viernes, 29 de enero de 2016

El accidente aéreo por colisión de Madrid en 1983.

Accidente por Colisión en Barajas, 7 de Diciembre de 1983

 El accidente registrado el 7 de diciembre de 1983 en el aeropuerto de Barajas -en el que murieron 93 personas es uno de los más extraños acaecidos en Europa. Apenas se informó si la culpa era de uno de los pilotos, de los dos o de los controladores aéreos. Quizás por ser un año en donde hubo otras catástrofes más mediáticas como la del avión siniestrado en Mejorada del Campo este siniestro quedó en un segundo plano y pasó más desapercibido.
Lo cierto es que encontrar noticias acerca del accidente de Mejorada es muy sencillo, pero de este siniestro no lo es tanto. Es un misterio que pasó con el piloto de Iberia, que penas de cárcel se dieron a los culpables y que pasó con los supervivientes.
Apenas quedan testimonios que relaten lo ocurrido y mucho menos supervivientes que hayan querido explicar cómo vivieron esos minutos de agonía antes de salir del avión y alejarse del peligro.  Esto último es hasta cierto punto lógico pues después de una catástrofe de tal magnitud los sobrevivientes suelen guardar silencio.
Si bien con el paso de los años suelen aparecer testimonios, en este caso no fue así. El misterio se acrecenta al no encontrar información acerca de la sentencia contra los imputados. Tampoco se encuentran testimonios de los que colaboraron en las labores de rescate por lo que se creó un manto de silencio en torno a este caso de lo más llamativo, teniendo en cuenta que en los años ochenta no existían leyes de privacidad que evitasen conocer con pelos y señales hasta el más mínimo detalle de cualquier suceso.
Y teniendo en cuenta la envergadura de este siniestro con más motivo debería ser fácil encontrar artículos de semanarios, periódicos y revistas dando información de lo que ocurrió aquel trágico día de diciembre. Pese a todo ello, dedicando muchas horas al internet he conseguido recabar algo de información acerca de lo que sucedió en Barajas.

Los dos comandantes pilotos que sufrieron el accidente  en Barajas a bordo de sus respectivos aviones de Iberia y Aviaco eran amigos, y el superviviente, Carlos López Barranco, fue alumno del fallecido, comandante Augusto Almoguera, en los cursos de adiestramiento aéreo de la base de Jerez de la Frontera.
Durante toda la jornada del miércoles, López Barranco se lamentó de la muerte en el accidente de su amigo y profesor, y preguntó insistentemente por la suerte de la auxiliar de vuelo Carmen Santos Gómez-Acebo, adscrita a su tripulación, en paradero desconocido tras el accidente y cuyos restos fueron extraídos ayer del fuselaje carbonizado del Boeing.
López Barranco, vallisoletano de 43 años, casado y padre de tres hijos, fue sometido a reconocimiento médico. Sufre una artritis traumática en la mano derecha, cuyo dedo anular le fue enyesado, así como cortes en la barbilla y una inflamación en el tobillo izquierdo. Hoy asistirá a una conferencia de prensa.
Augusto Almoguera Pérez nacido en Alicante, era comandante del avión de la compañía Aviaco que aquel miércoles chocó con otro de Iberia en el aeropuerto madrileño de Barajas, tenía 54 años y llevaba volando ininterrumpidamente, primero en el Ejército y luego en la aviación comercial, desde los 19 años.
Distintos pilotos han elogiado en las últimas horas la experiencia y pericia del comandante fallecido, al que en muchos casos han reconocido como la persona que les enseñó primero la profesión y con el que después han compartido como segundos infinidad de vuelos.
El comandante Almoguera, que estaba casado y era padre de cuatro hijos, según ha declarado su hermana en Alicante, había realizado un curso de vuelo sin visibilidad en Estados Unidos, concretamente en Texas, en 1963.

