viernes, 28 de agosto de 2015

Relato corto: El secreto de Doña Leonor.

Don Ramón era gordo y mantecoso como un cerdo, caminaba todo tieso bien macho él tratando de atraer a todas las damas del condado que se cruzaran en su camino. Especialmente las pechugonas, sentía una especial predilección por las mujeres entradas en carne, por las cachetudas que contorneaban su cuerpo al son de una pieza de salsa.

No le importaba que no fueran especialmente lindas de cara, ni que tuvieran unos quilos de más. Don Ramón nunca escatimaba en piropos y su actitud altanera y gallarda levantaba sentimientos contrapuestos entre las mujeres.

 Algunas lo veían como un machista mujeriego al que le gustaba el juego y el dinero. Y otras lo veían como un apuesto caballero al que querían hincarle el diente. Entre estas mujeres se encontraba Doña Leonor, quien cometiera adulterio engañando a su marido Don Geremías, durante buena parte de su matrimonio.

Su marido nunca se enteró y vivió los últimos años de su vida pensando que vivía con la mujer más maravillosa del mundo. Cuando murió a consecuencia de la viruela su último pensamiento tuvo a Doña Leonor como protagonista.

Geremías fue enterrado en el cementerio antiguo de la ciudad, en una tarde noche de lluvia rala y viento serpenteante entre rezos, cantos,  alabanzas y una multitud de ramos de flores que supusieron la pérdida de todos los ahorros familiares que tenían bien guardados bajo el colchón. Pero aquello no importó a sus hijas y a Doña Leonor, pues Geremías bien merecía ese gesto de cariño.
Junto a su lápida colocaron una hermosa cruz pétrea que fue donada por la hermandad de Santa Telma. Gran parte de los vecinos del pueblo se dieron cita en el cementerio y lloraron al muerto por espacio de una hora.

Doña Leonor amaneció al día siguiente con los ojos llorosos como al dormirse, con dos bolsas gigantes repletas de lágrimas que sustituían a sus antiguos párpados. A escasos tres metros de ella se encontraba su primogénita Doña Casilda. Ella no lloraba, no hacía gesto alguno, tan sólo se limitaba a mirar cada una de las baldosas que conformaban el suelo de la cocina, tan ensimismada que pareciere que fueran a salir monedas de oro de entre las viejas losetas.

Su boca se abría de par en par cada instante para emitir unos sonoros bostezos que interrumpían el penoso llanto de su desdichada madre. El día transcurrió sin sobresaltos hasta que en la quietud de la noche un poderoso estruendo acabó con el letargo de madre e hija.

Varias cacerolas y sartenes cayeron de la segunda planta de la vieja casona. La viuda de Don Geremías había dejado varios trastos de cocina para que se secaran tras ser lavados cuando estos comenzaron a caerse sin razón aparente.

Esa misma noche Doña Casilda pudo comprobar lo que es el terror  a través de los ojos de su madre. Doña Leonor visualizó el infierno entre espasmos y lloros, la sombra de su difunto marido la perseguía por las diferentes estancias de la casa. Se manifestaba de diferentes maneras, lanzando cacerolas, tirando cuadros y lámparas, abriendo puertas de manera brusca o emitiendo inquietantes silbidos.

 Doña Leonor sintió un inmenso terror, su marido había regresado a la casa para vengarse por su infidelidad. Sus escarceos amorosos con el señorito Ramón habían sido el detonante principal para que su marido decidiera  quitarse la vida. Ahora deambulaba por los pasillos y escaleras de su casa como alma en pena tratando de vengarse de su lasciva mujer.

Doña Leonor sintió angustia y miedo durante varios largos días. Quería salir de la casa pues la figura de su difunto marido se le aparecía a menudo, fundamentalmente en las noches. Pero no tenía a donde ir y no tenía más remedio que esperar a que los extraños fenómenos remitiesen.

Un par de semanas más tarde de la muerte de su marido llamó al hermano Damián para que echara agua bendita por las diferentes estancias y compartimentos de la casa esperando que de esta manera el espíritu errante de su difunto marido se fuera de una vez por todas. Pero aquella parafernalia fue en vano, no sirvió para nada puesto que las manifestaciones de Don Geremías se siguieron produciendo con la misma frecuencia y contundencia como en las jornadas anteriores.

Doña Leonor padecía un sentimiento de culpa por haberle sido infiel tan incómodo como la sensación de miedo de que el espectro de su marido pudiera vengarse tirándola por las escaleras o ahogándola mientras dormía. Tal era así que una mañana no aguantó más y decidió tomar una drástica decisión para poner fin a su tormento.

 La única manera de superar la congoja por haber sido infiel a su marido era revelando el secreto guardado por años. Así que se lo contó a su hija que rompió a llorar en cuanto escuchó la confesión de su anciana madre.


Aquella confesión le costó la relación con su hija y el san Benito de ser considerada una mujer adúltera en el pueblo. Allá donde iba era seguida por miradas indiscretas que parecían juzgarla en silencio. Doña Leonor tuvo que afrontar las consecuencias de haber revelado sus escarceos amorosos pero a cambio pudo respirar aliviada en su casa, pues nunca jamás volvió a sentir la incómoda presencia de su difunto marido.

La matanza de Utoya.


