lunes, 10 de noviembre de 2014

La peste negra.

Muchos pensarán que la peste es una enfermedad del pasado, erradicada tras el último brote de principios de siglo XX, cuando la peste conocida como gripe española acabó con la vida de más de 50 millones de personas.


Nada más lejos de la realidad, el cólera y el ébola no son las únicas enfermedades que adía de hoy no conocen cura. La peste tampoco tiene cura y por eso cuando irrumpe hay que cruzar los dedos y esperar a que sus efectos dejen de ser perniciosos a la vez que letales en el ser humano.


Desde hace muchos años el hombre puede ir a la Luna pero no puede sacar una medicina que acabe con la peste o con el ébola. Algunos hablan de que una de las principales farmacéuticas ha comprado los derechos del antídoto a su descubridor para sacarlo al mercado cuando creo conveniente. Suena  maquiavélico y a conspiranoico. Pero cada vez son más los que sostienen esta posibilidad.


Por otro lado, conforme pasan los años más son las voces que claman por la deseada vacuna que ponga fin a tantas muertes en África. Es en este vasto continente donde la peste todavía continua cobrándose numerosas víctimas.


La OMS informa de la existencia de 1000 a 3000 casos de peste al año en el mundo. En la actualidad existen focos permanentes en zonas montañosas y desérticas. La peste sigue activa también en algunas zonas de Asia, Norteamérica y América del Sur. En las zonas endémicas de peste la mayoría de los casos afectan a la población indígena donde las condiciones higiénicas son deficientes. La peste afecta por igual a hombres y mujeres. 


Parece ser que se transmite por la inhalación de ácaros que se encuentran en la ropa sucia. Por lo que cada vez que se descubren nuevos brotes se trata de eliminar la ropa vieja para evitar nuevos contagios. Pese a todo, en ocasiones esta medida no es suficiente, lo que más sorprende es que personas como los amortajadores no mueran pese a enterrar a los muertos de peste, y otras personas que apenas tuvieron contacto con contagiados terminen falleciendo por esta causa.


Hay personas que son inmunes a la peste y otras que no lo son. En un primer momento se creía que sólo afectaba a los pobres, pero posteriormente fueron muriendo nobles y burgueses por lo que se observó que la limpieza y la vida sana no era suficiente como para evitar la peste, si bien limitaba las posibilidades de contagio.


La peste negra, peste bubónica o muerte negra se refiere a la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad que afectó a Europa en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1347 1353; se estima que la misma fue causa de muerte de 25 millones de personas tan solo en Europa (aproximadamente un tercio de la población del continente en aquel entonces) y unos 40 a 60 millones más en Asia. La teoría aceptada sobre el origen de la peste explica que fue un brote causado por una variante de la bacteria Yersinia pestis.




Es común que la palabra «peste» se utilice como sinónimo de «muerte negra», aún cuando aquella deriva del latín «pestis», es decir, «enfermedad» o «epidemia», y no del agente patógeno.
De acuerdo con el conocimiento actual, la pandemia irrumpió en primer lugar en Asia, para después llegar a Europa, a través de las rutas comerciales. Introducida por marinos, la epidemia dio comienzo en Mesina. Mientras que algunas áreas quedaron despobladas, otras estuvieron libres de la enfermedad o solo fueron ligeramente afectadas.


 En Florencia, solamente un quinto de sus pobladores sobrevivió. Fue la ciudad de Europa donde la mortandad se cobró mayor porcentaje de vidas. En el territorio actual de Alemania, se estima que uno de cada diez habitantes perdió la vida a causa de la peste negra. Hamburgo, Colonia y Bremen fueron las ciudades en donde una mayor proporción de la población murió. No obstante, el número de muertes en el este de Alemania fue mucho menor.
Las consecuencias sociales de la muerte negra llegaron muy lejos; rápidamente se acusó a los judíos como los causantes de la epidemia por medio de la intoxicación y el envenenamiento de pozos. En consecuencia, en muchos lugares de Europa se iniciaron pogromos judíos y una extinción local de comunidades judías. Aun cuando líderes espirituales o seculares trataron de impedir esta situación, la falta de autoridad debido a la agitación social, que a su vez era consecuencia de la gravedad de la epidemia, generalmente no les permitía a aquellos tener éxito.

La mayor pandemia del siglo XIV comenzó quizás en algún lugar del norte de la India, probablemente en las estepas de Asia central, desde donde fue llevada al oeste por los ejércitos mongoles. La peste llegó a Europa por la ruta de Crimea, donde la colonia genovesa de Caffa (actual Teodosia) fue asediada por los mongoles. La historia dice que los mongoles lanzaban con catapultas los cadáveres infectados dentro de la ciudad [cita requerida] (si bien la enfermedad no se contrae por contacto con los muertos).


