Me desnudé emocionalmente ante ella, levanté mis inquietudes, todos mis desmanes, mis motivaciones y mis deseos. Me quedé sin reservas y pese a ello te regalé mi corazón para que me clavaras tus afiladas garras.
Y lo peor de todo, lo más frugal de todo esto es que ni cuenta me di, pues andaba absorto en mis quehaceres cotidianos, amándote a escondidas hasta que mi corazón quedó hecho jirones, estalló en mil pedazos manchando las paredes de sangre y vísceras.
Pasé siete días hospitalizado hasta que me cansé de esperar el alta médica. Traté de curarme del desamor que me ocasionaste hasta que me percaté que el desamor no tiene cura médica y abandoné el hospital a escondidas aprovechándome de la quietud de la noche, con nocturnidad y alevosía burlé el descanso de las enfermeras y celadores.
Salí del frío hospital tan desesperado de ti como cuando entré. Dejaré que mis dañinos pensamientos se vayan por las ventanas, abriré las puertas de mi corazón al igual que las de mi casa y mi coche para que el mal de amores me abandone de una vez por todas y me deje vivir como lo hacía antes de que aparecieras en mi vida para sembrar el caos y el desasosiego perpetuo.
Haré todo cuanto esté en mis manos para que mis pensamientos se vayan junto con el río de lágrimas que mis ojos crearon. Para que rápidamente se esfumen ladera abajo y vayan a parar al océano.
Luego cerraré ventanales y puertas, aspiraré profundo y trataré de concentrarme para auto convencerme de que ya no te necesito porque te he olvidado para siempre.
Te lloré mucho mucho, tanto que en multitud de noches sequé mis ojos, vacié mis párpados y empapé mi almohada.
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