martes, 2 de diciembre de 2014

Batalla campal en el Manzanares.

Domingo 30 de Noviembre, no eran ni las nueve de la mañana cuando en una cafetería sita a escasos trescientos metros del Calderón desayunaban cerca de 100 skin heads con acento gallego que miraban a todos lados menos a su café y a su croissant.

Las camareras se sorprendían de que a esas horas intempestivas de un domingo se dieran cita tal cantidad de pelaos con cara de querer buscar bronca.

-¿No sois de por aquí verdad?-pregunta una de ellas con cierto estupor.
-No, venimos de A Coruña.-contesta un pelao que da miedo de sólo mirarlo.
-¿Vinieron a un concierto?-preguntó ella.
-No, venimos al fútbol, a ver al Deportivo-contestó su camarada mirándola de soslayo.

Para aquel entonces la camarera se da cuenta que no debe hacer más preguntas, esos tipos rudos no son amistosos y no les gusta hablar con extraños. Menos aquella mañana en la que se mascaba la tragedia. El ambiente estaba enrarecido, más allá del intenso frío y de la niebla habitual que se genera en la ribera del Manzanares, aquella mañana se respiraba un aire osco, casi que se podía inhalar la tensión que emanaba de los pelaos.  Se veía venir lo que iba a suceder, era cuestión de minutos, las cartas estaban echadas sobre la mesa desde que días antes se habían citado para matarse vía Whats up, para no levantar sospechas entre la policía.

-Estos tipos me dan miedo-le dice la camarera a la propietaria.
-No temas, los días que hay fútbol paran muchos de estos por aquí, ya te irás acostumbrando, no suelen hacer nada, cantan, beben cerveza, orinan fuera de la taza del váter y se dirigen al estadio gritando consignas violentas-contestó la propietaria.

 El semblante de un skin es ya de por sí de pocos amigos, de matón, de chulo putas, de aquí te pillo y aquí te rajo. Pero aquella gélida mañana de domingo ese semblante delataba más intranquilidad de lo habitual. Los Riazor Blues son perros viejos curtidos en mil batallas, se han zurrado con neo nazis catalanes, andaluces, valencianos y madrileños. Más de veinte años a sus espaldas empleando bates de beisbol, barras de acero y navajas para atacar a sus rivales.

Habían hecho un largo viaje desde A coruña pasando por Lugo y eso suponen más 700 km. Mucha carretera para ver un partido de fútbol. Pero lo cierto es que el partido era lo de menos. La mayoría llegó a la capital sin entradas, más interesado en zumbarse a palos con los neo nazis del Atlético de Madrid que de presenciar los pases de Valerón, Juan Dominguez, Laure, Manuel Pablo y compañía.

Cuenta la propietaria de la cafetería que a las nueve y cuarto abonaron sus consumiciones y salieron como alma que lleva el diablo en busca de sus enemigos. A unos 500 metros de distancia otro grupo aún más numeroso, superando ostensiblemente la cifra de 100 descerebrados, estos de extrema derecha aguardaban el momento en que comenzara la refriega para dar rienda suelta a los instintos más violentos que puede llegar a tener un ser humano.

En España no se venden armas de fuego, este es el motivo por el que la tasa de muertes violentas es tan baja, porque por educación y por civilizados no será. Y si no que vean las imágenes de la batalla campal del Manzanares. Así quienes no hayan estado en España podrán entender que si tuviéramos armas de fuego superaríamos a los gringos, a los hondureños y a los salvadoreños en muertes violentas.

Ambas bandas de desaprensivos hicieron todo lo posible por enfrentarse en una batalla campal. Los líderes del Frente Atlético y los Riazor Blues, —aunque estos lo niegan—, se citaron para matarse antes del partido con el apoyo de grupos ultras de ideología similar.

Vestidos —casi uniformados— de negro y en su gran mayoría sin bufandas ni símbolos que los identificasen. “Sin navajas, solo con palos”, parece que fue la única regla, que ninguna de las facciones respetó. Todo empezó con un cohete y terminó, de nuevo, en el Anatómico Forense.

No era un partido de alto riesgo porque ambos grupos ultras consiguieron ocultar que el domingo se iba a producir la venganza a una afrenta ocurrida en La Coruña hace meses, cuando hinchas del Atlético que celebraban el título de Liga fueron apalizados en la fuente de Cuatro Caminos por miembros de los Riazor Blues. El ambiente estaba caldeado desde entonces. “Los gallegos lo van a pagar”, rezaban algunos correos que se cruzaron en el Frente.