Su carrera había comenzado en 1950, en San Javier (Murcia), donde alcanzó el grado de teniente en la Academia General del Aire. Continuó en el Ejército hasta lograr el grado de comandante, para pasar posteriormente a la aviación civil. Ha sido profesor de pilotos en las academias de Jerez, Sevilla y Salamanca. Según ha manifestado su familia, tenía más de 13.500 horas de vuelo y estaba considerado como el comandante más experimentado de la compañía Aviaco.
El comandante Augusto Almoguera ha fallecido el día de su santo y tres días después de haber cumplido 54 años, según manifestaciones realizadas por sus familiares, quienes han recordado que en su época de escolar su afición a los aviones aparecía reflejada en sus dibujos.
El comandante del DC-9 de la compañía Aviaco accidentado el miércoles en Madrid, Augusto Almoguera, estaba hablando con la torre de control del aeropuerto de Barajas en el mismo momento en que se produjo el choque con el Boeing 727 de Iberia, a las 9-50 horas. Así consta en la cinta magnetofónica que recoge las conversaciones mantenidas esa mañana entre el comandante Almoguera y la torre de control, desprecintada ayer por la comisión investigadora en presencia del juez José Ruiz Ramos, según fuentes solventes relacionadas con la investigación.

El testimonio grabado revela que el controlador solicitó la situación del DC-9 momentos antes del accidente y que, tras unos minutos de conversación y pausa, el comandante Almoguera sólo puede decir: "Sigo sin encontrar...". En ese momento, se escuchan los sonidos estridentes y cruzados de la colisión.
El piloto de Aviaco, Augusto Almoguera, inició un primer contacto con la torre de control cuando su aeronave se encontraba en los hangares de aparcamiento del aeropuerto, dispuesto a dirigirse a la pista de despegue. Después de los trámites habituales, el controlador le pide, también como medida habitual, que reporte (que se ponga en contacto con la torre de control según la jerga empleada en la navegación aérea) cuando se sitúe en la puerta J (Juliet), y que vuelva a reportar en el momento en que el avión llegue al punto conocido como Oscar 5 de la pista de rodadura, la que debió haber empleado si hubiera emprendido la dirección correcto.
Esta segunda petición de puesta en contacto con la torre de control obedece a que otro avión, al parecer un jumbo 747 de Iberia, estaba esperando a que el DC-9 de Aviaco abandonara la pista de rodadura, para realizar el mismo recorrido de aproximación a la pista 01.
Sin embargo, el avión que pilotaba Augusto Almoguera entró por la calle exterior Juliet, la que le conduciría a chocar con el Boeing de Iberia momentos después. El comandante Almoguera entra en contacto con la torre de control empleando la frecuencia de radio de rodadura 121.1 megaciclos, y le comunica que no ha encontrado todavía el punto Oscar5. El controlador responde: "Aviaco uno-cinco-cuatro (el número del vuelo). Reporte su posición exacta en el parque".
El comandante Almoguera le contesta que se encuentra en la rodadura de la pista 01 con rumbo uno-nueve-cero. Este dato indica que, en ese momento, el DC-9 ya estaba, sin saberlo el comandante Almoguera, en la pista de despegue que iba a utilizar el aparato de Iberia. El hecho de haber tenido que realizar un viraje de 45º para situarse en la pista errónea, exactamente los mismos grados que habría efectuado si hubiese estado en la pista correcta, unido a que el rumbo es también idéntico, 190 -ya que la calle de rodadura y la pista de despegue son paralelas-, motivó que el comandante de Aviaco creyese que se hallaba en la situación correcta.
También esto despistó al controlador, confiado igualmente en que la posición era la adecuada. Sólo un dato no encajaba: ¿Por qué no llegaba, si iba bien, al punto Oscar 5, donde debía reportar de nuevo con la torre de control?. Esto mismo le pregunta el controlador, tras una pausa, a lo que el comandante Almoguera responde: "Sigo sin encontrar...". No le dio tiempo a completar la frase.

