viernes, 21 de noviembre de 2014

Relato corto: La ciudad en llamas.


Macarena se encontraba trabajando en su zapatería como todos los sábados, era el día de la semana que menos le gustaba hacerlo puesto que sentía que el fin de semana se le hacía muy corto al salir de la tienda a las nueve de la noche.
Aquel sábado estaba contenta puesto que su jefa le había concedido salir unas cuantas horas antes de lo habitual para celebrar el cumpleaños de su madre con la familia al completo.
Eran las cinco de la tarde y apenas había clientas en su tienda, una señora mayor abandonó el establecimiento dejando a Macarena en soledad deseando que pasaran unos cuantos minutos para cerrar la tienda e irse a disfrutar de la tarde de sábado con la familia.
Los últimos meses no estaban siendo buenos en cuanto a las ventas se refiere. Entraban muchas personas pero la mayoría sin ánimo de comprar por lo que Macarena comenzaba a pensar que la propietaria de la tienda podría estar sopesando el echar el cierre a la tienda y traspasar el negocio a otra persona.
Lourdes le había contratado hacía tres años y nunca le había metido presión con cerrar el negocio pese que hubo épocas en la que vendía muy pocos calzados. Pero estos últimos meses las ventas habían disminuido alarmantemente y Macarena no entendía a que se debía.
Se colocaba en la entrada para captar el interés de las mujeres que transitaban por la vereda y cuando estas entraban al local las atendía con sumo detalle para lograr vender los dichosos zapatos que cada semana costaba más trabajo y esmero lograr vender.
Mauricio la tranquilizaba diciendo que no se preocupara, que con las fiestas navideñas vendería mucho más de lo que había vendido en los meses anteriores y que aunque esto no fuera así Lourdes no la iba a despedir.
Pero pasaban los días y se acercaba el final del año sin que la navidad hubiera aumentado las ventas ni un ápice con respecto a los meses de septiembre, octubre y noviembre.
Macarena se desesperaba y se preguntaba constantemente que estaría sucediendo para que no pudiera vender el mismo número de zapatos que vendía en épocas anteriores.
Las tiendas de Mesa Redonda vendían muy bien, los datos así lo reflejaban. Nadie cerraba negocios en el barrio, puesto que la mayoría de locales estaban incrementando sus ventas de forma considerable, haciendo latente que la bonanza económica también había llegado al distrito de Lima.
Las zapaterías que había en la zona tenían calzados muy similares y vendían bastante más que ella. Así que un día se dio un paseo por dichas zapaterías y comprobó que los precios eran ligeramente inferiores a los de su tienda.
Esa misma tarde se lo comunicó a Lourdes pero esta se opuso a la propuesta que le hizo su empleada de bajar los precios para equipararlos a los de las tiendas que le hacían competencia en el barrio.
Este hecho le molestó a Macarena porque ya no sabía qué hacer para incrementar las ventas cuando sus zapatos eran más caros sin que fueran de mayor calidad. Así no había forma de incrementar las ventas y menos en una zona donde las clientas comparaban precios antes de comprar.
Tan sólo alguna despistada a la que se le antojaba unos zapatos terminaba comprando, pero esto sucedía muy de vez en cuando.
Lo que más preocupaba a Macarena era el hecho de que los zapatos cada vez iban a ser más difícil de vender puesto que cuando las demás tiendas agotaban el stock compraban zapatos de nueva temporada y en cambio Lourdes no quería traer nuevos zapatos hasta que no se vendieran las existencias que tenían.
Con zapatos de temporadas pasadas y a precios más altos que la competencia las posibilidades de vender disminuían ostensiblemente. Hasta el punto que Macarena buscaba trabajo todas las mañanas al presagiar que iba a ser despedida en breve.
 
Ya estaba sacando las llaves del cajón para echar el cierre al local cuando una joven entró en la tienda. La mujer miraba los zapatos de tacón con mucho entusiasmo pero cuando veía los precios su semblante cambiaba y parecía perder el interés por el producto.
Pese a ello Macarena sacó fuerzas de flaqueza para intentar concretar la primera y última venta de aquel sábado. Qué tristeza despedir el último sábado del 2001 sin ninguna venta. Ese fue el pensamiento que le pasó por la mente al observar a la joven entrar en la tienda, y por eso se acercó a ella con la intención de salvar el día con una venta in extremis que le hiciera sentirse un poco más aliviada.
-Estos zapatos son comodísimos y lucen muy bien-le dijo en tono suave con una amplia sonrisa.
-Me gustan pero están muy caros-le respondió la joven.
