Macarena trató de aguantar la compostura un rato
más dentro de aquel local comercial mal ventilado donde no corría el aire.
Tras cinco minutos donde se incrementaron sus
mareos Macarena no tuvo otra opción que salir del local para buscar un lugar
sombreado donde recuperarse de las náuseas y del mareo que sufría.
-Te espero fuera Jimena, que ahora sí que me sienta
mal del todo.
-Huy, sal un rato mujer, te has quedado pálida en
cuestión de segundos.
Macarena dejó a su suegra en la galería de latas de
conservas y salió del establecimiento para buscar un lugar en el que hubiera
sombra y corriera el aire.
Se apoyó en una pared y comenzó a sentirse
ligeramente mejor. Cuando llevaría tres o cuatro minutos apoyada en aquel muro
sintió un pequeño temblor en su espalda.
Algunas personas gritaron y otras se asomaron desde
las ventanas de sus casas. Pero la gente no se alarmó y continuó con sus
ocupaciones sin temerse la tragedia que se les cernía encima.
Macarena de pronto tuvo un mal presentimiento y
achacó su malestar general a que algo realmente malo iba a suceder aquella mañana
de sábado donde la gente se agolpaba en masa en el centro de la ciudad.
Pensó en el temblor de tierra que acababa de
suceder y se alejó de aquella pared caminando hacia el centro de la plaza. Para
desgracia suya todos los bancos que estaban a la sombra estaban ocupados.
Únicamente había dos lugares vacíos y ambos estaban
al sol por lo que Macarena declinó su voluntad de sentarse en ellos y se
mantuvo de pie en el centro de la plaza por espacio de dos minutos.
Al observar que su malestar no remitía decidió
regresar al supermercado para avisar a su suegra de que iba a ir al clínico
para que un doctor le recetara algo para el dolor de cabeza.
Apenas había dado dos pasos en dirección al
supermercado cuando de pronto una sacudida del suelo levantó el terreno
derrumbando árboles y casas con una fuerza descomunal como nunca antes se había
visto en aquella zona del Perú.
En cuestión de un minuto prácticamente la totalidad
de la ciudad quedó devastada por la contundencia del terremoto que arramplo con
casi todos los edificios que se vinieron abajo.
Una nube de polvo inundó la población, el cielo
azul no se podía vislumbrar, pues la polvareda era tal que no era posible
observar a una distancia mayor de tres o cuatro metros.
Macarena comenzó a llorar de impotencia al
comprender el alcance del terremoto y al escuchar los constantes gritos de las
personas que se encontraban en la plaza.
Cuando Macarena superó el bloqueo mental y físico
que le supuso el terremoto se levantó del suelo y caminó hacia el supermercado con
la intención de salvar la vida de su suegra.
La polvareda continuaba muy baja y le costaba ver a
las personas que salían del supermercado. Casi todos salían heridos, la mayoría
con la cara ensangrentada, otros cojeando o con el brazo dislocado.
El hotel que se encontraba pegado al supermercado
se había desplomado y no parecía haber supervivientes en él. Las cuatros
plantas habían quedado reducidas a dos, y la segunda había quedado sin techo.
Los que habían sobrevivido intentaban sacar de
entre las piedras y los escombros a las personas que pedían auxilio a voz en
grito. Pero la polvareda que salía al desplazar los escombros era tal que la
mayoría necesitaban alejarse del lugar para no morir asfixiados en el intento
de salvar vidas.
Macarena comenzó a toser insistentemente a
consecuencia de la polvareda que continuaba desprendiéndose de todos los
lugares afectados por el demoledor sismo.
Sacó un clínex de su bolso y con su mano derecha
tapándose la boca para no inhalar el polvo se acercó de nuevo a lo que quedó de
supermercado.
Una persona yacía aplastada por una viga de metal,
dos hombres intentaban desesperadamente mover la viga lo suficiente como para
que la persona que había quedado atorada pudiera salir de su ratonera antes de
fallecer aprisionada.
