La historia que voy a contar ahora sucedió en un restaurante de comida rápida en territorio californiano. Antes de que se pregunten porqué demonios cuelgo tantas y tantas noticias acaecidas en California quiero decirles que no sé si es por el calor excesivo que padecen o si es casualidad.
Sea como fuere, lo cierto es que suceden muchas masacres como la que voy a contar. Y cuando no se trata de masacres se trata de sectas destructivas, como la de Guayana(cuyos miembros eran originarios de California) o como la de Las Puertas del Cielo(ciudadanos de San Diego).
Precisamente en San Diego fue donde ocurrió esta historia de infausto recuerdo que condujo a numerosos raperos y a varias bandas de rock a escribir letras alusivas a esta tragedia. Entre otras bandas Def con Dos escribió su mítica canción que decía aquello de Ketchup de color de Sangre, carne picada devorada por el hambre...nunca mejor dicho.
La matanza del Mc Donalds
James Oliver Huberty nació
en Canton, Ohio el 11 de octubre de 1942. Voy a contarles un poco de su vida antes de que aterrizara en San Diego para manchar las paredes y los suelos de sangre. Para el que tenga prisa que se salte 12 párrafos y llegará al meollo de la cuestión.
Cuando tenía tres
años se enfermó de Poliomielitis y a pesar de
que su recuperación fue progresiva, la enfermedad le causó dificultades
permanentes para caminar. En la década de 50's su padre compró
una granja en el Comunidad Holandesa
de Pennsylvania, en Pennsylvania . La madre de Huberty se negó a vivir en esta comunidad y pronto
abandonó a su familia para predicar dentro de la Convención Bautista del Sur. Su abandono dejó
un profundo efecto en el joven James, quien se hizo huraño y retraído.
En 1962, Huberty fue
matriculado en la universidad jesuita de la comunidad, donde estudió y obtuvo
un grado en sociología. Más tarde recibió una licencia como embalsamador en el
Instituto de Ciencias Funerarias de Pittsburgh en Pittsburgh, Pennsylvania.
Durante su estancia en esta escuela conoció a su esposa Etna, con quien se casó
en 1965 y tuvo dos
hijas - Zelia y Cassandra.
La familia Huberty se instaló en
Massillon, Ohio, donde James trabajó como director funerario en la Casa Funeraria Don
Williams. En1971, la familia
Huberty se vio obligada a trasladarse a Cantón, después de que su casa en
Massillon fuera incendiada.
Mientras vivía en Cantón los
problemas de James fueron en aumento, no encontraba trabajo y las disputas con
su mujer y con los vecinos iban en aumento conforme pasaban los meses. Tras un
largo periodo de inactividad Huberty encontró trabajo como soldador para el
Sindicato Metalúrgico.
Huberty y su esposa Etna tenían un historial de
comportamiento violento en la comunidad vecinal que era conocido por casi todos
los habitantes del condominio. En una fiesta de cumpleaños de la hija de un
vecino, Etna incitó a su hija Zelia a golpear a sus compañeros de clase porque
según la madre se burlaban de su hija. En un altercado relacionado con la madre
del niño, Etna amenazó a la mujer con una pistola calibre 9 mm; y a pesar de
que fue detenida, la policía de Cantón no pudo confiscar el arma.
Un tiempo después James le disparó a su Pastor Alemán en la cabeza
cuando un vecino se quejó de que el perro había dañado su automóvil. Lo hizo
sin dudar siquiera un instante, después lo tiró a un contenedor cercano y al
llegar a casa se limpió las manchas de sangre sin sentir lástima ni ningún tipo
de remordimiento por lo que acababa de hacer.
Su hija no paraba de llorar por la
pérdida de su mascota y Huberty tan sólo supo decirle que ese perro daba muchos
problemas y que ya le compraría otro.
Huberty vio señales de problemas desarrollándose en Estados
Unidos, creyendo que las regulaciones y la intervención del gobierno eran la
causa de que los negocios quebraran y que por tanto aumentara el desempleo, incluyendo el suyo. El
creía que los banqueros internacionales manipulaban el Sistema de Reserva Federal y estaban
provocando la ruina financiera de la nación.
Estaba convencido de que la agresión
soviética se encontraba en todas partes, y creía que el fin de la sociedad se
encontraba cerca, quizá a través de un colapso económico o una guerra nuclear.
Se comprometió a prepararse para sobrevivir dicho colapso y mientras estaba en
Canton, almacenó en su casa miles de dólares de comida no perecedera y seis
armas que planeaba usar para defender su hogar del caos que se avecinaba.
Cuando se mudó a Ohio, dejó toda la comida pero llevó consigo las armas.
