Recuerdo a las víctimas
A los pocos días de la muerte y
funeral de Spok, tuvo lugar una concentración en recuerdo de las víctimas del
fascismo, o lo que viene a ser lo mismo, víctimas de los neonazis.
Ese fin de semana Ximo no tenía torneo que disputar con lo cual no tenía ningún impedimento para estar apoyando a los padres de su mejor amigo que les acababa de dejar por tan macabros actos de unos descerebrados.
Por la mañana fue al club a entrenar un par de horas preparándose para el próximo torneo que iba a disputar dos semanas más tarde.
La plaza del ayuntamiento fue el lugar
escogido para celebrar tan simbólico y sentido homenaje a los que ya no están.
Era un sábado desapacible, el viento
soplaba con fuerza, de norte a sur, haciendo incómodo el mirar hacia el
escenario donde iban a relatar algunas personas, la pérdida de sus seres
queridos.
Se cumplía una semana de la muerte del
Spok, y el dolor estaba aún muy presente en los familiares y amigos.
Los sentimientos estaban a flor de
piel, Ximo se encontraba junto a Germán y Daniel, que había tenido la ocasión
de conocer al Spok en varias ocasiones, pese a no estudiar en el mismo
instituto.
Cerca de ellos estaban algunos
compañeros de clase del difunto. Ximo los miraba con desprecio, puesto que
alguno de ellos se había burlado de Spok en incontables ocasiones, unas veces
por sus orejas, otras por su tamaño, o por su vestimenta.
Ahora tenían el descaro de aparecer
por allí, apesadumbrados, como si en verdad sintieran el dolor que padecían los
que realmente le habían apreciado en vida.
Los que habían reído con sus
ocurrencias, los que habían disfrutado de su nobleza, lealtad, compañerismo…
Quienes habían tenido la suerte de
poder disfrutar de cada minuto transcurrido al lado suyo.
Si hay una definición de amigo en el
diccionario esa debería de ser la de una persona que se comportase como Spok,
un sujeto capaz de compartir lo poco que tiene con un amigo.
Un poco de agua en un día caluroso
después de hacer deporte, unos dulces cuando el hambre aprieta, los resultados
de los ejercicios de clase para evitar la reprimenda de un profesor…
Multitud de recuerdos afloraban en la
cabeza de Ximo. No sabía cual escoger como el mejor recuerdo con su amigo
ausente.
Podía ser alguno de los momentos
vividos en las vacaciones pasadas, en la playa de Gandía.
Los partidos de fútbol en el
instituto, los conciertos de Reincidentes, Boikot y los Porretas, los paseos en
bicicleta por el antiguo cauce del Turia, los viajes con el colegio a la
Albufera de Valencia, y a la Sierra del Maestrazgo…
Eran tantos los buenos momentos
vividos con su inseparable amigo que no podía dejar de pensar en él.
El primer día sólo tuvo malos
recuerdos, no podía somatizar el dolor, y tan sólo recordaba el momento de su
muerte.
Pero con el transcurso de los días,
los recuerdos de los buenos momentos vividos en su compañía, habían logrado
apaciguar su dolor.
Ximo era fuerte, quizás no
físicamente, debido a su pequeño cuerpo. Pero era fuerte mentalmente, para ser
un chico de dieciséis años, mostraba una fortaleza mental importante.
Alguno de los hipócritas compañeros de
clase, sollozaban como si hubieran sido grandes amigos de Spok.
Los que antaño le maltrataron, ahora
lloraban. Lágrimas de cocodrilo que demostraban que aparte de patanes, por
comportarse como idiotas con sus chiquilladas, eran unos farsantes y
embusteros.
Como se podía llorar la muerte de alguien
al que se había humillado y vejado en
tantas ocasiones, en que cabeza tan maquiavélica cabía acudir a tan emotivo
acto, habiéndose comportado tan mal con el fallecido.
Era como el hijo que llora la muerte
de su padre, cuando lo único que deseaba era su muerte para desear quedarse con
los bienes del mismo.
Casi tan patético como el asesino que
acude al funeral de la persona que ha matado, para llorar desconsolado, con el
único propósito de no ser considerado sospechoso del crimen.
Tras los discursos iban a tocar los
Inadaptats, banda de Punk subversivo, una de las bandas favoritas del Spok, de
hecho llevaba una camiseta de ellos el día de su muerte.
Esa camiseta y su pulsera con los
colores de la república, fueron uno de los detonantes de su muerte.
El odio tan atroz que sienten por la
gente de izquierdas, les condujo a salir aquella tarde noche de viernes, en
busca de alguna presa que fuera para el concierto, con el fin de demostrarle su
odio.
Sin duda alguna, el concierto iba a
tener un sentimiento de compromiso político fuertemente marcado, por la muerte
de Spok, más de lo que ya de por sí solían tener los conciertos de los
Inadaptats, sin duda alguna, una de las mejores bandas de punk.
Cerca de Ximo se encontraban los
padres de Spok, quienes no dudaron en acercarse a saludar a los chicos, para
fundirse en un emotivo y extenso abrazo, cargado de cariño y afecto.
-Nunca nos dejará, siempre estará con
nosotros mientras no le olvidemos, nadie podrá arrebatárnoslo.-Le dijo Vanesa a
Xisco.
Las gafas de sol ocultaban sus ojeras
por las largas noches sin dormir y por el prolongado llorar.
Serafín se mostraba sin lentes,
también muy afectado por la muerte de su único hijo, pero entero, estoico,
aguantaba la situación como buenamente podía.
Ximo se imaginaba lo duro que debía de
ser para unos padres perder a un hijo a tan temprana edad. Más si cabe si se
trata de su único descendiente.