Ni la Delegación de Gobierno ni la Comisión Antiviolencia consideraron el partido de alto riesgo porque la Policía tampoco lo vio así. Ni ellos, ni nadie, porque los ultras así lo quisieron. Querían zurrarse tranquilos. El Dépor sí avisó a la Policía de que los Riazor Blues viajaban, algo que también asegura haber hecho el sindicato de la Policía en Galicia. No fue suficiente. Ninguno pudo prever lo que pasaría.
Los Riazor Blues, escoltados por un vehículo —según parece, conducido por un radical del Rayo, un miembro de Bukaneros— llegaron al campo de batalla sobre las 8.30 horas. La primera llamada que maneja la Policía es a las 8.47 horas, y en ella se alerta de forma vehemente de la presencia de más de 200 ultras armados con palos, barras y botellas en la zona.

Desde ese momento los testigos siguieron llamando con insistencia a las autoridades: hasta 26 llamadas en 12 minutos hasta que pudo llegar algún policía, que poco podía hacer ante semejante despliegue radical. Pasaron 23 largos minutos hasta que la presencia policial fue efectiva: a las 9.10 horas, tal y como ayer confirmó la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes. solo entonces pudieron empezar a disolver el brutal enfrentamiento.

Los testimonios de los testigos oculares en los primeros 12 minutos hablan, primero, de destrozos de mobiliario urbano, después de pelea y, ya al final, de un herido grave. Todavía no había fuerzas del orden en el Calderón. No tenían obligación de estar —por ser considerado de bajo riesgo— hasta dos horas antes del partido. De haber estado, habrían tardado menos de cinco minutos en llegar.

La Delegación de Gobierno de Madrid, tradicionalmente acusada de encapsular a las aficiones rivales desde el primer momento y ser inflexible con la seguridad, en esta ocasión no pudo responder.
Hoy pasan a disposición judicial los 21 arrestados hasta ahora, aunque la Policía realizará nuevas detenciones tras el visionado exhaustivo de los vídeos que cubren casi todo el recorrido de Madrid Río.

No se entiende como la policía no catalogó de alto riesgo ese partido en que se enfrentaban dos de las aficiones más violentas del fútbol español. De hecho las dos últimas muertes en estadios de fútbol fueron perpetradas por estos colectivos. En 1998 un neo nazi del atlético mató a un aficionado de la Real Sociedad y en 2003 fue un extremista nacionalista gallego del Deportivo quién matara a un aficionado del Compostela.

Aunque los preparativos previos de ambos grupos ultras dificultaron su identificación la policía gallega advirtió de la salida de varios autobuses con ultras coruñeses que se dirigían a Madrid.

La directiva del Deportivo también avisó de que se iban a desplazar más de 100 aficionados, ¿cómo es posible entonces que la policía madrileña no efectuara un cordón policial como dios manda en un partido de tan alto riesgo?

Algo extraño, muy extraño, una sección policial especializada en seguimiento a los ultras, ¿y no son capaces de advertir el peligro inminente que todo partido entre Atlético y Deportivo depara?

Fuentes de la investigación confirman la participación de otros grupos violentos —como los Ultra Boys, del Sporting de Gijón— en una revancha relacionada con el fútbol que ha costado una vida pero a la que muchos acudieron sin entrada, más interesados en los palos que en los goles de sus respectivos equipos.

Hay  policías que dan su vida por salvar vidas, un claro ejemplo lo sucedido en la sucursal de Vigo donde una mujer policía falleció tratando de evitar que un atracador de bancos matase a los allí presentes. Pero es lamentable que el domingo tardasen casi media hora en aparecer, teniendo en cuenta que se encontraban a 300 metros del lugar de los altercados. ¿Cómo tardaron 30 minutos en recorrer los escasos 300 metros que les separaban de la zona del estadio en la que se encontraban vigilando?
 Para poner multas a los vendedores ambulantes, o a quienes beben en la vía pública no tardan tanto en aparecer, ni cinco minutos la mayoría de las veces. Menos registros a vendedores y ciudadanos de a pie y mas rapidez y contundencia cuando los violentos acechan.

Ahora sólo se habla de la muerte de Jimmy, un señor de 43 años con más de 13 antecedentes delictivos por robo con violencia, malos tratos, y riñas tumultuarias en diferentes ciudades del estado español. Le pegaron hasta la saciedad y no le quedó más remedio que tirarse al río, donde falleció a consecuencia de un traumatismo craneoencefálico, de nada le sirvió aguantar flotando hasta que llegaron los buzos, dos horas más tarde los médicos certificaron su muerte.

Se aferró a una cadena que le lanzaron dos policías municipales hasta que dos bomberos se tiraron a por él, lo mantuvieron a flote y lo llevaron, semiinsconsciente, a la orilla.
Eran las 08:58 cuando unos agentes de movilidad alertaron a los servicios de emergencia de una multitudinaria pelea en la ribera del río Manzanares en la que al menos dos hombres había caído al agua, según ha relatado Emergencias Madrid.

