viernes, 21 de noviembre de 2014

Relato corto: Amor prohibido.


El piso contaba con cuatro habitaciones, dos baños, cocina y salón. Una de las habitaciones estaba llena de objetos viejos, cuadros, sillas y mesas desvencijadas se apilaban en la pequeña estancia.

Otra habitación estaba bien amueblada y poseía una amplia estantería donde se encontraban más de 200 libros.

Las otras dos habitaciones eran la Estrella que tan sólo contaba con su cama y una bonita e historiada cómoda junto a un armario empotrado, y  la de Walter que curiosamente se encontraba muy alejada de las otras tres estancias, concretamente al otro lado del pasillo.

Tras recorrer todas las habitaciones regresó al salón y se sentó en el sofá, aquel mueble era muy cómodo y confortable. Observó  los cuadros con detenimiento que se encontraban en una mesa cercana y contempló dos fotos en donde salían Walter y Estrella junto a dos varones que a buen seguro serían su padre y su único hermano, quien parecía tener bastantes más años que él.

Al no haber escuchado mencionar al padre, Sofía pensó que se habría marchado de la casa, pero lo cierto es que había muchas fotos de él, lo que le hizo pensar que tal vez no hubiera abandonado la familia si no que hubiera muerto.

Sentía algo de inquietud por no saber a qué hora iba a regresar Estrella. Walter le había comentado que salía por espacio de una hora, pero cómo había tenido muy alta la música no se había percatado de la hora en que salió. No obstante si era cierto que siempre echaba doble llave le daría tiempo a encerrarse en la habitación mientras Estrella abría la puerta de la entrada.

Se mantuvo en el salón por espacio de veinte minutos mirando un álbum de fotos en el que pudo ver a Walter en diferentes momentos de su vida, tras examinar todas las fotos con suma atención regresó a su cuarto para ver una película y evitar ser vista por Estrella.

La puso con el volumen bajo para así enterarse de cuando llegara Estrella y así anotar la hora de entrada. Diez minutos después de que abandonara el salón sonó la cerradura y la puerta se cerró instantes después. Sofía anotó en un pequeño cuaderno que había sobre la mesa la hora de llegada de Estrella. Eran las 12 y cinco minutos. Ella había salido de la habitación a las 11 y diez minutos, lo que le hacía pensar que Estrella acabaría de salir instantes antes, así que anotó la hora de salida a las once en punto, si bien lo puso entre signos de interrogación para poder recordar que no era una hora exacta si no una hora estimada.

Todos los días anotaría las horas de salida de Estrella para poder tomarse un respiro a esas horas y así estirar las piernas aunque fuera únicamente caminando por las distintas estancias de aquella vivienda que no superaría los 120 metros cuadrados.

Antes de que terminara la película que había puesto a las doce llegó Walter. Sofía sintió un cosquilleo en el corazón, se le habían hecho muy largas las cuatro horas de aquella mañana y por fin regresaba su novio para darle cariño.

Tras unos minutos en los que no se oía nada Walter abrió la puerta con sigilo y la cerró rápidamente.

-¿Qué hiciste al entrar que no se oía nada?- preguntó intrigada Sofía mientras se abalanzaba sobre su chico para darle un beso.

-Estaba comunicándome con mi madre mediante mímica.

-¿Te comentó algo fuera de lo común?-preguntó Sofía intrigada.

-No que va, sólo me saludó y me dijo que tal me había ido, nada más.

-¿No se extrañará de que ahora comas en la habitación, tal vez debas comer en el salón con ella?

-A veces como en la habitación, pero quizás hoy deba comer con ella para que no sospeche que sigues aquí.

-Sí, yo creo que va a ser mejor así-dijo Walter mientras sacaba de su mochila un montón de productos alimenticios. Galletas de chocolate y de vainilla, magdalenas, jugos de frutas y otras variedades de repostería.

-Vaya, veo que sabes cuidarme, creo que voy a engordar mucho mientras permanezca en esta habitación.