Los refugiados de Caffa llevaron después la peste a Messina, Génova y Venecia alrededor de 1347/1348. Algunos barcos no llevaban a nadie vivo cuando alcanzaban las costas. En 1347 sucedió una guerra entre el Reino húngaro y el napolitano, puesto que el rey Luis I de Hungría reclamaba el trono luego del asesinato de su hermano Andrés, quien murió asesinado por su propia esposa, la reina Juana I de Nápoles. De esta manera, Luis condujo una campaña militar que coincidió con el estallido de la Peste Negra. Ante tanta muerte por la enfermedad, la campaña pronto tuvo que ser suspendida y los húngaros regresaron a casa, llevándose consigo varios de ellos la peste, cobrando vidas como la de la propia esposa del rey húngaro. Así, la peste se extendió desde Italia por Europa afectando a Francia, España, Inglaterra (en junio de 1348) y Bretaña, Alemania. Los países del este europeo no sufrieron tantas muertes, salvo Hungría.


 Escandinavia y el noroeste de Rusia padecieron la enfermedad pero en menor medida que el resto de Europa. Se considera que la peste fue la causa de la muerte del entonces rey de Castilla Alfonso XI durante el sitio a Gibraltar en 1350. En España afectó menos que otras pestes posteriores, como la peste de 1649 que afectó principalmente a la ciudad de Sevilla, muriendo el 46 por ciento de la población hispalense. Esta peste duró sólo dos años pero causó estragos. Al igual que la peste negra dejó de ser mortal con el paso del tiempo sin un motivo claro.


La información sobre la mortalidad varía ampliamente entre las fuentes, pero se estima que entre el 30 % y el 60 % de la población de Europa murió desde el comienzo del brote a mitad del siglo XIV.[4] Aproximadamente 25 millones de muertes tuvieron lugar sólo en Europa junto a otros 40 a 60 millones en África y Asia. Algunas localidades fueron totalmente despobladas, con los pocos supervivientes huyendo y expandiendo la enfermedad aún más lejos. Los océanos ayudaron a evitar que la peste llegara a América y Oceanía, únicos continentes que se salvaron, si bien en África las consecuencias fueron menores.




La gran pérdida de población trajo cambios económicos basados en el incremento de la movilidad social según la despoblación erosionaba las obligaciones de los campesinos (ya debilitadas) a permanecer en sus tierras tradicionales. La peste provocó una contracción del área cultivada en Europa, lo que hizo descender profundamente la producción agraria. Esta caída llegó a ser de un 40 % en la zona norte de Italia, en el periodo comprendido entre 1340 y 1370.


La repentina escasez de mano de obra barata proporcionó un gran incentivo para la innovación que ayudó a traer el fin de la Edad Media. Algunos argumentan que causó el Renacimiento, a pesar de que el Renacimiento ocurriera en algunas zonas (tales como Italia) antes que en otras. A causa de la despoblación, sin embargo, los europeos supervivientes llegaron a ser los mayores consumidores de carne para una civilización anterior a la agricultura industrial.
La peste negra acabó con un tercio de la población de Europa y se repitió en sucesivas oleadas hasta 1490, llegando finalmente a matar a unos 25 millones de personas. No obstante, ninguno de los brotes posteriores alcanzó la gravedad de la epidemia de 1348.



Ilustración de la Peste en la Biblia de Toggenburg (1411).
Al margen del análisis de sus causas obvias, tales como la presencia del bacilo Yersinia pestis, los historiadores han buscado, desde diversas perspectivas, el significado de este gran acontecimiento. Corrientes herederas del marxismo y estudiosos como Guy Bois atribuyen a esta epidemia el papel de demostración de la crisis del sistema feudal. Sin embargo, también murieron muchísimos nobles.


 Reyes como Alfonso XI de Castilla o Juana II de Navarra murieron de peste negra, así como Margarita de Luxemburgo, la reina consorte húngara esposa de Luis I y Felipa de Lancaster, la reina consorte portuguesa de Juan I de Portugal. Lo que contradice la teoría de Guy Bois, ya que no era la pobreza el lugar exclusivo donde atacaba la «peste», sino que nadie estaba a salvo. Lo que demostraría asimismo era que el «estamento alto» distaba mucho de serlo (al menos intelectualmente), puesto que creían que estaban a salvo sólo por no ser «pobres».


Así, el gran crecimiento demográfico que el mundo feudal había vivido durante la Plena Edad Media había puesto en cultivo tierras cada vez de menor calidad y de bajo rendimiento, lo que provocó una paulatina caída de la productividad y una creciente malnutrición. En este contexto llegó un bacilo que en otra situación habría sido recibido con fuertes defensas fisiológicas y no habría provocado gran mortandad, pero que esta vez encontró un sistema inmunitario debilitado.


El principal medio de contagio de la peste eran las picaduras de las pulgas. Pese a que es difícil constatarlo con una enfermedad que afectó a tantas personas de todo tipo y condición, sí que parece que determinadas profesiones estaban más expuestas a padecer peste, siendo más peligroso ser comerciante de paños (las pulgas se esconden entre los tejidos) que, por ejemplo, herrero. De hecho, pronto se dieron cuenta del peligro de las vestiduras y entre las primeras medidas que se emplearon en Europa para evitar el contagio fue el de quemar la ropa de los infectados o prohibir la entrada de cargamentos de tejidos en las ciudades. Incluso en algunas ciudades se permitía la entrada al viajero solo después de haberse deshecho de las ropas que se traía puestas, cambiadas por otras «seguras» prestadas por la propia ciudad.

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