El piso
contaba con cuatro habitaciones, dos baños, cocina y salón. Una de las
habitaciones estaba llena de objetos viejos, cuadros, sillas y mesas
desvencijadas se apilaban en la pequeña estancia.
Otra
habitación estaba bien amueblada y poseía una amplia estantería donde se
encontraban más de 200 libros.
Las otras
dos habitaciones eran la Estrella que tan sólo contaba con su cama y una bonita
e historiada cómoda junto a un armario empotrado, y la de Walter que curiosamente se encontraba
muy alejada de las otras tres estancias, concretamente al otro lado del pasillo.
Tras
recorrer todas las habitaciones regresó al salón y se sentó en el sofá, aquel
mueble era muy cómodo y confortable. Observó
los cuadros con detenimiento que se encontraban en una mesa cercana y
contempló dos fotos en donde salían Walter y Estrella junto a dos varones que a
buen seguro serían su padre y su único hermano, quien parecía tener bastantes
más años que él.
Al no haber
escuchado mencionar al padre, Sofía pensó que se habría marchado de la casa,
pero lo cierto es que había muchas fotos de él, lo que le hizo pensar que tal
vez no hubiera abandonado la familia si no que hubiera muerto.
Sentía algo
de inquietud por no saber a qué hora iba a regresar Estrella. Walter le había
comentado que salía por espacio de una hora, pero cómo había tenido muy alta la
música no se había percatado de la hora en que salió. No obstante si era cierto
que siempre echaba doble llave le daría tiempo a encerrarse en la habitación
mientras Estrella abría la puerta de la entrada.
Se mantuvo
en el salón por espacio de veinte minutos mirando un álbum de fotos en el que
pudo ver a Walter en diferentes momentos de su vida, tras examinar todas las
fotos con suma atención regresó a su cuarto para ver una película y evitar ser
vista por Estrella.
La puso con
el volumen bajo para así enterarse de cuando llegara Estrella y así anotar la
hora de entrada. Diez minutos después de que abandonara el salón sonó la
cerradura y la puerta se cerró instantes después. Sofía anotó en un pequeño
cuaderno que había sobre la mesa la hora de llegada de Estrella. Eran las 12 y
cinco minutos. Ella había salido de la habitación a las 11 y diez minutos, lo
que le hacía pensar que Estrella acabaría de salir instantes antes, así que
anotó la hora de salida a las once en punto, si bien lo puso entre signos de
interrogación para poder recordar que no era una hora exacta si no una hora
estimada.
Todos los
días anotaría las horas de salida de Estrella para poder tomarse un respiro a
esas horas y así estirar las piernas aunque fuera únicamente caminando por las
distintas estancias de aquella vivienda que no superaría los 120 metros
cuadrados.
Antes de que
terminara la película que había puesto a las doce llegó Walter. Sofía sintió un
cosquilleo en el corazón, se le habían hecho muy largas las cuatro horas de aquella
mañana y por fin regresaba su novio para darle cariño.
Tras unos
minutos en los que no se oía nada Walter abrió la puerta con sigilo y la cerró
rápidamente.
-¿Qué
hiciste al entrar que no se oía nada?- preguntó intrigada Sofía mientras se
abalanzaba sobre su chico para darle un beso.
-Estaba
comunicándome con mi madre mediante mímica.
-¿Te comentó
algo fuera de lo común?-preguntó Sofía intrigada.
-No que va,
sólo me saludó y me dijo que tal me había ido, nada más.
-¿No se
extrañará de que ahora comas en la habitación, tal vez debas comer en el salón
con ella?
-A veces
como en la habitación, pero quizás hoy deba comer con ella para que no sospeche
que sigues aquí.
-Sí, yo creo
que va a ser mejor así-dijo Walter mientras sacaba de su mochila un montón de
productos alimenticios. Galletas de chocolate y de vainilla, magdalenas, jugos
de frutas y otras variedades de repostería.
-Vaya, veo
que sabes cuidarme, creo que voy a engordar mucho mientras permanezca en esta
habitación.