Macarena ayudó a los dos hombres y juntos lograron
sacar a la joven cajera que había quedado atrapada. Pese a las fracturas
sufridas pudo levantarse y abandonar el lugar con la ayuda de uno de los
hombres que la había salvado.
Macarena mientras tanto continuó la búsqueda de
Jimena pero el polvo era horriblemente molesto y no le dejaba ni tan siquiera
abrir los ojos. Tan sólo podía guiarse por su oído. Los incesantes gritos que
percibía por su pabellón auditivo provenían de diferentes lugares pero ninguno era
el de su suegra.
Cuando pudo abrir de nuevo los ojos contempló a un
anciano que yacía muerto con la cara reventada a escasos metros de donde ella
pisaba.
Con forme iba mirando en los alrededores se iba
topando con más y más muertos. Algunas personas arrastraban a los fallecidos
hacia el centro de la plaza para que pudieran ser identificados.
Macarena no sabía si seguir buscando o emprender la
marcha hacia su casa para reencontrarse con su familia.
De pronto el ruido de la ambulancia se escuchó
entremezclado unas cuadras más arriba con el de los bomberos voluntarios.
Pronto llegaron a la plaza y comenzaron a echar
agua para mitigar la densa polvareda que se cernía sobre los edificios
destruidos de la céntrica plaza.
En ese momento Macarena decidió abandonar el lugar
y caminar lo más rápido posible hacia la casa donde debían estar sus hijos, su
marido y su suegro Casemiro.
Mientras caminaba observaba como la gente lloraba
de impotencia al ver destruidas sus viviendas o sus locales de negocio. Todo el
trabajo que costaba sacar adelante los negocios y construir las viviendas para
destruirse en cuestión de segundos.
El terremoto sacaba a la luz la moral de cada
persona, mientras que algunas buenas gentes aprovechaban la tragedia para sacar
de entre los escombros a los heridos otros aprovechaban el desconcierto
generalizado para robar en las tiendas todo el dinero y los objetos que
pudieran.
El saqueo y el bandidaje se apoderaron de la ciudad
sin que los policías y los propietarios de las tiendas pudieran hacer mucho por
evitar los robos y el pillaje de los ladrones.
Aquello era un desbarajuste, muchos corrían detrás
de los ladrones pidiendo la colaboración ciudadana para evitar que pudieran
escapar. Pero entre los heridos, los que asistían a estos y los que se encontraban
en estado de shock por haber perdido todo eran pocos los que se preocupaban en
evitar los pillajes y los saqueos a las tiendas y comercios.
Macarena observó que la calle por la que transitaba
había quedado cortada a consecuencia del desprendimiento de dos edificios a
ambos márgenes de la calzada. Una montaña de escombros había quedado apilada en
el centro de la vía sin que se pudiera transitar ni tan siquiera por las
veredas.
Un joven intentó pasar la escombrera escalándola y
resultó herido por un amasijo de hierros que le hirió en el pecho. Al ver
aquello Macarena decidió dar marcha atrás y caminar por una calle paralela para
llegar a la casa de sus suegros.
Tras abandonar la calle y caminar por la paralela
logró llegar a un cruce dos cuadras más arriba, pero debido a la magnitud de la
tragedia no conseguía situarse correctamente.
No sabía si se había pasado la casa de sus suegros
o todavía no había llegado al lugar donde esta se ubicaba. Todas las
referencias que tenía se habían perdido a consecuencia del sismo.
Los carteles de una cebichería y de una zapatería
que recordaba que había en las inmediaciones ya no estaban, por lo que Macarena
no sabía si estaba en el lugar correcto o debía seguir caminando una cuadra
más.
Quería preguntar por el nombre de la calle pero no
se acordaba del nombre de la misma por lo que se sentía atrapada en aquel lugar
sin ser capaz de dar con el paradero de la vivienda de sus suegros.
