Incendio de Mesa Redonda
El Incendio tuvo lugar en una zona céntrica de Lima conocida como "Mesa Redonda" la tarde del sábado 29 de diciembre de 2001 a las 19:15 horas. En el lugar ocurrió un pavoroso incendio que, contabilizando cifras oficiales causó la muerte de 277 personas, si bien se estima que la cifra de muertos fue superior a las 500 personas al no considerarse centenares de desaparecidos, y restos humanos no identificados.
Mesa Redonda es como se conoce a una zona del Centro histórico de Lima en torno a las calles Andahuaylas, Cuzco y Puno, en el Cercado, el sector denominado Barrios Altos, una de las partes más antiguas de la ciudad y cuyo urbanismo sufre de un gran deterioro. En los últimos años ha surgido en esta zona un pujante comercio basado en economía informal cuya principal atracción para el público es la de ofrecer precios más bajos que en otras zonas de la ciudad. Este comercio se desarrolla tanto en tiendas y "galerías comerciales" superiores e inferiores, como en puestos callejeros informales. En esta zona el comercio, además, aumenta con motivo de la Navidad. Sin embargo a pesar de la prohibición expresa, también se vendía material pirotécnico, el cual era almacenado sin reunir las más mínimas medidas de seguridad.
El
incendio
A las 19.15 horas del 29 de diciembre de 2001 la demostración de un artefacto pirotécnico hecha por un vendedor informal desató un incendio en una tienda del jirón Cusco, cerca al cruce con la calle Andahuaylas, la acumulación de cajas conteniendo cohetecillos en tiendas vecinas generó una serie de explosiones en cadena que a su vez ocasionaron el rápido incendio de gran cantidad de material inflamable (plásticos y papeles).
El fuego destruyó cinco galerías comerciales en el cruce de las calles Andahuaylas y Cusco y se extendió velozmente a las cuatro manzanas vecinas, ayudado por la concentración de pirotecnia en las tiendas, pasillos, e incluso en las aceras de las calles. La zona comercial afectada, conocida como Mesa Redonda estaba identificada como una zona de muy alto riesgo por su extendida aglomeración, hacinamiento y sobreocupación de mercadería; se sabía que en el lugar se almacenaban unas 900 toneladas de pirotécnicos, que al incendiarse causaron una tormenta ígnea donde quedaron atrapados centenares de personas.
El hacinamiento mayor aún en aquellas fechas donde los transeúntes realizaban sus compras navideñas dificultó en extremo la evacuación de las tiendas, donde multitud de comerciantes y compradores quedaron atrapados por el fuego y el humo, pereciendo varios cientos por asfixia. Los automóviles fueron abandonados por sus propietarios en las citadas calles, quienes huyeron aterrorizados por el velocísimo avance del incendio complicando aún más las labores de los bomberos. Se necesitó que acudieran compañías de bomberos de otros distritos diferentes de Lima para extinguir el incendio, dado que los bomberos del cercado no daban abasto para sofocar las enormes llamas que trepaban con rapidez por los edificios de la zona. Los primeros en acudir a la zona fueron los bomberos de La Victoria, luego llegaron los de Breña y finalmente los de Jesús María y los de Lince, pero cuando esto ocurrió eran ya las 23.00 horas y para entonces las víctimas de las implacables y descontroladas llamas se contaban por centenares..
El evento causó la muerte de 277 personas, 247 resultaron heridos de los cuales 137 sufrieron quemaduras, 45 asfixia y 38 politraumatismos, se reportaron 180 desaparecidos, las pérdidas materiales alcanzaron unos diez millones de dólares. En la zona central del incendio se habrían producido temperaturas de hasta 1200 ºC lo cual carbonizó a las víctimas, una bola de fuego de 800 ºC se desplazó por la calles atrapando personas y vehículos como si de una película de Hollywood se tratase. La investigación preliminar demostró que hubo negligencia de autoridades, comerciantes y compradores, y que se produjo un total incumplimiento de las normas de seguridad a pesar de las repetidas denuncias que los bomberos habían interpuesto meses antes de la catástrofe como prediciendo lo que desgraciadamente iba a ocurrir la navidad de aquel año.[]
Muchos limeños disfrutaban de unos días de descanso antes de la llegada del nuevo año. Los jóvenes y no tan jóvenes salían de las salas de cine, las mujeres compraban ropa de verano en la multitud de comercios que se aglutinan en esas céntricas calles, los vendedores ambulantes se hartaban de vender helados, refrescos y anticuchos a las masas hambrientas y sedientas que pululaban por las angostas aceras distraídas y ensimismadas mirando los escaparates de las innumerables tiendas y comercios.
