jueves, 6 de agosto de 2015

El vuelo 204 de Pucallpa.


Pucallpa es una pequeña ciudad selvática que sirve de unión a la ciudad de Iquitos con el resto de Perú. Es la ciudad desde la que salen barcos cargados de mercancías hacia Iquitos, que al estar rodeado de ríos sólo puede recibir mercancías por avión o por barcos fluviales.
Se le suministra desde Pucallpa porque es la ciudad más cercana a Iquitos que cuenta con carreteras. A Pucallpa se puede llegar por carretera desde Lima, pero la dificultad del trazado y la enorme distancia que separa estas ciudades conduce a mucha gente a viajar en avión pese a los elevados costes del pasaje aéreo. 
Perú es un país donde se han producido pocas catástrofes aéreas afortunadamente, sólo Lima y Pucallpa han sufrido más de una catástrofe. De lima puede resultar normal porque el volumen de vuelos diarios es muy elevado, pero de Pucallpa sorprende porque se realizan muy pocos vuelos, de hecho sólo se puede llegar en avión a esta bonita y recóndita ciudad desde el aeropuerto de Lima.
La primera catástrofe aérea en Pucallpa fue mundialmente famosa porque hubo una superviviente alemana de 17 años que pasó siete días en la selva hasta ser encontrada por unos pescadores. 
Para contar su historia se hicieron un par de películas. Una del reconocido director alemán Herzog y un telefilme norteamericano que tuvo mucha menos repercusión.
La segunda tragedia se produjo un par de décadas más tarde y pasó mucho más desapercibida, si bien en Perú se comenzó a asociar a esta ciudad con los desastres aéreos hasta el punto que Iquitos y Tarapoto se han convertido en lugares selváticos mucho más visitados pese a que hace treinta años Pucallpa recibía muchso más turistas. Quien sabe si estos desastres aéreos han podido influir negativamente o si la bajada de turismo en esta ciudad se debe a otros motivos bien distintos.
Sea como fuere, el vuelo 204 llevado a cabo en un Boeing 737-244 quedará siempre en el recuerdo de los habitantes de esta ciudad como una de las peores tragedias que han sufrido. 
El avión salió del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez de Lima a las 14:24 para un vuelo que debía durar 53 minutos. A las 14:52 la tripulación inició el descenso hacia el aeropuerto de Pucallpa. En dicho momento, las condiciones meteorológicas comenzaron a empeorar, impidiendo que se pudiera realizar una aproximación visual.
Las condiciones siguieron empeorando, sin embargo los pilotos siguieron con la maniobra pensando que las condiciones iban a empeorar y que volar hacia otro aeropuerto más despejado no era necesario.
Repentinamente el avión entró a una fuerte granizada que hizo que los pilotos perdieran la consciencia situacional y fallaran al tratar de abortar la maniobra. Quisieron recuperar altura para demorar el aterrizaje unos minutos hasta que cesara la fuerte granizada que estaba poniendo en riesgo sus vidas. Pero el piloto cambió de planes demasiado tarde y el avión ya no logró coger altura.
Tras unos minutos de intensa lucha por recuperar la altura perdida finalmente el avión se estrelló  partiéndose en dos en medio de la jungla. Eran las 15:09 cuando a tan solo 5 kilómetros del aeropuerto unos agricultores observaron la caída a escasos metros de donde se encontraban refugiándose de la fuerte granizada que arreciaba con virulencia sobre los maizales.
 La tragedia pudo haber sido aún peor si el aeroplano hubiera caído sobre las casas de los agricultores que se encontraban muy cerca de donde cayó el avión.
Murieron 40 de las personas que se encontraban en el avión. Todo el personal de cabina falleció. A bordo de la aeronave se encontraban 73 peruanos, 11 estadounidenses, 4 italianos, 2 brasileños, 1 colombiano y 1 español.
Pese a la aparatosidad del accidente hubo varios peores aquel mes de infausto recuerdo. En concreto fue el quinto más grave de agosto de 2005, el mes más oscuro para la aviación comercial de todos los tiempos. Sorprendentemente se superó el registro de accidentes mortales acaecidos en los años ochenta y setenta (las dos décadas con más siniestros). 
Desde entonces los accidentes aéreos fueron disminuyendo en número de manera progresiva. Ese mes de agosto ha quedado como un mes maldito para la aviación, teniendo en cuenta el escaso número de accidentes mortales en la actualidad, podemos estar casi seguros de que nunca habrá que lamentar un mes tan negro como aquel.
Al grave choque se le sumó el fuego que se originó en la parte delantera del avión, lo que propició más muertes de las que la colisión se había cobrado. Por fortuna la cercanía del aeropuerto hizo que los bomberos llegaran pronto al lugar del siniestro y pudieran sacar a los heridos de la ratonera en la que se había convertido el fuselaje.
Las puertas de emergencia habían quedado atoradas y a los bomberos les costó sacar a los pasajeros. La mayoría de ellos sufrían fuertes contusiones y síntomas de asfixia. Algunos pudieron evitar ser trasladados al hospital, pero la gran mayoría tuvieron que ser trasladados en camillas en estado de semiinconsciencia.
Una de las supervivientes relató cómo tras el accidente escuchaba voces de sus compañeros tratando de abrir las puertas para salir al exterior mientras ella gritaba para que le ayudaran a quitarse el cinturón para poder salir de su asiento.
 Fueron minutos de angustia en los que se escuchaban gritos lastimosos de todas partes del fuselaje. Cuando estaba a punto de perder la consciencia una persona que entró del exterior del avión logró sacarla del avión cargándola como si fuera un saco de patatas.
 Lo siguiente que recuerda es siendo llevada en camilla hacia una ambulancia en medio de la jungla. Multitud de vecinos se agolpaban a ambos lados de la ambulancia sorprendidos de que se hubieran encontrados personas con vida. La cercanía del lugar del siniestro con el parque de bomberos de Pucallpa propició que más de la mitad de los pasajeros salvaran sus vidas.
De haberse producido el siniestro tan lejos como en el vuelo de Julianne, probablemente no hubiera habido nadie que se salvase. Y es que sobrevivir a un accidente aéreo y a siete días en medio de la selva sin comida ni agua no está al alcance de muchas personas. Esperemos que nadie más se vea envuelto en una situación como esa para superar el récord de aquella joven alemana que viajaba junto a su madre para visitar a su padre.


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