martes, 7 de julio de 2015

El Misterio de Sondika.

Misterio en el cielo de Sondika.

Sondika es conocida por los surfistas de todo el mundo por tener buenas olas casi todo el año, en la vecina localidad de Mundaka se han llegado a realizar numerosas pruebas y campeonatos internacionales de surf.

Pero la historia que voy a contar nada tiene que ver con las olas y con las tablas de surf, ni tampoco con las playas de arena de esta zona de Euskadi que dicho sea de paso recomiendo visitar.

El 31 de enero de 1978 el vuelo 502 de Aviaco que cubre la ruta Valencia-Bilbao, un Caravelle 10-R, sobrevuela el cielo vizcaíno en las proximidades del Aeropuerto de Sondika. El comandante Carlos García Bermúdez maniobra con cautela por encima de una densa capa nubosa que dificulta la visibilidad e impide la navegación a baja altura sin instrumentos.

Más abajo, a unos mil metros de altitud, otra cortina de nubes oculta la pista de aterrizaje. El viejo aeropuerto, una ratonera encajada entre montañas, tiene merecida fama de pista difícil y peligrosa. Las condiciones meteorológicas dificultan aún más el aterrizaje y pese a su contrastada pericia el comandante Bermúdez recibe aliviado la orden de abortar la maniobra de aproximación y dirigirse al Aeropuerto de Santander-Parayas, donde a solo cien kilómetros y unos quince minutos de vuelo le espera una pista despejada.

Bermúdez mantiene la nave a 10.000 metros de altitud y corrige el rumbo hacia Santander, pero cuando ha recorrido aproximadamente veinte millas observa sorprendido cómo de pronto se forma una nube compacta y brillante que engulle la aeronave y obliga a su tripulación colocarse las gafas de sol para evitar el deslumbramiento. Volar entre nubes no es nada extraordinario, aunque tampoco resulta en absoluto frecuente que se formen a 10.000 metros de altitud, pero lo que provoca su inquietud es lo que sucede a continuación.

De pronto todos los instrumentos de navegación dejan de responder, las brújulas se vuelven locas, como neutralizadas por alguna extraña fuente magnética, el cuenta millas comienza a contar al revés y la cabina pierde las comunicaciones con Parayas y Sondika, desde cuyas torres de control se llama insistentemente a la aeronave sin recibir respuesta alguna.
 Los indicadores indican un rumbo inverso al correcto y en cabina no comprenden qué sucede con el aparato, que teóricamente responde a los mandos pero no a tenor de los indicadores.
Siete minutos después el vuelo 502 sale de la nube electromagnética. Recupera el radar y las comunicaciones con tierra y el instrumental vuelve a mostrar unas mediciones correctas. Sin embargo, el comandante Bermúdez repara en que el medidor de distancias señala exactamente las mismas millas recorridas que siete minutos antes, cuando el avión entró en el vórtice. Como si hubiera permanecido estático en el aire durante esos siete minutos.
Superada la crisis, la tripulación inicia la maniobra de aproximación y aterriza sin incidencias en el Aeropuerto de Parayas. Ya en tierra piloto y copiloto comprueban atónitos que han tardado nada menos que 32 minutos, más del doble de lo previsto, en recorrer la escasa distancia entre Bilbao y Santander.
Lo que para ellos habían sido siete minutos envueltos en una nube parecen haber resultado 24 para el resto de la humanidad, como si el cielo de la Cantabria oriental albergara una grieta espacio-temporal o un portal dimensional capaz de congelar el tiempo. Ninguna lectura ni teoría podía explicar lo sucedido, y menos aún para el experimentado comandante Bermúdez. Más de siete lustros después sigue sin haber explicación.

Quizás este caso no se conocería si no fuera por la valentía del piloto que no tuvo reparos en comentar a la prensa lo que sucedió en aquel vuelo. Bien podría haber dicho que tardaron más tiempo del previsto porque tuvieron que dar varias vueltas antes de que el controlador aéreo le diera el visto bueno para iniciar las maniobras de aterrizaje.

Pero eso no fue lo que sucedió y Bermúdez entendió que había que contar la verdad de cuanto sucedió en esos intensos y misteriosos minutos surcando el cielo cántabro y el cielo vasco.

Algunos pensaron que no debió dar tantas declaraciones, otros pensaron que no había nada de extraño y otros que tardó más tiempo porque voló a menor velocidad y el viento soplaba en contra.

Sea como fuere nadie ha podido explicar que es lo que ocurrió aquel día y actualmente, habiendo pasado tantos años lo único que sabemos con certeza en torno a este caso es que nunca se desvelará el misterio. 

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