Todos eran ajenos a la tragedia que se iba a cernir minutos después sobre aquellos desdichados viandantes que tuvieron la mala suerte de encontrarse en el lugar y en la hora equivocada para su desgracia.
La tarde había sido espléndida, había hecho una temperatura exquisita y el cielo limpio y despejado no hacía presagiar la desgracia que se avecinaba sin previo aviso. El sol se había puesto hacia aproximadamente media hora dando paso a una tranquila y apacible noche de verano donde los chibolos jugaban con sus trompos, balones y con sus juegos pirotécnicos como cualquier otro día de navidad. Fue entonces cuando un espectáculo dantesco tuvo lugar de repente, sin que nadie se imaginase que los cohetes, los morteros y la basura acumulada en las aceras pudieran ser tan peligrosos y cobrarse tantas vidas.
Las llamas brotaron de la nada como por arte de magia, aquello parecía una combustión espontánea que derivó en el incendio que más vidas se ha cobrado en América Latina de todos los tiempos.
Miles de personas trataban de huir despavoridas de la zona para salvar sus vidas de las llamas que crecían descontroladas. Centenares de personas no tuvieron tiempo de huir, a otros le faltó espacio dado que la muchedumbre se tropezaba e impedía así que huyeran los que se encontraban detrás.
Se formó un cuello de botella en algunos establecimientos y comercios de manera que las llamas calcinaron estos lugares con los clientes a dentro sin tener opción de salir al exterior ni tan siquiera para respirar por última vez antes de fallecer abrasados por las feroces llamas.
Los que tuvieron mayor suerte y consiguieron abandonar dichos establecimientos y llegar a las calles aledañas libres del irrespetuoso fuego lloraban y gritaban desconsoladamente al contemplar como las llamas calcinaban a quienes no habían tenido tanta suerte.
Esa noche Lima lloró de dolor vertiendo tantas lágrimas como litros de agua vertieron las mangueras de los bomberos intentando sofocar cada una de las llamas que crecían en las calles, aceras y edificios de Mesa Redonda.
Al día siguiente comenzó el recuento de los muertos y de las personas desaparecidas, así como la evaluación de los daños materiales causados en tiendas, hogares y servicios públicos.
Las imágenes de la batalla contra el fuego hablaban por sí solas, un lugar lleno de cenizas humeantes, restos de carros, motos, papeleras, contenedores y señales de tráfico calcinadas por todas las esquinas. Los cadáveres de las personas delataban cuales fueron sus movimientos momentos antes de fallecer calcinados.
Unos se encontraban en las salidas de los locales tratando de huir de las llamas, otros se encontraron en las aceras tras morir presumiblemente de asfixia y otros dentro de sus vehículos, no se sabe si dormían en ellos, esperaban a alguien o simplemente se les puso el semáforo en rojo en el momento en que fueron engullidos por las llamas.
Por otro lado, los perros, los gatos y las palomas tampoco lograron escapar del fuego, multitud de estos indefensos animales aparecieron calcinados en las calles de Mesa Redonda en los días venideros a la peor tragedia que se recuerda en los últimos años en la ciudad de Lima.
Mientras tanto los heridos se aglutinaban en las camas de los hospitales, médicos y enfermeras no daban abasto con lo que se les venía encima. Los familiares de las víctimas se agolpaban en las salas de espera de los hospitales aguardando la pronta recuperación de sus seres queridos.