-No llores más, Spok estará siempre
con nosotros, deseando que no lloremos, sino que sonriamos, que recordemos
únicamente los momentos tan buenos que vivimos junto a él.
-Qué razón tienes, pero qué difícil es
conseguir no llorar en estos momentos tan emotivos.
Vanesa se secaba las lágrimas, al
mismo tiempo que hablaba entrecortada, fruto de la emoción y de lo conmovedor
que le resultaron las palabras de Ximo.
Vanesa era consciente que Ximo, había
sido el mejor amigo de su difunto hijo, con el que más tiempo había pasado, al
que más veces había invitado a su casa, tanto a la de la ciudad, como a la que
tenían en la playa de Gandía.
-¿Vas a subir a hablar, o quieres que
lo haga yo?
-No, quiero hacerlo yo, me he
preparado un discurso que necesito contarlo en público, para sacarme el dolor
que pesa en mi corazón, para expulsar todo el odio que siento en mis entrañas,
porque sólo así lograré sacármelo de encima.
Las palabras de Vanesa fueron
profundas, y Ximo entendió que era ella quien debía subir al escenario. A él le
hubiera gustado subir también, pero desgraciadamente, debido al número de
muertos, sólo podía subir un familiar por difunto.
Por lo menos había podido dedicar unas
pocas palabras a su amigo el día de su funeral. Le supo a poco, pero le sirvió
para aliviar parte del dolor.
Subió al escenario el padre de Aitor
Zabaleta, un joven muerto en las inmediaciones del estadio Vicente Calderón, a
manos de hinchas neonazis del Atlético de Madrid.
Tras sus elocuentes palabras pidiendo
el cese de la impunidad de la violencia, le tocó el turno a Vanesa, que
ascendió la escalinata que le conducía al escenario a paso ligero, decidida a
tomar la palabra.
Con voz temblorosa, impresionada por
la multitud de personas que en silencio aguardaban a escuchar su voz, comenzó a
hablar con la mayor notoriedad que le permitía su estado de nerviosismo.
Era la primera vez que hablaba en
público para tanta gente, muchedumbre que se había congregado a través de las
redes sociales, sin contar con el apoyo y difusión de ningún medio de
información, pese a ello, el éxito de la convocatoria fue abrumador.
Demostrando una vez más que el poder
de la red es cada día mayor, y que por fortuna, el neo liberalismo podrá acabar
con la libertad de prensa, radio y de televisión, pero no con el poder de
convocatoria de internet.
Las nuevas tecnologías si algo bueno
tienen, es que permiten a las minorías que se oiga su voz, que puedan
expresarse aún sin tener medios económicos, con tan sólo contar con un
ordenador y banda ancha.
Todos los medios de comunicación se
prostituyen al servicio del bipartidismo, pero no podrán acallar nuestra voz,
ni impedir que nos unamos en nuestra lucha contra la intolerancia, el desprecio
y el odio. No podrán hasta que consigan matarnos.
Esas fueron las primeras palabras de
Vanesa, tras presentarse como la madre de Eugenio, para continuar diciendo.
Pasaran los años, las décadas, los
regímenes políticos, pero lo que nunca terminará, es el odio al que piensa diferente.
Ese odio que profesan tantas personas
que no dudan un instante en usar la violencia para defender sus absurdas ideas,
sabedores qué son excrementos humanos.
Sólo son comprendidos por quienes profesan la
ideología del odio y del exterminio, es decir, la ultraderecha.
Esa que exterminó a tanta gente
durante la dictadura franquista, y ahora permite que los neonazis sean
considerados como pandilleros poco peligrosos.
Hasta que no sean considerados como
terroristas, seguirán matando y sembrando el odio por las calles del país, en
ocasiones con el beneplácito de la policía, en otras con la impotencia de la
misma, que ve como el gobierno no les apoya en la lucha contra estas bandas de
asesinos.
La lista de los jóvenes asesinados a
manos de neonazis en los últimos años, no para de crecer, a un ritmo muy
superior al de las víctimas de grupos terroristas como Eta, el Grapo o Resistencia
Galega.
A diferencia de estos, los neonazis no
son considerados como terroristas, por lo que sus crímenes conllevan a penas
mucho menores, en ocasiones irrisorias.
¿Pero cómo va un gobierno a declarar
como terroristas, a bandas cuyos integrantes son acérrimos votantes del
partido?
Sería como tirar piedras contra su
propio tejado. En ocasiones estos neonazis no sólo reconocen votar al partido
popular de Mariano Rajoy, sino que tienen el descaro de acudir a festejar sus
victorias electorales, portando sus banderas franquistas.
Sin que nadie se inmute, o les haga
retirar dichas banderas que incitan al odio y a recordar la miseria
intelectual, cultural y económica que vivimos en tiempos de Franco. El gobierno
siente nostalgia de esa triste época.
El partido popular se llena la boca
diciendo que hay que combatir la violencia de los radicales, pero curiosamente,
los únicos grupos considerados como terroristas en España son de ideología de
izquierdas, que pretenden la independencia de su región. Para dejar de formar
parte de un Estado opresor, carente de sensibilidad político-social.
Un Estado liderado por un gobierno que
desahucia a propietarios por unas cuantas mensualidades sin pagar al banco,
mientras despilfarran el dinero de todos los españoles en misiones bélicas en
Siria. Apoyando a los terroristas de Al Qaeda en su lucha por derrocar al
gobierno sirio.
Los mismos terroristas que ocasionaron
los atentados en las torres Gemelas de Nueva York, la matanza en los trenes de
Madrid, y en el metro de Londres, son ahora apoyados por la Otan, de la que
España es pieza clave, aportando infinidad de recursos económicos, materiales y
personales.