Como era posible con la de veces que había estado
allí que no se acordase del nombre de la calle. Nunca ponía el más mínimo
interés en aprenderse el nombre de las calles sin que llegase a pensar jamás
que le fuera a ser útil como lo hubiera sido en aquel instante de pánico y
zozobra.
El nombre no le venía a la mente pero se acordó que
en frente había un local que vendía electrodomésticos y que se le conocía como
la tienda de Paqui.
Preguntó a una persona que estaba grabando con su
video cámara los efectos devastadores del terremoto por la tienda de
electrodomésticos.
Aquel señor le contestó de mala gana que no lo
conocía y que le dejara en paz, que estaba grabando y le iba a estropear la
grabación.
Menudo sinvergüenza, con la ciudad devastada por la
tragedia y preocupado únicamente en sacar imágenes de los edificios
destrozados. Estaba claro que muchas personas aquella mañana estaban más
pendientes de sacar rendimiento económico a la tragedia más que ayudar a las
víctimas.
Una señora que trataba de vender los escasos
alimentos que no había perdido con el sismo fue quien le dijo como llegar al
lugar que buscaba.
Macarena se asombró de lo cerca que estaba y caminó
la corta distancia que le separaba de la casa de sus suegros. Cuando llegó a la
misma se echó las manos a la cabeza. Había quedado totalmente destrozada.
Con las lágrimas en los ojos se acercó temblorosa a
lo que quedaba de la humilde vivienda temiéndose lo peor. De pronto vio sentado
en la vereda a su hijo Germán. Tenía el pie derecho destrozado, su ropa sucia y
su cara manchada de hollín.
-Hijo mío, estás bien.
-Si madre, más o menos, pero me cayó una viga en el
pie derecho-le dijo a su madre mientras se tocaba su empeine.
-No te lo toques, déjame ver. ¿Sabes donde están
tus hermanos?
-Ángel se fue con papá y Sofía no sé.
-¿Cómo que no sabes nada, y del abuelo?
-Creo que Sofía y el abuelo estaban en casa cuando
el terremoto pero les he buscado y no les encuentro.
-Cómo no te has quitado el tenis antes, mira como
tienes el pie-le dijo Macarena al contemplar el deploraba aspecto que
presentaba el pie derecho de su hijo menor.
-No he tenido tiempo madre, estuve buscando en la
casa al abuelo, estaba viendo la tele cuando el sismo, de hecho me desperté
porque tenía muy alto el volumen.
-Esto te lo tiene que ver un médico, es muy grave y
podrías perder el pie, tenemos que caminar hasta el clínico-dijo mientras
intentaba levantar de la vereda a su hijo.
-No puedo andar hasta el clínico, mejor me quedo
aquí en la acera, me duele demasiado madre. Tráeme vendas y agua oxigenada.
-Pero como te vas a quedar en la vereda.
Necesitamos que lo vea un médico, esta no se puede curar así como tú dices.
Macarena logró hacer entrar en razón a su hijo y
este se levantó apoyándose en los hombros de su madre. Juntos caminaron hasta la acera de enfrente. Germán sólo apoyaba su pie izquierdo sobre el asfalto pues el
derecho lo tenía dislocado.
-¿Seguro que Ángel está con Mauricio?
-Sí seguro, me dijeron que si me iba con ellos y
les dije que prefería quedarme durmiendo un rato más.
-¿A dónde fueron tan temprano?
-Se fueron a desayunar a una cafetería que hay
cerca de la Plaza de Armas.
-¿Y qué hay con Sofía?
-Ya te dije que no sé nada
de ella, como duerme en otra habitación no me enteré de si salió o seguía
durmiendo.Macarena regresó a la casa demolida por la madre naturaleza y rebuscó entre los escombros hasta más no poder. Debajo de una viga un enorme charco de sangre hacia presagiar lo peor. Segundos más tarde se cumplió el peor de sus presentimientos. Sofía yacía en el suelo con la cabeza desfigurada, su pijama y su pulsera con los colores de ecuador fueron la única forma de reconocerla.
Los terremotos no avisan y no distinguen entre buenos y malos.
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