Las colas en la Morgue eran enormes, rostros de desconsuelo, terror e indignación de personas que rezaban por que sus hijos y familiares no estuvieron muertos en las estancias de aquellas tétricas instalaciones.]
Tras el suceso, se endureció la vigilancia en la venta de material pirotécnico, se prohibieron multitud de cohetes, sobre todo de los que mayor peligro de soltar chispas ocasionaran. También se decretó la prohibición de la venta de pirotécnicos en "Mesa Redonda". En 2008 se inició el proceso judicial sobre el caso. A pesar de los centenares de muertos, lesionados, y desaparecidos los tribunales peruanos nunca llegaron a determinar responsabilidades por el caso, habiendo pasado más de 11 años.
Algunos medios informaron que las llamas se propagaron por la quema masiva de morteros y otros materiales pirotécnicos, otros dijeron que se debió a la falla de algún aparato electrónico como los aparatos de aire acondicionado, impresoras o máquinas fotocopiadoras que tanto abundan por la zona.
Lo cierto es que todo fueron meras conjeturas y tras ser imposible demostrar quién o qué fue la causa del fatal incendio, el juez que conocía el caso no tuvo más remedio que cerrar el caso por falta de pruebas inculpatorias.
El incendio del Edificio Joelma fue un siniestro donde murieron 188 personas. Ocurrido la
mañana del viernes 1 de febrero de 1974, en un edificio de oficinas de la Avenida 9 de Julio, en la
ciudad brasileña de São Paulo, Brasil. El hecho produjo la muerte de 188 personas y dejó a 280 heridos.1 Es el peor
incendio ocurrido en aquella ciudad, y una de las tragedias más mortíferas del
país.
El edificio Joelma fue construido entre 1969 y 1972, siendo uno de los edificios más representativos de la ciudad por aquel
entonces.2
La mañana del viernes 1 de febrero de 1974 unos 756 trabajadores iniciaban sus actividades en el Edificio Joelma,
imponente estructura de 25 pisos (los 10 primeros eran estacionamientos y los
restantes 15 de oficinas)3 ubicada en
el 225 de la Avenida 9 de Julio, en el centro de la ciudad de São Paulo. Gran parte del edificio estaba ocupado por las
instalaciones del Banco Crefisul.4
Este no fue el único incendio que ha sufrido la ciudad, dos años antes,
el jueves 24 de febrero de 1972, un incendio afectó al Edificio Andraus, en el cual murieron 17
personas y 336 resultaron heridas. Aquello copó las primeras páginas de todos
los periódicos brasileños sin que los lectores se pudieran ni imaginar que poco
tiempo después iban a sufrir otro incendio, esta vez por desgracia mucho más
devastador.
El fuego se originó en el piso 12, por una sobrecarga eléctrica en el
sistema de aire acondicionado.4 Esta unidad
requería un tipo especial de interruptor, el cual no se encontraba disponible
en el momento en que se instaló.2
Alrededor de las 8:50 horas de la mañana, cuando la mayoría de
trabajadores se encontraban ya en el edificio se oyó un gran estruendo en el
piso 12 que rompió los vidrios de varios pisos del citado edificio.3
A las 9:10 llegaron las primeras unidades de bomberos quienes se
abrieron camino como buenamente pudieron por las caóticas calles infestadas de
vehículos a todas horas del día, y mucho más aún a esas horas donde la gente trata de llegar a
su puesto de trabajo.3
El fuego se extendió rápidamente por las paredes de las diferentes
dependencias del edificio, gracias en parte a la multitud de las alfombra, del
forrado interior de plástico y de las numerosas cortinas existentes.3
El edificio no contaba con luces de emergencia, ni alarma contra
incendios, sistemas de rociadores contra incendios y tampoco de las
fundamentales salidas de emergencia con las que todo edificio moderno debe
contar.2
Al interior del edificio, las llamas se propagaron hasta el piso 15 a
través de las escaleras, las cuales se convirtieron en un pozo de humo y de
calor, por lo que se hicieron intransitables. Los bomberos trataron de entrar
al edificio usando esta escalera, pero no pudieron subir más arriba del piso
11.2
170 personas se dirigieron a la azotea de la estructura durante el
siniestro con la esperanza de ser rescatados por un helicóptero. Sin embargo el
lugar no era suficientemente grande para que aterrizaran, y eso sumado a que el