Por tanto, el criterio del gobierno es
muy sencillo, todo aquel que me apoye en la lucha contra los gobiernos
contrarios a mi ideología neoliberal es mi aliado, independientemente que sea
un grupo terrorista como Al Qaeda, o como los neonazis en España.
Todo apoyo es válido, aunque provenga
de grupos violentos. Siempre y cuando la violencia sea ejercida por grupos
terroristas que luchen contra nuestro enemigo. Que no son otros más que los
partidos políticos que no profesan la ideología neo liberal, la única correcta
y legítima para los que gobiernan.
Los que osen implantar otra ideología
contraria a la suya deberán ser desplazados del poder mediante un Golpe de
Estado, de no fructiferar este, será legítima toda intervención militar que les
devuelva el poder perdido.
No importa si tienen que morir miles
de civiles para ello, el dolor, la sangre y la muerte estará justificada. No es
tiempo para los pacifistas.
La integridad de España, y por ende
del planeta, pasa por mantener la ideología neo liberal, la única correcta, la
única que debe existir. Ese es el pensamiento de quien nos gobierna, los
neonazis son sus aliados.
Para concluir, sólo pido tres cosas:
La declaración de terrorista a todo
aquel colectivo, o persona individual, que actúe con violencia amparándose en
criterios políticos, xenófobos, racistas o por la orientación sexual.
La ilegalización de todo partido
político que tenga como ideología el fascismo o el nacional socialismo.
La depuración de las instituciones
públicas, tales como cuerpo de policía, jueces y militares. Donde la ideología
radical, xenófoba y racista de sus integrantes, incentiva y alienta la comisión de los crímenes de la ultra
derecha. Siendo cómplices y en ocasiones autores, de tan deplorables crímenes.
Las palabras de Vanesa, hicieron
llorar a Ximo, Germán y numerosos amigos y familiares del joven asesinado hacía
escasos días.
Los asistentes al acto irrumpieron al
unísono coreando el nombre de Eugenio.
Centenares de personas llevaban
camisetas con el retrato de las personas que habían sido asesinadas en los
últimos años.
Carlos Palomino, Fernando Bertolá,
Aitor Zabaleta, David Rodríguez, Ricardo, eran sólo algunos de los numerosos rostros
que por desgracia se podían apreciar en las camisetas de los manifestantes.
Personas anónimas, que por desgracia
habían muerto sin apenas ser nombradas en los medios de comunicación. Dejando a
las claras que a los medios sólo les interesa hablar de los muertos cuando
estos son a manos de terroristas independentistas o marxistas.
Cuando los asesinos son del bando del
gobierno, se corre un tupido velo y aquí paz y después gloria. Se las ingenian
para que no trascienda, para que el grito desesperado de familiares y amigos
quede en el olvido, para que lo sufran en silencio, alejados de los medios.
Cuando Vanesa descendía del escenario
donde expresó sus sinceras palabras, Genoveva González se aproximó al micrófono
para realizar su discurso.
En tono entrecortado por la emoción de
recordar a su hijo fallecido en circunstancias tan similares a las de Spok,
inició su relato ante un silencio sepulcral.
Mi hijo Fernando, fue asesinado una
noche en la que se disponía a salir con sus amigos.
Al igual que Eugenio, mi hijo era un
joven estudiante, cuyo único error que cometió, fue estar en el lugar y en la
hora equivocada.
Acababa de terminar los exámenes de
Junio en la Universidad, donde cursaba segundo de Derecho, estaba muy contento
porque le había ido muy bien ese cuatrimestre.
Por lo que decidió salir a divertirse
con los amigos celebrando el final de los estudios.
Él no era violento, como quiso decir
el alcalde del partido popular de Majadahonda, municipio donde asesinaron a mi
hijo.
Fernando era un muchacho que se
dedicaba a estudiar, a practicar deporte y a salir de vez en cuando con sus
amigos los fines de semana.
Le clavaron un navajazo que le rebanó
el abdomen.
Tras decir estas palabras se echó a
llorar, no podía continuar el relato, los hechos estaban aún muy presentes,
pese al transcurso de los años.
Dos personas del Movimiento contra la
Xenofobia y contra la ultraderecha, consiguieron calmarla para que pudiera
continuar contando el crimen que sufrió su hijo, Fernando Bertolá.
Le dejaron desangrándose en la calle.
Desde el ayuntamiento del municipio, afirmaron que se trataba de una pelea, de
una riña entre bandas.
Pero varios testigos afirmaron que no
hubo pelea, que Fernando iba caminando por la acerca cuando le asestaron la
puñalada, sin que mediara enfrentamiento previo, ni tan siquiera verbal.
Lo único que le dijeron fue, rojo de
mierda, te vamos a matar, justo antes de clavarle la navaja.
Todo por llevar una camiseta con la
bandera de la república, ese fue todo. El mismo motivo por el que mataron a
Eugenio, por el odio ideológico que profesan a la gente que se siente
republicana de izquierdas.
Desde el ayuntamiento rectificaron,
tarde y mal, como casi siempre.
Reconocieron que fue un delito
ideológico, ante los numerosos testigos que lo confirmaron, pero adujeron que
era un hecho aislado, que nunca había ocurrido antes algo similar.
Mentirosos inescrupulosos, en el
municipio habían tenido lugar otros
asesinatos como el de un joven magrebí, a manos de otro chico perteneciente a
un grupo de neonazis. Hecho que también se intentó desmentir desde el
ayuntamiento.
Si tuvieran tanto interés en combatir
estos crímenes tan repudiables como en evitar su difusión, nunca más volvería a
suceder esto.