    
Estamos acostumbrados a que las matanzas de energúmenos que juegan a ser terroristas se produzcan en Estados Unidos, pero en ocasiones estas masacres se originan en otros países. Alemania, Finlandia y Noruega son algunos de ellos.
Fue precisamente en Noruega donde un sujeto movido por un odio irrefrenable contra los extranjeros actuó sembrando el pánico en una pequeña isla llamada Utoya. El nombre de la isla suena a utopía, no fue precisamente una utopía la acción de este malhechor sino una masacre sin precedentes en un país más acostumbrado a ser escenario de buenas noticias y no de matanzas como la que vengo a narrar.
Y es que Noruega es el país más rico del mundo después del Vaticano, hasta los barrenderos viven holgadamente en un país donde el intenso frío que sufren de septiembre a mayo parece ser el único mal que aqueja a sus cerca de 10 millones de pobladores.
Pero desafortunadamente ningún país está exento de las malas noticias, de las catástrofes, algunas propiciadas por la madre naturaleza y otras por la temible e iracunda mano del hombre( de algunos hombres malos).
Si hiciéramos una lista de hombres malos seguramente encabezarían esta lista politicuchos de infame recuerdo como Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Videla, Pinochet casi todos ellos fascistas. Fascistas como Andreas, el joven asesino que se burló de sus víctimas y que sólo ha recibido 18 años de cárcel, teniendo en cuenta que a los nueve años obtendrá la libertad condicional parece todo más propio de un chiste de mal gusto que de la cruda realidad noruega. 
Pero pasemos a narrar los hechos sin más preámbulos:
Los ataques del 22 de julio de 2011 en Noruega tuvieron lugar en dos escenarios bien distintos. Primero se produjo una explosión en el distrito gubernamental de Oslocapital del país, y luego un tiroteo ocurrido dos horas después en la Isla de Utøya, ubicada en el lagoTyrifjorden, que dejó un saldo provisional de 77 muertos y más de un centenar de heridos, muchos de ellos adolescentes.
Durante los días posteriores a la tragedia, la policía había hablado de cifras de hasta 93 muertos, pero después revisó la cifra a la baja fijándola en 76; la policía explicó que el escenario después de los ataques era muy confuso y probablemente algunos cuerpos se contaron varias veces. Posteriormente una víctima murió en el hospital elevando la cifra a 77.
Por la tarde, se desató una gran confusión en Oslo y más tarde las autoridades confirmaron que detuvieron al hombre disfrazado de policía que abrió fuego contra la multitud en Utøya, antes de que se emitiera esta información incluso se pensó que los atentados que estaban afectando a Noruega habían sido perpetrados por Al Qaeda.
El asesino actuó por su cuenta, no pertenecía a ninguna banda terrorista ni estaba loco, lo hizo todo para vengarse de las personas que a su juicio estaban acabando con la identidad de su país. Anders Behring Breivik, un empresario noruego de 32 años fue descrito por la policía como simpatizante de la ultraderecha o extrema derecha.
Fue también considerado por varios medios escritos como fundamentalista cristiano", de ideología nacionalista (contrario al multiculturalismo), pro-israelí, islamófobo y admirador del movimiento político estadounidense del Tea Party.

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Según medios locales, el edificio del gobierno afectado quedó prácticamente destruido y la zona se "asemejaba a una zona de guerra", por el daño causado. De acuerdo con las declaraciones de la policía, el atentadofue perpetrado por un hombre llamado Anders Behring Breivik mediante un coche bomba y podría haber consistido de una o varias explosiones que afectaron al edificio, dejándolo en llamas y con sus diecisiete pisos con severos daños.
Para una mejor actuación de los equipos de emergencia, la policía acordonó el área hasta cinco manzanas en torno del edificio y se evacuó la totalidad del resto de los edificios gubernamentales por miedo a más atentados.

Medios noruegos aseguraron que se sintió un movimiento en el suelo con la explosión. Testigos en el lugar aseguraron que pudo haber sido causada por un coche-bomba. Además, el estruendo de la explosión y la onda expansiva se dejaron sentir en varios kilómetros a la redonda, según informaron testigos durante toda la tarde del viernes.

El atentado causó fuertes daños en los edificios circundantes, entre ellos los complejos gubernamentales denominados H e Y que contienen murales diseñados por Picasso. Para estos edificios se estudia la posibilidad de una costosa rehabilitación o la demolición, lo que implicaría extraer los murales para reinsertarlos posteriormente en los nuevos edificios.

Pocas horas después se supo que un individuo disfrazado de policía (Anders) había reunido a todos los que se encontraban en el islote con la intención de llevar a cabo un control de seguridad, pero luego abrió fuego en el campamento juvenil político del Partido Laborista Noruego donde al día siguiente iba a participar el primer ministro con las juventudes de su partido en el islote de Utøya, situado al norte de la capital. 
El asesino iba armado con una pistola y un rifle, y antes de comenzar el tiroteo reunió a todas las personas sirviéndose de la autoridad de policía que le otorgaba su uniforme. Una vez reunidos comenzó a disparar sobre ellos de modo indiscriminado. De acuerdo con la policía local, 69 personas murieron víctimas del ataque.2 Se cree que gran parte de las víctimas murieron ahogadas mientras escapaban y el resto a consecuencia de los disparos.
También, se encontraron en el islote varios explosivos desactivados, según informó la policía local. El tiroteo en la isla (que según los últimos recuentos de la Policía dejó al menos 69 muertos)12 duró más de 45 minutos, tiempo durante el cual el pistolero disparaba con pausas de 10 segundos entre los tiros, mientras celebraba con gritos de victoria.13 
Desde el momento en que la Policía recibió la llamada oficial de las autoridades locales del pueblo más cercano a la isla pidiendo su intervención urgente hasta que las fuerzas policiales desembarcaron en la isla transcurrieron 47 minutos, y sólo dos minutos después de llegar los efectivos policiales el asesino se rindió a ellos; lo que ha desatado fuertes críticas de que muchas vidas pudieron salvarse sí la policía hubiera llegado antes a Utøya.14

