Estamos acostumbrados a que las matanzas de energúmenos que juegan a ser terroristas se produzcan en Estados Unidos, pero en ocasiones estas masacres se originan en otros países. Alemania, Finlandia y Noruega son algunos de ellos.
Fue precisamente en Noruega donde un sujeto movido por un odio irrefrenable contra los extranjeros actuó sembrando el pánico en una pequeña isla llamada Utoya. El nombre de la isla suena a utopía, no fue precisamente una utopía la acción de este malhechor sino una masacre sin precedentes en un país más acostumbrado a ser escenario de buenas noticias y no de matanzas como la que vengo a narrar.
Y es que Noruega es el país más rico del mundo después del Vaticano, hasta los barrenderos viven holgadamente en un país donde el intenso frío que sufren de septiembre a mayo parece ser el único mal que aqueja a sus cerca de 10 millones de pobladores.
Pero desafortunadamente ningún país está exento de las malas noticias, de las catástrofes, algunas propiciadas por la madre naturaleza y otras por la temible e iracunda mano del hombre( de algunos hombres malos).
Si hiciéramos una lista de hombres malos seguramente encabezarían esta lista politicuchos de infame recuerdo como Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Videla, Pinochet casi todos ellos fascistas. Fascistas como Andreas, el joven asesino que se burló de sus víctimas y que sólo ha recibido 18 años de cárcel, teniendo en cuenta que a los nueve años obtendrá la libertad condicional parece todo más propio de un chiste de mal gusto que de la cruda realidad noruega.
Pero pasemos a narrar los hechos sin más preámbulos:
Los ataques del 22 de julio de 2011 en Noruega tuvieron
lugar en dos escenarios bien distintos. Primero se produjo una explosión en el distrito gubernamental
de Oslo, capital del país, y luego un tiroteo ocurrido dos horas después en la Isla de Utøya, ubicada en el
lagoTyrifjorden, que dejó un saldo provisional de 77 muertos y más de un centenar de
heridos, muchos de
ellos adolescentes.
Durante los días posteriores a la
tragedia, la policía había hablado de cifras de hasta 93 muertos, pero después
revisó la cifra a la baja fijándola en 76; la policía explicó que el escenario
después de los ataques era muy confuso y probablemente algunos cuerpos se
contaron varias veces. Posteriormente
una víctima murió en el hospital elevando la cifra a 77.
Por la tarde, se desató una gran
confusión en Oslo y más tarde las autoridades confirmaron que detuvieron al hombre
disfrazado de policía que abrió fuego contra la
multitud en Utøya, antes de que se
emitiera esta información incluso se pensó que los atentados que estaban
afectando a Noruega habían sido perpetrados por Al Qaeda.
El asesino actuó por su cuenta, no
pertenecía a ninguna banda terrorista ni estaba loco, lo hizo todo para
vengarse de las personas que a su juicio estaban acabando con la identidad de
su país. Anders Behring
Breivik, un empresario noruego de 32 años fue descrito por la
policía como simpatizante de la ultraderecha o extrema derecha.
·
Según medios locales, el edificio del
gobierno afectado quedó prácticamente destruido y la zona se "asemejaba a
una zona de guerra", por el daño causado. De acuerdo con las declaraciones
de la policía, el atentadofue perpetrado
por un hombre llamado Anders Behring Breivik mediante un coche bomba y podría
haber consistido de una o varias explosiones que afectaron al edificio,
dejándolo en llamas y con sus diecisiete pisos con severos daños.
Para una mejor actuación de los
equipos de emergencia, la policía acordonó el área hasta cinco manzanas en
torno del edificio y se evacuó la totalidad del resto de los edificios
gubernamentales por miedo a más atentados.
Medios noruegos aseguraron que se
sintió un movimiento en el suelo con la explosión. Testigos en el lugar
aseguraron que pudo haber sido causada por un coche-bomba. Además, el estruendo
de la explosión y la onda expansiva se dejaron
sentir en varios kilómetros a la redonda, según informaron testigos durante
toda la tarde del viernes.
El atentado causó fuertes daños en
los edificios circundantes, entre ellos los complejos gubernamentales
denominados H e Y que contienen murales diseñados por Picasso. Para estos
edificios se estudia la posibilidad de una costosa rehabilitación o la
demolición, lo que implicaría extraer los murales para reinsertarlos
posteriormente en los nuevos edificios.
Pocas horas después se supo que un
individuo disfrazado de policía (Anders) había reunido a todos los que se
encontraban en el islote con la intención de llevar a cabo un control de
seguridad, pero luego
abrió fuego en el campamento juvenil político del Partido Laborista Noruego donde al día
siguiente iba a participar el primer ministro con las juventudes de su partido
en el islote de Utøya, situado al norte de
la capital.
