jueves, 23 de octubre de 2014

Diferentes hipótesis entorno a la desaparición del Star Dust.


Continuo mis relatos sobre aviones para tratar el tema de los que desaparecieron de forma misteriosa. Hace mucho tiempo, en uno de mis primeros posts escribí sobre este tema olvidándome de este avión. No lo he querido incluir en aquella lista entre otras cosas porque a diferencia de los otros, este si que apareció, lamentablemente muchos años después y lógicamente sin supervivientes.

En la actualidad se habla más del Malasyan Airlines, pero como está en boca de tantos y yo huyo de los clásicos para refugiarme en historias menos conocidas hoy pretendo tratar este caso olvidado por el transcurrir del tiempo.

 El Star Dust era un avión de la British South American Airways que desapareció bajo misteriosas circunstancias el 2 de agosto de 1947 en la zona del glaciar del volcán Tupungato, de lado de los Andes argentinos. Este avión realizaba un viaje desde Mendoza a Santiago de Chile cuando se extravió y nunca más se supo de él.
En 1998 un guía de montaña argentino, el andinista Pedro Reguera, asciende por el costado del glaciar del Tupungato, cuando le llama la atención el brillo de un promontorio, alcanza a divisar unos metales de un bloque de motor de aviación con la inscripción Rolls-Royce. Trató de sacar más materiales y debido a la cantidad de nieve y hielo que había en el lugar no pudo encontrar nada más. Así que tuvo que irse del lugar no sin antes hacer algunas fotos de lo encontrado. Tuvieron que pasar dos largos años hasta que se volvió a encontrar los restos de este avión y de sus pasajeros.
Este andinista bajó a su municipio con fotos y se lo comentó a un sargento de un regimiento de montaña, quien a su vez se los comentó a dos andinistas aficionados, José Carlos Moiso y Alejo Moiso.
Los Moiso pensaron que se trataba de los restos del avión de los uruguayos de Viven, pero más tarde averiguan que hay un avión inglés extraviado desde 1947 en la antigua ruta aérea Mendoza-Santiago y que presumiblemente esta sea la aeronave, se informan que el avión pudo haber llevado oro.
A raíz de este descubrimiento se edita en el año 2005 un libro (novelado), cuyo título es: "Historias que devolvió la montaña" y cuyo autor es Gabriel Canone.
Parten al Tupungato en el 15 de enero del 2000.
El 19 de enero hallan en las laderas del glaciar, más bien en los deshielos los restos de un avión cuyas partes parecen corresponder al Start Dust, hay evidencias de haber ocurrido saqueos anteriores.
Se encuentran un bloque de motor, una rueda en perfecto estado, un brazo del tren de aterrizaje, restos de ropa, tres torsos congelados, una mano de mujer, un asiento, un fuelle, ¿billeteras vacías?, pero del oro nada.
En enero de 2000 una avanzada del Ejército Argentino descubrió que los restos apenas estaban desperdigados, lo que sugería un choque frontal más que uno inclinado. El estudio de un propulsor recuperado mostró que los motores estaban funcionando a velocidad cercana a la de crucero en el momento del impacto y que el tren de aterrizaje estaba recogido, lo que sugería un posible choque involuntario contra tierra.
En febrero del mismo año, la Junta Investigadora de Accidentes de Aviación Civil solicitó al ejército una expedición a la zona a más de 5.000 m y con -19 °C, con el objeto de recuperar restos, expedición en la que participaron 16 periodistas argentinos.
Por encargo de la Junta de Investigaciones de Accidentes de Aviación Civil (JIAAC) se bajaron unos 8 kilos de restos del avión que incluía restos humanos, utilizando tropas montadas del Ejército Argentino y helicópteros Lama del Grupo 4 de Caza de la Fuerza Aérea Argentina.
Se aplicaron todo tipo de técnicas forenses, incluido el reconocimiento de ADN por huellas, a los restos humanos encontrados en el lugar para descubrir sus identidades; fueron localizados restos de nueve de las once víctimas, pudieron ser identificados a pesar de la degradación del Adn. De los otros dos cuerpos no se supo nada. Llamó la atención que las víctimas estaban dispersas por diferentes zonas.