Macarena no sabía que decir cuando le decían que eran muy caros. Quería hacer descuentos pero el margen de ganancias era muy bajo por lo que no podía permitirse el lujo de bajar el precio. En caso de hacerlo la ganancia sería prácticamente nula, tan sólo ganaría Lourdes como propietaria.
-Pero es que son de cuero-respondió mientras tocaba los zapatos doblándolos ligeramente.
-Los he visto en la tienda de al lado más barato, lo siento-le dijo la joven mientras abandonaba el local dejando sin habla a Macarena.
Estuvo a punto de igualar el precio de la tienda de al lado pero finalmente no le hizo rebaja y la joven abandonó la tienda sin pedir descuento. Macarena sacó la llave del cajón de la mesa principal y echó el cierre a la tienda visiblemente disgustada por no haber logrado concertar ni una sola venta en un día que está marcado por los comerciantes del sector como uno de los mejores del año.
Había leído en el periódico que los comerciantes tenían esperanzas de vender hasta un cincuenta por ciento más que los demás sábados, en su caso no fue así, fue uno de los pocos sábados en donde no logró vender absolutamente nada, ni tan siquiera unas simples medias.
Caminaba por el jirón de Cuzco de camino a su casa cuando se encontró con Gina, su vecina que iba con la intención de comprar unos zapatos.
-Vaya día que he tenido, no he conseguido vender nada, si llego a saber que venías me hubiera quedado un rato más en la tienda.
-Vine a esta hora porque sé que sueles cerrar mucho más tarde-le contestó Gina.
-Sí, hoy pedí permiso para salir antes porque es el cumpleaños de mi madre y voy para su casa. Pero si quieres abro la tienda para que puedas ver los zapatos sin compromiso.
-No, no te preocupes, sólo voy a mirar, ya regresaré a tu tienda otro día si no encuentro nada que me guste.
-No, de verdad que no me importa abrir de nuevo, si estamos a cien metros-insistió Macarena.
-No quiero hacerte abrir de nuevo la tienda, se te ve en la cara las ganas que tienes de abandonar ya el trabajo y disfrutar del sábado con la familia.
-Bueno, si no encuentras nada de tu gusto regresas otro día para visitarme.
-Eso haré.
Macarena continuó el camino hacia su casa, el semáforo se puso en rojo y aprovechó para llamar a su madre y concretar la hora a la que tenía que llegar. Su madre le dijo que no llegara antes de las ocho porque tenía cosas que hacer todavía.
De manera que aprovechó para mirar tiendas al comprobar que todavía no eran las siete de la tarde. Todas las tiendas estaban a rebosar de gente, muchos compraban multitud de cosas, otros miraban en los escaparates portando grandes bolsos que demostraban que también habían hecho sus compras.
La sociedad del consumo parecía estar en pleno auge en todos sitios a excepción de su humilde tienda, la cual  parecía no existir para el consumidor limeño.
Macarena decidió comprar una espléndida tarta de manzanas que lucía impecable en el escaparate de una pastelería que tenía un gran éxito a juzgar por la enorme cola que se formó en la caja para pagar. A su madre le encantaban las tartas y esta era la mejor forma de no llegar con las manos vacías a la casa de sus padres.
Cuando caminaba por la calle con su tarta recién comprada Macarena escuchó un gran ruido a sus espaldas. Unos chibolos estaban quemando gran cantidad de cohetes haciendo un ensordecedor estruendo.
Detestaba el ruido y máxime el de los cohetes, pero desde aquel día el odio pasó al temor extremo, a la fobia más absoluta después de haber estado a punto de fallecer a consecuencia de ellos.
Aproximadamente cien metros más adelante, en la misma vereda por la que transitaba se originó un fuego que comenzaba a quemar las bolsas de basura y los demás desperdicios que los comerciantes habían arrojado en ese punto de la calle haciendo de él poco menos que de un vertedero.
Pese a ello Macarena continuó caminando al considerar que no era lo suficientemente peligroso como para dar marcha atrás y continuar su camino por una calle paralela.
Pero a medida que se acercaba al foco de ignición este cobraba mayor tamaño y vivacidad. Las llamas se extendieron al primer piso del edificio que se erigía más cerca del fuego y fue trepando por él a gran velocidad para asombro de todos los presentes.
Los gritos comenzaban a expandirse por toda la calle, los vendedores ambulantes se alejaron ostensiblemente de la zona por miedo a ser alcanzados por las llamas, como había muchas personas transitando por la vereda algunos no tuvieron más remedio que huir por el asfalto originando un tumulto que impedía circular a las carros.
