevar mucho más el avión porque perdería oxígeno así que
no le quedó más remedio que sobrevolar el sistema montañoso a muy baja altura
para no perder la consciencia.
Mientras tanto los
pasajeros no entendían porque el piloto volaba a tan baja altura, creyendo que
había perdido el control de la nave y que iban a colisionar contra una montaña
en pocos segundos.
Mientras la aeronave se
acercaba a la altitud deseada, el efecto del Fuego de San Telmo volvió
a repetirse. Moody redujo la potencia en los motores; sin embargo, el motor
número dos volvió a sufrir una pérdida del compresor y tuvo que ser apagado. La
tripulación descendió de manera inmediata y se mantuvo a 3.600 metros (11.800
pies). Por fortuna las montañas más altas de Indonesia habían quedado atrás.
A medida que el Vuelo
009 se aproximaba a Yakarta, la tripulación se encontró con la dificultad
añadida de no ver nada a través del parabrisas, y tuvo que realizar la maniobra
de aproximación prácticamente sólo con instrumentos, a pesar de los informes
meteorológicos que anunciaban buena visibilidad. Decidieron volar el ILS, el sistema de aterrizaje instrumental.
Sin embargo, la senda de planeo se encontraba
fuera de servicio, así que el comandante se encargó de seguir el localizador
mientras que el oficial monitorizaba el DME (del
inglés Distance Measuring
Equipment).
Éste último iba
informando a qué altitud deberían estar a cada tramo del DME durante la
aproximación final hasta la pista de aterrizaje, creando una senda de planeo
virtual que debía ser seguida por el comandante a los mandos de la aeronave.
Aunque las luces de la pista se podían distinguir a través de una pequeña
franja en el parabrisas, las luces de aterrizaje del propio avión parecían estar
también estropeadas.
Con tantos desperfectos
en motores, parabrisas y luces es todo un milagro que Moody consiguiera
aterrizar sin que hubiera heridos. Tras el aterrizaje, la tripulación consideró
imposible el rodaje, debido a que las luces de la plataforma creaban un
deslumbramiento que hacían opaco el ya rayado parabrisas. Por lo tanto, el City of Edinburgh frenó bruscamente y aguardó hasta ser
remolcado a la terminal.
Se concluyó que los
problemas del City of
Edinburgh habían sido
causados por atravesar una nube de ceniza volcánica procedente
de la erupción del Monte Galunggung.
Debido a que la naturaleza de la nube de cenizas era árida, no aparecía en la
pantalla del radar meteorológico, diseñado para detectar las partículas de
humedad de las nubes.
La nube, como una
especie de fina lluvia de arena, erosionó el parabrisas y las luces de aterrizaje,
además de atascar los motores. A medida que la ceniza entraba dentro de los
motores, se fue fundiendo en la cámara de combustión y quedó adherida al
interior. Una vez que el motor se enfrió por no estar funcionando y el avión
descendió fuera de la nube, la ceniza fundida se solidificó y fue expulsada,
permitiendo el flujo de aire a través del motor, lo que a su vez se tradujo en
la posibilidad de volver a arrancarlo con éxito. Los motores tuvieron
suficiente energía eléctrica para ser arrancados porque un generador y las
baterías de a bordo seguían estando operativas, requisito indispensable para el
encendido.
Se sustituyeron los
motores uno, dos y tres en Yakarta, así como el parabrisas, y los tanques de
combustible se limpiaron eliminando la ceniza que había entrado en ellos
mediante los conductos de presurización, contaminando el combustible y haciendo
que tuvieran que deshacerse de éste.
Después de ser transportado de vuelta a
Londres, el motor número cuatro también fue reemplazado y la aeronave tuvo que
ser reparada a fondo para su puesta en servicio. G-BDXH entró en el Libro Guiness de los Récords como
el planeo más largo en un avión no diseñado para tal fin, hasta que el récord
fue superado por el incidente del vuelo
236 de Air Transat el
24 de Agosto de 2001.
Pese a que el espacio
aéreo en la zona del Monte Galunggung se cerró temporalmente tras el incidente,
éste fue reabierto unos días más tarde. Las autoridades indonesias tuvieron que
cerrar dicho espacio aéreo de manera permanente y crear nuevas rutas para
evitar el área cuando otro Boeing 747, esta vez de Singapore Airlines, se vio forzado a apagar
tres de sus cuatro motores mientras sobrevolaba la zona el 13 de julio de 1987,
sólo diecinueve días después del incidente del City of Edinburgh.
Adicionalmente, se comenzó a vigilar las nubes de cenizas. Aun así, este no fue
el primer tropiezo de un avión con esta erupción, puesto que un DC-9 de Garuda Indonesia también se encontró con las cenizas el
5 de abril de 1982.7
La tripulación del City of Edinburgh recibió diversas condecoraciones, así
como medallas de la Asociación Británica de Pilotos de Líneas Aéreas (British
Air Line Pilots Association, en inglés). Una vez finalizado el incidente,
la tripulación y los pasajeros formaron el Club de vuelo sin motor
"Galunggung" para seguir en contacto.
Una de las pasajeras,
Betty Tootell, escribió un libro sobre el incidente, titulado "All Four Engines Have
Failed" (en español, "Los cuatro motores han
fallado"). Consiguió contactar con unos 200 de entre los 247 pasajeros
que iban a bordo de ese vuelo, y acabó casándose con otro superviviente, James
Ferguson, que había estado sentado en la fila de delante de ella. En su libro,
Betty escribe: "El 28 de diciembre de 2006 marca el comienzo de nuestro
14º año de luna de miel, y sin duda, el 24 de junio de 2007 muchos pasajeros y
tripulación se unirán para celebrar el 25 aniversario de nuestra aventura
aérea."
En la actualidad,
British Airways opera el Vuelo 009 desde Londres-Heathrow con
destino Bangkok y Sídney. El City of Edinburgh, más tarde
renombrado como City of Elgin,
continuó prestando servicio para British Airways hasta que fue vendido a
European Aviation Air Charter. La aeronave dejó de volar en febrero de 2004
después de 30 años de servicio y fue desguazada en julio de 2009.
Es sin duda una historia
con final feliz que desgraciadamente pocas veces se da cuando un avión que va
surcando el océano sufre una avería de tal magnitud. Por eso me sorprende que
los guionistas de Hollywood no hayan aprovechado esta historia para crear un
taquillazo. Si les faltaba imaginación se pueden apoyar en el libro de Betty
que seguro que merece la pena leerlo. En este caso es muy fácil cerrar este
pequeño artículo que espero os haya gustado.
“Lo que no separe una
tragedia aérea que no lo separe el hombre”.
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