Macarena se encontraba trabajando en su zapatería
como todos los sábados, era el día de la semana que menos le gustaba hacerlo
puesto que sentía que el fin de semana se le hacía muy corto al salir de la
tienda a las nueve de la noche.
Aquel sábado estaba contenta puesto que su jefa le
había concedido salir unas cuantas horas antes de lo habitual para celebrar el
cumpleaños de su madre con la familia al completo.
Eran las cinco de la tarde y apenas había clientas
en su tienda, una señora mayor abandonó el establecimiento dejando a Macarena
en soledad deseando que pasaran unos cuantos minutos para cerrar la tienda e
irse a disfrutar de la tarde de sábado con la familia.
Los últimos meses no estaban siendo buenos en
cuanto a las ventas se refiere. Entraban muchas personas pero la mayoría sin
ánimo de comprar por lo que Macarena comenzaba a pensar que la propietaria de
la tienda podría estar sopesando el echar el cierre a la tienda y traspasar el
negocio a otra persona.
Lourdes le había contratado hacía tres años y nunca
le había metido presión con cerrar el negocio pese que hubo épocas en la que
vendía muy pocos calzados. Pero estos últimos meses las ventas habían
disminuido alarmantemente y Macarena no entendía a que se debía.
Se colocaba en la entrada para captar el interés de
las mujeres que transitaban por la vereda y cuando estas entraban al local las
atendía con sumo detalle para lograr vender los dichosos zapatos que cada
semana costaba más trabajo y esmero lograr vender.
Mauricio la tranquilizaba diciendo que no se
preocupara, que con las fiestas navideñas vendería mucho más de lo que había
vendido en los meses anteriores y que aunque esto no fuera así Lourdes no la
iba a despedir.
Pero pasaban los días y se acercaba el final del
año sin que la navidad hubiera aumentado las ventas ni un ápice con respecto a
los meses de septiembre, octubre y noviembre.
Macarena se desesperaba y se preguntaba
constantemente que estaría sucediendo para que no pudiera vender el mismo
número de zapatos que vendía en épocas anteriores.
Las tiendas de Mesa Redonda vendían muy bien, los
datos así lo reflejaban. Nadie cerraba negocios en el barrio, puesto que la
mayoría de locales estaban incrementando sus ventas de forma considerable,
haciendo latente que la bonanza económica también había llegado al distrito de
Lima.
Las zapaterías que había en la zona tenían calzados
muy similares y vendían bastante más que ella. Así que un día se dio un paseo
por dichas zapaterías y comprobó que los precios eran ligeramente inferiores a
los de su tienda.
Esa misma tarde se lo comunicó a Lourdes pero esta
se opuso a la propuesta que le hizo su empleada de bajar los precios para
equipararlos a los de las tiendas que le hacían competencia en el barrio.
Este hecho le molestó a Macarena porque ya no sabía
qué hacer para incrementar las ventas cuando sus zapatos eran más caros sin que
fueran de mayor calidad. Así no había forma de incrementar las ventas y menos
en una zona donde las clientas comparaban precios antes de comprar.
Tan sólo alguna despistada a la que se le antojaba
unos zapatos terminaba comprando, pero esto sucedía muy de vez en cuando.
Lo que más preocupaba a Macarena era el hecho de
que los zapatos cada vez iban a ser más difícil de vender puesto que cuando las
demás tiendas agotaban el stock compraban zapatos de nueva temporada y en
cambio Lourdes no quería traer nuevos zapatos hasta que no se vendieran las
existencias que tenían.
Con zapatos de temporadas pasadas y a precios más
altos que la competencia las posibilidades de vender disminuían ostensiblemente.
Hasta el punto que Macarena buscaba trabajo todas las mañanas al presagiar que
iba a ser despedida en breve.
Ya estaba sacando las llaves del cajón para echar
el cierre al local cuando una joven entró en la tienda. La mujer miraba los
zapatos de tacón con mucho entusiasmo pero cuando veía los precios su semblante
cambiaba y parecía perder el interés por el producto.
Pese a ello Macarena sacó fuerzas de flaqueza para
intentar concretar la primera y última venta de aquel sábado. Qué tristeza
despedir el último sábado del 2001 sin ninguna venta. Ese fue el pensamiento
que le pasó por la mente al observar a la joven entrar en la tienda, y por eso
se acercó a ella con la intención de salvar el día con una venta in extremis
que le hiciera sentirse un poco más aliviada.
-Estos zapatos son comodísimos y lucen muy bien-le
dijo en tono suave con una amplia sonrisa.
-Me gustan pero están muy caros-le respondió la
joven.
