viernes, 7 de agosto de 2015

La matanza en el Mc Donalds de San Diego.


 La historia que voy a contar ahora sucedió en un restaurante de comida rápida en territorio californiano. Antes de que se pregunten porqué demonios cuelgo tantas y tantas noticias acaecidas en California quiero decirles que no sé si es por el calor excesivo que padecen o si es casualidad.

Sea como fuere, lo cierto es que suceden muchas masacres como la que voy a contar. Y cuando no se trata de masacres se trata de sectas destructivas, como la de Guayana(cuyos miembros eran originarios de California) o como la de Las Puertas del Cielo(ciudadanos de San Diego). 

Precisamente en San Diego fue donde ocurrió esta historia de infausto recuerdo que condujo a numerosos raperos y a varias bandas de rock a escribir letras alusivas a esta tragedia. Entre otras bandas Def con Dos escribió su mítica canción que decía aquello de Ketchup de color de Sangre, carne picada devorada por el hambre...nunca mejor dicho.


La matanza del Mc Donalds
James Oliver Huberty nació en CantonOhio el 11 de octubre de 1942.  Voy a contarles un poco de su vida antes de que aterrizara en San Diego para manchar las paredes y los suelos de sangre. Para el que tenga prisa que se salte 12 párrafos y llegará al meollo de la cuestión.
Cuando tenía tres años se enfermó de Poliomielitis y a pesar de que su recuperación fue progresiva, la enfermedad le causó dificultades permanentes para caminar. En la década de 50's su padre compró una granja en el Comunidad Holandesa de Pennsylvania, en Pennsylvania . La madre de Huberty se negó a vivir en esta comunidad y pronto abandonó a su familia para predicar dentro de la Convención Bautista del Sur. Su abandono dejó un profundo efecto en el joven James, quien se hizo huraño y retraído.
En 1962, Huberty fue matriculado en la universidad jesuita de la comunidad, donde estudió y obtuvo un grado en sociología. Más tarde recibió una licencia como embalsamador en el Instituto de Ciencias Funerarias de Pittsburgh en Pittsburgh, Pennsylvania. Durante su estancia en esta escuela conoció a su esposa Etna, con quien se casó en 1965 y tuvo dos hijas - Zelia y Cassandra.
La familia Huberty se instaló en Massillon, Ohio, donde James trabajó como director funerario en la Casa Funeraria Don Williams. En1971, la familia Huberty se vio obligada a trasladarse a Cantón, después de que su casa en Massillon fuera incendiada.
Mientras vivía en Cantón los problemas de James fueron en aumento, no encontraba trabajo y las disputas con su mujer y con los vecinos iban en aumento conforme pasaban los meses. Tras un largo periodo de inactividad Huberty encontró trabajo como soldador para el Sindicato Metalúrgico.
 Huberty y su esposa Etna tenían un historial de comportamiento violento en la comunidad vecinal que era conocido por casi todos los habitantes del condominio. En una fiesta de cumpleaños de la hija de un vecino, Etna incitó a su hija Zelia a golpear a sus compañeros de clase porque según la madre se burlaban de su hija. En un altercado relacionado con la madre del niño, Etna amenazó a la mujer con una pistola calibre 9 mm; y a pesar de que fue detenida, la policía de Cantón no pudo confiscar el arma.
 Un tiempo después James le disparó a su Pastor Alemán en la cabeza cuando un vecino se quejó de que el perro había dañado su automóvil. Lo hizo sin dudar siquiera un instante, después lo tiró a un contenedor cercano y al llegar a casa se limpió las manchas de sangre sin sentir lástima ni ningún tipo de remordimiento por lo que acababa de hacer.
Su hija no paraba de llorar por la pérdida de su mascota y Huberty tan sólo supo decirle que ese perro daba muchos problemas y que ya le compraría otro.
Huberty vio señales de problemas desarrollándose en Estados Unidos, creyendo que las regulaciones y la intervención del gobierno eran la causa de que los negocios quebraran y que por tanto aumentara el desempleo, incluyendo el suyo. El creía que los banqueros internacionales manipulaban el Sistema de Reserva Federal y estaban provocando la ruina financiera de la nación.
Estaba convencido de que la agresión soviética se encontraba en todas partes, y creía que el fin de la sociedad se encontraba cerca, quizá a través de un colapso económico o una guerra nuclear. Se comprometió a prepararse para sobrevivir dicho colapso y mientras estaba en Canton, almacenó en su casa miles de dólares de comida no perecedera y seis armas que planeaba usar para defender su hogar del caos que se avecinaba. Cuando se mudó a Ohio, dejó toda la comida pero llevó consigo las armas.
La violencia doméstica era frecuente en el hogar Huberty. Etna alguna vez llegó a presentar un reporte al Departamento de Protección de Niños y Servicios Familiares informando que su marido le había "arruinado" la cara a base de golpes, pese a ello nunca fue procesado por la justicia. Para tranquilizar a James y sus episodios de violencia, Etna creó cartas del tarot y pretendía leer su futuro, lo que le producía una calma temporal.
Como resultado de un accidente en motocicleta, Huberty tenía un espasmo incontrolable en el brazo derecho, una condición que hizo imposible que continuara laborando como soldador. En enero de 1984, la familia Huberty dejó Canton y tuvieron una breve estancia en TijuanaMéxico antes de establecerse en San Ysidro, una comunidad de San Diego, California.  
Ahí fue capaz de encontrar un trabajo como guardia de seguridad; sin embargo, fue despedido dos semanas antes del tiroteo. Su departamento se localizaba a tres cuadras del lugar de la masacre. La ira de James por ser despedido fue la causante de tamaña atrocidad.
El día antes de la masacre, Huberty había llamado a un centro de salud mental. La recepcionista escribió mal su nombre como "Shouberty", y como él había afirmado que no se trataba de una emergencia, su llamada no fue devuelta. Huberty y su familia fueron al zoológico de San Diego en la mañana del 18 de julio, y comieron en un McDonald's en el barrio de Clairemont en el norte de San Diego pocas horas antes de la masacre. Allí fraguó sus ideas homicidas.
Cuando Huberty comentó que se iba a dar un paseo su esposa Etna le preguntó a dónde se dirigía. Huberty respondió  "a cazar humanos y no quiero que me acompañen."
 Ese mismo día él le había comentado a su esposa que "La sociedad tuvo su oportunidad." Al ser interrogada por la policía, Etna no dio ninguna explicación convincente de por qué ella no reportó su comportamiento tan extraño. Tan sólo dijo que no le creía capaz de hacer algo así.
Un testigo llamó a la policía cuando vio a Huberty cuando salía de su apartamento y se dirigía al Boulevard de San Isidro con dos armas de fuego, pero la operadora le dio a los oficiales la dirección incorrecta.