Sólo os interesaba silenciar estos
lúgubres hechos, para que siguieran llegando inmigrantes a nuestro país, mano
de obra barata que no supieran que en España los asesinos neonazis campan a sus
anchas. Ahora se oculta para evitar la alarma social y evitar el escarnio
internacional que supondría conocer tales hechos.
En ocasiones, cuando algún medio
comprometido con la verdad, saca a la luz estos casos de asesinatos perpetrados
por la extrema derecha, las instituciones se encargan de manipular los hechos.
El gobierno, a través de sus medios
afines, no duda en decir que se trató de un caso de legítima defensa, o que no
eran neonazis quienes cometieron tan repudiables crímenes.
Siempre intentando difamar al medio
que realizó el artículo, tachándolo de oportunista o sensacionalista, para que
la noticia no se extienda, no continúe difundiéndose.
En definitiva, para que nadie pueda
saber la verdad. Para que sólo se oiga su mensaje, de que no existen grupos de
neonazis en España.
Cuando las pruebas son tajantes, y no
dejan margen a ningún género de dudas, los medios se encargan de decir que es
un hecho aislado, que no hay que darle más vueltas. Como ocurrió en Majadahonda.
En ocasiones llegan a decir que eran
personas desequilibradas, que no lo hicieron por odio ideológico, sino por
tener mermadas sus facultades mentales.
La hipocresía de los periodistas llega
hasta tal punto, que se posicionan en el caso, pidiendo al juez el
internamiento del asesino en un siquiátrico, en vez de solicitar la cárcel para
los responsables.
Para evitar que el crimen trascienda,
comienzan a tratar otros delitos, sacando de la hemeroteca si hace falta,
viejos crímenes de bandas independentistas.
Siempre con el firme propósito de dar
a entender, que las únicas víctimas en España, son los asesinados por bandas
segregacionistas.
La información está sesgada,
adulterada, manipulada, para que sólo pueda escucharse su mensaje, quien ose
dar una información contraria a sus intereses, será tachado de anti sistema.
Genoveva tomó aire, bebió un poco de
agua, y tras carraspear en un par de ocasiones, continuó su discurso.
La prensa y la televisión tan sólo
deja expresarse a las víctimas de Eta, obviando de manera cruel e inhumana, que
hay muchas más víctimas.
No nos queda la menor duda, de que en este
país, quienes más persecución sufren son los inmigrantes, los minusválidos, los
mendigos y los jóvenes de izquierdas.
Quienes no pueden salir a la calle tranquilos,
despreocupados, sin miedo a recibir insultos, vejaciones y palizas de los
radicales.
Estos sicópatas, neonazis que poseen
el gen de la violencia incrustado en su cerebro, son protegidos por los medios
afines al gobierno, por ser votantes y simpatizantes del partido popular.
En ese instante no pudo continuar
hablando, la marabunta de personas que había asistido al acto comenzaron a
aplaudir, a corear su nombre.
Genoveva, Genoveva, Genoveva….
Ese mismo partido que gobierna y
alardea de que nuestra democracia es una de las más transparentes del planeta.
No será por la forma de tergiversar
las noticias, por manipular los acontecimientos, por dar información sesgada.
A menudo, se demuestra que quienes se
jactan de ser los más demócratas, son los más dictatoriales, pero siempre de
una forma astuta, sagaz, que no se pueda
apreciar fácilmente.
Se afanan por desprestigiar a los
medios de comunicación contrarios a sus políticas, mediante injurias y
calumnias. Sabedores que una mentira escuchada mil veces, se convierte en una
verdad.
De manera que los medios contrarios al
gobierno, pierden lectores o espectadores y por ende ingresos, de forma que
tienen que cerrar por falta de financiación.
En otras ocasiones, las empresas sólo
apoyan a los medios afines al gobierno, mediante patrocinios y derechos
publicitarios. Con lo cual, el resto no compiten en igualdad de condiciones.
La democracia en España está mermada
por estos y muchos otros motivos que no tengo tiempo para exponer en este
momento.
Pero que me gustaría poder desarrollar
en otra ocasión, con un análisis más detallado, más exhaustivo, para que nadie
pueda tacharlo de populista. Cosa que siempre hace la derecha en este país.
A la verdad le llaman populismo, al
progreso lo llaman demagogia, a la violencia lo llaman daño colateral para
poder permanecer en el poder de manera perpetua.
Fascismo no gracias, las ideas facciosas
se curan leyendo, ilustrándose, dialogando, conviviendo con los que son
diferentes a nosotros.
Cosa que nunca ha hecho la derecha
reaccionaria de este país, ni lo hará nunca. Porque tienen la convicción de que
sólo ellos deben gobernar, si las urnas se lo impiden, emplearán el método de
compra de diputados de otros partidos como hizo Esperanza Aguirre en mayo del
2003 para alcanzar la Presidencia de la Comunidad de Madrid tras haber perdido
las elecciones autonómicas.
Para no dañar la imagen del país
miraron hacia otro lado, cobardes, cómplices del fascismo.
Para terminar sólo pido una cosa:
Mayor transparencia y menos
manipulación de la información. Puesto que las vidas arrebatadas a nuestros
seres queridos, valían tanto como la del resto de personas asesinadas por otros
colectivos, bandas o terroristas.
¿O acaso la vida de un inmigrante, o
la de un joven estudiante de izquierdas, vale menos que la de los señoritos del
partido popular?
Os hacéis las víctimas, cuando las
víctimas somos nosotros, que perdimos a nuestros familiares y no recibimos
subsidio alguno.
Mientras que cuando un miembro del
gobierno sufre un atentado terrorista, la indemnización que percibe es
millonaria, aunque se trate de una lesión de poca monta.
Sinvergüenzas, ladrones, corruptos,
estafadores, manipuladores…
Debemos enterarnos de que son
cómplices de los asesinatos perpetrados por los neonazis, fomentan su
impunidad.