La violencia doméstica era frecuente en el hogar Huberty. Etna
alguna vez llegó a presentar un reporte al Departamento de Protección de Niños
y Servicios Familiares informando que su marido le había "arruinado"
la cara a base de golpes, pese a ello nunca fue procesado por la justicia. Para
tranquilizar a James y sus episodios de violencia, Etna creó cartas del tarot y pretendía
leer su futuro, lo que le producía una calma temporal.
Como resultado de un accidente en
motocicleta, Huberty tenía un espasmo incontrolable en el brazo derecho, una
condición que hizo imposible que continuara laborando como soldador. En enero
de 1984, la familia Huberty dejó Canton y tuvieron una breve estancia en Tijuana, México antes de
establecerse en San Ysidro, una comunidad de San Diego, California.
Ahí fue capaz de encontrar un trabajo
como guardia de seguridad; sin embargo, fue despedido dos semanas antes del
tiroteo. Su departamento se localizaba a tres cuadras del lugar de la masacre.
La ira de James por ser despedido fue la causante de tamaña atrocidad.
El día antes de la masacre, Huberty
había llamado a un centro de salud mental. La recepcionista escribió mal su
nombre como "Shouberty", y como él había afirmado que no se trataba
de una emergencia, su llamada no fue devuelta. Huberty y su familia fueron al
zoológico de San Diego en la mañana del 18 de julio, y comieron en un
McDonald's en el barrio de Clairemont en el norte de San Diego pocas horas
antes de la masacre. Allí fraguó sus ideas homicidas.
Cuando Huberty comentó que se iba a dar un paseo su esposa Etna le preguntó a dónde se dirigía. Huberty respondió "a cazar humanos y no quiero que me acompañen."
Ese mismo día él le había comentado a su
esposa que "La sociedad tuvo su oportunidad." Al ser interrogada por
la policía, Etna no dio ninguna explicación convincente de por qué ella no reportó su
comportamiento tan extraño. Tan sólo dijo que no le creía capaz de hacer algo así.
Un testigo llamó a la policía cuando vio a Huberty
cuando salía de su apartamento y se dirigía al Boulevard de San Isidro con dos
armas de fuego, pero la operadora le dio a los oficiales la dirección
incorrecta.
Huberty utilizó en el restaurante una
9 mm Uzi semi-automática (la principal arma que utilizó en la masacre), una
escopeta Winchester de bombeo calibre 12, y una 9 mm Browning HP, matando a 21
personas e hiriendo a otras 19 personas. De sus víctimas la mayoría eran
predominantemente Mexicanos y México-Estadounidenses y tenían edades
comprendidas entre 8 meses y 74 años.
La matanza comenzó a las 3:40 pm y
duró 77 minutos. Huberty había gastado 257 rondas de municiones antes de que él
recibiera un disparo letal por un francotirador del equipo SWAT, Chuck Foster,
quien se encontraba encaramado en el tejado de la oficina de correos junto al
restaurante.
Inicialmente, la policía y los
equipos de emergencia se dirigieron a un McDonald's ubicado cerca de la
Frontera Internacional con Tijuana a las 3:15 pm, y 15 minutos más tarde
cambiaron de dirección después de enterarse de que el tiroteo era en realidad
en el McDonald's junto a la oficina de correos que se encontraba a
aproximadamente 3 Km de distancia. Este hecho supuso la pérdida de mucho tiempo
que hubiera sido vital para salvar vidas.
Huberty tenía delirios varios, declaró durante
la masacre que había asesinado a miles en Vietnam, pero lo cierto es que él
nunca sirvió en ninguna rama del ejército. Testigos declararon que Huberty
había sido visto en el supermercado Big Bear y más tarde en la oficina postal.
Todo era cierto, lo que sucedió fue que Huberty había ido al super para comprar
un spry de defensa y luego se pasó por
la oficina postal para enviar una carta a su antiguo jefe insultándole y
amenazándole por haberle despedido.
Después de enviar la misiva sintió ganas de sangre y pensó que el McDonald's era un buen lugar para saciar su apetito y cumplir su objetivo de aniquilar al mayor número de personas
posibles.
Cumplió su objetivo con creces, tal
fue así que debido al número de víctimas, las casas funerales locales tuvieron
que utilizar el Centro Cívico de San Isidro para poder prestar sus servicios.
La parroquia local, La Iglesia de Monte Carmelo tuvo que ofrecer misas
funerales masivas pues no daba abasto con tanto fallecido.