Huberty utilizó en el restaurante una 9 mm Uzi semi-automática (la principal arma que utilizó en la masacre), una escopeta Winchester de bombeo calibre 12, y una 9 mm Browning HP, matando a 21 personas e hiriendo a otras 19 personas. De sus víctimas la mayoría eran predominantemente Mexicanos y México-Estadounidenses y tenían edades comprendidas entre 8 meses y 74 años.
La matanza comenzó a las 3:40 pm y duró 77 minutos. Huberty había gastado 257 rondas de municiones antes de que él recibiera un disparo letal por un francotirador del equipo SWAT, Chuck Foster, quien se encontraba encaramado en el tejado de la oficina de correos junto al restaurante.
Inicialmente, la policía y los equipos de emergencia se dirigieron a un McDonald's ubicado cerca de la Frontera Internacional con Tijuana a las 3:15 pm, y 15 minutos más tarde cambiaron de dirección después de enterarse de que el tiroteo era en realidad en el McDonald's junto a la oficina de correos que se encontraba a aproximadamente 3 Km de distancia. Este hecho supuso la pérdida de mucho tiempo que hubiera sido vital para salvar vidas.
 Huberty tenía delirios varios, declaró durante la masacre que había asesinado a miles en Vietnam, pero lo cierto es que él nunca sirvió en ninguna rama del ejército. Testigos declararon que Huberty había sido visto en el supermercado Big Bear y más tarde en la oficina postal. Todo era cierto, lo que sucedió fue que Huberty había ido al super para comprar un spry de defensa  y luego se pasó por la oficina postal para enviar una carta a su antiguo jefe insultándole y amenazándole por haberle despedido.
Después de enviar la misiva sintió ganas de sangre y pensó que el McDonald's era un buen lugar para saciar su apetito y cumplir su objetivo de aniquilar al mayor número de personas posibles.
Cumplió su objetivo con creces, tal fue así que debido al número de víctimas, las casas funerales locales tuvieron que utilizar el Centro Cívico de San Isidro para poder prestar sus servicios. La parroquia local, La Iglesia de Monte Carmelo tuvo que ofrecer misas funerales masivas pues no daba abasto con tanto fallecido.
Lista de Víctimas[editar]
·         Elsa Herlinda Borboa-Firro, 19 (empleado de McDonald's)
·         Neva Denise Caine, 22 (encargado de McDonald's)
·         Michelle Deanne Carncross, 18
·         Colmenero-Silva de María Elena, 19
·         David Flores Delgado, 11
·         Gloria López González, 23
·         Omar Alonso Hernández, 11
·         Blythe Regan Herrera, 31 (madre de Matao Herrera)
·         Matao Herrera, 11
·         Paulina Aquino López, 21 (empleado de McDonald's)
·         Margarita Padilla, 18 (empleado de McDonald's)
·         Claudia Pérez, 9
·         Jose Rubén Lozano Pérez, 19
·         Carlos Reyes, 8 meses
·         Jackie Lynn Wright-Dominguez, 18 (madre de Carlos Reyes)
·         Vencedor Maxmillian Rivera, 25
·         Arisdelsi Vuelvas Vargas, 31
·         Hugo Luis Velazquez Vasquez, 45
·         Laurence Herman “Gus” Versluis, 62
·         Aida Velazquez Victoria, 69
·         Miguel Victoria-Ulloa, 74 (marido de Aida Victoria)
·         Michelle Olvera
Después de la matanza el restaurante de comida rápida nunca volvió hacer uso de esas instalaciones, hubiera sido demasiado frívolo seguir vendiendo carne picada en forma de hamburguesas cargadas de kétchup después de los ríos de sangre y del picadillo de carne humana que se desparramó por el suelo aquel ominoso día.
Sin duda es una fecha de infausto recuerdo para la comunidad californiana y en concreto para los mexicanos, pues todos los fallecidos poseían esta nacionalidad.
El local fue clausurado por mucho tiempo hasta que la franquicia al contemplar como el lugar se había convertido en un centro de peregrinación para morbosos y amantes de los sucesos tremebundos, decidió con buen criterio demoler lo que quedaba de restaurante.
 McDonald's construyó otro restaurante cerca y entregó la propiedad del terreno a la ciudad, que estableció un Centro de Educación en el sitio como parte de Colegio Comunitario Southwestern.