Macarena se vio imposibilitada avanzar por su vereda a consecuencia del gran tamaño que habían alcanzado las llamas.
De repente, la gente comenzó a salir de los locales comerciales y de los edificios de viviendas anexos al bloque de apartamentos que ardía para huir hacia otras zonas más alejadas del fuego donde pudieran estar a salvo.
Los viandantes se multiplicaron por tres en cuestión de un minuto en la ya de por sí congestionada calle. Macarena intentó cruzar a la otra vereda para continuar el camino por la zona más alejada del fuego pero se vio impedida al chocar con multitud de personas que huían despavoridas sin control alguno.
Una de esas personas le tiró la tarta al suelo y antes de que pudiera recogerla otro viandante la pateó destrozándola por completo. Macarena se había quedado sin tarta, el pastel yacía en el suelo esparcido por el asfalto de forma penosa.
Pero no había tiempo para lamentarse por aquello, lo importante era salir de aquella calle cuanto antes. Al contemplar a toda esa gente que salía de los edificios y locales hacia donde ella estaba comprendió que no iba a ser fácil avanzar por ese lugar ya que había una playa de estacionamiento de la cual intentaban salir multitud de carros. Algunos de ellos al no poder salir decidieron transitar por la vereda de manera que los peatones no podían caminar más que por encima de los carros estacionados o en fila de a uno por los pequeños espacios que existían entre unos vehículos y otros.
 Macarena no sabía si intentar huir de esa manera tan complicada o si optar por regresar. Muchas personas dieron media vuelta y comenzaron a ir marcha atrás al contemplar la semejante congestión humana y vehicular que se había originado en cuestión de segundos.
El caos y la confusión fue en aumento al chocar los que querían avanzar hacia la avenida Abancay con los que querían dar marcha atrás y huir en dirección contraria.
Macarena era incapaz de dilucidar que opción escoger, se encontraba inmersa en una vorágine de personas que gritaban y se empujaban unas a otras sin que apenas lograsen avanzar unos pocos metros.
Los autos bocinaban constantemente para que los de adelante se movieran sembrando el caos y la ansiedad entre la multitud. Algunas personas se bajaron de su vehículo y comenzaron a huir del lugar entre la muchedumbre abandonando sus autos en medio de la calle.
La desesperación era tan grande que la gente abandonaba sus vehículos y sus tiendas sin cerrar para huir del fuego y del denso humo que comenzaba a expandirse por todos los costados del jirón Cuzco.
Macarena comprendió que no iba a poder huir hacia la avenida Abancay a consecuencia de la congestión y emuló los pasos de las personas que comenzaban a dar marcha atrás.
Pero el regreso no era sencillo tampoco, puesto que ese camino estaba igualmente infestado de personas que trataban de huir despavoridas del fuego lo más lejos que pudieran.
Macarena era empujada constantemente sin que le quedara más remedio que aferrarse  a quienes tenía a la par para no caer al suelo y ser pateada por las masas.
De pronto sintió que le tocaban los senos desde detrás, una mano le abarcó desde la espalda hasta la parte delantera de su torso palpándola con enorme descaro durante unos diez segundos sin que Macarena lograse zafarse de la impertinente mano de su agresor.
No quiso voltearse para no perder tiempo en su huida, simplemente empujaba a los de adelante para abrirse paso entre la muchedumbre y poder salir del atolladero y del tumulto en que se encontraba inmersa.
No lo logró, la pared humana que tenía delante parecía imposible de franquear, se erigían ante ella con un muro de concreto imposible de traspasar.
De repente, la persona que le tocaba los pechos con insistencia le arrebató el bolso al instante que se desprendió de ella. Macarena se volteó para poder observar al ladrón que le había robado su bolso con la cartera y sus documentos y tarjetas.
Apenas logró verle de espaldas, portaba una camisa blanca sin mangas, tenía el cabello muy oscuro y la tez muy morena. Eso fue todo lo que logró ver de su agresor antes de que este lograse escabullirse entre la multitud propinando empujones y codazos.
Macarena intentó hacer lo mismo no tanto para alcanzar a su agresor sino con vistas a no padecer asfixiada entre la multitud.
Pero no había forma de salir de allí, las veredas habían sido ocupadas por vehículos y motos que intentaban huir abriéndose camino sin respetar a los viandantes.
En ese instante Macarena se resbaló y cayó al asfalto, desde el suelo no podía ver más que un bosque de piernas que la pisoteaban constantemente sin que pudiera hacer nada por levantarse.