-No te lo tienes que comer todo entre hoy y mañana, te he traído cosas que tardan en caducar y que no necesitan refrigeración. Por si algún día tengo que desayunar con mi madre y no te puedo traer la bandeja con el desayuno a la habitación.

-No te preocupes, con esto desayunaré muy bien.

-Mi madre ha preparado pollo al horno con papas y zanahorias.

-Sí, lo he intuido, que rico huele.

-Bueno cuéntame, ¿qué hiciste hoy?

-Estuve navegando en internet mientras escuchaba estos  discos y luego me vi esta película-dijo Sofía mientras le enseñaba los cds que había escuchado y el de la película que había visto.

-Escalofríos, hay otras dos películas que son la continuación de esta, también las tengo por aquí.

-Sí, las veré mañana. La verdad que me está gustando, ¿está ambientada en un país del norte de Europa verdad?

-Sí, en Suecia, los actores y el director también son suecos.

-Cuántas cosas buenas salen de Suecia, grandes películas como las de Milenium y grandes bandas como Millencolin, Satanic Surffers o No fun at all.

-Ni que lo digas, tengo también música de Randy, Refused y de alguna otra banda sueca por si quieres escuchar-le contestó Walter mientras examinaba su manojo de cds.

En ese instante Estrella golpeó la puerta con vehemencia en repetidas ocasiones. Sofía gritó asustada y al instante se tapó la boca asustada por el grito que acababa de emitir.

-Tranquila que no te oye, creo que quiere que le ayude a colocar la mesa-Walter le dio un beso y se levantó de la cama para salir al salón.

-Me da miedo hablar alto no vaya a ser que pueda escuchar ciertos gritos-dijo Sofía mientras se apartaba de la puerta para no poder ser vista desde el salón.

Veinte minutos después apareció de nuevo Walter, llevaba un plato en su mano derecha recién servido.

-¿Pero no comiste?-preguntó Sofía al contemplar que el recipiente seguía aún caliente.

-Sí comí, pero me serví otro plato aduciendo que le había salido muy rico y que tenía más hambre.

Sofía comenzó a comer el pollo con avidez mientras Walter la observaba desde su cama con dulzura y deseo a partes iguales.

Cuando Sofía terminó de comer se acercó a la cama donde yacía Walter, ella se quitó la camiseta y posteriormente el sujetador. Walter se quedó perplejo por aquella impulsiva e inesperada reacción.

Sofía se abalanzó sobre él fundiéndose en un solo cuerpo. De repente Walter se contuvo y le paró a Sofía que estaba muy decidida en aquel instante a dejarse llevar por sus deseos.

-Ahora no es buen momento-dijo Walter incorporándose de costado.

-¿Por qué no es buen momento?-preguntó sorprendida Sofía.

-Me tengo que ir en cinco minutos y no quisiera que la primera vez fuera así tan rápido, sin apenas poder disfrutarlo.

-¿Y no puedes llegar un poco más tarde?

-No, siempre soy puntual, mi madre sospechará si me salir tarde, a parte que me pueden abrir un expediente en el trabajo por retraso.

-Bueno, en ese caso lo dejamos para la tarde, pero a las seis no te me escapas-le dijo Sofía mientras se ponía de nueva su ropa.

-Te aseguro que esta tarde no habrá ningún inconveniente-dijo poco antes de marcharse.

Sofía continuó viendo la película que había dejado a medias con la llegada de Walter y aguardó impaciente la llegada del mismo. Cómo la noche anterior no había podido conciliar el sueño se quedó dormida al finalizar la película y ya no despertó hasta poco antes de que fueran las seis.

Cuando se sentía nerviosa por algo que anhelaba que sucediera le apremiaba la impaciencia y no se encontraba a gusto. Esto le sucedía en aquel instante en que contaba los segundos que faltaban para que Walter regresara y cumpliera su promesa de convertirla en una mujer.

