Crimen atroz:
Las estrellas tiemblan asustadas, la oscuridad de la noche
cerrada se convierte en el escondite perfecto del malandrín que ejecuta sus
fechorías a sus anchas sin nada ni nadie que le moleste.
De repente un borracho emerge de entre las sombras que generó la repentina niebla y comienza a
rasgar el vestido de Rosaura, le quita el sostén y aprieta sus firmes senos
como si fueran mantequilla que tuviera que extender en un mendrugo de pan.
La manosea con desenfreno pese a los gritos desgarradores de
la joven. Pero como nadie les interrumpe el sigue erre que erre haciéndola
sufrir. Nadie parece acudir a la lastimosa llamada de socorro, hasta la luna
parece ser cómplice dándose la vuelta como negándose a ser testigo.
Los árboles callan, quien sabe si por miedo a delatar al
agresor pensando en futuras consecuencias. Un gato ha visto la dantesca escena
desde el alfeizar de una ventana cercana, pero amedrentado y sobrecogido por la
escena decide saltar un muro y perderse tras él. Un perro huye despavorido y
los búhos vuelan de un árbol cercano hasta otro más lejano tratando de borrar
la cruel imagen que tuvieron que visionar.
Los gritos y alaridos de la joven vuelven de cristal el
ambiente de la noche y este estalla en mil pedazos. Se produce una reacción en
cadena y se rompen también los cristales de una tienda cercana. El
desvergonzado sujeto sigue metiendo mano a la joven sin pudor alguno y sólo los
primeros rayos de sol parecen disuadirle de continuar perpetrando sus temibles
actos lascivos e inhumanos.
El sol se asoma tímidamente cuando el malhechor huye
despavorido como intuyendo que con la claridad asomarán los testigos. El alba
salvó a la joven de ser violada. Pero el día asoma sin generar alivio ni
esperanza en la joven que clama venganza desde el suelo donde yace desconsolada
llorando de impotencia. Se siente vejada y humillada por lo que decide vengarse
de su agresor. Para ello corre tras los pasos del bandido sabedora que cada
segundo que permaneció en el suelo se ensombrecía la esperanza de aprender a su
agresor y llevarle a los juzgados.
Cada segundo que pasa siente más fuerte en su interior la
imperiosa necesidad de vengarse, la sangre le corre por las venas a gran
velocidad y pronto consigue darle alcance. El malhechor camina despacio,
tranquilo y sosegado, como si estuviera dando un paseo, pareciere que lo que
acababa de hacer lo había hecho más veces y por ello no huía compungido y
atormentado por sus actos.
Cuando la joven le dio alcance se encontraban en las afueras
del pequeño pueblo, le pide que se detenga pero este hace caso omiso sin ni tan
siquiera voltear para mirarla. Continúa caminando a paso lento pero confiado
como quien se dirige al mercado o al trabajo.
De pronto se para tras una casa abandonada y espera a que
Rosaura se aproxime a él. Ella le pide explicaciones y él coge una piedra,
antes de que pueda huir la coge del cuello con la mano izquierda y con la
derecha le atiza una pedrada en la cabeza con la intención de noquearla.
La tira al suelo y comienza a pegarle una retahíla de
pedradas a cual más violenta y vengativa. Con la misma fuerza que empleaban los
primeros pobladores de este mundo para obtener fuego con la fricción de las
piedras.
Los sesos y la sangre de la joven humedecen el seco y
polvoriento suelo. El rocío de la mañana ayuda a refrescar la tierra justo
antes que las primeras gotas de lluvia comiencen a resbalarse de las oscuras
nubes que amenazan tormenta. El agresor continúa su macabro ritual de golpe
tras golpe, la roca que porta en su mano derecha le hace heridas en la mano
pero ni por esas deja de golpear la cabeza de su víctima que ya no emite sonido
alguno. Hace tiempo que ha muerto pero el agresor continúa golpeándola en su afán
de descuartizarle el cráneo por completo.
Cuando logra su cometido se levanta, observa con pasividad
lo que acaba de hacer, lanza la piedra sobre un matorral y se despide del
cuerpo inerte de su víctima con una mirada lacónica e inexpresiva.
Después las gotas de lluvia se alían con el asesino y borran
todo tipo de huellas, saliva, pelos y otras
pruebas que hubieran podido quedar en la escena del crimen. Todos los
fluidos son arrastrados por la fuerza intempestuosa del agua. Las pisadas del
asesino se borran en un abrir y cerrar de ojos. Cuando llega la policía
criminal maldicen su suerte.
La lluvia impide realizar el trabajo de campo a la policía,
apenas ha quedado nada que recoger, no hay vestigio alguno del asesino. Tras
mucho buscar sólo encuentran la piedra con la que destrozó el cráneo a su
víctima que yace muerta a escasos metros.
De las casas del pueblo nacen varios ríos de lágrimas, cada
calle parece ser un afluente de ese caudaloso río de lágrimas que precipitan
los desconsolados vecinos que no consiguen asimilar la noticia. La corriente
principal no es otra que la que mana del cadáver de Rosaura. El lugar
habitualmente seco ahora sacia su sed con las gotas de lluvia, con las lágrimas
de los familiares y vecinos y con la sangre que brota a raudales de la cabeza
de la difunta apedreada.
El revoltijo de sesos, arena húmeda y sangre frustró las
esperanzas y las ilusiones depositadas en la joven para convertirse en estrella
de cine.
Al día siguiente unos vecinos echan tierra en el lugar donde
estuvo el cadáver y plantan flores como tratando de borrar el triste recuerdo
de la muerte. Siembran semillas de árboles y flores para que la vida reemplace
a la muerte, para que el crimen más horrendo jamás acaecido en el pueblo sea
olvidado.
Se persignan y rezan un padre nuestro, escupen al suelo en
señal de dolor y se marchan del frío lugar arrebujados en sus oscuros abrigos.
Todo parece quedar a merced del tiempo, las raíces comienzan a brotar de entre
la tierra ahora semi seca. Parecen alimentarse de sesos y de sangre pues crecen
fuertes y vigorosas a ritmo frenético.
Con el transcurrir de los días las raíces se alargan hasta
el punto que parecen los brazos de la joven tratando de salir de la tierra que
la vio morir para vengarse de su asesino sabedora que anda suelto.
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