Ambos ataques estaban aparentemente coordinados. En un principio, un supuesto comunicado de un grupo islamista llamado Ansar al-Jihad al-Alami (Colaboradores de la Yihad Global) proclamó la autoría de los ataques, según informó el diario The New York Times.15 16 Sin embargo, posteriormente, quien había reclamado el atentado en nombre de ese grupo "se retractó" y la policía noruega dijo que sospechaba de grupos noruegos antisistema,17 18 lo que también sería negado más tarde.2

El asesino, detenido en el islote de Utøya, es Anders Behring Breivik, un empresario noruego de 32 años descrito como nacionalista y fundamentalista cristiano,5 al que algunos consideran de extrema derecha,6 si bien él mismo se define como cristiano y conservador en su perfil de Facebook.19 Anders Behring Breivik había colgado mensajes en Internet declarándose enemigo de la sociedad multicultural.
De acuerdo con su abogado, Breivik habría declarado que su acción fue "atroz" pero "necesaria" y que la había planificado durante un largo período de tiempo. Además se supo que había redactado un "manifiesto" de 1.500 páginas y lo había colgado en internet antes de los ataques (según algunas fuentes está bastante inspirado en escritos de Unabomber); ese texto, titulado 2083.
A European Declaration of Independence y firmado con el seudónimo de Andrew Berwick, gira en torno a la "guerra de culturas" y en cómo puede liberarse Europa del Islam. También se dio a conocer que Breivik se identificaba a sí mismo con los Caballeros Templarios y que había colgado un vídeo en YouTube en que llamaba a sus seguidores a la guerra contra el marxismo y el Islam; en él aparecía empuñando un fusil automático y con un parche en el brazo que decía "Cazador de Marxistas". YouTube retiró el vídeo el día siguiente a la masacre por la noche.20
La Policía noruega ha dicho que estudia la posibilidad de acusar a Breivik de crímenes contra la humanidad, ya que los crímenes de terrorismo de los que lo acusaron originalmente tienen una pena máxima de apenas 21 años de cárcel en el Código Penal noruego, mientras que los crímenes contra la humanidad tienen en ese mismo código una pena máxima de 30 años de prisión.21 
Con esta tragedia se ha generado un fuerte debate en la sociedad noruega, ya que la mayoría de la población considera que las penas contempladas por la legislación penal de su país son demasiado blandas; y en el caso especial de Breivik desearían verlo condenado a cadena perpetua o incluso, en el caso de algunos sectores más radicalizados por la indignación, a la pena de muerte.22
Holm Skoglund, superviviente de la matanza en el campamento de las Juventudes Laboristas en la isla noruega de Utøya, en la que murieron 69 personas, ha dicho este lunes que el ultraderechista y autor confeso de los asesinatos, Anders Behring Breivik, había salido derrotado. «Ganamos. Él perdió. La juventud noruega sabe nadar», dijo Skoglund durante el juicio contra Breivik en un tribunal de Oslo.

Skoglund fue herida de bala en el muslo pero pudo lanzarse al agua del fiordo y fue rescatada por un bote. Se mantuvo en el agua flotando a ratos y sosteniendo su cuerpo con la pierna no herida durante buena parte del tiempo que duró la carnicería ocultando su cuerpo bajo el agua, según la transcripción de su testimonio en el juicio contra Breivik difundida por la cadena pública NRK.

Breivik dijo hace varias semanas que su objetivo era matar a todos los asistentes al campamento, cerca de 600, provocando el terror y usando el agua como «arma de destrucción masiva», ya que esperaba que muchos se ahogaran víctimas del pánico.
Skoglund, la única testigo que hasta ahora ha pedido declarar sin la presencia en la sala del acusado, relató cómo vio desde el agua a éste, disfrazado de agente de policía, matar a varios jóvenes en la punta sur de la isla, además de gritarles: «¡Parad, volved!».

La joven sobrevivió cerca de una hora en el agua pese a la herida de bala en el muslo, complicada por una lesión anterior en la rodilla, aparte sufrió ataques de asma, que provocaron que estuviera a punto de ahogarse varias veces, según confesó.

Fueron «saltando» sobre varios cadáveres hasta que decidieron escalar una pared rocosa.


Su testimonio fue uno de los cinco de los supervivientes de Utøya heridos en la masacre y que han comenzado a declarar este lunes en la quinta de las diez semanas de duración prevista para el juicio. Otro de ellos fue Marius Hoft, de 18 años, quien ya había empaquetado todo para volver a casa con su mejor amigo, cuando los sorprendió los disparos indiscriminados, lo que hizo que emprendieran la huida por la isla.

Tras esconderse un rato debajo de un camino, fueron «saltando» sobre varios cadáveres y decidieron escalar una pared rocosa para ocultarse del ultraderechista, de 33 años.

«Medio minuto» de llanto

«Cuando estaba escalando hacia la derecha, pude escuchar unos ruidos y mi amigo cayó al vacío. No hizo ningún ruido al caer», declaró Hoft, que lloró «sólo medio minuto», porque pensó que tenía que aguantar «hasta haber sobrevivido». En el hueco justo para poder entrar de pie, permaneció varias horas antes de ser rescatado y desde su puesto, sin poder hacer ruido para evitar ser descubierto, vio cómo Breivik mataba a otros.