El asesino iba armado con una pistola y un rifle, y antes de
comenzar el tiroteo reunió a todas las personas sirviéndose de la autoridad de
policía que le otorgaba su uniforme. Una vez reunidos comenzó a disparar sobre
ellos de modo indiscriminado. De acuerdo con la policía local, 69 personas
murieron víctimas del ataque.2 Se cree que
gran parte de las víctimas murieron ahogadas mientras
escapaban y el resto a consecuencia de los disparos.
También, se encontraron en el islote
varios explosivos desactivados, según informó la policía local. El tiroteo en
la isla (que según los últimos recuentos de la Policía dejó al menos 69
muertos)12 duró más de
45 minutos, tiempo durante el cual el pistolero disparaba con pausas de 10
segundos entre los tiros, mientras celebraba con gritos de victoria.13
Desde el momento en que la Policía
recibió la llamada oficial de las autoridades locales del pueblo más cercano a
la isla pidiendo su intervención urgente hasta que las fuerzas policiales
desembarcaron en la isla transcurrieron 47 minutos, y sólo dos minutos después
de llegar los efectivos policiales el asesino se rindió a ellos; lo que ha
desatado fuertes críticas de que muchas vidas pudieron salvarse sí la policía
hubiera llegado antes a Utøya.14
Ambos ataques estaban aparentemente
coordinados. En un principio, un supuesto comunicado de un grupo islamista
llamado Ansar
al-Jihad al-Alami (Colaboradores de la Yihad Global) proclamó
la autoría de los ataques, según informó el diario The New York Times.15 16 Sin embargo,
posteriormente, quien había reclamado el atentado en nombre de ese grupo
"se retractó" y la policía noruega dijo que sospechaba de grupos
noruegos antisistema,17 18 lo que
también sería negado más tarde.2
De acuerdo con su abogado, Breivik
habría declarado que su acción fue "atroz" pero "necesaria"
y que la había planificado durante un largo período de tiempo. Además se supo
que había redactado un "manifiesto" de 1.500 páginas y lo había
colgado en internet antes de los ataques (según algunas fuentes está bastante
inspirado en escritos de Unabomber); ese texto,
titulado 2083.
A European Declaration of
Independence y firmado con el seudónimo de Andrew Berwick, gira en torno a la
"guerra de culturas" y en cómo puede liberarse Europa del Islam.
También se dio a conocer que Breivik se identificaba a sí mismo con los Caballeros Templarios y que había colgado un vídeo
en YouTube en que
llamaba a sus seguidores a la guerra contra el marxismo y el Islam; en él aparecía
empuñando un fusil automático y con un parche en el brazo que decía
"Cazador de Marxistas". YouTube retiró el vídeo el día siguiente a la
masacre por la noche.20
La Policía noruega ha dicho que
estudia la posibilidad de acusar a Breivik de crímenes contra la humanidad, ya que los
crímenes de terrorismo de los que lo acusaron originalmente tienen una pena
máxima de apenas 21 años de cárcel en el Código Penal noruego,
mientras que los crímenes contra la humanidad tienen en ese mismo código una
pena máxima de 30 años de prisión.21
Con esta tragedia se ha generado un
fuerte debate en la sociedad noruega, ya que la mayoría de la población
considera que las penas contempladas por la legislación penal de su país son demasiado
blandas; y en el caso especial de Breivik desearían verlo condenado a cadena perpetua o incluso, en
el caso de algunos sectores más radicalizados por la indignación, a la pena de muerte.22
Skoglund fue herida
de bala en el muslo pero pudo
lanzarse al agua del fiordo y fue rescatada por un bote. Se mantuvo en el agua
flotando a ratos y sosteniendo su cuerpo con la pierna no herida durante buena
parte del tiempo que duró la carnicería ocultando su cuerpo bajo el agua, según
la transcripción de su testimonio en el juicio contra Breivik difundida por la
cadena pública NRK.
Breivik dijo hace varias semanas que su objetivo era matar a todos los asistentes al
campamento, cerca de 600, provocando el terror y usando el agua como «arma
de destrucción masiva», ya que esperaba que muchos se ahogaran víctimas del pánico.
Skoglund, la única testigo que hasta ahora ha pedido declarar sin la presencia en la sala del
acusado, relató cómo vio desde el agua a éste, disfrazado de agente de
policía, matar a varios jóvenes en la punta sur de la isla, además de
gritarles: «¡Parad, volved!».
La joven sobrevivió cerca de una hora en el agua pese a la
herida de bala en el muslo, complicada por una lesión anterior en la rodilla, aparte
sufrió ataques de asma, que provocaron que estuviera a punto de ahogarse
varias veces, según confesó.
Fueron «saltando» sobre
varios cadáveres hasta que decidieron escalar una pared rocosa.