Macarena no sabía que decir cuando le decían que
eran muy caros. Quería hacer descuentos pero el margen de ganancias era muy
bajo por lo que no podía permitirse el lujo de bajar el precio. En caso de
hacerlo la ganancia sería prácticamente nula, tan sólo ganaría Lourdes como
propietaria.
-Pero es que son de cuero-respondió mientras tocaba
los zapatos doblándolos ligeramente.
-Los he visto en la tienda de al lado más barato,
lo siento-le dijo la joven mientras abandonaba el local dejando sin habla a
Macarena.
Estuvo a punto de igualar el precio de la tienda de
al lado pero finalmente no le hizo rebaja y la joven abandonó la tienda sin
pedir descuento. Macarena sacó la llave del cajón de la mesa principal y echó
el cierre a la tienda visiblemente disgustada por no haber logrado concertar ni
una sola venta en un día que está marcado por los comerciantes del sector como
uno de los mejores del año.
Había leído en el periódico que los comerciantes
tenían esperanzas de vender hasta un cincuenta por ciento más que los demás
sábados, en su caso no fue así, fue uno de los pocos sábados en donde no logró
vender absolutamente nada, ni tan siquiera unas simples medias.
Caminaba por el jirón de Cuzco de camino a su casa
cuando se encontró con Gina, su vecina que iba con la intención de comprar unos
zapatos.
-Vaya día que he tenido, no he conseguido vender
nada, si llego a saber que venías me hubiera quedado un rato más en la tienda.
-Vine a esta hora porque sé que sueles cerrar mucho
más tarde-le contestó Gina.
-Sí, hoy pedí permiso para salir antes porque es el
cumpleaños de mi madre y voy para su casa. Pero si quieres abro la tienda para
que puedas ver los zapatos sin compromiso.
-No, no te preocupes, sólo voy a mirar, ya
regresaré a tu tienda otro día si no encuentro nada que me guste.
-No, de verdad que no me importa abrir de nuevo, si
estamos a cien metros-insistió Macarena.
-No quiero hacerte abrir de nuevo la tienda, se te
ve en la cara las ganas que tienes de abandonar ya el trabajo y disfrutar del
sábado con la familia.
-Bueno, si no encuentras nada de tu gusto regresas
otro día para visitarme.
-Eso haré.
Macarena continuó el camino hacia su casa, el
semáforo se puso en rojo y aprovechó para llamar a su madre y concretar la hora
a la que tenía que llegar. Su madre le dijo que no llegara antes de las ocho
porque tenía cosas que hacer todavía.
De manera que aprovechó para mirar tiendas al
comprobar que todavía no eran las siete de la tarde. Todas las tiendas estaban
a rebosar de gente, muchos compraban multitud de cosas, otros miraban en los
escaparates portando grandes bolsos que demostraban que también habían hecho
sus compras.
La sociedad del consumo parecía estar en pleno auge
en todos sitios a excepción de su humilde tienda, la cual parecía no existir para el consumidor limeño.
Macarena decidió comprar una espléndida tarta de manzanas
que lucía impecable en el escaparate de una pastelería que tenía un gran éxito
a juzgar por la enorme cola que se formó en la caja para pagar. A su madre le
encantaban las tartas y esta era la mejor forma de no llegar con las manos
vacías a la casa de sus padres.
Cuando caminaba por la calle con su tarta recién
comprada Macarena escuchó un gran ruido a sus espaldas. Unos chibolos estaban
quemando gran cantidad de cohetes haciendo un ensordecedor estruendo.
Detestaba el ruido y máxime el de los cohetes, pero
desde aquel día el odio pasó al temor extremo, a la fobia más absoluta después
de haber estado a punto de fallecer a consecuencia de ellos.
Aproximadamente cien metros más adelante, en la
misma vereda por la que transitaba se originó un fuego que comenzaba a quemar
las bolsas de basura y los demás desperdicios que los comerciantes habían
arrojado en ese punto de la calle haciendo de él poco menos que de un
vertedero.
Pese a ello Macarena continuó caminando al
considerar que no era lo suficientemente peligroso como para dar marcha atrás y
continuar su camino por una calle paralela.
Pero a medida que se acercaba al foco de ignición
este cobraba mayor tamaño y vivacidad. Las llamas se extendieron al primer piso
del edificio que se erigía más cerca del fuego y fue trepando por él a gran
velocidad para asombro de todos los presentes.
Los gritos comenzaban a expandirse por toda la
calle, los vendedores ambulantes se alejaron ostensiblemente de la zona por
miedo a ser alcanzados por las llamas, como había muchas personas transitando
por la vereda algunos no tuvieron más remedio que huir por el asfalto
originando un tumulto que impedía circular a las carros.