Este lugar fue construido en 1988 como una ampliación de su campus. En frente de la escuela se encuentra un monumento a las víctimas de la masacre, que consiste en 21 pilares hexagonales de mármol blanco que varían en altura de uno a seis pies y que cada uno lleva el nombre de cada una de las víctimas, diseñado por el arquitecto mexicano Roberto Valdés.
Cada aniversario, el monumento se decora con flores y en el Día de Muertos (festividad mexicana) se ponen velas y ofrendas para las víctimas. La ubicación del monumento  se encuentra en el 484 del Boulevard de San Isidro.
 El diseñador Valdés, un ex estudiante del Colegio del Suroeste, dijo acerca de la escultura "Los 21 hexágonos representan a cada persona que murió, y cada una tiene diferente alturas. representando la variedad de edades de las personas víctimas en la masacre.
 Están unidas esperando que la comunidad, en una tragedia como esta, permanezca unida, como ellos lo hicieron. El asesino era un perturbado racista que atacó ese restaurante porque estaba lleno de mexicanos a quienes detestaba pues pensaba que estaban quitándoles el trabajo a sus compatriotas. Este atentado debe hacernos recapacitar sobre lo peligrosas que son las personas racistas, sus crímenes deberían tener el mismo castigo que el de los terroristas. 
En respuesta al incidente, la ciudad de San Diego aumentó la capacitación de unidades especiales y compró armas de fuego más poderosas para contrarrestar situaciones futuras. El incidente de San Isidro provocó que los departamentos policiales en todo Estados Unidos proporcionaran a sus agentes armas de fuego de mayor potencia y entrenamiento especial para detener criminales violentos y mantener seguras a las personas que los rodean.
Las familias de las víctimas fallecidas, junto con las víctimas sobrevivientes, demandaron a la corporación McDonald's y su franquicia local en la Corte Superior de San Diego pese a  tener un vigilante de seguridad, consideraban que no poseían suficientes medios para evitar una tragedia.
Al perder el juicio los demandantes apelaron. El 25 de julio de 1987, el Tribunal de Apelación de California (Cuarto Distrito, Primera División) absolvió a Mc Donalds porque no tenían responsabilidad penal al contar con cámaras y con un vigilante. No incumplieron el reglamento pero este hecho no evitó la tragedia.
Quedó de manifiesto que un solo vigilante es incapaz de proteger a los clientes de un asalto imprevisible perpetrado por un asesino con problemas mentales que comenzó matando al guardia para poder realizar la matanza sin impedimento alguno.
 Las medidas estándar de seguridad utilizadas por los restaurantes para disuadir a los delincuentes, tales como guardias y cámaras de televisión de circuito cerrado continuaron siendo las mismas. Se entendió que un acto así era muy improbable que volviera a suceder y no se podía exigir a los locales implementar la seguridad por un hecho aislado. Era casi imposible reducir  a un loco como James que no se preocupa por su propia supervivencia y que dispara indiscriminadamente sin reservas.
Etna Huberty, la viuda de James, demandó a McDonald's sin éxito alguno, en un tribunal estatal de Ohio por $5 millones, alegando que la masacre fue provocada por la mezcla combinada de comer demasiados nuggets de pollo de McDonald's y por trabajar en torno a metales altamente tóxicos.
Ella alegó que el glutamato monosódico en los alimentos, combinada con los altos niveles de plomo y cadmio en el cuerpo de Huberty fueron las causantes de delirios y de furia incontrolable.
Una autopsia reveló que su cuerpo contenía altos niveles de dichos metales, probablemente por la inhalación de vapores durante 14 años de ser soldador. Los resultados de la autopsia también revelaron que no había drogas ni alcohol en su sistema en el momento de los asesinatos.
Etna Huberty murió en el año 2003 asegurando que su marido no estaba loco y que nunca le contó que fuera a cometer una matanza. Según ella todo se debió a un delirio incontrolado a consecuencia de unos nuggets en mal estado. Algo rocambolesco sin ninguna duda.