Las miles de personas congregadas
mediante las redes sociales, fanzines, pegada de carteles, aplaudían con vehemencia
mientras Genoveva, visiblemente emocionado se despedía de todos.
Antes de que comenzara el concierto,
subió la madre de Carlos Palomino, el joven muerto en el metro de Legazpi, a
manos de un legionario, al que le bastó un certero navajazo directo al pericardio para arrebatar
la vida de Carlos.
Su madre aprovechó la ocasión que se
le brindaba para hacer hincapié en el hecho de que en la práctica totalidad de
los asesinatos, se había empleado como arma homicida una navaja de grandes
dimensiones.
Por lo que pedía la prohibición de
vender navajas de ese tamaño, para evitar futuras reyertas en las que se
pudieran vivir otros episodios similares a los sufridos por sus familiares.
Evitemos más muertes de personas
inocentes, cuyo único error cometido sea transitar por la misma acera que su asesino.
Porque para matar a alguien se
necesita un arma, si no hay armas no habrá asesinatos, o al menos se reducirán
cuantitativamente los mismos.
Es una obligación de nuestras
autoridades evitar el uso y la proliferación de armas blancas, que actualmente
se pueden conseguir fácilmente, hasta por menores de edad.
En todas las ciudades del país hay
tiendas donde se pueden adquirir machetes, navajas y otros tipos de armas
blancas a un bajo coste.
La solución no estriba en gravar el
precio de dichas armas, si no en impedir su comercialización y difusión.
Hasta el punto de sentenciar con penas de
cárcel a quien las venda de manera ilegal, o a quien ose llevarlas por la
calle.
Las autoridades deben dejar de mirar a
otro lado y afrontar este grave problema que nos afecta desde mucho tiempo
atrás.
La policía tiene que poner más énfasis
en proteger a nuestros jóvenes de las bandas de neonazis, que todos los días
salen a la calle portando armas blancas y desafiando a todo viandante que no
sea de su agrado, ya sea por su vestimenta, color de piel, o limitaciones
físicas o psíquicas.
Es una vergüenza que sucedan estos
hechos tan deplorables con tanta frecuencia en nuestro país, y no se tomen
cartas en el asunto.
¿Qué poder tendrá esta gentuza, para
que los gobiernos no hayan sido capaces de evitar tantos asesinatos perpetrados
por estos niñatos tan bien organizados?
Tal vez el hecho expresado
anteriormente, de que son fuente inagotable de votos para el partido popular.
Tal vez el miedo a que si se les
amenaza, pueden surgir brotes de xenofobia y radicalismo más acuciantes.
Yo me inclino a pensar que es una
mezcla de las dos suposiciones, y del hecho de que no somos sus víctimas, por
lo que no les interesamos lo más mínimo.
No gobiernan para todos, no hacen
leyes para proteger a todos los ciudadanos, si no tan sólo para proteger sus
intereses partidistas, para perpetuarse en el poder de forma maliciosa, sucia y
rastrera.
Tan rastrera como la forma en que
actúan los neonazis a quien defienden y protegen, por la espalda, con
premeditación, empleando el ensañamiento
y la alevosía en todas sus agresiones.
Los aplausos impidieron que pudiera
continuar hablando, su pulso le temblaba, el papel que portaba en las manos no
paraba de tambalearse.
Tras comprobar que ya había dicho lo
más importante que quería decir, visiblemente emocionado hizo ademán de
abandonar el escenario.
Uno de los organizadores le recordó
que se le había olvidado cerrar el discurso con la petición final que todos los
oradores habían realizado.
La mujer, regresó al lugar donde se
encontraba el micrófono, para terminar diciendo:
-Pido que prohíban la venta y uso de
armas blancas, y no solicito nada más, porque soy consciente de que no me van a
escuchar. Nuestros problemas no merecen ni ser escuchados para los que nos
gobiernan.
Es tan infructífero como hablar con
una pared, un esfuerzo baldío, que merma nuestras esperanzas puestas en que las
cosas cambien, al mismo tiempo que multiplica y exacerba nuestro dolor.
Tras aquellas sentidas palabras
abandonó el tablado para que se pudieran dar por finalizadas las disertaciones
y dar paso a la música.
Los artistas comenzaron a colocar sus
instrumentos para proceder a realizar la prueba de sonido.
La gente mayor fue abandonando la plaza,
los jóvenes aguardaban impacientes la puesta en escena de la banda de punk para
poder dar rienda suelta a sus emociones.
Entre los muchachos que permanecían en
la plaza, a la espera de que comenzara la actuación musical, se encontraban
Jacobo y Anastasio, dos sujetos que años atrás, habían sido los precursores del
bulling en el colegio de Ximo y Spok.
Varios habían sido los métodos
empleados para humillar a los compañeros que consideraban más débiles,
inocentes o vulnerables, para saciar su apetito de emociones fuertes.
En ocasiones, cogían a su víctima por
las piernas y brazos para conducirle hasta la canasta de baloncesto.
El joven estudiante a menudo gritaba
desesperado, pidiendo ayuda de algún profesor o compañero que sintiera lástima
y se compadeciese de su situación.
Pero sus gritos y alaridos eran en vano, no se
sabe bien si por el bullicio de los demás alumnos, o si a consecuencia de la
apatía y pasividad del resto de personas.
Lo cierto es que el bulling pocas veces era
impedido por algún alma solidaria.
Una vez allí, el muchacho recibía
reiterados golpes en la zona pélvica, tras ser desplazado por sus compañeros
hacia el poste que sostiene la canasta.
Siempre con las piernas completamente abiertas
para poder efectuar correctamente el golpe.