Radar de superficie

Miembros del Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA) compañeros del fallecido insistieron ayer en que si el aeropuerto de Barajas hubiera contado con un radar de superficie "quién sabe si la tragedia se podía haber evitado, pero siempre queda la duda".
"Esos momentos que perdieron ambos, el comandante y el controlador, intentando explicarse por qué no encontraba en punto O-5, y cuya duración aún no la conocemos,", afirmó uno de los pilotos del SEPLA, "podían haberse aprovechado para que el controlador, que con el radar de superficie habría visto que el DC-9 se había adentrado en una ruta equivocada, alertase del máximo peligro al comandante Almoguera".
De la audición de la caja negra, concretamente del Voice Recorder (grabador de sonido) del Boeing de Iberia, se desprende que uno de los comentarios que realiza el comandante Carlos López Barranco se refiere a las dos potentes luces que se encuentra inesperadamente de frente, correspondientes al DC9. El comandante López Barranco prestó declaración en el Juzgado número 5 de Madrid, encargado del sumario del accidente.
La dirección de Iberia impidió que López Barranco compareciera ante los informadores por entender que podía no estar preparado psicológicamente para enjuiciar lo ocurrido.
 Tras tomar declaraciones a los restantes miembros de la tripulación y al controlador aéreo el juez cerró el caso al entender que el error lo había cometido el piloto fallecido. Por lo que ninguna persona fue imputada y el caso fue sobreseído al no haber indicios de delito.
Tras un largo periodo de descanso obligatorio el comandante López Barranco volvió a pilotar un avión con su compañía de siempre, desde entonces hasta su jubilación no volvió a tener ningún accidente. Veinticinco años después, ya jubilado rompió el silencio y concedió una entrevista a la revista Interviú.
Muchos años sin querer hablar del siniestro pues hubo muchas víctimas y no creyó oportuno remover el pasado. Pero finalmente se atrevió a contestar todas las preguntas que le hicieron con la naturalidad y la tranquilidad del que no tiene nada que ocultar, y menos ahora que ya no está de servicio.
-El primero que se equivocó fue el aeropuerto, que estaba en muy malas condiciones. El piloto del DC-9 falló porque no tenía las indicaciones adecuadas, casi le obligaron a equivocarse. De hecho, a las 48 horas del accidente comenzaron las obras en Barajas. Tuvo que ocurrir una desgracia para que se solucionaran deficiencias”, explica Carlos López Barranco.
“He leído las transcripciones del accidente y el piloto del DC-9 se dio cuenta del error segundos antes del impacto y giró levemente a la derecha. De no haber hecho esa maniobra, el impacto hubiera sido frontal y nos hubiéramos matado todos”, añade.
“Y suerte que el avión que estaba autorizado a aterrizar abortó la operación por la niebla, porque si no la catástrofe habría sido descomunal”, puntualiza Juan José Ochoa Ortiz, segundo piloto. “Los que esperaban para aterrizar dijeron que veían una seta de humo, como si hubieran tirado la bomba atómica”, añade Luis Felipe Luengo Cuéllar, ingeniero de vuelo, que por entonces volaba también en la cabina con los pilotos.
 “La diferencia entre que ellos murieran todos y nosotros no fue que nuestro avión era más grande, pesaba más e íbamos más rápidos”, sentencia el comandante. Los tres de acuerdo.
El ala izquierda del avión de Iberia segó por la mitad al de Aviaco de morro a cola, machacándolo contra el suelo y sin dar posibilidades de supervivencia a ninguno de sus pasajeros. Por su parte, un ala del DC-9 rompió el tren de aterrizaje del aparato de Iberia, que a continuación se partió y quedó envuelto en llamas. Cincuenta y uno de sus pasajeros no sobrevivieron.
“Nunca olvidaré que en el momento del impacto miraba una foto de Humphrey Bogart y Lauren Bacall en la última página del ‘Abc’. Luego recuerdo el ruido, el avión deformarse, el fuselaje abriéndose e ir patinando por la pista”, explica Ángel Barbero, actual asesor del secretario de Estado de Medio Rural y Agua, uno de los pasajeros supervivientes.