Ambos flotaban junto a la orilla en la que hay un muro de unos cinco metros de altura que no permite salir del agua por esa zona, sino que hay cruzar al otro lado, donde sí hay escaleras.
Jimmy no podía nadar. Estaba agotado y herido, en una zona cercana al muro en la que no había dónde agarrarse ni por dónde subir
 
Los agentes de movilidad ayudaron a salir del agua al hombre que se encontraba aparentemente mejor, que podía nadar y llegó hasta la escalera.
Mientras, el otro hombre, Francisco Javier Romero Taboada, alias 'Jimmy', no podía nadar. Estaba agotado y herido, en una zona cercana al muro en la que no había dónde agarrarse ni por dónde subir.

Entonces, dos policías municipales que allí se encontraban le lanzaron una cadena que hallaron en una terraza cercana, con la que estaban atadas unas sillas, para que se agarrase a ella mientras llegaban los bomberos de la Unidad Subacuática del Ayuntamiento de Madrid, ya en camino.
Jimmy se aferró a la cadena, luchando por no perder la consciencia, hasta que unos cuatro minutos después llegaron los bomberos desde su cercana base del Paseo de Santa María de la Cabeza, según Emergencias Madrid.

Dos de ellos se lanzaron al agua y, en el momento en el que lograron sujetarlo, el hombre se desplomó. Los bomberos decidieron llevarlo rápidamente hasta la otra orilla, y lo trasladaron semiinconsciente hasta las escaleras.
Uno de los bomberos lo colocó sobre sus hombros para subir las escaleras, en cuya parte superior esperaban otros compañeros y agentes de la Policía Municipal y de Movilidad.

Nada más dejarlo 'en tierra firme' el Samur comprobó que la víctima había entrado en parada cardiorrespiratoria, de la que lo sacaron de camino al hospital. Pero finalmente falleció.


 Para los ultras del depor un angelito víctima de los neo nazis, para los del frente el principal causante de la refriega que se originó en un santiamén.

 Sea como fuere hubo más de 25 heridos por navajazos, contusiones y lesiones diversas producidos con diferentes objetos punzocortantes y otros romos como las varas de acero que vete a saber usted de donde las sacaron.
 A todo ello hay que sumarle los daños en los locales adyacentes, a cuyos propietarios les quitaron las mesas y las sillas para arrojárselas a sus enemigos. Y que decir de los currantes que el lunes por la mañana se encontrarían el coche abollado.

 Si fuera director de la policía acudiría pero con vallas, para enjaularlos y por lo menos que paguen todo lo que han  destrozado. Estos individuos deberían vivir entre rejas y ser alimentados a base de bananos, pues se comportan como simios, su coeficiente intelectual no debe dar para más. Su cerebro no es capaz de procesar demasiada información, sólo saben de balones y porrazos.

En los noventa los ultras eran veinte añeros con problemas familiares, sin trabajo y sin estudios, pero lo más triste de lo que se vivió el domingo, es que muchos de los más violentos eran sujetos con casi 45 años de edad. Personajes con hijos en edad escolar que aquel día vieron a sus padres por la tele pegándose con aficionados del equipo rival.

Un amigo de Jimmy salió en televisión diciendo que el ahora fallecido le  contó un día antes que bajaban a Madrid a liarla y que o salian en el periodico de la que organizaban o que acababan en el  Manzanares. Desafortunadamente sus palabras altaneras se hicieron realidad, el testarudo y obstinado miembro de los Riazor Blues terminó en las frías aguas del Manzanares para poner punto y final a su azarosa vida, a un camino plagado de altercados y enfrentamientos callejeros, con visitas a comisarías policiales y durmiendo un sinfín de noches en calabozos y cárceles gallegas.

Dicen las malas lenguas que cada año cometía un delito, los años en que no pasaba por comisaría agredía a su mujer por navidad y así evitaba cumplir un año entero sin cometer infracción alguna. El año pasado le corto la oreja a un crio de 16 años por ser ultra de un equipo enemigo. En Gijón le conocían muy bien por haberla liado en varias ocasiones con motivo de la llegada del equipo coruñés al Molinón.

Los que le conocían aseguraban que era un pieza, todo un elemento. En fin, esperemos que tipos como este dejen de aparecer en los estadios de fútbol, pues le dan la razón a quienes pregonan que los ultras nacionalistas y los de izquierdas son tan radicales y violentos como los neo nazis del  Frente Atleti. Por fortuna no son todos igual, por eso hay que expulsar a quienes buscan la violencia en vez de la confraternidad con las hinchadas rivales.
Los ultras de los 90 son los de ahora, ya no tienen 20 años, sino 40, pero aunque el tiempo haya transcurrido y hayan formado una familia demuestran que siguen siendo escoria. Unos racistas y xenófobos, y otros que al buscar gresca demuestran ser tan intolerantes y violentos como los primeros.



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