viernes, 7 de agosto de 2015

La secta de los 10 Mandamientos.

La secta de los 10 Mandamientos:

Fundada por la ex prostituta Credonia Mwerinde quien dice haber tenido una visión de la Virgen María. El Movimiento para la Restauración de los 10 Mandamientos insta a una visión estricta y literal de los mandamientos.

Ellos creían que el apocalipsis se produciría en 2000 y que iba haber un “Arca de Noé” de la justicia. El 2000 se acercaba y se les instó a los miembros abandonar sus pertenencias terrenales pero la gente aún no estaba preparada y Credonia fue prudente. Armada de paciencia aguardó a que se dieran las condiciones óptimas para llevar a cabo su peculiar viaje a los cielos.

Cuando el día de Año Nuevo de 2000 transcurrió sin incidentes, algunos miembros de la secta comenzaron a rebelarse. Los líderes declararon el 17 de marzo como nuevo día del juicio final y celebraron una fiesta para sus miembros en dicho día. Más de setecientas personas asistieron, entre ellos muchos niños, entonces, el fuego estalló en el edificio tapiado.

Había llegado «el gran día». Credonia junto con el otro líder de la secta ugandesa de la «Restauración de los Diez Mandamientos de Dios», Joseph Kimbwetere había trazado un plan que no podía fallar.

A sus cerca de 800 seguidores se les iba a aparecer la Virgen y les iba a llevar al cielo. La locura colectiva se había desatado. El 17 de marzo de 2000, tras varios días de ofrendas y rituales en los que gastaron hasta el último centavo de sus ahorros, se refugiaron en su iglesia, cerraron las puertas con llave y tapiaron las ventanas para que nadie pudiera arrepentirse en el último momento y escapar. Luego se rociaron con gasolina y «desataron el infierno» hasta morir carbonizados.

Kimbwetere –un destacado político demócrata de la década de los 60, que, tras perder unas elecciones se apartó de la vida político y social desapareciendo por completo durante siete años, regresó con las pilas cargadas y embragado por una profunda fe espiritual cristiana comenzó a predicar que había tenido una conversación con la Virgen y Jesucristo, y que la había grabado en una cinta– estaba convencido de que el fin del mundo llegaría en el año 2000.

Con el beneplácito de Credonia, la fundadora de la secta, Kimbwetere se erige como el principal líder de la asociación religiosa y consigue reclutar a multitud de adeptos. Conforme se va acercando el final de los años noventa crece el fervor por los postulados que enfatiza en cada homilía. Como político había fracasado varias décadas atrás pero como líder religioso era un fenómeno de masas.

Aquel mensaje apocalíptico fue difundido entre todos sus fanáticos seguidores con pleno énfasis y bajo la advertencia de que, antes de que llegara ese momento, debían inmolarse «para poder alcanzar la salvación».
«Se oyeron algunos gritos, aunque no muchos», dijeron los vecinos de Kanunga, la pequeña población situada a 320 kilómetros al suroeste de Kampala, cerca de la frontera con la República Democrática del Congo, donde ocurrió la que entonces bautizaron con el sobre nombre de «la tragedia del siglo».

También aseguraron que los fanáticos apenas hablaban, porque tenían miedo de incumplir el mandamiento de «No mentirás», y que, dos días antes, se habían ido congregando en una escuela que los miembros de la secta utilizaban como iglesia, en donde se comieron «doce vacas asadas, bebieron ciento setenta cajas de gaseosa, cantaron y rezaron. Como eran pobres invirtieron para la fiesta todos sus ahorros e incluso vendieron sus pocos bienes. No les importó lo más mínimo pues ya no los iban a necesitar».

 Al parecer, siguiendo las recomendaciones de su líder, los seguidores de Kimbwetere vendieron todas sus propiedades los días previos en un acto de limpieza espiritual y recorrieron las aldeas cercanas para tratar de convencer a familiares y amigos a que le acompañasen a la fiesta final. De quienes no lograban convencer se despedían de ellos como si nunca más fueran a volverlos a ver.