Macarena se vio imposibilitada avanzar por su
vereda a consecuencia del gran tamaño que habían alcanzado las llamas.
De repente, la gente comenzó a salir de los locales
comerciales y de los edificios de viviendas anexos al bloque de apartamentos
que ardía para huir hacia otras zonas más alejadas del fuego donde pudieran
estar a salvo.
Los viandantes se multiplicaron por tres en
cuestión de un minuto en la ya de por sí congestionada calle. Macarena intentó
cruzar a la otra vereda para continuar el camino por la zona más alejada del
fuego pero se vio impedida al chocar con multitud de personas que huían despavoridas
sin control alguno.
Una de esas personas le tiró la tarta al suelo y
antes de que pudiera recogerla otro viandante la pateó destrozándola por
completo. Macarena se había quedado sin tarta, el pastel yacía en el suelo
esparcido por el asfalto de forma penosa.
Pero no había tiempo para lamentarse por aquello,
lo importante era salir de aquella calle cuanto antes. Al contemplar a toda esa
gente que salía de los edificios y locales hacia donde ella estaba comprendió
que no iba a ser fácil avanzar por ese lugar ya que había una playa de
estacionamiento de la cual intentaban salir multitud de carros. Algunos de
ellos al no poder salir decidieron transitar por la vereda de manera que los
peatones no podían caminar más que por encima de los carros estacionados o en
fila de a uno por los pequeños espacios que existían entre unos vehículos y
otros.
Macarena no
sabía si intentar huir de esa manera tan complicada o si optar por regresar.
Muchas personas dieron media vuelta y comenzaron a ir marcha atrás al
contemplar la semejante congestión humana y vehicular que se había originado en
cuestión de segundos.
El caos y la confusión fue en aumento al chocar los
que querían avanzar hacia la avenida Abancay con los que querían dar marcha
atrás y huir en dirección contraria.
Macarena era incapaz de dilucidar que opción
escoger, se encontraba inmersa en una vorágine de personas que gritaban y se
empujaban unas a otras sin que apenas lograsen avanzar unos pocos metros.
Los autos bocinaban constantemente para que los de
adelante se movieran sembrando el caos y la ansiedad entre la multitud. Algunas
personas se bajaron de su vehículo y comenzaron a huir del lugar entre la
muchedumbre abandonando sus autos en medio de la calle.
La desesperación era tan grande que la gente
abandonaba sus vehículos y sus tiendas sin cerrar para huir del fuego y del
denso humo que comenzaba a expandirse por todos los costados del jirón Cuzco.
Macarena comprendió que no iba a poder huir hacia
la avenida Abancay a consecuencia de la congestión y emuló los pasos de las
personas que comenzaban a dar marcha atrás.
Pero el regreso no era sencillo tampoco, puesto que
ese camino estaba igualmente infestado de personas que trataban de huir
despavoridas del fuego lo más lejos que pudieran.
Macarena era empujada constantemente sin que le
quedara más remedio que aferrarse a
quienes tenía a la par para no caer al suelo y ser pateada por las masas.
De pronto sintió que le tocaban los senos desde
detrás, una mano le abarcó desde la espalda hasta la parte delantera de su
torso palpándola con enorme descaro durante unos diez segundos sin que Macarena
lograse zafarse de la impertinente mano de su agresor.
No quiso voltearse para no perder tiempo en su
huida, simplemente empujaba a los de adelante para abrirse paso entre la
muchedumbre y poder salir del atolladero y del tumulto en que se encontraba
inmersa.
No lo logró, la pared humana que tenía delante
parecía imposible de franquear, se erigían ante ella con un muro de concreto
imposible de traspasar.
De repente, la persona que le tocaba los pechos con
insistencia le arrebató el bolso al instante que se desprendió de ella.
Macarena se volteó para poder observar al ladrón que le había robado su bolso
con la cartera y sus documentos y tarjetas.
Apenas logró verle de espaldas, portaba una camisa
blanca sin mangas, tenía el cabello muy oscuro y la tez muy morena. Eso fue
todo lo que logró ver de su agresor antes de que este lograse escabullirse
entre la multitud propinando empujones y codazos.
Macarena intentó hacer lo mismo no tanto para
alcanzar a su agresor sino con vistas a no padecer asfixiada entre la multitud.
Pero no había forma de salir de allí, las veredas
habían sido ocupadas por vehículos y motos que intentaban huir abriéndose
camino sin respetar a los viandantes.
En ese instante Macarena se resbaló y cayó al
asfalto, desde el suelo no podía ver más que un bosque de piernas que la
pisoteaban constantemente sin que pudiera hacer nada por levantarse.