Lo que queda claro es que James Huberty murió matando, vacíos sus cartuchos y los volvió a cargar varias veces, las últimas desde detrás de unas mesas que empleó como trincheras cuando la policía llegó al restaurante.

 Con a plomo comenzó a disparar a los de las mesas más cercanas para posteriormente ir avanzando hasta llegar a la cocina, dónde varios trabajadores de la franquicia se habían juntado en el fondo del establecimiento muriendo apiñados junto a la pared como si fueran ejecutados en el paredón.

Posteriormente subió al segundo piso dónde prosiguió con su masacre, cuando ascendió los 27 escalones que separaban los dos pisos algunos de los clientes de la reconocida franquicia de hamburguesas habían saltado desde la ventana y pedía auxilio en la calle. Los que no pudieron saltar por falta de valentía o por cualquier otro motivo fueron acribillados a tiros.
La mayoría murieron y sólo unos pocos consiguieron sobrevivir a las heridas de bala. Tan sólo un joven que se metió en los baños consiguió salir ileso al subirse a la taza del váter y así evitar ser visto por el francotirador.

Huberty entró en los baños pese a estar cerrados con llave. A base de balazos rompió el pomo de la puerta y de sendas patadas se adentró en el baño de hombres y luego en el de mujeres.
En el de varones mató a tres personas y en el de mujeres a otras dos. Para ello tuvo que romper las cerraduras de los baños individuales tras observar al agacharse que se encontraban dentro.

 Vicente Torres se salvó al percatarse de que podía pasar desapercibido si el asesino no veía sus pies. Aguantó el tipo con los pies sobre el retrete y con el tronco agachado durante los segundos en que el asesino se mantuvo en los aseos.  Pese a que Huberty llegó a tratar de abrir la puerta al agacharse y no ver nada decidió salir del baño y adentrarse en los sanitarios de mujeres para continuar con su peculiar matanza.

Vicente Torres permaneció más de una hora reclinado sobre el váter sin decidirse abrir la puerta por miedo a recibir un disparo del asesino. “Aunque dejé de escucharle y deduje que había descendido a la planta baja no me atrevía a salir por si había otro asesino o por si este decidía regresar. También tenía miedo de saltar por la ventana y que la policía pensara que era uno de los asesinos y disparase contra mí”.

Finalmente y luego de más de setenta minutos en que Huberty se hacía fuerte en el interior del restaurante atrincherado y haciendo caso omiso a la policía que le pedía insistentemente que se rindiese acabó todo para alivio de los vecinos de San Isidro.

Los policía sabedores de que la vida de los rehenes y de los heridos corría peligro se adentró en el restaurante y en un intenso tiroteo lograron acribillar a tiros al despiadado asesino.  Curiosamente, el policía que acabó con la vida de Huberty no entró al restaurante sino que le abatió desde un edificio colindante.

Este policía se convirtió en un héroe por su valentía y por su precisión.  No era para menos, su arrojo salvó la vida de unos cuantos heridos que agonizaban tras los disparos.  Si las negociaciones con James hubieran durado un poco más este hubiera perdido la paciencia y no hubiera dejado a nadie con vida.

Los rehenes salvaron su vida gracias a que James Huberty los quería canjear a cambio de que le dejasen salir en libertad. Pedía que se alejasen en un radio de 5 kilómetros y le dejaran un auto en la puerta para que pudiera huir. Lógicamente la policía no podía acceder a ese trato y las negociaciones se truncaron cayendo en saco roto.


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