Silja Kristianne Uteng fue herida de bala en el antebrazo, pero eso no le impidió cruzar a nado hasta la costa, junto con otros jóvenes, que se iban «animando» unos a otros mientras nadaban. Lars Grønnestad sobrevivió escondido junto a una roca, donde se había refugiado tras recibir un tiro por la espalda que le perforó parcialmente el pulmón y estuvo a punto de causarle la muerte.
El tribunal anunció que estudiará transmitir las declaraciones de algunos expertos, como personal sanitario que ha atendido a Breivik, algo a lo que éste se opone. «Pienso que es totalmente inaceptable que mi explicación ideológica fuera censurada por completo y que las explicaciones de los psiquiatras sean transmitidas. Esto va a crear un desequilibrio y contribuirá a hacerme parecer un enfermo», afirmó el acusado.

Breivik, quien confesó haber matado a 77 personas, lucha por no ser declarado un enfermo mental y evitar una condena a un hospital psiquiátrico, que él considera que sería una «humillación».

El Partido del Progreso (FrP), una agrupación populista de extrema derecha, negocia formar parte del Gobierno surgido de las elecciones noruegas del lunes, en las que la coalición de izquierdas encabezada por los laboristas, en el poder desde 2005, perdió la mayoría absoluta en el Parlamento.
 La gran vencedora de las elecciones, la conservadora Erna Solberg, ya había anunciado de antemano su intención de tener a los cuatro partidos “burgueses”, incluido el FrP, en el Ejecutivo. Si finalmente la formación encabezada por Siv Jensen forma parte del Gabinete, sería la primera vez que un partido de este tipo llega al poder en Escandinavia.
Estas son las primeras elecciones generales celebradas en el país nórdico después de que, en julio de 2011, Anders Behring Breivik matase a 77 personas en un doble ataque, primero contra edificios del Gobierno en el centro de Oslo, y luego contra un campamento de las juventudes laboristas en la isla de Utoya, en las afueras de la capital. Breivik, que en varios escritos denunció la “islamización” de la sociedad noruega.
Breivik había sido miembro tanto del FrP como de su organización juvenil, FrU. Si bien el FrP ha repudiado oficialmente a Breivik y sus actos afirmando que no conocían las intenciones del asesino.
El grupo político ha repudiado a Breivik y moderado su imagen pública
Con respecto a las elecciones de 2009, el FrP ha perdido casi una cuarta parte de los votos y 12 de sus 41 escaños. El éxito electoral del Partido del Progreso ha ido paralelo a un endurecimiento de su mensaje antiinmigración. Durante la campaña, el vicelíder del partido, Per Sandberg, prometió reducir a la mitad el número de inmigrantes no europeos.
En 2012, el portavoz del FrP para temas de inmigración, Morten Orsal Johansen, abogó por denegar las solicitudes de residencia a quienes “no quieran formar parte de la sociedad noruega”.
El partido ha propuesto prohibir el uso del hiyab y la propia Jensen afirmó en la campaña de 2009 que Noruega estaba viviendo una “islamización silenciosa”.
Dos años después de los atentados y con Breivik condenado a 21 años de cárcel —la pena máxima— en la campaña ha pesado más la preocupación sobre cómo utilizar los beneficios del petróleo, que garantiza un crecimiento económico sostenido y una baja tasa de desempleo.
La derecha acusa a los laboristas de ser demasiado conservadores en el uso del maná petrolero y aboga por bajar los impuestos con cargo a los ingresos de los hidrocarburos. Los laboristas afirman que su intención es crear un colchón financiero para el futuro.
Hasta ahora, todos los Gobiernos de coalición conservadores se han negado a incluir al FrP, como ha ocurrido en otros países nórdicos donde la extrema derecha ha crecido, como Dinamarca o Finlandia. Pero en julio de 2010, Solberg afirmó que “el Partido del Progreso ha obtenido un respaldo tan grande y tan persistente que ya no puede ser ignorado como una opción de Gobierno”.
¿Qué explica este cambio de actitud por parte de la derecha tradicional? “El partido ha moderado conscientemente su mensaje”, afirma Jo Saglie, del Instituto de Estudios Sociales de Oslo. “También ha obligado a los otros partidos a cambiar, especialmente en temas de inmigración”.

Para las víctimas ha sido muy importante que durante el proceso contra Anders Behring Breivik no se diera un solo paso en falso que pudiera generar dudas graves y dejar la herida abierta. Por eso consideran fundamental que el veredicto del tribunal haya sido unánime. “Es lo que esperábamos y queríamos, lo hace más sólido y más difícil de recurrir”, ha dicho en el vestíbulo de los juzgados Christin Bjelland, del Grupo Nacional de Apoyo a las Víctimas del 22 de julio, poco después de la lectura del veredicto.
Pero lo esencial será asegurarse de que nunca más se topan con el perpetrador (gjerningsmannen, en noruego), que es como muchos aquí le denominan para no pronunciar su nombre. Los afectados confían en que, una vez cumplida la pena, sea considerado un peligro para la sociedad y acabe su vida entre rejas. Dentro de 21 años, Breivik tendrá 54 y la mayoría de los que sobrevivieron en Utoya rondarán los 40.
Caroline Svendsen tendrá exactamente 40 porque ahora tiene 19. Esta estudiante de instituto ha sido una de las excepciones este viernes por dos motivos: porque sigue pensando que el asesino está loco y porque aceptó dar entrevistas.
La mayoría de las víctimas que han acudido a los juzgados de Oslo a escuchar el veredicto se han escudado tras unas pegatinas bien visibles en sus acreditaciones de familiar: “Entrevistas no, por favor”. Otros familiares lo han seguido desde salas contiguas lejos de la vista de la prensa y las autoridades han colocado pantallas en juzgados de todo el país para los parientes.
Bjelland ha agradecido que el proceso judicial se haya desarrollado con respeto a la dignidad de las víctimas, y se hayan establecido claramente los hechos.