La golpeaban en el costado, en la cabeza y en las nalgas sin que sus gritos de auxilio lograsen ser escuchados por aquellas personas que estaban más pendiente de salir del lugar que de levantarla del suelo.
Perdió la consciencia y vio un túnel negro muy largo muy largo por el que se adentraba lentamente al inicio, para posteriormente ir avanzando por él a mayor velocidad conforme transcurrían los segundos.
No podía observar nada dentro de aquel angosto túnel, a decir verdad, no sabía si era estrecho o muy amplio puesto que nada sabía de él. No experimentaba ningún tipo de sensaciones al caminar por él.
Cuando llevaría unos minutos caminando por aquella extraña vía observó un haz de luz al final del túnel y comenzó a correr tras ella, a medida que corría la tenue luminiscencia se hacía más fuerte, al final del recorrido aquella poderosa irradiación blanca le cegaba casi por completo cuando atisbó un robusto brazo que pretendía tirara de ella para sacarla de aquel lugar.
Al instante comprobó que no se trataba de un sueño sino de la realidad. Un joven la agarró de las axilas con sus dos vigorosos brazos y la levantó con fuerza del ardiente pavimento  salvándole la vida.
Macarena estaba magullada y le dolía su espalda y sus antebrazos pero no cedió ni un instante y emuló los pasos de su salvador subiéndose al capó de un vehículo abandonado en mitad del jirón para salir del atolladero.
Tras pasar por encima del auto saltó al siguiente vehículo que se encontraba detrás a escasos centímetros. Macarena tuvo que agarrarse al capó para no caerse al suelo y así pudo continuar su peculiar y riesgosa huida saltando de auto en auto ante la muchedumbre angustiada.
Había saltado cuatro vehículos cuando se percató de que no había ninguno detrás. De manera que no le quedó más remedio que bajar de nuevo al asfalto y continuar la huida desde el suelo.
Para aquel entonces las llamas ya se habían extendido a varios locales comerciales y a un par de edificios contiguos causando una sensación de calor sofocante y una humareda que hacía muy difícil respirar. Esto hacía más difícil si cabe la huida, porque para no morir asfixiados los viandantes se veían obligados a taparse la nariz con una mano y abrirse camino con la otra.
Algunas personas se habían colocado la camiseta en la boca y respiraban únicamente con la nariz para evitar tragar el humo negro que generaban el fuego y las cenizas de los edificios calcinados.
Por fortuna el fuego avanzaba a mayor velocidad hacia el jirón Andahuaylas donde destrozó cinco galerías comerciales alcanzándose en las tiendas ubicadas en los bajos comerciales temperaturas de hasta 800 grados Celsius.
Una inmensa bola de fuego arrampló con todas y cada una de las personas que no lograron abandonar las galerías a tiempo pereciendo entre las llamas en cuestión de segundos.
Todo por culpa de aquel vendedor informal de productos pirotécnicos que hizo una demostración de cómo ardían los artefactos pirotécnicos de mayor alcance con tal mala suerte que el fuego que desprendieron fue a caer sobre las cajas de cohetes y morteros que se apilaban en la vereda donde se encontraban multitud de vendedores ambulantes.
 Estas personas vendían sus juegos pirotécnicos sin control ni medidas de seguridad, lo que ocasionó tan catastrófico incendio al huir del lugar sin poder retirar las cajas de explosivos y morteros que prendieron en cuestión de segundos.
 El viento soplaba en dirección al jirón Andahuaylas y eso ayudó a que Macarena salvase su vida al decidir milagrosamente dar marcha atrás para huir en dirección contraria. Aquella decisión tomada instintivamente le salvó literalmente de morir calcinada por la bola de fuego que se ocasionó.
No obstante, el fuego también se propagaba en la dirección en que avanzaba Macarena por lo que el humo y las muchedumbres descontroladas no eran la única amenaza a la que se enfrentaba en aquel momento.
Macarena apenas desviaba la vista de las personas que tenía delante, trataba de escapar de allí de la manera más rápida posible. Algunas personas caían al suelo, en ocasiones intoxicadas por la inhalación masiva de humo y en otras por los empujones recibidos.
En los costados de la calle multitud de personas luchaban por salir de los edificios por miedo a ser abrasados por las llamas. Lo hacían portando mochilas y maletas donde a buen seguro llevaban sus enseres más preciados como computadoras, cámaras de fotos y electrodomésticos que hubieran tenido tiempo de recoger.
Los que no se apuraron en salir al exterior perecieron quemados por las llamas minutos después sin que los bomberos tuvieran tiempo de sofocar el incendio.

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