Para calmar la ansiedad que le producía la incesante espera comenzó a dibujar en un folio unas viñetas con un bolígrafo negro y otro verde que encontró en un pequeño bote que había en la estantería ubicada encima de la mesa pupitre donde en la mañana se había sentado durante un largo rato a escribir en su diario.

Le encantaba dibujar comics hasta lienzos, durante un par de años había asistido a clases de dibujo tras salir de la escuela. El año pasado había abandonado las clases extra escolares de pintura para inscribirse en el equipo de vóley.

Pero su afición por la pintura no había desaparecido, sólo la falta de tiempo le había impedido continuar asistiendo a las clases de pintura. Ahora suplía su ausencia en las citadas clases dibujando en las tardes cuando llegaba de la escuela. En vez de estudiar se pasaba las tardes escuchando música y dibujando viñetas en folios que su padre pensaba que eran apuntes de las asignaturas de las que se debía examinar.

Debido a esto sus calificaciones fueron menguando conforme iban pasando las evaluaciones hasta el punto de pasar de aprobar todas las materias con buenas notas a suspender varias de las principales asignaturas.

Esto no había hecho otra cosa más que empeorar la ya de por sí maltrecha relación que tenía con sus padres desde que estos decidieron separarse.

Llevaba un par de folios dibujados cuando Walter abrió la puerta y apareció con una sonrisa radiante que inundó de felicidad a Sofía.

-¿Parece que vienes contento?

-Claro que sí,  no es para menos, tú me irradias mucha felicidad-contestó Walter dándole un beso nada más dejar la mochila-mira lo que te traigo-continuó diciendo mientras sacaba de la mochila una preciosa rosa roja.

-Qué bonita.

-Sabía que te iba a gustar, la más linda y hermosa de todas cuanto había, así eres tú.

-Con razón tardaste tanto en venir, ya me parecía extraño.

-Sí, me tuve que ir hasta la plaza de la iglesia para conseguir la rosa, porque en la floristería de aquí al lado no tenían ninguna.

-En esta floristería de esta calle sólo tienen flores marchitas y caras.

-La voy a meter en este vaso para que aguante unas semanitas.

-Ahora me dejaste sin la posibilidad de beber agua-dijo Sofía riéndose.

-Ahora te traigo otro.

-Que era broma-contestó Sofía acariciando e semblante de Walter.

En ese instante los dos comprendieron que había llegado el momento en que las palabras estaban de más.

Las palabras dieron paso a las caricias, a los besos y a los arrumacos sin que nada ni nadie pudiera arrebatarles ni perturbar el momento que tanto habían deseado que llegase desde que sus vidas se encontraron hacía poco más de 26 horas.

Cuando Walter y Sofía quedaron satisfechos se dejaron caer sobre la cama donde quedaron rendidos por unos segundos. Hasta que Sofía sitió padecer una pequeña hemorragia que le hizo correr apurada hacia el baño.

Walter se levantó repentinamente del catre y se acercó al lavabo sorprendido por lo que veía.

-En ningún momento pensé que fueras virgen-le dijo mientras le ofrecía una toalla sanitaria.

-Esas cosas no se dicen.

-Ah no, ¿y por qué no se deben decir?

-Porque podría haber sido perjudicial para que todo saliera bien como así fue, ¿o no estuvo bien?-preguntó Sofía con una amplia sonrisa luego de haber salido del baño.

-Tienes razón, estuvo genial.

Los dos jóvenes permanecieron abrazados en la cama durante un largo rato hasta que Estrella tocó la puerta de la habitación.

-Ya es la hora de la cena, voy a tener que salir pero regreso pronto.

-Ok, no te preocupes-dijo Sofía mientras se levantaba y encendía la televisión.
Cuando Walter salió de su habitación se topó con la cruda realidad, su madre se había percatado de lo que ocurría en la pequeña pieza.
La anciana comenzó a llorar y el idilio de amor entre Walter y Sofía había concluido. Una severa sentencia con  medidas de alejamiento se encargaron de cercenar el amor prohibido por siempre.

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