-No te lo
tienes que comer todo entre hoy y mañana, te he traído cosas que tardan en
caducar y que no necesitan refrigeración. Por si algún día tengo que desayunar
con mi madre y no te puedo traer la bandeja con el desayuno a la habitación.
-No te
preocupes, con esto desayunaré muy bien.
-Mi madre ha
preparado pollo al horno con papas y zanahorias.
-Sí, lo he
intuido, que rico huele.
-Bueno
cuéntame, ¿qué hiciste hoy?
-Estuve
navegando en internet mientras escuchaba estos
discos y luego me vi esta película-dijo Sofía mientras le enseñaba los
cds que había escuchado y el de la película que había visto.
-Escalofríos,
hay otras dos películas que son la continuación de esta, también las tengo por
aquí.
-Sí, las
veré mañana. La verdad que me está gustando, ¿está ambientada en un país del
norte de Europa verdad?
-Sí, en
Suecia, los actores y el director también son suecos.
-Cuántas
cosas buenas salen de Suecia, grandes películas como las de Milenium y grandes
bandas como Millencolin, Satanic Surffers o No fun at all.
-Ni que lo
digas, tengo también música de Randy, Refused y de alguna otra banda sueca por
si quieres escuchar-le contestó Walter mientras examinaba su manojo de cds.
En ese
instante Estrella golpeó la puerta con vehemencia en repetidas ocasiones. Sofía
gritó asustada y al instante se tapó la boca asustada por el grito que acababa
de emitir.
-Tranquila
que no te oye, creo que quiere que le ayude a colocar la mesa-Walter le dio un
beso y se levantó de la cama para salir al salón.
-Me da miedo
hablar alto no vaya a ser que pueda escuchar ciertos gritos-dijo Sofía mientras
se apartaba de la puerta para no poder ser vista desde el salón.
Veinte
minutos después apareció de nuevo Walter, llevaba un plato en su mano derecha
recién servido.
-¿Pero no
comiste?-preguntó Sofía al contemplar que el recipiente seguía aún caliente.
-Sí comí,
pero me serví otro plato aduciendo que le había salido muy rico y que tenía más
hambre.
Sofía
comenzó a comer el pollo con avidez mientras Walter la observaba desde su cama
con dulzura y deseo a partes iguales.
Cuando Sofía
terminó de comer se acercó a la cama donde yacía Walter, ella se quitó la
camiseta y posteriormente el sujetador. Walter se quedó perplejo por aquella
impulsiva e inesperada reacción.
Sofía se
abalanzó sobre él fundiéndose en un solo cuerpo. De repente Walter se contuvo y
le paró a Sofía que estaba muy decidida en aquel instante a dejarse llevar por
sus deseos.
-Ahora no es
buen momento-dijo Walter incorporándose de costado.
-¿Por qué no
es buen momento?-preguntó sorprendida Sofía.
-Me tengo
que ir en cinco minutos y no quisiera que la primera vez fuera así tan rápido,
sin apenas poder disfrutarlo.
-¿Y no
puedes llegar un poco más tarde?
-No, siempre
soy puntual, mi madre sospechará si me salir tarde, a parte que me pueden abrir
un expediente en el trabajo por retraso.
-Bueno, en
ese caso lo dejamos para la tarde, pero a las seis no te me escapas-le dijo
Sofía mientras se ponía de nueva su ropa.
-Te aseguro
que esta tarde no habrá ningún inconveniente-dijo poco antes de marcharse.
Sofía
continuó viendo la película que había dejado a medias con la llegada de Walter
y aguardó impaciente la llegada del mismo. Cómo la noche anterior no había
podido conciliar el sueño se quedó dormida al finalizar la película y ya no
despertó hasta poco antes de que fueran las seis.
Cuando se
sentía nerviosa por algo que anhelaba que sucediera le apremiaba la impaciencia
y no se encontraba a gusto. Esto le sucedía en aquel instante en que contaba
los segundos que faltaban para que Walter regresara y cumpliera su promesa de
convertirla en una mujer.