“Mi mujer me dijo que estuviera tranquilo, que por probabilidades era imposible que pasara nada porque diez días antes había habido en Madrid un accidente de un avión de Avianca con 181 fallecidos”, recuerda. Barbero viajaba a Roma con una compañera, pero cambió el vuelo dos veces, por lo que en vez de ir juntos, él iba sentado tres filas más atrás.
Ella murió. “Cuando el avión paró salí lo más rápido que pude. Me salvó el cinturón; cuando me desabroché tenía el abdomen negro. La pista estaba llena de charcos con fuego. Todavía tengo unas ligeras marcas de quemaduras en manos y cara. La gente me miraba porque tenía la cara llena de sangre, pero eran sólo dos rajitas de nada”, relata mientras los tripulantes técnicos atienden sin pestañear.
 “Y hablé con el comandante, que tenía una pequeña marca de sangre en el labio”. “Yo sólo tengo mal este dedo (índice derecho), que tengo artritis traumática”, explica el comandante. “El peor parado de los tres fui yo”, explica Luis Felipe Luengo, que acabó con luxación de hombro derecho y rotura de pierna izquierda.
“Lo más impresionante –relata Ochoa– fue que cuando salimos del avión teníamos que echar a la gente porque algunos querían volver a entrar a buscar a sus seres queridos.
De las personas que se salvaron el que más me impactó fue un cura, me impactó por ser uno de los últimos en ser rescatados y por tener las piernas y los brazos quemados. Estuvo muchas semanas en el hospital hasta que finalmente le dieron el alta.
 También recuerdo a una pareja que me llamó la atención: ella con abrigo de piel y tacones y él con gabán. Les pregunté que si iban en el avión y me respondieron que sí”. “Como si fueran de boda, ¿no?”, bromean. “Estarían en la parada esperando al siguiente avión a Roma”, sigue con la broma Luengo.
“La prensa dijo que la gente estaba histérica pero estábamos muy tranquilos, una vez que conseguimos salir del avión y vimos que el personal de rescate comenzaba a sacar a los supervivientes que no habían podido salir por sus propios pies, ¿verdad?”, pregunta el comandante. “Lo más duro era saber que no todos iban a poder salir con vida y pensar en los familiares de las víctimas”.
Todos asienten. López Barranco prosigue: “A mí no se me olvidarán dos cosas: el ruido de una turbina hasta que se acabó el combustible y la imagen del otro avión aplastado completamente, sin fuego, rodeado de niebla”.
Esta no es la primera vez que la tripulación se reúne después del accidente. Los dos primeros años, cada 7 de diciembre, se juntaron “para celebrar no sé muy bien qué”, comenta telefónicamente el azafato del vuelo Francisco Gómez Isern, que no ha podido acudir a la cita. “Celebrábamos que estábamos vivos”, resuelve el ingeniero de vuelo.
 En ese momento recuerdan a María del Carmen Santos, la única azafata del avión que falleció. Y del sobrecargo y de las azafatas Rosa, Ángeles y Sonia Ávila, que dejó de volar poco después del accidente y que ha preferido no acudir a la reunión porque “todavía es doloroso hablar de eso. No me apetece, y menos ahora tras el accidente de Spanair”, explica por teléfono.
Las caras de los cuatro supervivientes cambian cuando se les pregunta por el accidente de spain air, se dijeron muchas tonterías y como en nuestra tragedia es mejor no hacer declaraciones hasta que se pueda saber que fue lo que originó el accidente.
Algunos de los pasajeros figuraron en una primera lista de fallecidos, eran 29 los cadáveres identificados por los funcionarios del Gabinete Central de Identificación, del total de 93 fallecidos. De esos 29 cuerpos, 22 corresponden a pasajeros y tripulantes del vuelo de Aviaco; y 7, al de Iberia.La relación de las personas fallecidas identificadas es la siguiente: Gemma Nistal, José María Gibernau Corachán (segundo comandante del avión), José María Aguirre Solano, Rosa Marroquín Santoña, Eugenio Temes Hernández, Ángel Bagils Villalba, Pedro Martínez, Andrés del Campo Fenoy, Antonio María de Mena Regueira, Jorge Valdés Leal, Felipe Font de Querol, Luis Carlos Martínez Merello-Pintado, Luis Fontecha Romeral, Javier Gómez Marino, Francisco de Asís Menchón López, Ángel Antonio González González, Antonio Rodríguez Matamoros, Enrique Martínez González, Antonio Ortega Ferrández, Ramón Valenciano Suárez, Paola María Fancachetta Tessiroe (azafata) y María Eugenia Muñoz García (azafata), todas ellas integrantes del vuelo de Aviaco.