Otras veces recurrían al paredón,
también conocido coloquialmente como tiro a quemarropa.
Esta práctica consistía en colocar al
estudiante en una pared, para proceder a pegarle balonazos con pelotas
generalmente de baloncesto, dado que son más duras que las de fútbol.
A veces su ingenio no daba para más, y
optaban por métodos más sencillos, como pegar patadas y collejas al alumno más
vulnerable, que encontraran en ese preciso instante.
Mientras algunos desaprensivos le pegaban,
otros se encargaban de grabarlo con el teléfono para posteriormente proceder a
difundirlo por todo el colegio, llegando incluso, en ciertas ocasiones a
colgarlo en internet.
Más penoso si cabe que estas
prácticas, era el hecho de que los maestros encargados de vigilar los recreos,
no eran capaces de reprimir e impedir
tan bochornosas actuaciones.
A menudo era Don Fausto, el encargado
de vigilar los recreos, momento y lugar en los que era más frecuente que
tuviera lugar alguno de estos lamentables hechos.
Don Fausto oteaba al principio del
receso de un lado a otro, tratando de atisbar algún comportamiento poco ético
de sus alumnos.
Cuando se aburría, generalmente muy
rápido, se ponía a leer un libro. Normalmente era la Biblia o el Nuevo Testamento,
le gustaba hacerlo en latín, para perfeccionar su dominio del idioma.
Ensimismado con la lectura del
evangelio. Don Fausto rara vez atisbaba a percibir un episodio de bulling para
poder reprender a los malhechores alumnos.
Su avanzada edad, su corta vista y mal
oído, no le hacían el más indicado entre el profesorado para erradicar las
malas conductas adoptadas por aquellos infelices niños, que convertían el patio
del colegio, en un tablero de maquiavélicos juegos y torturas.
Pocos eran los impúberes que empleaban
el recreo para conversar y tratar de manera coloquial y pacífica, habitualmente
el patio se tornaba en un campo de batalla donde quemar adrenalina.
Ximo recordaba aquellos episodios de
torturas y vejaciones que padeció Spok por culpa de unos cuantos indeseables ex
compañeros de clase, que inexplicablemente se habían dado cita aquella tarde,
ya convertida en noche.
-Mira tú, continúan aquí Anastasio y
Jacobo.
-Vaya pájaros, no tuvieron respeto
alguno por el Spok cuando eran sus compañeros, y ahora tienen la desfachatez de
aparecer para recordarle.-Contestó Germán.
-Para recordar las vejaciones a las
que le sometieron será.-Comentó Ximo, visiblemente indignado.
-Pues sí, porque otra cosa no creo que
sean capaces de recordar de Spok esos infelices.
-Cuando comience el concierto voy a
empujarles y pisotearles, aprovechando la confusión y el anonimato que deparan
las masas de gente.
-Buena idea, me apunto a ello.
El batería del grupo dio el visto
bueno al resto de componentes para poder comenzar el concierto.
Se habían hecho de rogar bastante, sin
dudad alguna, pretendían que todo saliera a la perfección en un escenario como
ese, delante de tanta gente y con tantos vatios de sonido.
Era una ocasión inmejorable para darse
a conocer y realzar su carrera musical, al mismo tiempo que una oportunidad
para poder deleitar a sus fans.
La primera canción vino aparejada con
los primeros empujones y bailes de la noche.
Ximo y Germán no perdieron de vista a
sus ex compañeros de colegio, para posicionarse a escasos metros de los mismos,
un poco detrás de ellos.
En la primera ocasión que se terció,
aprovecharon para pegar un par de punterazos y varios codazos a los dos jóvenes
que no pudieron percatarse de quien les había propinado tales golpes.
Anastasio se volteó para intentar dar
con la persona que le había agredido, con escaso éxito.
Ximo miraba al escenario y daba saltos
como si únicamente estuviera pendiente de la música, pero con el rabillo del
ojo izquierdo, no perdía de vista en ningún instante a su presa.
Muy cerca de él se encontraba Germán,
que hacía lo mismo con Jacobo, que anonadado miraba alrededor suyo, buscando al
sujeto que le asestaba golpes de infraganti.
Al cabo de un rato, Anastasio decidió
salir de entre la marabunta de gente que se agolpaba cerca del escenario, para
dejar de recibir la extraña golpiza, que en un primer momento pensó que era
involuntaria, pero que luego entendió que era premeditada.
En ese instante, Jacobo se percató de
que era Germán quién le estaba friendo a palos, por lo que se encaró con él,
iniciando una tangana entre el bullicio, sin que la gente prestara el más
mínimo interés en la refriega.
Ximo impidió que Anastasio se escabullera
de aquella zona. Para ello tuvo que agarrarle con fuerza, pues el verraco se
mostraba encolerizado, y como un toro bravo, comenzó a zarandear de un lado a
otro a su oponente.
En uno de esos forcejeos Ximo recibió
un puñetazo de Anastasio, que aprovechó para huir al contemplar que su
adversario había quedado noqueado tras recibir el certero derechazo.
Ximo reaccionó rápido, salió del
estupor y comenzó a gritar a los cuatro vientos que le detuvieran, que era un
nazi.
La poca gente que consiguió escuchar a Ximo entre el fragor de
la música, se quedó sorprendida por aquellas palabras, finalmente una persona
le hizo caso y detuvo a Anastasio hasta que Ximo le pudo dar alcance.
En esta ocasión fue Ximo quien golpeó primero,
le asestó un puñetazo en el pómulo derecho y unas cuantas patadas buscando los
genitales de un Anastasio que se defendía como buenamente podía.
Varias personas agarraron a Anastasio,
al oír que Ximo continuaba diciendo que se trataba de un facha, amigo de los
asesinos de Spok.