·
Elsa Herlinda Borboa-Firro, 19 (empleado de McDonald's)
·
Neva Denise Caine, 22 (encargado de McDonald's)
·
Michelle Deanne Carncross, 18
·
Colmenero-Silva de María Elena, 19
·
David Flores Delgado, 11
·
Gloria López González, 23
·
Omar Alonso Hernández, 11
·
Blythe Regan Herrera, 31 (madre de Matao Herrera)
·
Matao Herrera, 11
·
Paulina Aquino López, 21 (empleado de McDonald's)
·
Margarita Padilla, 18 (empleado de McDonald's)
·
Claudia Pérez, 9
·
Jose Rubén Lozano Pérez, 19
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Carlos Reyes, 8 meses
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Jackie Lynn Wright-Dominguez, 18 (madre de Carlos Reyes)
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Vencedor Maxmillian Rivera, 25
·
Arisdelsi Vuelvas Vargas, 31
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Hugo Luis Velazquez Vasquez, 45
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Laurence Herman “Gus” Versluis, 62
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Aida Velazquez Victoria, 69
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Miguel Victoria-Ulloa, 74 (marido de Aida Victoria)
·
Michelle Olvera
Después de la matanza el restaurante
de comida rápida nunca volvió hacer uso de esas instalaciones, hubiera sido
demasiado frívolo seguir vendiendo carne picada en forma de hamburguesas
cargadas de kétchup después de los ríos de sangre y del picadillo de carne
humana que se desparramó por el suelo aquel ominoso día.
Sin duda es una fecha de infausto
recuerdo para la comunidad californiana y en concreto para los mexicanos, pues
todos los fallecidos poseían esta nacionalidad.
El local fue clausurado por mucho
tiempo hasta que la franquicia al contemplar como el lugar se había convertido
en un centro de peregrinación para morbosos y amantes de los sucesos
tremebundos, decidió con buen criterio demoler lo que quedaba de restaurante.
McDonald's construyó otro restaurante cerca y entregó la propiedad del terreno a
la ciudad, que estableció un Centro de Educación en el sitio como parte de
Colegio Comunitario Southwestern.
Este lugar fue construido en 1988 como una
ampliación de su campus. En frente de la escuela se encuentra un monumento a
las víctimas de la masacre, que consiste en 21 pilares hexagonales de mármol
blanco que varían en altura de uno a seis pies y que cada uno lleva el nombre
de cada una de las víctimas, diseñado por el arquitecto mexicano Roberto
Valdés.
Cada aniversario, el monumento se
decora con flores y en el Día de Muertos (festividad mexicana) se ponen velas y
ofrendas para las víctimas. La ubicación del monumento se encuentra en el 484 del Boulevard de San
Isidro.
El diseñador Valdés, un ex estudiante del
Colegio del Suroeste, dijo acerca de la escultura "Los 21 hexágonos
representan a cada persona que murió, y cada una tiene diferente alturas.
representando la variedad de edades de las personas víctimas en la masacre.
Están unidas esperando que la comunidad, en una tragedia como esta, permanezca
unida, como ellos lo hicieron. El asesino era un perturbado racista que atacó
ese restaurante porque estaba lleno de mexicanos a quienes detestaba pues
pensaba que estaban quitándoles el trabajo a sus compatriotas. Este atentado
debe hacernos recapacitar sobre lo peligrosas que son las personas racistas,
sus crímenes deberían tener el mismo castigo que el de los terroristas.
En respuesta al incidente, la ciudad
de San Diego aumentó la capacitación de unidades especiales y compró armas de
fuego más poderosas para contrarrestar situaciones futuras. El incidente de San
Isidro provocó que los departamentos policiales en todo Estados Unidos
proporcionaran a sus agentes armas de fuego de mayor potencia y entrenamiento
especial para detener criminales violentos y mantener seguras a las personas
que los rodean.
Las familias de las víctimas
fallecidas, junto con las víctimas sobrevivientes, demandaron a la corporación
McDonald's y su franquicia local en la Corte Superior de San Diego pese a tener un vigilante de seguridad, consideraban
que no poseían suficientes medios para evitar una tragedia.
Al perder el juicio los demandantes
apelaron. El 25 de julio de 1987, el Tribunal de Apelación de California (Cuarto Distrito, Primera
División) absolvió a Mc Donalds porque no tenían responsabilidad penal al
contar con cámaras y con un vigilante. No incumplieron el reglamento pero este
hecho no evitó la tragedia.
Quedó de manifiesto que un solo vigilante
es incapaz de proteger a los clientes de un asalto imprevisible perpetrado por
un asesino con problemas mentales que comenzó matando al guardia para poder
realizar la matanza sin impedimento alguno.
Las medidas estándar de seguridad utilizadas por
los restaurantes para disuadir a los delincuentes, tales como guardias y
cámaras de televisión de circuito cerrado continuaron siendo las mismas. Se
entendió que un acto así era muy improbable que volviera a suceder y no se
podía exigir a los locales implementar la seguridad por un hecho aislado. Era
casi imposible reducir a un loco como
James que no se preocupa por su propia supervivencia y que dispara
indiscriminadamente sin reservas.