Su testimonio fue uno de los cinco de los supervivientes de
Utøya heridos en la masacre y que han comenzado a declarar este lunes en la
quinta de las diez semanas de
duración prevista para el juicio. Otro de ellos fue Marius Hoft, de 18
años, quien ya había empaquetado todo para volver a casa con su mejor amigo,
cuando los sorprendió los
disparos indiscriminados, lo que hizo que emprendieran la huida por la
isla.
Tras esconderse un rato debajo de un camino, fueron «saltando»
sobre varios cadáveres y decidieron escalar una pared rocosa para ocultarse del
ultraderechista, de 33 años.
«Medio
minuto» de llanto
«Cuando estaba escalando hacia la derecha, pude escuchar unos
ruidos y mi amigo cayó al vacío. No hizo ningún ruido al caer», declaró Hoft,
que lloró «sólo medio minuto», porque pensó que tenía que aguantar «hasta
haber sobrevivido». En el hueco justo para poder entrar de pie, permaneció
varias horas antes de ser rescatado y desde su puesto, sin poder hacer ruido
para evitar ser descubierto, vio cómo Breivik mataba a otros.
Silja Kristianne Uteng fue
herida de bala en el antebrazo, pero eso no le impidió cruzar a nado hasta la
costa, junto con otros jóvenes, que se iban «animando» unos a otros mientras
nadaban. Lars Grønnestad sobrevivió escondido junto a una roca, donde se había
refugiado tras recibir un tiro por la espalda que le perforó parcialmente el
pulmón y estuvo a punto de causarle la muerte.
El tribunal anunció que estudiará transmitir las declaraciones
de algunos expertos, como personal sanitario que ha atendido a Breivik, algo
a lo que éste se opone. «Pienso que es totalmente inaceptable que mi
explicación ideológica fuera censurada por completo y que las explicaciones de
los psiquiatras sean transmitidas. Esto
va a crear un desequilibrio y contribuirá a hacerme parecer un enfermo»,
afirmó el acusado.
Breivik, quien confesó haber matado a 77 personas, lucha por no ser declarado un enfermo mental y evitar una condena a un hospital
psiquiátrico, que él considera que sería una «humillación».
El Partido del Progreso (FrP), una agrupación populista de extrema
derecha, negocia formar parte del Gobierno surgido de las elecciones noruegas
del lunes, en las que la coalición de izquierdas encabezada por los laboristas,
en el poder desde 2005, perdió la mayoría absoluta en el Parlamento.
La gran vencedora de las
elecciones, la conservadora Erna Solberg, ya había anunciado de antemano su
intención de tener a los cuatro partidos “burgueses”, incluido el FrP, en el
Ejecutivo. Si finalmente la formación encabezada por Siv Jensen forma parte del
Gabinete, sería la primera vez que un partido de este tipo llega al poder en
Escandinavia.
Estas son las primeras elecciones generales celebradas en el país
nórdico después de que, en julio de 2011, Anders Behring
Breivik matase a 77 personas en un doble ataque, primero contra
edificios del Gobierno en el centro de Oslo, y luego contra un campamento de
las juventudes laboristas en la isla de Utoya, en las afueras de la capital.
Breivik, que en varios escritos denunció la “islamización” de la sociedad
noruega.
Breivik había sido miembro tanto del FrP como de su organización
juvenil, FrU. Si bien el FrP ha repudiado oficialmente a Breivik y sus actos
afirmando que no conocían las intenciones del asesino.
El grupo político
ha repudiado a Breivik y moderado su imagen pública
Con respecto a las elecciones de 2009, el FrP ha perdido casi una cuarta
parte de los votos y 12 de sus 41 escaños. El éxito electoral del Partido del
Progreso ha ido paralelo a un endurecimiento de su mensaje antiinmigración.
Durante la campaña, el vicelíder del partido, Per Sandberg, prometió reducir a
la mitad el número de inmigrantes no europeos.
En 2012, el portavoz del FrP para temas de inmigración, Morten Orsal
Johansen, abogó por denegar las solicitudes de residencia a quienes “no quieran
formar parte de la sociedad noruega”.
El partido ha propuesto prohibir el uso del hiyab y la propia Jensen
afirmó en la campaña de 2009 que Noruega estaba viviendo una “islamización
silenciosa”.
Dos años después de los atentados y con Breivik condenado a 21 años de
cárcel —la pena máxima— en la campaña ha pesado más la preocupación sobre cómo
utilizar los beneficios del petróleo, que garantiza un crecimiento económico
sostenido y una baja tasa de desempleo.
La derecha acusa a los laboristas de ser demasiado conservadores en el
uso del maná petrolero y aboga por bajar los impuestos con cargo a los ingresos
de los hidrocarburos. Los laboristas afirman que su intención es crear un
colchón financiero para el futuro.