 

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Respecto a las 51 personas fallecidas del avión de Iberia, a la hora citada sólo se conocía la identidad de 7 de ellas. El fuego hizo que no fuera sencillo identificar los cadáveres: Mercedes Perada García, María Carmen Santos Gómez-Acebo (azafata, la única persona de la tripulación que resultó muerta), Asunción Cavero Moncavit, Antonio González González, José Eusebio Blanco Díaz, Alicia Josefa Merodio y Ahmed Salem Eissa.
La relación definitiva de los 42 supervivientes del accidente es la siguiente: Hassan Aboussan, marroquí; Abi Alón, israelí; Miguel Ángel Alted, español; Ángel Barbero, español; Osant Bercovich, israelí; Magali Bushatsky, israelí; Carlos Cicone, italiano; Mirrimo Colotriano, italiano; Luigi Chianali, italiano; Marisa Donza, italiana; Meharaban Farzanegan; Julia Garrido, española; Ana Gracia Fernández, española; Carlos Giacomuzzi, italiano; Sidney Goltz, estadounidense; Thomas Goltz, estadounidense; Luigi Impligia, italiano; Sami Mohamed Issa; Eturg Kanagawa, japonés; Mitenka Kanagawa, japonesa; Shotchi Kitaoka, japonés; Yoku Kitaoka, japonesa; Francisco Andrés Martínez Domínguez, español; Juan Moreno León, español; Nashairo Nakagawa, japonés; Takako Nakagawa, japonesa; Francesco Nannipieri, italiano; Francis de Rosa, italiano; Seifert, alemán; Manfred Taure, alemán; Clara Valenziano, italiana; Jesús Villar, español, y Jusef Seed Zedech, libio. Los miembros de la tripulación de Iberia que salvaron la vida son Carlos, López Barranco, comandante del avión; Juan José Ochoa Ortiz, segundo piloto; Luis Felipe Luengo Cuéllar, mecánico; Rafael Gallardo Carmona, sobrecargo; Rosa María Palacio García, azafata; Francisco Gómez Isern, auxiliar; Ángeles Toquero Issúa, azafata, y Sonia Ávila Elviro, azafata.
Mejora el estado de los heridos
La mayoría de las personas ingresadas en los diversos centros hospitalarios se va recuperando de las heridas. De los seis ingresados en la clínica Apuleyo, en Coslada, uno de ellos, Juan José Ochoa Ortiz, copiloto del vuelo de Iberia, fue dado de alta ayer y se trasladó a su domicilio. Luis Luengo Cuéllar, mecánico del avión, sigue grave; Angeles Toquero, azafata, pronóstico reservado; Carlos Giacomuzzi, pronóstico reservado; Juan Francisco Moreno León, pronóstico reservado; Félix Villegas, grave. Todos ellos evolucionan favorablemente.
En el Hospital del Aire, donde se encuentran cinco hospitalizados, sólo Miguel Ángel Alter Cigaldo, que sufre traumatismo craneoencefálico, sigue en situación grave. La evolución de los cuatro restantes es satisfactoria. Éstos son Rafael Gallardo Carmona, sobrecargo del vuelo de Iberia; Julia Garrido Sebastián, Mehraban Faraz Ameyan y Sami Mohamed Isaa.
En La Paz permanecen los siguientes heridos: Clara Valenziano, italiana, leve; Saddedch Yusef Seed, libio, leve; María Bonza, italiana, leve; Francisco Andrés Martínez Domínguez, grave; Francis de Rosa, venezolana, grave; Asent Bercovich, grave. Fuentes del hospital indicaron que, salvo complicaciones, no se teme por la vida de ninguno de ellos.



 
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McDonnell Douglas DC-9-32 de Aviaco matricula EC-CGS "Vasco
Núñez de Balboa" siniestrado.
 



Los motores Pratt & Whitney JT8D-9 echaban adelante al aparato en busca de la velocidad de despegue óptima, conocida con cierto humor negro entre los pilotos como el punto del nó retorno por la razón de que si algo saliera mal no habría la posibilidad de realizar aborto de despegue y sólo tienen dos opciones: despegar... o estrellarse, los pilotos miraban atentamente en indicador de velocidad, todo iban bien pero entonces sucedió.



 
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Rescatistas trabajando en los restos.
 

Las escenas eran de destrucción total, los rescatistas no daban crédito a lo que veían, cadáveres que se salían de entre los escombros llameantes, sobrevivientes que intentaban salir de allí, primero vieron a un avión, luego al otro, no sabían por dónde empezar, identificaron al aparato de Aviaco, allí se quedó una parte del equipo de rescatistas a tratar de ver a quién salvaban, pero conforme pasaron las horas se vió que nadie de ese aparato sobrevivió.


Los esfuerzos se concentraron entonces en lo que quedó del aparato de Iberia, allí hallarían con vida a 42 personas entre ellas los pilotos, y de pronto también se habían metido varios reporteros a cubrir las incidencias de aquello, la televisión mostraba las imágenes que tenían literalmente pegados a sus pantallas a los televidentes.


Las investigaciones se inician y desde luego el principal factor a considerar era la espesa niebla dada la hora del accidente (pasaban de las 08:30 de la mañana hora local), y conforme fueron ahondando descubrieron que el capitán del aparato de Aviaco se equivocó terriblemente al meterse a la pista 01 que era justo en donde corría el avión de Iberia.


De hecho al recuperarse los suficiente de sus graves heridas se interroga a los pilotos sobrevivientes del avión de Iberia, éstos recordaron que todo iba bien hasta que vieron unas luces que no tenían por qué estar allí, supieron que se trataba de algún avión que se les había metido en su pista.