Svendsen no lo cuenta con la precisión de la sentencia, sino en crudo. “Creo que la gente debe oír lo que pasó y cómo lo experimentamos nosotros. No cómo lo cuentan los jueces. Que la gente sepa cómo es de horrible. Eso lo sabemos las víctimas. Los que lo vivieron”.
Esta joven rubia platino, con gafas de pasta negras, bonita, con una elegante camisa blanca y vaqueros estrechos relata lo sucedido. Era su segundo verano en la isla de Utoya, en el campamento veraniego de las juventudes laboristas. “Alguien gritó: ‘Están disparando!’. Y pensé, ¡menuda broma más pesada! Corrí y… descubrí un montón de cadáveres. Y pensé, sí, alguien nos quiere matar”.
En su huida se topó con el asesino, que vestía un uniforme de policía que se había confeccionado él mismo. “Le vi y pensé: Estamos seguros, es nuestro héroe… pero disparó a dos chicas sentadas a mi lado, ahí me di cuenta de que no era un policía y que no me podía fiar de ninguna indumentaria, pues podía haber más lunáticos vestidos de policías, militares o de bomberos”.
 Logró salir de allí viva, sin heridas “físicas”, precisa ella, y con unas pesadillas y una incapacidad de concentrarse que le han hecho perder el curso escolar. Lo cuenta con una conmovedora entereza. “Creo que está loco porque para matar así a 77 personas, para causar tanto daño a tantos, tienes que estar loco. Y cómo se comporta lo confirma, incluso su abogada estaba casi llorando ¡y él estaba allí impasible!”.
¿Le preocupan sus ideas xenófobas, racistas, totalitarias? “Sí, vemos que muchos las comparten en Grecia con ese partido [Amanecer Dorado], en Reino Unido… es realmente aterrador. ¡El mundo es tan pequeño! Tengo miedo de que esto se extienda. Que vuelva a ocurrir no en Noruega, nosotros ya hemos tenido nuestra parte, sino en Grecia, en Gran Bretaña, en España.
Ocurre en situaciones económicas difíciles. Lo vimos en los años treinta. Es realmente muy aterrador. No quiero que mi peor enemigo pase por esto. Ni siquiera él”.
Existen países donde se crean comisiones de investigación independientes. Y donde lo que estas revelan tiene consecuencias. Noruega es uno de ellos. El jefe de la policía, que solo llevaba dos semanas en el puesto cuando el ultraderechista Anders Behring Breivik perpetró el mayor ataque del país en tiempos de paz, se convirtió ayer en el primer dimisionario político por el asunto. Oystein Maeland renunció al cargo tres días después de que la comisión oficial concluyera que el doble atentado de Oslo y Utoya, en el que murieron 77 personas en 2011, pudo haberse evitado.
El mando policial dio como argumento la falta de confianza de la ministra de Justicia, Grete Faremo. “Tener la confianza de la ministra era crucial para seguir en el cargo. Como ella y otros miembros del Parlamento no lo han dejado claro, simplemente no puedo continuar con mi trabajo”, declaró en un comunicado. La ministra anunció la decisión el jueves por la noche mientras participaba en un debate televisado.
El demoledor informe, elaborado durante un año por la Comisión 22 de Julio (por la fecha de la matanza), revela gravísimos fallos policiales. Sostiene que el primer ataque se pudo evitar y que el segundo -el de la isla de Utoya, donde Breivik asesinó una a una a 69 personas, casi todas adolescentes- se pudo parar antes. “Se podían haber salvado muchas vidas si Noruega hubiera afrontado el terror del 22 de julio con más profesionalidad”, declaró el lunes el grupo nacional de apoyo a las víctimas del doble atentado.
El predecesor de Maeland como jefe de la policía y el titular de Justicia cuando ocurrieron los atentados habían dejado sus cargos en los últimos meses.
“[El informe] es sin duda un verdadero golpe para la policía y probablemente afectará a la confianza de la gente [en las fuerzas de seguridad]”, explicaba horas después de la difusión de las conclusiones de la Comisión 22 de Julio Lise Hellebo Rykkja, investigadora de la Universidad de Bergen.
Efectivamente, la ha mermado. Cuatro de cada diez noruegos tienen ahora menos o mucha menos confianza en la policía, según una encuesta del canal público NRK. “Habrá que ver cómo afecta a la confianza en general en el Gobierno”, añadió entonces Rykka. El primer ministro, el laborista Jens Stoltenberg, parece salir indemne por ahora. Un 72% de los electores considera que no debe dimitir a consecuencia del informe, según la última encuesta de NRK.
Las conclusiones de la comisión han sido mucho más duras de lo que muchos esperaban y ya antes de conocerse se pronosticaban profundos cambios en la policía. El dimitido Maeland, que no tenía experiencia como agente de policía, era un veterano militante laborista y fue padrino de boda del primer ministro Stoltenberg.
 El lunes por la tarde el jefe del Gobierno dijo que asumía la responsabilidad última de los fallos de las autoridades: “Llevó demasiado tiempo coger al perpetrador y la policía debería haber estado en Utoya antes. Es algo que lamento”. El jueves volvió a insistir en que permanecerá para mejorar las operaciones y el liderazgo de la policía.
El veredicto de Breivik, que confesó los crímenes, los asume pero no se ve culpable porque los considera parte de una cruzada antiinmigrantes y antimusulmanes fue demasiado poco castigo para tales asesinatos.
Los líderes de los partidos noruegos se enteraron de la dimisión mientras participan en un gran debate entre sí y con el público en Arendal, ciudad costera que ha acogido la primera edición de una iniciativa que pretende emular los encuentros informales entre políticos, empresarios y ciudadanos que acoge Suecia desde los ochenta.
La comisión 22 de Julio calificó de “inaceptable” los 35 minutos que tardaron los agentes en cruzar desde la orilla del lago a la isla y criticó muy duramente a dos patrulleros locales que llegaron primero al embarcadero pero no llegaron a cruzar hasta el campamento juvenil y prefirieron esperar a sus compañeros del equipo de élite.
Además, las fuerzas de seguridad no hicieron caso hasta transcurrida una hora a una llamada de un testigo inmediatamente después de la explosión en la capital que describió al asesino, dijo que iba de uniforme, e incluso dio la matrícula del coche en el que huyó. El informe también sugiere que el espionaje interno pudo haber descubierto los planes de Breivik.
Noruega ha recordado cada año a las 77 víctimas del doble atentado en Oslo y la isla de Utoya perpetrado el año pasado por el ultraderechista Anders Behring Breivik. El primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, y el rey Harald encabezaron un acto de homenaje a las víctimas frente a la sede del Gobierno, donde una bomba causó la muerte a ocho personas.
Un año después de la masacre, las fachadas de los edificios colindantes aún están tapadas con tablones. Pero no había señales de luto. No hubo banderas a media asta y en vez de crespones negros se vieron muchas flores. “Contra la violencia, más apertura y más democracia. La bomba y las balas que utilizó Breivik querían cambiar Noruega. Los noruegos, no obstante, hemos estado a la altura y hemos mantenido nuestros ideales. El asesino fracasó, el pueblo ganó”, dijo Stoltenberg en su discurso.