Hasta ahora, todos los Gobiernos de coalición conservadores se han
negado a incluir al FrP, como ha ocurrido en otros países nórdicos donde la
extrema derecha ha crecido, como Dinamarca o Finlandia. Pero en julio de 2010,
Solberg afirmó que “el Partido del Progreso ha obtenido un respaldo tan grande
y tan persistente que ya no puede ser ignorado como una opción de Gobierno”.
¿Qué explica este cambio de actitud por parte de la derecha tradicional?
“El partido ha moderado conscientemente su mensaje”, afirma Jo Saglie, del
Instituto de Estudios Sociales de Oslo. “También ha obligado a los otros
partidos a cambiar, especialmente en temas de inmigración”.
Para las víctimas ha sido muy
importante que durante el proceso contra Anders Behring Breivik no se diera un
solo paso en falso que pudiera generar dudas graves y dejar la herida abierta.
Por eso consideran fundamental que el veredicto del tribunal haya sido unánime.
“Es lo que esperábamos y queríamos, lo hace más sólido y más difícil de recurrir”,
ha dicho en el vestíbulo de los juzgados Christin Bjelland, del Grupo Nacional
de Apoyo a las Víctimas del 22 de julio, poco después de la lectura del
veredicto.
Pero lo esencial será asegurarse
de que nunca más se topan con el perpetrador (gjerningsmannen, en noruego), que
es como muchos aquí le denominan para no pronunciar su nombre. Los afectados
confían en que, una vez cumplida la pena, sea considerado un peligro para la
sociedad y acabe su vida entre rejas. Dentro de 21 años, Breivik tendrá 54 y la
mayoría de los que sobrevivieron en Utoya rondarán los 40.
Caroline Svendsen tendrá
exactamente 40 porque ahora tiene 19. Esta estudiante de instituto ha sido una
de las excepciones este viernes por dos motivos: porque sigue pensando que el
asesino está loco y porque aceptó dar entrevistas.
La mayoría de las víctimas que
han acudido a los juzgados de Oslo a escuchar el veredicto se han escudado tras
unas pegatinas bien visibles en sus acreditaciones de familiar: “Entrevistas
no, por favor”. Otros familiares lo han seguido desde salas contiguas lejos de
la vista de la prensa y las autoridades han colocado pantallas en juzgados de
todo el país para los parientes.
Bjelland ha agradecido que el
proceso judicial se haya desarrollado con respeto a la dignidad de las
víctimas, y se hayan establecido claramente los hechos.
Svendsen no lo cuenta con la
precisión de la sentencia, sino en crudo. “Creo que la gente debe oír lo que
pasó y cómo lo experimentamos nosotros. No cómo lo cuentan los jueces. Que la
gente sepa cómo es de horrible. Eso lo sabemos las víctimas. Los que lo
vivieron”.
Esta joven rubia platino, con
gafas de pasta negras, bonita, con una elegante camisa blanca y vaqueros
estrechos relata lo sucedido. Era su segundo verano en la isla de Utoya, en el
campamento veraniego de las juventudes laboristas. “Alguien gritó: ‘Están
disparando!’. Y pensé, ¡menuda broma más pesada! Corrí y… descubrí un montón de
cadáveres. Y pensé, sí, alguien nos quiere matar”.
En su huida se topó con el
asesino, que vestía un uniforme de policía que se había confeccionado él mismo.
“Le vi y pensé: Estamos seguros, es nuestro héroe… pero disparó a dos chicas
sentadas a mi lado, ahí me di cuenta de que no era un policía y que no me podía
fiar de ninguna indumentaria, pues podía haber más lunáticos vestidos de
policías, militares o de bomberos”.
Logró salir de allí viva, sin heridas
“físicas”, precisa ella, y con unas pesadillas y una incapacidad de
concentrarse que le han hecho perder el curso escolar. Lo cuenta con una
conmovedora entereza. “Creo que está loco porque para matar así a 77 personas,
para causar tanto daño a tantos, tienes que estar loco. Y cómo se comporta lo
confirma, incluso su abogada estaba casi llorando ¡y él estaba allí
impasible!”.
¿Le preocupan sus ideas
xenófobas, racistas, totalitarias? “Sí, vemos que muchos las comparten en
Grecia con ese partido [Amanecer Dorado], en Reino Unido… es realmente
aterrador. ¡El mundo es tan pequeño! Tengo miedo de que esto se extienda. Que
vuelva a ocurrir no en Noruega, nosotros ya hemos tenido nuestra parte, sino en
Grecia, en Gran Bretaña, en España.
Ocurre en situaciones económicas
difíciles. Lo vimos en los años treinta. Es realmente muy aterrador. No quiero
que mi peor enemigo pase por esto. Ni siquiera él”.