La golpeaban en el costado, en la cabeza y en las
nalgas sin que sus gritos de auxilio lograsen ser escuchados por aquellas
personas que estaban más pendiente de salir del lugar que de levantarla del
suelo.
Perdió la consciencia y vio un túnel negro muy
largo muy largo por el que se adentraba lentamente al inicio, para
posteriormente ir avanzando por él a mayor velocidad conforme transcurrían los
segundos.
No podía observar nada dentro de aquel angosto
túnel, a decir verdad, no sabía si era estrecho o muy amplio puesto que nada
sabía de él. No experimentaba ningún tipo de sensaciones al caminar por él.
Cuando llevaría unos minutos caminando por aquella
extraña vía observó un haz de luz al final del túnel y comenzó a correr tras
ella, a medida que corría la tenue luminiscencia se hacía más fuerte, al final
del recorrido aquella poderosa irradiación blanca le cegaba casi por completo
cuando atisbó un robusto brazo que pretendía tirara de ella para sacarla de
aquel lugar.
Al instante comprobó que no se trataba de un sueño
sino de la realidad. Un joven la agarró de las axilas con sus dos vigorosos
brazos y la levantó con fuerza del ardiente pavimento salvándole la vida.
Macarena estaba magullada y le dolía su espalda y
sus antebrazos pero no cedió ni un instante y emuló los pasos de su salvador
subiéndose al capó de un vehículo abandonado en mitad del jirón para salir del
atolladero.
Tras pasar por encima del auto saltó al siguiente
vehículo que se encontraba detrás a escasos centímetros. Macarena tuvo que
agarrarse al capó para no caerse al suelo y así pudo continuar su peculiar y
riesgosa huida saltando de auto en auto ante la muchedumbre angustiada.
Había saltado cuatro vehículos cuando se percató de
que no había ninguno detrás. De manera que no le quedó más remedio que bajar de
nuevo al asfalto y continuar la huida desde el suelo.
Para aquel entonces las llamas ya se habían
extendido a varios locales comerciales y a un par de edificios contiguos
causando una sensación de calor sofocante y una humareda que hacía muy difícil
respirar. Esto hacía más difícil si cabe la huida, porque para no morir
asfixiados los viandantes se veían obligados a taparse la nariz con una mano y
abrirse camino con la otra.
Algunas personas se habían colocado la camiseta en
la boca y respiraban únicamente con la nariz para evitar tragar el humo negro
que generaban el fuego y las cenizas de los edificios calcinados.
Por fortuna el fuego avanzaba a mayor velocidad
hacia el jirón Andahuaylas donde destrozó cinco galerías comerciales
alcanzándose en las tiendas ubicadas en los bajos comerciales temperaturas de
hasta 800 grados Celsius.
Una inmensa bola de fuego arrampló con todas y cada
una de las personas que no lograron abandonar las galerías a tiempo pereciendo
entre las llamas en cuestión de segundos.
Todo por culpa de aquel vendedor informal de
productos pirotécnicos que hizo una demostración de cómo ardían los artefactos
pirotécnicos de mayor alcance con tal mala suerte que el fuego que
desprendieron fue a caer sobre las cajas de cohetes y morteros que se apilaban
en la vereda donde se encontraban multitud de vendedores ambulantes.
Estas
personas vendían sus juegos pirotécnicos sin control ni medidas de seguridad,
lo que ocasionó tan catastrófico incendio al huir del lugar sin poder retirar
las cajas de explosivos y morteros que prendieron en cuestión de segundos.
El viento
soplaba en dirección al jirón Andahuaylas y eso ayudó a que Macarena salvase su
vida al decidir milagrosamente dar marcha atrás para huir en dirección
contraria. Aquella decisión tomada instintivamente le salvó literalmente de
morir calcinada por la bola de fuego que se ocasionó.
No obstante, el fuego también se propagaba en la
dirección en que avanzaba Macarena por lo que el humo y las muchedumbres
descontroladas no eran la única amenaza a la que se enfrentaba en aquel
momento.
Macarena apenas desviaba la vista de las personas
que tenía delante, trataba de escapar de allí de la manera más rápida posible.
Algunas personas caían al suelo, en ocasiones intoxicadas por la inhalación
masiva de humo y en otras por los empujones recibidos.
En los costados de la calle multitud de personas
luchaban por salir de los edificios por miedo a ser abrasados por las llamas.
Lo hacían portando mochilas y maletas donde a buen seguro llevaban sus enseres
más preciados como computadoras, cámaras de fotos y electrodomésticos que
hubieran tenido tiempo de recoger.
Los que no se apuraron en salir al exterior
perecieron quemados por las llamas minutos después sin que los bomberos
tuvieran tiempo de sofocar el incendio.
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