Los asistentes al acto evitaron citar el nombre de Breivik. Stoltenberg solo se refirió a él como “el autor de la masacre”. Eskil Pedersen, líder de los jóvenes socialdemócratas, afirmó que “el asesino escogió sus armas; nosotros, la palabra, el Estado de derecho y la democracia. Hemos demostrado quién es más fuerte”. Al igual que ocurrió en los días posteriores al doble atentado, miles de noruegos, con flores en la mano, acudieron a la plaza del Ayuntamiento, donde se celebró un concierto en el que participó Bruce Springsteen.
En Utoya se celebró otro acto para supervivientes y familiares de las víctimas. Allí, donde 69 personas —la mayoría, jóvenes entre 14 y 18 años— perdieron la vida y otras 300 resultaron heridas, no se ha celebrado este año el campamento del Partido Laborista.
Los noruegos reiteraron este domingo estar orgullosos de su país y de sus valores. Pero algo ha cambiado en este año. Ahora son conscientes de que ya no viven en la burbuja en la que creían estar instalados. Pequeños detalles lo demuestran: no resulta extraño ver a policías armados, algo excepcional hasta el pasado año.
La policía, que en un principio recibió todo el apoyo de la sociedad —la gente solía dejar flores en sus vehículos—, ahora también recibe críticas. El ministro de Justicia, Knut Storberger, se vio obligado a dimitir tres meses y medio después de los atentados, que evidenciaron algunas carencias en el sistema de seguridad. Una comisión designada por el Gobierno noruego para investigar si la actuación policial fue correcta, presentará sus conclusiones el 13 de agosto.
Muchos ciudadanos han solicitado también un endurecimiento del código penal. La condena máxima por terrorismo es de 21 años de cárcel. Ha habido protestas por la posibilidad de que Breivik sea declarado no responsable de sus actos y enviado a un hospital psiquiátrico. En Noruega, no obstante, no existe ningún centro médico con la seguridad adecuada para albergar a un interno, así que es posible que permanezca en el pabellón de psiquiatría de la prisión donde se encuentra. La sentencia de Breivik se conocerá el 24 de agosto.
Pero no era Anders Behring Breivik, de 33 años, quien preocupaba a los miles de ciudadanos que salieron este domingo a las calles noruegas. Son las 77 víctimas, los cientos de heridos y sus familias, a los que prometieron no olvidar.
A veces, cuando los fotógrafos han tenido poco tiempo y escaso material entre el que descartar, salen buenos retratos. Anders Behring Breivik había perpetrado hacía unas horas la matanza de Utoya y entre los reporteros se corrió la voz de que pronto lo traerían a declarar al juzgado de Oslo. Los optimistas se apostaron cerca de la cochera con la esperanza de tirar un par de fotos del terrorista, las primeras tras su doble atentado.
De aquel túnel de entrada al Oslo Tingrett salieron las imágenes de un hombre mofletudo y con entradas, vestido con un desconcertante polo salmón de Lacoste con su jerseicito a juego, color rosa muroise. Ese era el rostro que nos convocaba a todos, luciendo la sonrisa arrobada del que ve cumplirse un sueño: copar las portadas y tal vez avanzar en lo que él llama “la independencia de Europa”.
 El precio fueron 77 vidas, decenas de ellas de adolescentes que participaban en la acampada de las Juventudes Laboristas noruegas en la isla de Utoya. Tanto en el “manifiesto” que pergeñó antes de la matanza como durante las tres semanas que van de juicio, Breivik ha demostrado que lo considera una bicoca.
¿Quién es el mofletudo de clase media y 33 años, el asesino que el 22 de julio pasado sacudió el corazón del país más rico del mundo? Él se considera un activista político. Reclama para sí la misma atención que obtienen las células terroristas islámicas tras cada atentado o la que recibe una banda local y despiadada como ETA cuando mata en su tierra.
 Quiere fijar la agenda política y convertirse en la mayor preocupación de sus conciudadanos. Se viste de fantoche con uniformes y símbolos de fantasía medievaloide. Inmediatamente después de su detención se desató el debate sobre la cordura de Breivik. ¿Loco o criminal fanático? ¿Hay diferencia?
Noruega no ha cambiado
Cuenta al teléfono el periodista anglonoruego James Edmondston que “la sociedad noruega ya tiene veredicto: es tan loco como criminal”. No consideran “que piense como un noruego”. Cuerdo o no, se le ve como un cuerpo extraño y no un producto de la sociedad. Ha triunfado la propuesta del primer ministro, Jens Stoltenberg, del mismo partido cuyas Juventudes masacró Breivik: permanecer unidos, no ceder. Se polemiza poco sobre la pésima reacción policial durante la matanza, la inoperancia de los servicios secretos o el deficiente control de armas y municiones. Cunde la noción de que la sociedad reaccionó como debe. Pocos días después de la matanza, un reportero podía colarse tranquilamente en la central laborista para hacer entrevistas bajo las ventanas reventadas por Breivik, que con esto encaja otra derrota.