Existen países donde se crean comisiones de investigación
independientes. Y donde lo que estas revelan tiene consecuencias. Noruega es
uno de ellos. El jefe de la policía, que solo llevaba dos semanas en el puesto
cuando el ultraderechista Anders Behring Breivik perpetró el mayor ataque del
país en tiempos de paz, se convirtió ayer en el primer dimisionario político
por el asunto. Oystein Maeland renunció al cargo tres días después de que la
comisión oficial concluyera que el doble atentado de Oslo y Utoya, en el que
murieron 77 personas en 2011, pudo haberse evitado.
El mando policial dio como argumento la falta de confianza de la
ministra de Justicia, Grete Faremo. “Tener la confianza de la ministra era
crucial para seguir en el cargo. Como ella y otros miembros del Parlamento no
lo han dejado claro, simplemente no puedo continuar con mi trabajo”, declaró en
un comunicado. La ministra anunció la decisión el jueves por la noche mientras
participaba en un debate televisado.
El demoledor informe, elaborado durante un año por la Comisión 22 de Julio (por la fecha de la matanza), revela
gravísimos fallos policiales. Sostiene que el primer ataque se pudo evitar y
que el segundo -el de la isla de Utoya, donde Breivik
asesinó una a una a 69 personas, casi todas adolescentes- se pudo parar antes.
“Se podían haber salvado muchas vidas si Noruega hubiera afrontado el terror
del 22 de julio con más profesionalidad”, declaró el lunes el grupo nacional de
apoyo a las víctimas del doble atentado.
El predecesor de Maeland como jefe de la policía y el titular de
Justicia cuando ocurrieron los atentados habían dejado sus cargos en los
últimos meses.
“[El informe] es sin duda un verdadero golpe para la policía y
probablemente afectará a la confianza de la gente [en las fuerzas de
seguridad]”, explicaba horas después de la difusión de las conclusiones de la
Comisión 22 de Julio Lise Hellebo Rykkja, investigadora de la Universidad de
Bergen.
Efectivamente, la ha mermado. Cuatro de cada diez noruegos tienen ahora
menos o mucha menos confianza en la policía, según una encuesta del canal público NRK. “Habrá que ver cómo
afecta a la confianza en general en el Gobierno”, añadió entonces Rykka. El
primer ministro, el laborista Jens Stoltenberg, parece salir indemne por ahora.
Un 72% de los electores considera que no debe dimitir a consecuencia del
informe, según la última encuesta de NRK.
Las conclusiones de la comisión han sido mucho más duras de lo que
muchos esperaban y ya antes de conocerse se pronosticaban profundos cambios en
la policía. El dimitido Maeland, que no tenía experiencia como agente de
policía, era un veterano militante laborista y fue padrino de boda del primer
ministro Stoltenberg.
El lunes por la tarde el jefe del
Gobierno dijo que asumía la responsabilidad última de los fallos de las
autoridades: “Llevó demasiado tiempo coger al perpetrador y la policía debería
haber estado en Utoya antes. Es algo que lamento”. El jueves volvió a insistir
en que permanecerá para mejorar las operaciones y el liderazgo de la policía.
El veredicto de Breivik, que confesó los crímenes, los asume pero no se
ve culpable porque los considera parte de una cruzada antiinmigrantes y
antimusulmanes fue demasiado poco castigo para tales asesinatos.
Los líderes de los partidos noruegos se enteraron de la dimisión
mientras participan en un gran debate entre sí y con el público en Arendal,
ciudad costera que ha acogido la primera edición de una iniciativa que pretende
emular los encuentros informales entre políticos, empresarios y ciudadanos que
acoge Suecia desde los ochenta.
La comisión 22 de
Julio calificó de “inaceptable” los 35 minutos que tardaron los agentes en
cruzar desde la orilla del lago a la isla y criticó muy duramente a dos
patrulleros locales que llegaron primero al embarcadero pero no llegaron a
cruzar hasta el campamento juvenil y prefirieron esperar a sus compañeros del
equipo de élite.
Además, las fuerzas
de seguridad no hicieron caso hasta transcurrida una hora a una llamada de un
testigo inmediatamente después de la explosión en la capital que describió al
asesino, dijo que iba de uniforme, e incluso dio la matrícula del coche en el
que huyó. El informe también sugiere que el espionaje interno pudo haber
descubierto los planes de Breivik.
Noruega ha recordado cada año a
las 77 víctimas del doble atentado en Oslo y la isla de Utoya perpetrado
el año pasado por el ultraderechista Anders Behring Breivik. El
primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, y el rey Harald encabezaron un acto
de homenaje a las víctimas frente a la sede del Gobierno, donde una bomba causó
la muerte a ocho personas.
Un año después de la masacre, las
fachadas de los edificios colindantes aún están tapadas con tablones. Pero no
había señales de luto. No hubo banderas a media asta y en vez de crespones
negros se vieron muchas flores. “Contra la violencia, más apertura y más
democracia. La bomba y las balas que utilizó Breivik querían cambiar Noruega.