 Aquellos habitantes de esa aldea remota apartada de la mano de Dios parecían convencidos de que el fin del mundo iba a llegar. Primero se les dijo que ocurriría antes de la llegada del año 2000, por fortuna no hubo suicidios colectivos  programados para los últimos días del 99, pero sorprendentemente, con la llegada del 2000 la profecía del fin del mundo continuó cobrando fuerza.

Los líderes de la secta sostenían que el fin del mundo iba a ser a finales de ese año y por lo tanto debían darse prisa en organizar una gran fiesta de despedida y morir juntos en una ceremonia cristiana que les conduciría al reino de los cielos.

Las primeras informaciones de la «tragedia del siglo», como la llamaron algunos, hablaban de 230 muertos. Ese era el número de miembros censados por la secta cuando fue registrada, en 1997, como una ONG. Sin embargo, pocos días después la cifra ya había ascendido a más de 1.000, y los rotativos la calificaban como «el suicidio colectivo más mortífero de la historia contemporánea», ya que superaba al de Guyana en 1978, donde 914 personas, lideradas por el estadounidense Jim Jones, habían acabado con su vida ingiriendo cianuro.

Sin embargo, pasado el tiempo la Policía concluyó que las primeras estimaciones habían sido exageradas y que la cifra final de muertos se había establecido en 778, entre los que se encontraban tan sólo 80 niños pese a que los organizadores hicieron énfasis en que acudieran las familias al completo.

 Se cree que muchos de los que participaron  consideraron que aquello podía fallar y acudieron sin sus hijos para que en caso de que saliera mal y no ascendieran al reino de los cielos no tuvieran que purgar con la carga de haber acabado con la vida de sus descendientes en vano.

Pero no todos fueron a la ceremonia con la intención de suicidarse, al parecer a la gran mayoría se les contó que la fiesta era de carácter religiosa y que no habría sacrificios, sólo los más fanáticos de la secta sabían lo que iba a suceder. Eso explica que cuando la gente comenzó a morir envenenada y los asistentes comenzaron a sospechar que aquello era un suicidio colectivo trataron de huir.

 “Se han hallado cadáveres de adultos que habrían sido asesinados durante el macabro ritual y cuyos cuerpos fueron arrojados a las letrinas cavadas en el exterior de la iglesia» comentó un policía con rostro compungido.

No está confirmado el motivo de estos asesinatos previos a la inmolación, pero todo apunta a que eran personas cuerdas que trataban de impedir la tragedia concienciando a la gente de que el fin del mundo no iba a llegar y los más radicales los asesinaron para poder llevar a cabo sus malévolos planes.

Los que temían ser pasto de las llamas injirieron cianuro y arsénico para morir antes. Se cuenta que también se repartieron vasos con veneno a los más incrédulos para que no pudieran evitar la posterior inmolación. Cuando las primeras víctimas comenzaron a caer al suelo con los ojos abiertos como platos en aparente estado de envenenamiento muchos asistentes comenzaron a entrar en pánico y a tratar de huir del local. Pero ya era demasiado tarde porque las puertas estaban cerradas y las ventanas tapiadas.

Fue entonces cuando los líderes de la secta vaciaron las decenas de litros de gasolina acumulados en tinajas y comenzaron a rociar el suelo, las sillas y los sofás mientras otros se encargaban de prenderle fuego.

Muy pocos consiguieron huir antes de que fuera cerrada la única  puerta de salida, y la mayoría de ellos fueron baleados por algunos miembros de la secta que luego entraron al local y participaron en la inmolación.


En la aldea apenas quedaron familias enteras, una gran parte de ellas murieron en su integridad, otras perdieron a un padre o a una madre. Unos cincuenta niños se quedaron huérfanos de padre y madre. Sin duda fue una tragedia que los descendientes y las nuevas generaciones de aquella región tardarán siglos en olvidar.

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