ambiente era sumamente caluroso y había un denso humo alrededor propició que
ninguna de estas personas pudiera ser rescatada por los servicios de emergencias.2
No obstante cerca de 80 personas, que se escondieron bajo el techo del
edificio fueron encontrados con vida por los bomberos después de haber sofocado
las llamas.2
En torno a unas 300 personas fueron evacuadas usando los ascensores, una
práctica no recomendada por los bomberos. Los cuatro elevadores sólo fueron
capaces de hacer unos cuantos viajes, ya que las condiciones dentro del
edificio hicieron imposible continuar funcionando a los ascensores, quedándose
atrapadas multitud de personas dentro de los mismos.2
Algunos pocos fueron capaces de bajar de un piso a otro y luego bajar a
través de las escaleras aéreas de bomberos.2
El incendio del supermercado Ycuá Bolaños es la tragedia civil más grande sucedida en Paraguay, murieron 396 personas el domingo 1 de agosto de 2004 en la ciudad capital Asunción. El domingo, 1 de agosto de 2004, aproximadamente a las 11:25 (hora local) se produjeron dos grandes explosiones al interior del recinto comercial que albergaba, entre varias cosas, el supermercado, un estacionamiento para vehículos, oficinas comerciales y un restaurante. En las cocinas de este último lugar hubo una explosión que provocó un gigantesco incendio.
Según informes policiales, al momento de producirse el accidente, los guardias de seguridad cerraron las puertas del recinto para evitar que las personas, que colmaban el centro comercial, escaparan con bienes que no hubieran pagado. Como resultado 396 personas murieron (la mitad de ellas niños) y dejando a más de 500 con heridas de diversa consideración, incluyendo a 56 personas con quemaduras de tercer grado.[1]
El juicio seguido contra el dueño de la cadena Juan Pío Paiva, su hijo Víctor Daniel Paiva y al guardia Daniel Areco, que duró más de cuatro meses, culminó en primera instancia el martes 5 de diciembre de 2006, cuando el tribunal, con los votos de dos de sus tres jueces, los condenó como responsables de "homicidio culposo" con una pena de 5 años de prisión, en vez de los 25 años que solicitaban los querellantes y la fiscalía como autores del delito de "homicidio doloso agravado". Esta decisión provocó graves incidentes en la capital de Paraguay,[2] al considerarse que las penas eran muy bajas. Mientras el último juez leía los fundamentos de su decisión, las víctimas saltaron de sus asientos y tiraron las sillas contra los jueces, viéndose interrumpida la lectura de la sentencia. Este hecho ha sido argumentado por diversas instancias judiciales y por querellantes para sostener que en este juicio no hubo sentencia, puesto que no se leyó completamente la decisión de los jueces y el proceso quedó interrumpido antes de su conclusión.
El edificio donde se produjo el incendio había sido inaugurado tres años antes y abarcaba una superficie de 12.000 metros cuadrados. Contaba con estacionamientos para más de 350 vehículos, además de oficinas y un restaurante. Había sido autorizado para su funcionamiento por las autoridades del municipio de Asunción, pese a que informes periciales lo calificaron con posterioridad como "una bomba de tiempo".[3] Según esos informes y declaraciones a la prensa de uno de los abogados defensores de los dueños de la firma, se estableció que "Tres de los ductos de la parrilla, de la panadería, de la confitería y la rotisería, no salían al exterior. Lo que significa que había una gran cantidad de humo y gases que desde la misma inauguración del supermercado se iban acumulando en la cámara que se formó entre el cielo raso y el techo del edificio que permitió una acumulación de gases de 9.000 metros cúbicos".[1]
Al no contar con medidas de extracción del material altamente inflamable acumulado en el recinto, este terminó convirtiéndose en una trampa mortal, una ratonera de la que era imposible salir con vida. Pese a lo anterior, la municipalidad afirma que en los planos el recinto contaba con alarmas de humo (que no se activaron), extintores, irrigadores, señal ética y otras medidas preventivas en caso de incendios o tragedias que por causas desconocidas no funcionaron o no fueron suficientes para evitar la tragedia.