Los noruegos, no obstante, hemos estado a la altura y hemos mantenido nuestros
ideales. El asesino fracasó, el pueblo ganó”, dijo Stoltenberg en su discurso.
Los asistentes al acto evitaron
citar el nombre de Breivik. Stoltenberg solo se refirió a él como “el autor de
la masacre”. Eskil Pedersen, líder de los jóvenes socialdemócratas, afirmó que
“el asesino escogió sus armas; nosotros, la palabra, el Estado de derecho y la
democracia. Hemos demostrado quién es más fuerte”. Al igual que ocurrió en los
días posteriores al doble atentado, miles de noruegos, con flores en la mano,
acudieron a la plaza del Ayuntamiento, donde se celebró un concierto en el que
participó Bruce Springsteen.
Los noruegos reiteraron este
domingo estar orgullosos de su país y de sus valores. Pero algo ha cambiado en
este año. Ahora son conscientes de que ya no viven en la burbuja en la que
creían estar instalados. Pequeños detalles lo demuestran: no resulta extraño
ver a policías armados, algo excepcional hasta el pasado año.
Muchos ciudadanos han solicitado
también un endurecimiento del código penal. La condena máxima por terrorismo es
de 21 años de cárcel. Ha habido protestas por la posibilidad de que Breivik sea
declarado no responsable de sus actos y enviado a un hospital psiquiátrico. En
Noruega, no obstante, no existe ningún centro médico con la seguridad adecuada
para albergar a un interno, así que es posible que permanezca en el pabellón de
psiquiatría de la prisión donde se encuentra. La sentencia de Breivik se conocerá el 24 de agosto.
Pero no era Anders Behring
Breivik, de 33 años, quien preocupaba a los miles de ciudadanos que salieron
este domingo a las calles noruegas. Son las 77 víctimas, los cientos de heridos
y sus familias, a los que prometieron no olvidar.
A veces, cuando los
fotógrafos han tenido poco tiempo y escaso material entre el que descartar,
salen buenos retratos. Anders Behring Breivik había perpetrado hacía unas horas
la matanza de Utoya y entre los reporteros se corrió la voz de que pronto lo
traerían a declarar al juzgado de Oslo. Los optimistas se apostaron cerca de la
cochera con la esperanza de tirar un par de fotos del terrorista, las primeras
tras su doble atentado.
De aquel túnel de
entrada al Oslo Tingrett salieron las imágenes de un hombre mofletudo y con
entradas, vestido con un desconcertante polo salmón de Lacoste con su
jerseicito a juego, color rosa muroise. Ese era el rostro que
nos convocaba a todos, luciendo la sonrisa arrobada del que ve cumplirse un
sueño: copar las portadas y tal vez avanzar en lo que él llama “la
independencia de Europa”.
El precio fueron 77 vidas, decenas de ellas de
adolescentes que participaban en la acampada de las Juventudes Laboristas
noruegas en la isla de Utoya. Tanto en el “manifiesto” que pergeñó antes de la
matanza como durante las tres
semanas que van de juicio, Breivik ha demostrado que lo considera una
bicoca.
¿Quién es el
mofletudo de clase media y 33 años, el asesino que el 22 de julio pasado
sacudió el corazón del país más rico del mundo? Él se considera un activista
político. Reclama para sí la misma atención que obtienen las células
terroristas islámicas tras cada atentado o la que recibe una banda local y
despiadada como ETA cuando mata en su tierra.
Quiere fijar la agenda política y convertirse
en la mayor preocupación de sus conciudadanos. Se viste de fantoche con
uniformes y símbolos de fantasía medievaloide. Inmediatamente después de su
detención se desató el debate sobre la cordura de Breivik. ¿Loco o criminal
fanático? ¿Hay diferencia?
Cuenta al teléfono
el periodista anglonoruego James Edmondston que “la sociedad noruega ya tiene
veredicto: es tan loco como criminal”. No consideran “que piense como un
noruego”. Cuerdo o no, se le ve como un cuerpo extraño y no un producto de la
sociedad. Ha triunfado la propuesta del primer ministro, Jens Stoltenberg, del
mismo partido cuyas Juventudes masacró Breivik: permanecer unidos, no ceder. Se
polemiza poco sobre la pésima reacción policial durante la matanza, la
inoperancia de los servicios secretos o el deficiente control de armas y
municiones. Cunde la noción de que la sociedad reaccionó como debe. Pocos días
después de la matanza, un reportero podía colarse tranquilamente en la central
laborista para hacer entrevistas bajo las ventanas reventadas por Breivik, que
con esto encaja otra derrota.