Estas acusaciones eran falsas, a decir
verdad, Anastasio no sólo lo era amigo de la pandilla basura, ni tan siquiera
conocía a ninguno de sus componentes.
Quizás por eso, al ver que la pelea
era desigual, y que Anastasio se estaba llevando un serio correctivo, Ximo
decidió zanjar la pelea.
El correctivo estaba siendo un tanto
desmedido, teniendo en cuenta el paso de los años que habían transcurrido desde
la última vez que Anastasio humilló al Spok, por lo que Ximo decidió que ya era
suficiente castigo el que este sujeto había recibido.
-Yo no soy facha, jamás le hecho nada
a nadie.-Gritaba Anastasio desde el suelo, donde se cubría a duras penas de las
patadas que recibía.
-Parad, parad, ya es suficiente.-
Decía Ximo a los otros dos jóvenes que le habían apoyado en la golpiza,
tratando de calmar su furia.
-Pero vamos a ver, es facha o no es
facha.-Decía uno de los jóvenes respirando profundamente, aturdido y confundido
por las palabras de uno y otro.
-Es un facha de los de poca monta, se
dedicaba a humillar a Eugenio en público.
-Yo nunca le hice nada a Eugenio, por
eso estoy aquí, he venido a despedirme de él, que en paz descanse.
-Tú si que no vas a terminar en paz
como sigas siendo tan hipócrita, lárgate de aquí si no quieres recibir un mayor
escarmiento, desgraciado, infeliz, malnacido.-Le gritaba Ximo mientras
contemplaba como se alejaba Anastasio
adolorido.
Mientras tanto Germán y Jacobo habían
caído al suelo como consecuencia de la pelea y de los empujones involuntarios
de las masas de gente que se agolpaban a escasos metros del escenario.
Un bosque de piernas les impedía
levantarse, no había espacio alguno para incorporarse desde el suelo.
Germán ya sentía que se le acababa el
aire. Desde allí abajo apenas se oía la música y los gritos de la gente que
cantaba la canción que interpretaban los músicos desde el tablado.
Germán pedía ayuda desconsolado,
tragando el polvo que batían los allí
congregados en cada movimiento que hacían.
Nadie parecía percatarse de que había
dos personasen el suelo tratando de levantarse sin éxito.
De pronto, cuando Germán parecía poder
levantarse apoyándose en las piernas de uno de los jóvenes que tenía a su par,
Jacobo se apoyó sobre él, y consiguió erguirse hundiendo a su adversario.
Germán volvía estar en el suelo, sin
posibilidad alguna de levantarse, puesto que Jacobo y la muchedumbre
congregada, le impedían hacerlo.
Un gran número de piernas le seguían
golpeando en todas las partes del cuerpo, algunas de ellas, provenían de
personas que calzaban botas de estilo
militar, con punta de acero.
No obstante, el dolor de los puntapiés
no era lo que más le hacía sufrir a Germán. Si no la imposibilidad de
levantarse por sus propios medios.
Dependía de que alguien percibiese su
presencia y pudiera levantarlo sin que Jacobo lo impidiese.
Era muy difícil que esto sucediese,
dadas las circunstancias de la aglomeración que se vivía en aquel momento.
Germán ya sentía que se quedaba sin
aire, tan sólo había podido respirar un poco antes de caerse por segunda vez, a
consecuencia del empujón de Jacobo.
Se aferró a una persona haciendo un
último esfuerzo, sacando lo poco que le quedaba de sí.
En ese instante, la persona en
cuestión consiguió hacer un pequeño espacio para intentar levantar con sus
brazos a Germán.
Pero Jacobo que andaba a la par suya,
le impidió que lo hiciera golpeando a Germán en el abdomen mientras empujaba al
otro joven para que no pudiera continuar ayudando al amigo de Ximo.
Tras ese fatal momento, Germán perdió
la consciencia, ya no era nada más que un pelele, un juguete roto que se mecía
a la deriva en aquel inmenso bosque de piernas, zapatos deportivos y botas con
punta de metal.
Permaneció en esas condiciones por
unos instantes más, hasta que por fin terminó la canción.
Con el cese de la música se hizo un
espacio, momento en el cual varias personas lograron sacar a Germán del suelo.
Parecía demasiado tarde, su cuerpo inerte y la
inexpresividad de su rostro hacían
presagiar lo peor, daba la impresión que había fallecido.
Presentaba síntomas de asfixia, a
juzgar por sus labios hinchados y sus pómulos un tanto morados.
Lo sacaron entre dos personas de la
marabunta, pidiendo a gritos una ambulancia.
Ximo había estado buscando a su amigo
tras dar por finalizada su refriega con Anastasio, no le encontró hasta que vio
a los dos jóvenes cargar con su pesado cuerpo a duras penas.
Momento en que se acercó a ellos con
el teléfono en la mano y marcando desesperadamente el número de emergencias.
Para entonces, Jacobo había aprovechado
la confusión y el desconcierto generalizado que se vivía en aquel momento, para
salir huyendo en dirección contraria a la que tomaron quienes llevaban en
volandas a Germán.
Nadie le retuvo, puesto que nadie supo
que había impedido levantarse a la persona que yacía inerte. De manera que pudo
huir sin tener que correr.
Lo hizo tranquilo, como quien se
retira del tumulto para ver el concierto desde una zona más tranquila, sin
levantar sospechas pese a estar manchado de polvo y con la camiseta rajada.
Cuando se percató de que tenía rota la
camiseta y de que Anastasio no se encontraba allí, abandonó la plaza.
Ahora lo hacía a marchas forzadas, con
el miedo en el cuerpo pensando que podía ser perseguido por Ximo o por alguien
que le hubiera visto golpeando a Germán.