Etna Huberty, la viuda de James,
demandó a McDonald's sin éxito alguno, en un tribunal estatal de Ohio por $5
millones, alegando que la masacre fue provocada por la mezcla combinada de
comer demasiados nuggets de pollo de McDonald's y por trabajar en torno a
metales altamente tóxicos.
Ella alegó que el glutamato
monosódico en los alimentos, combinada con los altos niveles de plomo y cadmio
en el cuerpo de Huberty fueron las causantes de delirios y de furia
incontrolable.
Una autopsia reveló que su cuerpo
contenía altos niveles de dichos metales, probablemente por la inhalación de
vapores durante 14 años de ser soldador. Los resultados de la autopsia también
revelaron que no había drogas ni alcohol en su sistema en el momento de los
asesinatos.
Etna Huberty murió en el año 2003
asegurando que su marido no estaba loco y que nunca le contó que fuera a
cometer una matanza. Según ella todo se debió a un delirio incontrolado a
consecuencia de unos nuggets en mal estado. Algo rocambolesco sin ninguna duda.
Lo que queda claro es que James Huberty murió matando,
vacíos sus cartuchos y los volvió a cargar varias veces, las últimas desde
detrás de unas mesas que empleó como trincheras cuando la policía llegó al
restaurante.
Con a plomo comenzó a disparar a los de las mesas más cercanas para posteriormente
ir avanzando hasta llegar a la cocina, dónde varios trabajadores de la
franquicia se habían juntado en el fondo del establecimiento muriendo apiñados
junto a la pared como si fueran ejecutados en el paredón.
Posteriormente subió al segundo piso dónde prosiguió con su
masacre, cuando ascendió los 27 escalones que separaban los dos pisos algunos
de los clientes de la reconocida franquicia de hamburguesas habían saltado
desde la ventana y pedía auxilio en la calle. Los que no pudieron saltar por
falta de valentía o por cualquier otro motivo fueron acribillados a tiros.
La mayoría murieron y sólo unos pocos consiguieron
sobrevivir a las heridas de bala. Tan sólo un joven que se metió en los baños
consiguió salir ileso al subirse a la taza del váter y así evitar ser visto por
el francotirador.
Huberty entró en los baños pese a estar cerrados con llave.
A base de balazos rompió el pomo de la puerta y de sendas patadas se adentró en
el baño de hombres y luego en el de mujeres.
En el de varones mató a tres personas y en el de mujeres a
otras dos. Para ello tuvo que romper las cerraduras de los baños individuales
tras observar al agacharse que se encontraban dentro.
Vicente Torres se salvó
al percatarse de que podía pasar desapercibido si el asesino no veía sus pies.
Aguantó el tipo con los pies sobre el retrete y con el tronco agachado durante los segundos en que el asesino se mantuvo en los
aseos. Pese a que Huberty llegó a tratar
de abrir la puerta al agacharse y no ver nada decidió salir del baño y
adentrarse en los sanitarios de mujeres para continuar con su peculiar matanza.
Vicente Torres permaneció más de una hora reclinado sobre el
váter sin decidirse abrir la puerta por miedo a recibir un disparo del asesino.
“Aunque dejé de escucharle y deduje que había descendido a la planta baja no me
atrevía a salir por si había otro asesino o por si este decidía regresar.
También tenía miedo de saltar por la ventana y que la policía pensara que era
uno de los asesinos y disparase contra mí”.
Finalmente y luego de más de setenta minutos en que Huberty
se hacía fuerte en el interior del restaurante atrincherado y haciendo caso
omiso a la policía que le pedía insistentemente que se rindiese acabó todo para
alivio de los vecinos de San Isidro.
Los policía sabedores de que la vida de los rehenes y de los
heridos corría peligro se adentró en el restaurante y en un intenso tiroteo
lograron acribillar a tiros al despiadado asesino. Curiosamente, el policía que acabó con la vida de Huberty no entró al restaurante sino que le abatió desde un edificio colindante.
Este policía se convirtió en un héroe por su valentía y por su precisión. No era para menos, su arrojo salvó la vida de
unos cuantos heridos que agonizaban tras los disparos. Si las negociaciones con James hubieran
durado un poco más este hubiera perdido la paciencia y no hubiera dejado a
nadie con vida.
Los rehenes salvaron su vida gracias a que James Huberty los
quería canjear a cambio de que le dejasen salir en libertad. Pedía que se
alejasen en un radio de 5 kilómetros y le dejaran un auto en la puerta para que
pudiera huir. Lógicamente la policía no podía acceder a ese trato y las
negociaciones se truncaron cayendo en saco roto.
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