Los fiscales
noruegos han desmontado con éxito las fantasías conspiratorias del acusado. La
orden de Caballeros Templarios que decía liderar consiste de una sola persona.
No tiene seguidores ni existe un movimiento. Una fiscal le preguntó: “Si te
quitan la pomposidad de tus escritos ¿qué te queda?”.
Breivik pidió a los
letrados que dejaran de ridiculizarlo. Se ha sabido que era muy aficionado a
los videojuegos y que pasaba mucho tiempo ante la pantalla. Era un devoto de World
of Warcraft e incluso ha confesado que llegó a jugar 16 horas al día aCall
of Duty: Modern Warfare 2,un superventas del género de disparos, para
practicar tiro antes de la masacre.
También, que
fracasó en varias iniciativas empresariales y que por eso tuvo que volver hace
seis años a casa de su madre, en un barrio acomodado del este de Oslo. Vivía de
lo que ganó vendiendo diplomas universitarios falsificados en Internet. Casi
medio millón de euros entre 2003 y 2006.
Breivik organizó el
doble atentado entre su habitación de la casa materna y la granja rural que
alquiló en el pueblecito de Rena, a 170 kilómetros de la capital. Sí, como se
ha dicho, la vida de Breivik ha sido “la de un perdedor”, lo cierto es que
preparó los golpes con sumo cuidado y eficiencia. La parte personal de su “manifiesto” de 1.500 páginas –lo que no es
una mera copia de contenidos ajenos de Internet– reconstruye los preparativos
con una prolijidad obsesiva y tediosa en la descripción de cualquier detalle
nimio: qué come, que programas de ordenador usa, qué cerveza bebe, qué libros ha leído(entre sus favoritos, 1984, de
Orwell; Leviatán, de Hobbes; y Sobre la libertad, de
John Stuart Mill). Más que la obra de un loco parece la de un tipo muy, muy
pesado.
Ha dicho Jens
Breivik, padre del terrorista, que él mantuvo con su hijo “una relación que
cualquiera calificaría de normal”. Este diplomático ya jubilado se separó de su
madre, Wenche Behring, en 1980. Anders tenía un año. Jens vive en Francia,
donde su hijo lo visitaba regularmente hasta que, cuando tenía 16 años, se
distanciaron. No se han vuelto a ver desde 1995. Anders culpa en su
“manifiesto” al padre. Este dice que el hijo eligió montarse su propia vida y
seguir sus aficiones de entonces: el hip-hop y los grafitis.
El terrorista cuenta que un buen amigo suyo era musulmán. También dice que su
padre “no era muy bueno con la gente”.
Su padre, que perdió contacto con él en 1995,
consideraba a Breivik "reservado, difícil... pero no anormal"
El asesino no
terminó el colegio y carece de títulos académicos. El padre contó al diario británico The Guardian que los asistentes sociales
recomendaron en 1983 que Anders dejara de vivir con Wenche. Jens intentó
obtener la custodia y lamenta que “en Noruega siempre le dan la razón a la
madre”. Anders se quedó con ella. Jens dice que ella era “emocionalmente
incapaz” de hacerse cargo de un niño. Él tampoco se esforzó en mantener el
contacto con su hijo tras 1995. Dice que lo consideraba “reservado, difícil,
pero no… anormal”. Wenche Behring no concede entrevistas, pero dijo a los
psiquiatras que percibió signos de la paranoia de su hijo en 2006.
El manifiesto de
Breivik es también un compendio de las ideas ultra que circulan libremente por
Internet. Si algo tienen de inquietante sus clichés sobre la supuesta “invasión
musulmana de Europa” y los peligros del “multiculturalismo” y de la ideología
socialdemócrata (“marxismo cultural”, le llama) preponderante en Noruega, es
que suenan a cosa ya oída. A cháchara de taxista de derechas con la lengua
suelta. El 23% de los noruegos vota a la formación derechista Partido del
Progreso, en el que Breivik militó entre 1999 y 2007. El partido, que se cuenta
entre los menos radicales de la pujante derecha populista en Europa, se
distanció de Breivik y de sus actos.
Los jueces decidirán si Breivik está
cuerdo, como asegura el
informe psiquiátrico más reciente. O si sufre, como dijo el primer
informe pericial, una esquizofrenia paranoide que le impide juzgar la realidad
y responsabilizarse de sus actos. La cuestión tiene escasa importancia a
efectos prácticos: si lo declaran loco, ingresará en una clínica psiquiátrica.
Si no, irá a una prisión noruega por 21 años prorrogables. Es difícil que
vuelva a ser libre, por mucho que los
años traten de borrar lo ocurrido su nombre será recordado por siempre como el
del mayor asesino de Noruega.
En Alemania se publicaron fotos de su celda:
mesa, silla y cama de madera, retrete metálico, biombo divisorio y cortinas de
cuadros en la ventana sin barrotes. Diseño escandinavo de gama baja, como en
tantos cuartos de estar del mundo.