Eso dio pie a pensar que pudieron sobrevivir al accidente y que murieron días después, o inclusos meses más tarde, en lo que sería algo similar a los de Viven, pero con final más trágico. Se encontraban a mucha más altitud y venticinco años antes, en una época en la que los medios de rescate eran muchos más precarios pese a existir ya helicópteros. Tal vez los dos cuerpos restantes fueron de los dos últimos supervivientes que decidieron emprender el viaje montaña abajo para llegar a un pueblo. Probablemente murieron en el intento y sus cuerpos será mucho más difícil encontrarlos.

Sea como fuere, la montaña se cobra muchas vidas, generalmente de alpinistas, pero en ocasiones también de víctimas aéreas que por mala suerte terminan en medio de macizos montañosos a más de 50 km de una población.

¿Habrá más aviones siniestrados en remotas montañas de los Andes o del Himalaya?

Parece difícil, pero tal vez alguna avioneta de los años treinta o cuarenta todavía se encuentre en las lejanas tierras de estas cordilleras alejadas de la mano de Dios, esperando a que algún alpinista intrépido de con ellas para devolver a sus pasajeros a su lugar de origen. Aquel lugar al que quizás lleven setenta años intentando volver mientras vagan entre las piedras, la nieve y el hielo oteando al horizonte por si algún valiente llega con la sana intención de devolverles hacia su tierra, aquella que tanto ansiaron en los últimos días de su vida poder volver a pisar.

Me pregunto que será lo que piensen estas personas cuando ven perder sus últimas esperanzas en ser rescatadas de la inmensa montaña. Me imagino que pensaran en sus seres queridos, en el calor de su hogar, en su trabajo, en sus hobbies, en como era sus vidas antes de aterrizar súbitamente en aquel recóndito e inhóspito paraje.

Seguro que por muy triste que fueran sus vidas antes de caer en el infortunio desearían volver a ella, porque cuando se está al límite es cuando más se desea vivir, y es entonces cuando uno dice aquello de que si me salvo de esta seré mucho más feliz y trataré de ser buena persona y ayudar a los que me rodean. Surge un halo de culpa, como si la consciencia les hiciera pensar que si están allí es por algo, algo malo habrán hecho para acabar allí.

La conducta de los que han superado un trance como ese suele ser similar, consideran que tienen que ser mejores personas y ayudar a los demás. Quizás por un profundo agradecimiento a la vida por darle una segunda oportunidad, y por eso deciden vivir con más intensidad, con más deseo, con más firmeza.

 

Reconstrucción del accidente: hipótesis

En 1947 la navegación aérea estaba aún basada en los cálculos "a ojo"; se calculaba la posición del avión mediante la orientación, tiempo y velocidad, y aplicando correcciones derivadas de la observación de las características del terreno y de los vientos esperados. Durante la etapa final del vuelo del Star Dust, la tierra no era visible a causa de que el avión volaba sobre una gran masa de nubes.
Es posible que (en ausencia de referencias fijas de tierra), fuese cometido un gran error de navegación debido a que el avión se encontró de lleno con una ráfaga de aire a chorro (jet stream), ya que los vientos a grandes alturas pueden soplar en direcciones y a velocidades muy distintas que en tierra.
En aquel tiempo, aunque ya se conocía la existencia de estas peligrosas ráfagas de aire, sus acciones no estaban del todo claras, aparte de que el Lancastrian era uno de los pocos aviones capaces de volar a esas altitudes. Si el avión (que acababa de cruzar los Andes a 24.000 pies de altura) hubiese topado con el fondo de la zona de turbulencias (zona donde predominan los vientos del Oeste y Sudoeste), es posible que la tripulación creyese de forma errónea que se encontraban cruzando un banco de nubes en su descenso final hacia Santiago, cuando en realidad estaban a varias millas al este-noreste, sobrevolando el glaciar de Tupangato.

