jueves, 6 de agosto de 2015

La masacre de Fort Hood

La masacre de Fort Hood 


La masacre de Fort Hood fue una masacre en un tiroteo que ocurrió el 5 de noviembre de 2009, en Fort Hood, localizado a las afueras de KilleenTexas, la base militar estadounidense más poblada en el mundo. Un sujeto empezó a disparar a los soldados en el Soldier Readiness Center, matando a 13 personas e hiriendo a otras 30.
El perpetrador, Mayor Nidal Malik Hasan, un psiquiatra del Ejército estadounidense, recibió un disparo por oficiales civiles, quedando herido de gravedad. Después del incidente, Hasan fue hospitalizado, puesto inicialmente en un ventilador, bajo extrema vigilancia policial.
El presidente de la comisión de Seguridad Interna del Senado de los Estados UnidosJoe Lieberman dijo en un comunicado el 7 de noviembre que había indicios de que el perpetrador del tiroteo se había convertido en un "yihadista extremista". "Si eso es cierto, el asesinato de esas 13 personas fue un acto terrorista", agregó.
 Lieberman, ex candidato demócrata a la vicepresidencia, aseguró basar sus palabras en datos privilegiados de la investigación. En otras versiones difundidas por diarios como The New York Times sugieren que Nidal Malik Hasan, el psiquiatra militar musulmán que disparó a mansalva en Fort Hood, actuó solo.
 Pese a ello nunca se pudo descartar la posibilidad de que el psiquiatra castrense, de 39 años -que iba a ser enviado a Afganistán contra su voluntad- haya querido perpetrar un atentado suicida planeado de antemano por la Yihad.  
Después de la masacre más mortal en el seno de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos la frase más citada fue la advertencia que hizo el presidente Barack Obama de no sacar "conclusiones precipitadas antes de que conozcamos todos los hechos".
Varios años después muchos consideran los hechos obra del yihadismo, sin saber que Nidal Malik obró por cuenta propia y que no pertenecía a cédula terrorista alguna, tan sólo al club de los Legionarios de Belcebú.
El perpetrador de la masacre de Fort Hood, recobró la conciencia dos días después de ejecutar a sus compañeros castrenses. Como era de esperar Malik no quiso revelar el motivo qué lo llevó a perpetrar la sangrienta masacre. Haberlo hecho hubiera sido faltar al pacto de no revelar la existencia del club satanista y Malik no iba a realizar tamaña ofensa para sus compañeros.
Malik resultó herido de cuatro balazos durante el tiroteo y fue hospitalizado. Con la confusión que se vivió en la base militar se creyó en un primer momento que el francotirador había muerto. Sin embargo, cuando todavía se estaba identificando a los cadáveres se pudo comprobar que uno de los heridos era sin ningún género de dudas el autor de tan macabra carnicería humana.
Se pudo confirmar gracias a que portaba gran cantidad de munición y tenía restos de pólvora en sus manos, así como varias armas a su alrededor. Al recuperar la conciencia, dijo sus primeras palabras después del incidente desde el hospital donde estaba internado. Sostuvo que era una víctima más, que esas armas no eran suyas y que no sabía porque tenía restos de pólvora en las manos ni porque tenía armamento en los bolsillos.
Su parca declaración se limitaba a negar las acusaciones y a decir que no sabía muy bien lo que sucedió cuando comenzaron los disparos. En agosto del 2013 fue condenado a muerte por un juzgado militar de los Estados Unidos.
Los días previos a su ejecución Malik estaba tranquilo, no se arrepentía de sus actos pues le habían hecho la vida imposible en los últimos años por su condición de musulmán. Le daba igual que le considerasen un racista o un yihadista, no era ninguna de esas cosas.
Era una víctima del racismo de los militares estadounidenses contra todos los extranjeros y en  especial contra los musulmanes, a quienes consideraban peor calaña que a los negros y que a los latinos según varios compañeros. Tuvo que aguantar muchos comentarios como ese y aunque denunció estos hechos a sus superiores nunca tuvieron en cuenta sus palabras e incluso le amenazaron con despedirle si denunciaba los supuestos actos de racismo ante un tribunal.
Con tal situación laboral poco a poco se fue convenciendo de que debía dar un escarmiento a sus compañeros racistas. En un primer momento pensó en matar tan sólo a Jefry Dammer, el sargento que más veces le había vejado y humillado delante de sus compañeros. Pero finalmente inducido por la ola de asesinatos en masa que estaban ejecutando los Legionarios de Belcebú se armó hasta los dientes y salió en busca de víctimas con las que saciar su sed de venganza. Mientras se armaba de arriba abajo mascullaba entre dientes que nadie iba a estar por encima suya y que las reglas las ponía él.
