miércoles, 7 de octubre de 2015

La matanza de Oregon.

Poco se sabe de Brandy Winder, estudiante de 23 años que se mudó desde Portland a Roseburg hace apenas tres semanas, unos dicen que mataba porque se burlaban de su personalidad introvertida, otros dicen que lo hizo por un desencuentro amoroso, otros aducen la matanza a una depresión y por último está la teoría que quería matar a quienes fueran cristianos.
Cuentan que preguntaba por la orientación religiosa en un primer momento, pero que luego comenzó a dispara a diestro y siniestro sin contemplación alguna, su metralleta lanzaba más balazos por segundo que las armas de Rambo y de Terminator juntas.
Este descerebrado sujeto iba ataviado de un chaleco antibalas y bien surtido de balas y fusiles por si alguno se encasquillaba. Parecía que había copiado los movimientos de Adam Lanza, de James Holmes o del coreano Woo quien ostenta el dudoso privilegio de ser la persona que más muertes se cobró en una universidad, 33 almas para ser exactos.
Brandy no resultó ser tan buen tirador o tal vez la policía llegó antes de tiempo, sea como fuera sólo se cobró entre ocho y doce víctimas, pues los medios no se ponen de acuerdo. Lo cierto es que se sitúa en una modesta cuarta posición, pues sus predecesores atinaron a matar a más personas.
Pido disculpas a las personas que se sientan o se puedan sentir molestas e irritadas por mi forma un tanto frívola y sarcástica de escribir, pero sólo les puedo decir que más irritado me siento yo cuando escucho hablar a los norte americanos que no se puede prohibir el uso de armas porque las necesitan para defenderse.
Cada vez me cuesta más pensar que las armas son para defenderse, cada mil disparos uno se realiza en defensa, el resto son con la intención de matar a una víctima indefensa.
 Yo creo que muchas de estas personas enfermas quieren tener armas para poder saciar sus frustraciones y emprenderla a tiros con cualquier persona que se les cruce en su camino. Y el resto quiere tener armas para sentirse importante, como el que colecciona trofeos deportivos o culturales.
Si realmente quieren sentirse protegidos pongan alarmas en sus casas y dejen de portar armas como si fueran golosinas, cara duras que sois unos sinvergüenzas y unos cómplices de tanta muerte.
Un disparo en los huevos le deberían de dar al presidente de la Asociación del rifle los padres de los fallecidos. Haber como reaccionaría este sujeto, seguro que se le quitan las ganas de seguir promoviendo el uso de armas.
Entiendo que puede resultar morboso hablar de este tipo de masacres, pero a mi entender no es morbo sino necesidad de que se prohíba de una vez por todas el uso de armas. Entre los pocos relatos de los testigos que he encontrado se encuentran los siguientes:

Una superviviente relató que estaba en una sala del edificio Snyder, adyacente al aula donde se produjeron los disparos.
"Oí al menos nueve disparos", le contó a la cadena CNN.
"Hay una puerta que conecta nuestra clase con aquella, y mi profesora iba a abrirla",  "pero preguntó en voz alta, '¿están todos bien?', y entonces oímos muchos más disparos. Todos nos quedamos helados por un segundo".

"Oímos a gente gritar al otro lado", prosiguió el estudiante. "Y entonces todo el mundo huyó. Algunos saltaron sobre las mesas, tirando cosas a su paso".
Todas las aulas del edificio tienen puertas hacia el exterior, no hay pasillos.
"Conforme corríamos, creo que hubo más disparos pero mi cerebro estaba en modo de pánico, sólo concentrado en correr tan rápido como pudiera", precisó.

Cassandra Welding también estaba en un aula adyacente a la clase donde se produjo el tiroteo y contó que vio cómo un compañero abrió una puerta que conectaba ambas salas y recibió un disparo.

"Cerramos las puertas, apagamos las luces. Todos estábamos en pánico".

Los disparos se siguieron produciendo en diferentes aulas hasta que llegó la policía, entonces consiguieron dar un balazo al asesino y este se adentró en otra aula. Tras unos segundos sin saber si entregarse a la policía o suicidarse se decantó por dispararse en la cabeza para bañar de sangre la pared en la que se encontraba apoyado.

Al día siguiente dolor, ira, frustración, odio, consternación, gritos de nunca más y como siempre en estos casos, personal de limpieza con guantes y mascarillas limpiando paredes, suelos, sillas, encerados, pupitres, puertas, cristales y ventanas impregnadas de sangre y sesos.

Un arduo trabajo desagradable y mal pagado que se podrían ahorrar estos asalariados si cambiasen las leyes sobre el uso de armas. Cosa que por el momento parece imposible. Y mucho más difícil lo va a ser si ganan las elecciones los ultra conservadores republicanos.

 Esos cuya consigna es dios, patria y armas para desahogarse.

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