Tras doblar la calle, paró al primer taxi que encontró vacío para
huir del lugar poniendo rumbo a su casa.
El taxista se sorprendió por la
deplorable imagen que presentaba su cliente, con total indiscreción le preguntó
lo siguiente:
-Que te ha pasado, parece que te han
zarandeado como a un muñeco de trapo.
-Nada que sea de su incumbencia, le
agradecería que condujera y se callara.-Contestó de forma arrogante Jacobo,
mientras se quitaba una colilla que se había quedado adherida a su maltrecha
camiseta, la cual ya no era nada más que un guiñapo, un viejo trapo con el que
fregar suelos.
A los dos minutos de huir Jacobo, la
ambulancia que había sido llamada por los servicios de emergencia, hizo acto de
presencia.
Rápidamente, descendieron de la ambulancia dos
trabajadores del Samur que se encargaron de meter a Germán en la camilla en un
santiamén.
Una vez ya dentro del vehículo, le
dieron respiración artificial, tras unos minutos en los que permanecieron en el
lugar, rodeados de multitud de personas que habían perdido el interés en el
concierto y se agolpaban en el lugar, ansiosos por saber lo que había ocurrido,
emprendieron la marcha hacia el hospital.
Ximo se retorcía del dolor y del
sufrimiento, asistía sin dar crédito a lo que veía, otra vez la mala suerte se
cebaba con sus amigos.
Lo que debía ser un pequeño
escarmiento a dos de sus ex compañeros de clase, para vengarse de las fechorías
que le provocaron a su difunto amigo, había salido fatal.
Les había salido el tiro por la
culata, como coloquialmente se dice.
Ximo continuaba atónito, perplejo, se
frotaba con insistencia los ojos, no era un mal sueño ni un deja vu.
Otra vez el ruido de la ambulancia, la
camilla, los del Samur pidiendo a la gente que se retiren, el ruido de la
sirena de la policía, la muchedumbre agolpándose para saber qué diablos había
pasado…
Todo era igual que ocho días atrás,
parecía calcada la situación, otra vez la mala suerte y el infortunio se
cebaban con sus amigos.
Seguía con interés y preocupación a partes
iguales las labores de asistencia de los miembros del Samur.
Encolerizado, con el pómulo hinchado
por el puñetazo que Anastasio le había propinado minutos antes, pensaba lo
peor, y es que las desgracias nunca
vienen solas.
Aquello en lo que pensaba, no era otra
cosa sino la posibilidad de que el escarmiento a los malhechores, pudiera
terminar con la muerte de otro amigo, esta vez de Germán.
Antes de que se fuera la ambulancia la
policía llegó a la plaza. El copiloto se bajó del auto y observó la situación
con detenimiento.
Tras observar que no había ningún
conato de violencia, que tan sólo había personas que pretendían saber lo que
ocurría, pidió que le informaran acerca de lo sucedido.
Ximo no tuvo más remedio que acercarse
al policía junto a los dos chicos que sacaron a Germán del tumulto para dar su
versión de los hechos.
Su relato contradijo a lo explicado
por los dos jóvenes, cosa que no gustó a la pareja de policías.
Sostenía que Germán había sido víctima
de un enfrentamiento con dos chicos llamados Jacobo y Anastasio, quienes
comenzaron a golpear a la víctima sin que esta les hubiera hecho nada
previamente.
Contó que también él había sido
víctima de los golpes de aquellos muchachos, quienes habían huido del lugar
hacia escasos minutos.
Los policías anotaron las
declaraciones de los tres testigos, todo cuanto dijeron estos, fue recogido en
el atestado.
Para aquel entonces Ximo ya sabía muy
bien como le gustaba a la policía que se hicieran las declaraciones. Escuetas y
sencillas, sin rodeos.
Aportó los nombres y apellidos de los
dos presuntos agresores, ante el silencio cómplice de los otros dos jóvenes,
que se limitaron a decir que no había apreciado esa disputa previa, debido al
tumulto existente.
Una vez que los policías se marcharon,
Ximo comenzó a llorar, la angustia no le permitía salir de su ansiedad.
Otra vez debía acudir al Hospital de
la Fe. Otra vez le tocaba llamar a padres de la víctima y a su madre también,
para que no se preocupase por no llegar a casa.
Mientras esperaba la llegada del
autobús que le condujese al hospital, analizaba las palabras de su madre.
No le creyó cuando le dijo que no
habían hecho nada, que habían sido víctimas de otro ataque.
Natalia se encolerizó, diciéndole a su
hijo que no debía salir más de casa los fines de semana, puesto que no sabía
hacer nada más que meterse en reyertas y enfrentamientos con descerebrados de
tres al cuarto.
Hubiera sido más fácil decir que
Germán se cayó al suelo sin que le hubieran empujado, sin mediar pelea alguna.
A esta conclusión llegó cuando buscaba
el número de teléfono de los padres de Germán, a quienes únicamente les contó
que su hijo se había tropezado en un concierto quedando inconsciente.
Los padres de su amigo le hicieron
varias preguntas pidiendo más detalles de los hechos, a los que Ximo respondió
que no sabía nada más, puesto que había mucha gente entre ambos.
Por fin llegó el autobús, Ximo se dejó
caer sobre uno de los asientos del fondo.
Estaba triste, compungido, no sólo por todo lo
acontecido, sino por haber dado tres versiones diferentes de los hechos.
No le gustaba mentir, sabía que se
había equivocado al hacer una declaración adulterada y artificiosa a la
policía.
Pero lo hizo con el único propósito de
cubrirse las espaldas ante una hipotética declaración de Anastasio o de Jacobo,
en la que sostuvieran que fueron objetos de patadas y codazos.
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