El viernes fue uno de los días más duros del largo proceso contra Anders
Behring Breivik. El asesino de la isla noruega de Utoya describió ante el
tribunal los pormenores de la matanza de 69 jóvenes y adolescentes que perpetró
el pasado 22 de julio. Sin mostrar emociones, el asesino ha hablado de todas
las víctimas que recuerda sin ahorrarse detalles macabros como que, cuando se
percataba de que algún joven se hacía el muerto, lo remataba con un disparo en
la cabeza.
Explicó además que su plan era asesinar a tantos muchachos como le fuera
posible y que contaba con que muchos se ahogarían en el agua helada del fiordo
que baña la isla. En dos ocasiones les gritó: “Vais a morir hoy, marxistas”.
Sus abogados querían mostrar a los jueces la faceta humana del
terrorista, que aseguró haber sido una persona sensible hasta 2006. Entonces se
sometió a sí mismo a un entrenamiento para “deshumanizar” a sus víctimas,
parecido al que se aplica a los soldados para que puedan matar al enemigo en el
frente de guerra.
Decidió para ello aislarse social y emocionalmente. Para rebatir a los
que lo consideran un narcisista, Breivik aseguró que quiere más a su país que a
sí mismo. En el campamento estival de las Juventudes Laboristas la mayoría de
las víctimas eran jóvenes y adolescentes noruegos a los que acusaba de promover
el “multiculturalismo” y de facilitar la “islamización” de su país.
Breivik dijo haberse inspirado en la red terrorista Al Qaeda, de la que
ha “aprendido mucho” y recuerda que su intención era fundar una “Al Qaeda para
cristianos”. Se refirió también a otras organizaciones terroristas y destacó
sus debilidades. Así, “la debilidad de ETA es que le temen a la muerte porque
no creen en una vida después de la muerte”. Esta es, señaló, la debilidad de
los marxistas. La ventaja de Al Qaeda se refiere a que “glorifican el
martirio”.
Por su parte, Breivik sostiene que se planteó el suicidio tras cometer
la matanza, pero que le disuadió la idea de “continuar la lucha desde la
cárcel”. Por ello decidió entregarse por teléfono a la policía. En una de sus
llamadas percibió que no le “tomaban en serio”. O sea, que siguió matando.
Aún así, se refirió a su atentado como “acción suicida”. Empezó a
planearla tras percatarse de que los “medios pacíficos” no bastan para alcanzar
sus metas. Por lo demás, declaró ser “una persona simpática”. Añadió que está
mentalmente sano “desde el punto de vista penal” y que la sangre fría
demostrada en la cacería humana que perpetró en Utoya es fruto de años de
trabajo psicológico que le permitieron cometer los actos “crueles y bárbaros”
de Utoya. Es necesario, añadió, distinguir “entre el extremismo político y la
locura en sentido clínico”.
Una imagen suya ataviado con el
uniforme de la policía antidisturbios, con un arma en la mano y caminado con la
mirada atenta a lo que ha dejado a su espalda circuló por todo el mundo aquel
ominoso 22 de julio. Aparecía Anders Behring Breivik, el autor confeso de la masacre caminando tranquilo, sosegado como quien está
dando un placentero paseo por el centro de la ciudad.
En el fotograma, recuperado de la grabación de
una cámara de seguridad instalada en las calles de Oslo, Breivik, de 32 años,
aparece en su huida tras colocar el coche bomba que a la postre se cobraría la vida de ocho personas. Pero no
huyó corriendo, no, lo hizo despacio, sigiloso, como quien sabe que todo va a
salir correctamente aunque se lo tome con calma. Parecía que tenía el
beneplácito de la policía para dar rienda suelta a sus instintos homicidas,
parecía que nada ni nadie podía detenerle.
Tras abandonar la capital
noruega, Breivik se dirigió a la isla de Utoya, a unos 40 kilómetros al
noroeste y donde llevó a cabo la segunda parte de su plan: atentar contra la
reunión de las juventudes del Partido Laborista, actualmente en el Gobierno. Murieron a tiros otras 69 personas. El
uniforme policial que vestía Breivik y con el que aparece en la imagen fue
precisamente el que le permitió acercarse hasta la convención y engañar a sus
asistentes antes de abrir fuego.
Un tribunal de apelación noruego
ha decidido, por otro lado, que el acusado comparezca ante la justicia el
próximo 19 de septiembre en una sesión a puerta cerrada. El lunes, un juzgado
de Oslo había aprobado que fuera pública, pero el recurso de la Policía, que
pretende evitar que Breivik se comunique con eventuales cómplices, ha cerrado
las puertas al juicio. La justicia deberá decidir, entre otras cosas, si
mantiene el aislamiento total del preso.