El incendio se inició a las 11:25 (hora local), cuando el recinto se encontraba abarrotado por más de 800 personas. Según los primeros informes de los bomberos, se produjo una explosión en el sistema de gas de la cocina, que se propagó hacia la cafetería y arrasó con las dos plantas del edificio, incluyendo el estacionamiento. Según informes de supervivientes, eso provocó una estampida hacia las salidas durante la cual el recinto se llenó de humo y se produjo un apagón.
Al llegar a las puertas, los compradores descubrieron que estas se encontraban cerradas, por lo que no pudieron huir, quedando todos encerrados a consecuencia del apagón electrónico originado por el incendio. Al no haber salidas de emergencia aquello se convirtió en una gran pira funeraria.
Según la prensa y las declaraciones vertidas durante el proceso criminal, las puertas no se cerraron por problemas técnicos, sino que fueron cerradas por órdenes de los superiores, con el fin de no dejar que nadie saliera sin pagar por los bienes adquiridos en el supermercado.[4]
Para extinguir las grotescas llamas fue necesaria la presencia de más de cincuenta carros bomba y más de 1.000 bomberos, que fueron ayudados a su vez por miembros del ejército y de la policía.[5]
La extinción completa tomó cerca de cuatro horas, durante las cuales los primeros heridos fueron derivados a distintos hospitales de la capital, los cuales se vieron superados por la magnitud de la tragedia.
El propietario de la firma Juan Pío Paiva, su hijo Víctor Daniel Paiva y al guardia Daniel Areco fueron procesados por los tribunales de Paraguay, en la investigación realizada por la fiscalía. Después de una larga investigación, se realizó un extenso juicio que duró más de cuatro meses en un recinto deportivo militar.
Las protestas salieron del lugar donde se realizaba el juicio para concentrarse en las oficinas centrales de la empresa Ycuá Bolaños, donde la policía, pese a tener órdenes de no dejarse provocar por los manifestantes, tuvo que intervenir dejando el grave saldo de más de 60 detenidos y 49 heridos de diversa consideración.
El Gran Incendio de Nueva York de 1835 fue un desastre que destruyó la Bolsa de Nueva York y la
mayoría de los edificios del extremo sureste de Manhattan en torno a Wall Street en la noche del 16 al 17 de diciembre de 1835.
La ciudad estaba cubierta por la nieve y el incendio comenzó una tarde en un almacén de cinco pisos
en la calle Merchant nº 25 (ahora llamada Calle Beaver)1 en la
intersección con la Calle Pearl entre Hanover Square (Manhattan)2 y Wall Street. El fuego fue alimentado por los vientos
huracanados que soplaban desde el noroeste hacia el río Este. Con
temperaturas tan bajas como -27 ºC .
Los bomberos debieron cortar agujeros en el hielo para obtener agua;
pero, a esa temperatura, el agua se congelaba en las mangueras y bombas. Los
intentos de volar edificios a su paso fueron frustrados por la falta de pólvora en Manhattan. Los bomberos que llegaron a ayudar desde Filadelfia dijeron que vieron señales del incendio desde dicha ciudad.
Alrededor de las 2 a.m., los Marines regresaron con pólvora del Brooklyn Navy Yard y volaron edificios en el camino del incendio. Para entonces, el fuego
cubría 50 acres, 17 manzanas de la ciudad y había destruido entre 530 y 700
edificios.3
Las pérdidas fueron estimadas en 20 millones de dólares, que al valor
actual serían cientos de millones. Solo dos personas perecieron. El seguro no
cubriría estas pérdidas debido a que las sedes de varias sedes de compañías
aseguradoras terminaron quemadas, llevando a estas a la bancarrota.