Para calmar
la ansiedad que le producía la incesante espera comenzó a dibujar en un folio
unas viñetas con un bolígrafo negro y otro verde que encontró en un pequeño
bote que había en la estantería ubicada encima de la mesa pupitre donde en la
mañana se había sentado durante un largo rato a escribir en su diario.
Le encantaba
dibujar comics hasta lienzos, durante un par de años había asistido a clases de
dibujo tras salir de la escuela. El año pasado había abandonado las clases
extra escolares de pintura para inscribirse en el equipo de vóley.
Pero su
afición por la pintura no había desaparecido, sólo la falta de tiempo le había
impedido continuar asistiendo a las clases de pintura. Ahora suplía su ausencia
en las citadas clases dibujando en las tardes cuando llegaba de la escuela. En
vez de estudiar se pasaba las tardes escuchando música y dibujando viñetas en folios
que su padre pensaba que eran apuntes de las asignaturas de las que se debía
examinar.
Debido a
esto sus calificaciones fueron menguando conforme iban pasando las evaluaciones
hasta el punto de pasar de aprobar todas las materias con buenas notas a suspender
varias de las principales asignaturas.
Esto no
había hecho otra cosa más que empeorar la ya de por sí maltrecha relación que
tenía con sus padres desde que estos decidieron separarse.
Llevaba un
par de folios dibujados cuando Walter abrió la puerta y apareció con una
sonrisa radiante que inundó de felicidad a Sofía.
-¿Parece que
vienes contento?
-Claro que
sí, no es para menos, tú me irradias
mucha felicidad-contestó Walter dándole un beso nada más dejar la mochila-mira
lo que te traigo-continuó diciendo mientras sacaba de la mochila una preciosa
rosa roja.
-Qué
bonita.
-Sabía
que te iba a gustar, la más linda y hermosa de todas cuanto había, así eres tú.
-Con razón tardaste tanto en
venir, ya me parecía extraño.
-Sí, me tuve que ir hasta la plaza
de la iglesia para conseguir la rosa, porque en la floristería de aquí al lado
no tenían ninguna.
-En esta floristería de esta calle
sólo tienen flores marchitas y caras.
-La voy a meter en este vaso para
que aguante unas semanitas.
-Ahora me dejaste sin la
posibilidad de beber agua-dijo Sofía riéndose.
-Ahora te traigo otro.
-Que era broma-contestó Sofía
acariciando e semblante de Walter.
En ese instante los dos
comprendieron que había llegado el momento en que las palabras estaban de más.
Las palabras dieron paso a las
caricias, a los besos y a los arrumacos sin que nada ni nadie pudiera
arrebatarles ni perturbar el momento que tanto habían deseado que llegase desde
que sus vidas se encontraron hacía poco más de 26 horas.
Cuando Walter y Sofía quedaron satisfechos
se dejaron caer sobre la cama donde quedaron rendidos por unos segundos. Hasta
que Sofía sitió padecer una pequeña hemorragia que le hizo correr apurada hacia
el baño.
Walter se levantó repentinamente
del catre y se acercó al lavabo sorprendido por lo que veía.
-En ningún momento pensé que
fueras virgen-le dijo mientras le ofrecía una toalla sanitaria.
-Esas cosas no se dicen.
-Ah no, ¿y por qué no se deben
decir?
-Porque podría haber sido
perjudicial para que todo saliera bien como así fue, ¿o no estuvo
bien?-preguntó Sofía con una amplia sonrisa luego de haber salido del baño.
-Tienes razón, estuvo genial.
Los dos jóvenes permanecieron
abrazados en la cama durante un largo rato hasta que Estrella tocó la puerta de
la habitación.
-Ya es la hora de la cena, voy a
tener que salir pero regreso pronto.
-Ok, no te preocupes-dijo Sofía
mientras se levantaba y encendía la televisión.
Cuando Walter salió de su habitación se topó con la cruda realidad, su madre se había percatado de lo que ocurría en la pequeña pieza.
La anciana comenzó a llorar y el idilio de amor entre Walter y Sofía había concluido. Una severa sentencia con medidas de alejamiento se encargaron de cercenar el amor prohibido por siempre.