Las ganas de poner las cosas en orden y de establecer justicia le hicieron perder los estribos y un día de calor sofocante no aguantó más y salió de su habitación con una idea muy clara. Malik no era aficionado a videojuegos violentos y no conocía a ningún miembro de los Legionarios pero desde que vio las imágenes de las matanzas escalonadas sintió deseos de matar a sus compañeros racistas de la misma manera en que lo hicieron aquellos jóvenes.
Con aplomo y celeridad con la idea fija en la mollera de no dejar títere sin cabeza abandonó su polvorienta estancia para llegar a la de Jefry.  Llamó a la puerta con sus nudillos, su víctima abrió sin sospechar lo que se le venía encima. Malik ya tenía cargada una metralleta y tras insultarle con vehemencia y odio a partes iguales le acribilló a balazos.
Con el cuerpo sin vida de Jefry Dammer manchando el suelo continuó su matanza con todo aquel que se cruzaba en su camino.
El segundo en morir fue un recluta que salió del lavabo al escuchar los disparos que acabaron con la vida de Jefry. Malik disparó contra él sin piedad y a bocajarro encasquetándole dos certeros disparos a la altura del pecho.
Fue entonces cuando abandonó la estancia cargado de munición y armado con dos semiautomáticas de gran calibre caminó hacia el comedor dónde a esa hora se encontraban multitud de soldados.
Antes de llegar al comedor un par de soldados fueron abatidos al abrir las puertas de sus respectivas habitaciones. A los dos segundos de ejecutar el último de los disparos comenzó a sonar una alarma que precedió a un aviso advirtiendo de la presencia de un francotirador en la base. Rogaba a los soldados que no salieran de sus habitaciones.
Malik sabía que no había vuelta atrás, tenía que llegar pronto al comedor antes de que le abatiesen. Corrió por un largo pasillo sin toparse con nadie más hasta llegar a las escaleras que conducían al citado comedor. Descendió los dos pisos que le separaban de la gran sala y una vez en ella se encontró con una puerta bloqueada.
Varios cocineros con la ayuda de los reclutas habían hecho una barricada tras la puerta a base de mesas, sillas y armarios de cocina para evitar así que entrase el francotirador.
Malik se subió a una máquina expendedora de café y desde ella disparó a través de un cristal a tantos soldados como pudo. Los reclutas caían como chinches, unos heridos, otros muertos y los más afortunados conseguían esquivar las balas escondiéndose tras las mesas.
Cuando se le acabó la munición de su metralleta Malik se bajó de la máquina y subió las escaleras en dirección a la salida del edificio. Su intención era subirse a un tanque y continuar disparando contra personas, edificios, carros de combate y lo que hiciere falta. Cuanto más daño causara en esa base militar más a gusto se sentiría.
Pudo salir del edificio sin que nadie se interpusiera en el camino y logró subirse a un tanque. Nada más salir del hangar recibió los primeros disparos desde una azotea. Las balas rebotaban en el tanque blindado sin hacer el menor daño.
Malik disparaba con contundencia al edificio desde el que provenían los disparos quebrando ventanas y chimeneas. Cuando los disparos cesaron continuó manejando el tanque en dirección al edificio donde residían sus superiores.
Una vez allí abrió fuego con insistencia quebrando ventanas, persianas, calefactores, antenas, chimeneas y otra serie de objetos que ardían rápidamente. Malik estaba disfrutando como nunca lo había hecho en su vida, se sentía como Silverster Stallone en la película de los Indestructibles y esa sensación no tenía precio.
Por desgracia para Malik su destrucción a lomos de un tanque blindado estaba tocando a su fin, pues varios soldados a bordo de otros tanques se aproximaron a Malik y abrieron fuego contra su tanque destruyéndolo en cuestión de segundos.
Después de aquello Malik no tuvo otra opción más que sacar un banderín de color blanco en señal inequívoca de que se rendía. Le conminaron a bajar del tanque con las manos tras su cabeza. Malik dudó unos instantes, finalmente se bajó del tanque y comenzó a caminar con las manos en la nuca tal y como le habían pedido por megafonía.
El juego había concluido pero Malik no pensaba en las consecuencias que acarrearían sus actos, tenía la mente en blanco, miraba a sus costados como tratando de visualizar y grabar en su cerebro las imágenes de destrucción que había sido capaz de causar sin ayuda de nadie en tan pocos minutos.
Posteriormente llegaría el juicio en el que se le condenaba a la pena capital y el balance de daños. Al margen de los 13 muertos y los más de 30 heridos el balance de pérdidas económicas se fijó en más de doscientos millones de dólares, con dos edificios en llamas y un par de tanques blindados destruidos completamente.
Es con creces la mayor tragedia en una base militar de los Estados Unidos perpetrada por un solo individuo.



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