Las investigaciones posteriores no encontraron algún culpable y se
informó que la causa del incendio fue una ráfaga en una tubería de
gas que fue encendida por una estufa de carbón.
Como el incendio tuvo lugar en medio de un boom económico ocasionado por
la reciente inauguración del Canal de Erie, los edificios de madera
destruidos fueron rápidamente remplazados por otros más grandes de piedra y ladrillo, menos propensos a grandes incendios
generalizados. El incendio también provocó la construcción de un nuevo
suministro de agua municipal, hoy conocido como el Acueducto Croton, y una reforma y expansión del servicio de bomberos. Como resultado, este fue el último gran incendio de Nueva York.
El Gran Incendio de Guayaquil1 2 fue un gran
incendio que arrasó la ciudad de Guayaquil, Ecuador desde la noche del 5 de octubre hasta la mañana del 6 de octubre de 1896. El fuego destruyó aproximadamente la mitad de la ciudad, desde el
sector de la Gobernación hasta el inicio del Barrio Las Peñas.3
]
Se inició a las 11 de la noche del 5 de octubre del año mencionado.
Se habló de un sabotaje al edificio de la gobernación iniciado en la
manzana de enfrente, donde funcionaba el almacén de lencería denominado
"La Joya", sin tomar en cuenta la dirección en la que el viento
corría, posteriormente se enunciaron una o dos hipótesis más. Lo cierto es que
jamás pudo descubrirse la causa real del siniestro.
En resumidas cuentas, el incendio que había comenzado casi a media noche
del día cinco4 , luego de
una hora, había alcanzando proporciones colosales, principalmente gracias al
fuerte viento del sudeste que esa noche corría. La compañía Salamandra fue la
primera en llegar, pero solo para observar lo inmanejable del flagelo, pues ya
cubría varias manzanas.
Esfuerzo inútil, pues el fuego lo devoraba todo insaciablemente. El
incendio cogió varias direcciones: De este a oeste por la calle Aguirre; de
norte a sur por el Malecón; y en dirección sudeste por la calle 9 de octubre.
Por la mañana del día 6 las tres lenguas de fuego se encontraron en la
Plaza San Francisco y produjeron un infernal torbellino que calcinaba hasta las
piedras y levantaba por los aires cuanta mercadería, muebles y objetos de valor
habrían sido llevados a ese sitio para evitar su pérdida. A las 05H45 de la
mañana las llamas devoraban las cúpulas de la Iglesia de San Francisco.
88 personas murieron por intoxicación con monóxido
de carbono. La mayor
parte de las víctimas eran mujeres y el segundo grupo estaba compuesto por
menores de edad.
El Incendio en la clínica Saint Emilien fue un desastre acontecido en la noche del día 26 de abril de 1985 en la ciudad de Buenos Aires, cuando una clínica neuro psiquiátrica del barrio porteño de Saavedra ardió en llamas.
El gravísimo siniestro provocó la muerte de 78 personas y dejó heridas a
otras 248, constituyendo el segundo peor incendio en la historia del país luego
del desastre de la discoteca cromagnon en 2004.
El fuego se inició en el tercer piso y se propagó rápidamente a las demás
dependencias. Un hecho desafortunado como ese se convirtió en una catástrofe
por una suma de factores. Tratándose de un centro psiquiátrico, algunos
pacientes habían sido dormidos con sedantes como parte de su tratamiento y no
pudieron huir de las llamas.
Otros hallaron las puertas de seguridad de sus habitaciones cerradas y
no pudieron atravesarlas por sus barrotes. Lo mismo ocurrió con algunas
ventanas. Las víctimas quedaron así a merced de las llamas y de los gases. Los
que no murieron calcinados lo hicieron por asfixia.
Casi todas las ambulancias de los hospitales metropolitanos fueron puestas
a disposición para completar el rescate de los heridos y para el traslado de
los cuerpos. En el momento de la tragedia se encontraban allí internados unos 410 pacientes.