Los fiscales noruegos han desmontado con éxito las fantasías conspiratorias del acusado. La orden de Caballeros Templarios que decía liderar consiste de una sola persona. No tiene seguidores ni existe un movimiento. Una fiscal le preguntó: “Si te quitan la pomposidad de tus escritos ¿qué te queda?”.
Breivik pidió a los letrados que dejaran de ridiculizarlo. Se ha sabido que era muy aficionado a los video­juegos y que pasaba mucho tiempo ante la pantalla. Era un devoto de World of Warcraft e incluso ha confesado que llegó a jugar 16 horas al día aCall of Duty: Modern Warfare 2,un superventas del género de disparos, para practicar tiro antes de la masacre.
También, que fracasó en varias iniciativas empresariales y que por eso tuvo que volver hace seis años a casa de su madre, en un barrio acomodado del este de Oslo. Vivía de lo que ganó vendiendo diplomas universitarios falsificados en Internet. Casi medio millón de euros entre 2003 y 2006.
Breivik organizó el doble atentado entre su habitación de la casa materna y la granja rural que alquiló en el pueblecito de Rena, a 170 kilómetros de la capital. Sí, como se ha dicho, la vida de Breivik ha sido “la de un perdedor”, lo cierto es que preparó los golpes con sumo cuidado y eficiencia. La parte personal de su “manifiesto” de 1.500 páginas –lo que no es una mera copia de contenidos ajenos de Internet– reconstruye los preparativos con una prolijidad obsesiva y tediosa en la descripción de cualquier detalle nimio: qué come, que programas de ordenador usa, qué cerveza bebe, qué libros ha leído(entre sus favoritos, 1984, de Orwell; Leviatán, de Hobbes; y Sobre la libertad, de John Stuart Mill). Más que la obra de un loco parece la de un tipo muy, muy pesado.
Ha dicho Jens Breivik, padre del terrorista, que él mantuvo con su hijo “una relación que cualquiera calificaría de normal”. Este diplomático ya jubilado se separó de su madre, Wenche Behring, en 1980. Anders tenía un año. Jens vive en Francia, donde su hijo lo visitaba regularmente hasta que, cuando tenía 16 años, se distanciaron. No se han vuelto a ver desde 1995. Anders culpa en su “manifiesto” al padre. Este dice que el hijo eligió montarse su propia vida y seguir sus aficiones de entonces: el hip-hop y los grafitis. El terrorista cuenta que un buen amigo suyo era musulmán. También dice que su padre “no era muy bueno con la gente”.
Su padre, que perdió contacto con él en 1995, consideraba a Breivik "reservado, difícil... pero no anormal"
El asesino no terminó el colegio y carece de títulos académicos. El padre contó al diario británico The Guardian que los asistentes sociales recomendaron en 1983 que Anders dejara de vivir con Wenche. Jens intentó obtener la custodia y lamenta que “en Noruega siempre le dan la razón a la madre”. Anders se quedó con ella. Jens dice que ella era “emocionalmente incapaz” de hacerse cargo de un niño. Él tampoco se esforzó en mantener el contacto con su hijo tras 1995. Dice que lo consideraba “reservado, difícil, pero no… anormal”. Wenche Behring no concede entrevistas, pero dijo a los psiquiatras que percibió signos de la paranoia de su hijo en 2006.
El manifiesto de Breivik es también un compendio de las ideas ultra que circulan libremente por Internet. Si algo tienen de inquietante sus clichés sobre la supuesta “invasión musulmana de Europa” y los peligros del “multiculturalismo” y de la ideología socialdemócrata (“marxismo cultural”, le llama) preponderante en Noruega, es que suenan a cosa ya oída. A cháchara de taxista de derechas con la lengua suelta. El 23% de los noruegos vota a la formación derechista Partido del Progreso, en el que Breivik militó entre 1999 y 2007. El partido, que se cuenta entre los menos radicales de la pujante derecha populista en Europa, se distanció de Breivik y de sus actos.
Los jueces decidirán si Breivik está cuerdo, como asegura el informe psiquiátrico más reciente. O si sufre, como dijo el primer informe pericial, una esquizofrenia paranoide que le impide juzgar la realidad y responsabilizarse de sus actos. La cuestión tiene escasa importancia a efectos prácticos: si lo declaran loco, ingresará en una clínica psiquiátrica. Si no, irá a una prisión noruega por 21 años prorrogables. Es difícil que vuelva a ser libre, por  mucho que los años traten de borrar lo ocurrido su nombre será recordado por siempre como el del mayor asesino de Noruega.