Esto ocurre habitualmente en vuelos trasatlánticos de larga duración, donde debido a la fuerza del viento el vuelo puede alargarse o reducirse una hora, pero lo extraño es que esto ocurra en un vuelo tan corto como es el de Mendoza-Santiago, de apenas una hora de duración.
Es probable que el avión se estrellase repentinamente contra una pared nevada cercana a la cima del glaciar a una altitud de 15.500 pies (4.724 m), provocando una avalancha que enterró los restos y los ocultó a los equipos de rescate. Las probables coordenadas geográficas del sitio del impacto son 33°22'15″S 69°45'39″W, junto a este sitio nace el glaciar del Tupungato.
Los restos se incorporaron a la lengua del glaciar, de modo que sólo algunos fragmentos emergieron a la superficie mucho más abajo del lugar del impacto.
Entre 1998 y 2000 emergió del glaciar un 10% de los restos, incluyendo partes de un motor y las ruedas (una de ellas aún inflada), impulsando varias revisiones del accidente. Es posible que aparezcan más escombros en el futuro a medida que éstos alcancen la zona de fusión del glaciar.
La Junta de Investigación de Accidentes de la Aviación Civil de la Argentina (JIAAC)4 declaró que en el Star Dust se cometió un grave error de navegación y una desviación de la ruta en 64 km que engañó al piloto iniciando su descenso antes de tiempo.
La verdad exacta de lo ocurrido al Star Dust permanecerá para siempre en el misterio.

STENDEC[editar]

La palabra STENDEC fue reportado por el radio operador en Santiago como último mensaje en código morse "fuerte y claro" enviado "muy rápido" a las 17.41. "ETA SANTIAGO 17.45 HRS STENDEC" fue el último de una serie de mensajes transmitida por Star Dust durante el vuelo, reportando posición, altitud, una previsión de llegada a Santiago a las 17.45. El radio operador del Aeropuerto dijo sobre dos mensajes con la palabra STENDEC antes de perder el contacto. Esta palabra sigue sin significado y da lugar a muchas especulación, incluyendo sugestiones (antes de que aparecieran los restos), que el avión fue abducido por OVNIs
Muchas teorías sugieren que las letras en STENDEC son un acrónimo, como STarting EN-routeDescent (comenzando aterrizaje en línea) o Severe Turbulence Encountered Now Descending Emergency Crash-Landing (Severas Turbulencias Encontradas, Aterrizaje de Emergencia en Progreso), pero no hay prueba de esto.
También existe la hipótesis de que en realidad el radio operador entendió mal y el mensaje era STRDEC (Starting descent - Comenzando Aterrizaje), debido a que, en código morse, EN es ". -." y R es ".-." También se observa que STENDEC es anagrama de DESCENT (Aterrizaje)
Esta duda ha sido usada para varias cosas, como STENDECK.

Fallecimientos[editar]

Tripulación[editar]

  • Capitán: Reginald Cook (29)
  • Primer oficial: Hilton Cook (31)
  • Segundo oficial: Donald Cheklin (27)
  • Operador de radio: Dennis Harmer (27)
  • Stargirl" (sobrecargo): Iris Evans (26)

Pasajeros[editar]

  • Casis Said Atalah (47, palestino) - De vuelta a su casa en Santiago de Chile, tras viajar a Palestina para visitar a su madre moribunda. Se encontró un diamante escondido en el forro de su chaqueta.
  • Jack Gooderham (42, británico) - Empresario, viajaba con Harald Pagh.
  • Martha Limpert (67, alemana) - Emigrante que regresaba a su casa de Temuco (Chile) con las cenizas de su marido fallecido por enfermedad.
  • Harald Pagh (41, suizo) - Empresario, políglota y amigo de Jack Gooderham. Viajaba para hacer negocios y renovar amistades.
  • Paul Simpson (43, británico) - Funcionario civil y políglota, un 'Mensajero Real' transportando documentos diplomáticos en una gran saca de lona destinada a la embajada británica en Santiago.
  • Peter Young (41, británico) - Agente sudamericano del fabricante de neumáticos británico Dunlop. Curiosamente, los neumáticos del tren de aterrizaje así como parte del calzado encontrado era de esa marca.
La viuda de Reginald Cook, Cicely, se suicidó más tarde por razones que se creen relacionadas con el accidente.

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