Los atónitos observadores del incendio vieron cómo una enfermera de la clínica se arrojaba por una ventana del
tercer piso para escapar de las llamas. Iba envuelta en un colchón. La joven
encontró la muerte por el impacto de la caída. También los internos pretendían
huir arrojándose desde las alturas al ver como las puertas de la las
habitaciones en las que se encontraban estaban cerradas a cal y canto.
Un gran número de bomberos, con las mangueras de alta presión, escaleras
mecánicas y un hidroelevador, luchó por controlar el fuego. A la medianoche hicieron el primer intento de ingresar al lugar, pero
aún las llamas dominaban el interior. Cuando dos horas más tarde pudieron
realizarse los rescates, los bomberos se encontraron con un panorama tétrico.
Cuerpos calcinados, un edificio consumido y habitaciones cerradas con
trabas y barrotes. Algunos de los rescatados enfermos mentales intentaban
escapar de las manos de sus salvadores para internarse nuevamente en el
infierno, creyendo que en sus habitaciones estarían más seguros.
Muy pronto, tanto las dotaciones de bomberos como los hospitales entraron en estado de alerta ante la crítica
situación. Los primeros evacuados encontraron asilo en la Parroquia Santa María
de los Ángeles. Finalmente, los heridos fueron trasladados y distribuidos en el
Instituto del Quemado, en los hospitales bonaerenses.
A las cinco de la madrugada del
sábado 27 de abril los bomberos comenzaron a retirar los cadáveres
de las víctimas, la mayoría de ellos carbonizados. Los cuerpos fueron
trasladados en un móvil de la Dirección General de Asuntos Judiciales de la
Policía Federal hacia la morgue.
La primera acusación respecto del posible causante de la tragedia la realizó, en esos mismos días, un empleado de la clínica. Según él,
un paciente de 19 años apodado 'Chapita', habría sido el que comenzó el fuego. Relató que el individuo ya había protagonizado un hecho de las mismas
características ocho meses atrás, cuando intentó quemar la sala de terapia intensiva y provocó heridas a cincuenta
personas.
Según la Cámara Civil y Comercial Federal, el incendio se debió a notorias deficiencias edilicias de la clínica. Había poca
iluminación, sobreabundancia de camas y faltaba ventilación en el subsuelo. Se
habían labrado 46 actas en seis años por diferente tipo de anomalías en el
funcionamiento del edificio siniestrado.
En uno de los fallos posteriores a la tragedia se afirma que el edificio se encontraba en situación irregular desde 1979. Otro de los elementos curiosos del caso es que, a pesar de haber
muerto 78 personas, no más de veinte iniciaron una causa judicial; los demás
arreglaron con la clínica o no hicieron el correspondiente reclamo.
Incendio de la discoteca Utopía
En todas estas semanas de autocríticas más o menos reflexivas, el mundo del
rock se olvidó de mencionar que los antros de Chabán representaban, en efecto,
una especie de alternativa al circuito de espacios civilizados que creció en
los últimos tres o cuatro años: Obras concesionado por Pop Art, El Teatro, La Trastienda,
etcétera.
Capacidad
del local y salida de emergencia[editar · editar código]
En suma, es evidente pues que esta cantidad abrumadora de concurrentes
acreditada, tuvo una influencia decisiva en la configuración concreta del
supuesto de hecho analizado, dado que atentó contra la evacuación del local y
permitió que los asistentes se vieran expuestos a los gases nocivos producto de
la combustión, es decir, al peligro común que comporta un incendio típico.[14]
Incendio en Taldykorgan de 2009
Tragedia de la discoteca Kiss
"Cuando llegué, analizamos la escena y vimos que había una capacidad
máxima de 1.000 personas, pero según entendimos había alrededor de 2.000, y por
tanto había un caso de sobreaforo"
- Una sola salida (y poco espaciosa);
- Uso de bengalas en el interior;
- Hacinamiento (había 1.300 personas,
cuando la capacidad máxima era 691);
- Material de revestimiento
inapropiado.
Bibliografía empleada:
Información obtenida de diversos periódicos y programas de televisión peruanos así como de la Wikipedia.
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