Las investigaciones llegan a un punto en que había que culpar a alguien, y pues el veredicto fue en contra del capitán Augusto Almoguera y al primer oficial del aparato de Aviaco por meterse a una pista en lugar de seguir por la calle de rodaje que le correspondía, pero también hubo un fuerte llamado de atención a la administración del aeropuerto de Barajas por la falta de radar de tierra y de señalizaciones adecuadas para casos de niebla extrema, tras esta tragedia las medidas de seguridad propias de un aeropuerto internacional de primer mundo fueron tomadas en Barajas para evitar otro desastre así.



José Bellido, secretario de la comisión, explicó que el ala izquierda del 727 segó toda la estructura del DC-9 "a la altura de los apoyabrazos de los asientos".

Circunstancias influyentes

A consecuencia del violento impacto -el 727 rodaba a cerca de 200 kilómetros por hora-, el aparato de Iberia perdió el ala izquierda y parte del tren de aterrizaje giró 180 grados y se arrastró por la pista a lo largo de 460 metros.
Los aviones llevaban un total de 19.800 kilos de combustible, y el incendio, que se originó destruyó los aparatos y originó la muerte de varias decenas de personas que quedaron conmocionadas en el interior del 727.El informe oficial describe detalladamente las circunstancias que pudieron contribuir al accidente.
El punto en el que se produjo el error tenía en el suelo Varias líneas amarillas -unas repintadas y otras no, según precisó Bellido-, además de una señal con las palabras No entry, que no debió ver el piloto a causa de la niebla.
En Barajas había ese día luces de señalización fundidas en la pista de rodadura y una señal metálica volcada en la que se leía 9-0, cuando debía decir 0-6, pero esas anomalías, según Bellido, no influyeron en el accidente, porque el DC-9 no pasó por la zona.
Ya en la pista de despegue, el IDC-9 recorrió alrededor de 181 metros, a pesar de que las luces de la pista son blancas, mientras las de rodadura son de colores. En un momento determinado, parece que Almoguera debió de ver alguna de esas luces blancas, porque no sólo giró el aparato a la derecha para apartarse de la zona central, no que, cuando desde la torre se le requirió por radio para que diera su posición, el copiloto respondió:
"Mire, en tierra no se ven las indicaciones del Oscar 5 –punto. Por el que debía haber pasado en su recorrido correcto-, estamos rodando con rumbo cero, con rumbo cero diecinueve, con rumbo ciento noventa, perdón, y aparentemente entrábamos en el tramo".
"Bien, recibido. Sí, entiendo, ya está. Un momento, por favor", respondieron, desde la torre. Unos segundos después se produjo el violento choque. En la torre pensaron inicialmente que el 727 había reventado una de sus ruedas y los controladores estaban convencidos de que el DC-9 continuaba su camino por la pista de rodadura.
Lo normal en un caso así hubiera sido ser prudente, esperando que el copiloto terminase la transmisión que estaba realizando y recibiera el permiso de la torre de control para despegar".
 El informe destaca que ni la tripulación del DoC precisó su posición ni el controlador de la pista de rodadura dio el permiso al comandante y al copiloto de Iberia para poder iniciar las maniobras de despegue, y agrega que en Barajas "no había, un plan específico para el rodaje de aeronaves en condiciones de mala visibilidad".
  Entre los fallecidos también estaba José María Cagigal, el dirigente deportivo español más reconocido de su época, fundador del INEF y gran divulgador de la cultura del deporte.
Del otro avión se observó como el techo de la cabina se desprendió y posteriormente quedó completamente aplastado sin que salieran llamas del mismo. Este hecho ayudó a una rápida identificación de los cadáveres.
Fallecieron todos sus ocupantes. Uno de ellos fue el doctor César Llamazares Ortega, eminente nefrólogo que en esos momentos era el director del CMN Marqués de Valdecilla. También falleció la actriz de cine mexicano Fanny Cano a la edad de 39 años que se dirigía a Santander a realizar un retiro espiritual.
En un primer momento, se llegó a decir que en el avión viajaban, entre otros, Severiano Ballesteros, jugador de golf español famoso de la época, y Miguel Ángel Revilla, diputado regional de Cantabria que más tarde llegaría a ser presidente de su región. Sin embargo, este extremo fue desmentido a las pocas horas.

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