 En Alemania se publicaron fotos de su celda: mesa, silla y cama de madera, retrete metálico, biombo divisorio y cortinas de cuadros en la ventana sin barrotes. Diseño escandinavo de gama baja, como en tantos cuartos de estar del mundo.
El viernes fue uno de los días más duros del largo proceso contra Anders Behring Breivik. El asesino de la isla noruega de Utoya describió ante el tribunal los pormenores de la matanza de 69 jóvenes y adolescentes que perpetró el pasado 22 de julio. Sin mostrar emociones, el asesino ha hablado de todas las víctimas que recuerda sin ahorrarse detalles macabros como que, cuando se percataba de que algún joven se hacía el muerto, lo remataba con un disparo en la cabeza.
Explicó además que su plan era asesinar a tantos muchachos como le fuera posible y que contaba con que muchos se ahogarían en el agua helada del fiordo que baña la isla. En dos ocasiones les gritó: “Vais a morir hoy, marxistas”.
Sus abogados querían mostrar a los jueces la faceta humana del terrorista, que aseguró haber sido una persona sensible hasta 2006. Entonces se sometió a sí mismo a un entrenamiento para “deshumanizar” a sus víctimas, parecido al que se aplica a los soldados para que puedan matar al enemigo en el frente de guerra.
Decidió para ello aislarse social y emocionalmente. Para rebatir a los que lo consideran un narcisista, Breivik aseguró que quiere más a su país que a sí mismo. En el campamento estival de las Juventudes Laboristas la mayoría de las víctimas eran jóvenes y adolescentes noruegos a los que acusaba de promover el “multiculturalismo” y de facilitar la “islamización” de su país.
Breivik dijo haberse inspirado en la red terrorista Al Qaeda, de la que ha “aprendido mucho” y recuerda que su intención era fundar una “Al Qaeda para cristianos”. Se refirió también a otras organizaciones terroristas y destacó sus debilidades. Así, “la debilidad de ETA es que le temen a la muerte porque no creen en una vida después de la muerte”. Esta es, señaló, la debilidad de los marxistas. La ventaja de Al Qaeda se refiere a que “glorifican el martirio”.
Por su parte, Breivik sostiene que se planteó el suicidio tras cometer la matanza, pero que le disuadió la idea de “continuar la lucha desde la cárcel”. Por ello decidió entregarse por teléfono a la policía. En una de sus llamadas percibió que no le “tomaban en serio”. O sea, que siguió matando.
Aún así, se refirió a su atentado como “acción suicida”. Empezó a planearla tras percatarse de que los “medios pacíficos” no bastan para alcanzar sus metas. Por lo demás, declaró ser “una persona simpática”. Añadió que está mentalmente sano “desde el punto de vista penal” y que la sangre fría demostrada en la cacería humana que perpetró en Utoya es fruto de años de trabajo psicológico que le permitieron cometer los actos “crueles y bárbaros” de Utoya. Es necesario, añadió, distinguir “entre el extremismo político y la locura en sentido clínico”.
Una imagen suya ataviado con el uniforme de la policía antidisturbios, con un arma en la mano y caminado con la mirada atenta a lo que ha dejado a su espalda circuló por todo el mundo aquel ominoso 22 de julio. Aparecía Anders Behring Breivik, el autor confeso de la masacre caminando tranquilo, sosegado como quien está dando un placentero paseo por el centro de la ciudad.
 En el fotograma, recuperado de la grabación de una cámara de seguridad instalada en las calles de Oslo, Breivik, de 32 años, aparece en su huida tras colocar el coche bomba que a la postre se cobraría la vida de ocho personas. Pero no huyó corriendo, no, lo hizo despacio, sigiloso, como quien sabe que todo va a salir correctamente aunque se lo tome con calma. Parecía que tenía el beneplácito de la policía para dar rienda suelta a sus instintos homicidas, parecía que nada ni nadie podía detenerle.
Tras abandonar la capital noruega, Breivik se dirigió a la isla de Utoya, a unos 40 kilómetros al noroeste y donde llevó a cabo la segunda parte de su plan: atentar contra la reunión de las juventudes del Partido Laborista, actualmente en el Gobierno. Murieron a tiros otras 69 personas. El uniforme policial que vestía Breivik y con el que aparece en la imagen fue precisamente el que le permitió acercarse hasta la convención y engañar a sus asistentes antes de abrir fuego.
Un tribunal de apelación noruego ha decidido, por otro lado, que el acusado comparezca ante la justicia el próximo 19 de septiembre en una sesión a puerta cerrada. El lunes, un juzgado de Oslo había aprobado que fuera pública, pero el recurso de la Policía, que pretende evitar que Breivik se comunique con eventuales cómplices, ha cerrado las puertas al juicio. La justicia deberá decidir, entre otras cosas, si mantiene el aislamiento total del preso.