La masacre de Fort Hood
La masacre de Fort Hood fue
una masacre en un tiroteo que ocurrió el 5 de noviembre de 2009, en Fort Hood, localizado a las
afueras de Killeen, Texas, la base militar estadounidense más poblada
en el mundo. Un sujeto empezó a disparar a los soldados en el Soldier Readiness
Center, matando a 13 personas e hiriendo a otras 30.
El perpetrador, Mayor Nidal Malik
Hasan, un psiquiatra del Ejército estadounidense, recibió un
disparo por oficiales civiles, quedando herido de gravedad. Después del
incidente, Hasan fue hospitalizado, puesto inicialmente en un ventilador, bajo
extrema vigilancia policial.
El presidente de la comisión de
Seguridad Interna del Senado de los Estados Unidos, Joe Lieberman dijo en un comunicado
el 7 de noviembre que había indicios de que el perpetrador del tiroteo se había
convertido en un "yihadista extremista". "Si eso es cierto, el
asesinato de esas 13 personas fue un acto terrorista", agregó.
Lieberman, ex candidato demócrata a la vicepresidencia, aseguró basar sus
palabras en datos privilegiados de la investigación. En otras versiones
difundidas por diarios como The New York Times sugieren
que Nidal Malik Hasan, el psiquiatra militar musulmán que disparó a mansalva
en Fort Hood, actuó solo.
Pese a ello nunca se pudo descartar la
posibilidad de que el psiquiatra castrense, de 39 años -que iba a ser enviado a
Afganistán contra su voluntad- haya querido perpetrar un atentado suicida
planeado de antemano por la Yihad.
Después de la masacre más mortal en
el seno de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos la frase más
citada fue la advertencia que hizo el presidente Barack Obama de no sacar
"conclusiones precipitadas antes de que conozcamos todos los hechos".
Varios años después muchos consideran
los hechos obra del yihadismo, sin saber que Nidal Malik obró por cuenta propia
y que no pertenecía a cédula terrorista alguna, tan sólo al club de los
Legionarios de Belcebú.
El perpetrador de la masacre de Fort
Hood, recobró la conciencia dos días después de ejecutar a sus compañeros
castrenses. Como era de esperar Malik no quiso revelar el motivo qué lo llevó a
perpetrar la sangrienta masacre. Haberlo hecho hubiera sido faltar al pacto de
no revelar la existencia del club satanista y Malik no iba a realizar tamaña
ofensa para sus compañeros.
Malik resultó herido de cuatro
balazos durante el tiroteo y fue hospitalizado. Con la confusión que se vivió
en la base militar se creyó en un primer momento que el francotirador había
muerto. Sin embargo, cuando todavía se estaba identificando a los cadáveres se
pudo comprobar que uno de los heridos era sin ningún género de dudas el autor
de tan macabra carnicería humana.
Se pudo confirmar gracias a que
portaba gran cantidad de munición y tenía restos de pólvora en sus manos, así
como varias armas a su alrededor. Al recuperar la conciencia, dijo sus primeras
palabras después del incidente desde el hospital donde estaba internado. Sostuvo
que era una víctima más, que esas armas no eran suyas y que no sabía porque
tenía restos de pólvora en las manos ni porque tenía armamento en los bolsillos.
Su parca declaración se limitaba a
negar las acusaciones y a decir que no sabía muy bien lo que sucedió cuando
comenzaron los disparos. En agosto del 2013 fue condenado a muerte por un
juzgado militar de los Estados Unidos.
Los días previos a su ejecución Malik
estaba tranquilo, no se arrepentía de sus actos pues le habían hecho la vida
imposible en los últimos años por su condición de musulmán. Le daba igual que
le considerasen un racista o un yihadista, no era ninguna de esas cosas.
Era una víctima del racismo de los
militares estadounidenses contra todos los extranjeros y en especial contra los musulmanes, a quienes
consideraban peor calaña que a los negros y que a los latinos según varios compañeros.
Tuvo que aguantar muchos comentarios como ese y aunque denunció estos hechos a
sus superiores nunca tuvieron en cuenta sus palabras e incluso le amenazaron
con despedirle si denunciaba los supuestos actos de racismo ante un tribunal.
Con tal situación laboral poco a poco
se fue convenciendo de que debía dar un escarmiento a sus compañeros racistas.
En un primer momento pensó en matar tan sólo a Jefry Dammer, el sargento que
más veces le había vejado y humillado delante de sus compañeros. Pero
finalmente inducido por la ola de asesinatos en masa que estaban ejecutando los
Legionarios de Belcebú se armó hasta los dientes y salió en busca de víctimas
con las que saciar su sed de venganza. Mientras se armaba de arriba abajo
mascullaba entre dientes que nadie iba a estar por encima suya y que las reglas
las ponía él.
Las ganas de poner las cosas en orden
y de establecer justicia le hicieron perder los estribos y un día de calor
sofocante no aguantó más y salió de su habitación con una idea muy clara. Malik
no era aficionado a videojuegos violentos y no conocía a ningún miembro de los
Legionarios pero desde que vio las imágenes de las matanzas escalonadas sintió
deseos de matar a sus compañeros racistas de la misma manera en que lo hicieron
aquellos jóvenes.
Con aplomo y celeridad con la idea fija
en la mollera de no dejar títere sin cabeza abandonó su polvorienta estancia
para llegar a la de Jefry. Llamó a la
puerta con sus nudillos, su víctima abrió sin sospechar lo que se le venía
encima. Malik ya tenía cargada una metralleta y tras insultarle con vehemencia
y odio a partes iguales le acribilló a balazos.
Con el cuerpo sin vida de Jefry
Dammer manchando el suelo continuó su matanza con todo aquel que se cruzaba en
su camino.
El segundo en morir fue un recluta
que salió del lavabo al escuchar los disparos que acabaron con la vida de
Jefry. Malik disparó contra él sin piedad y a bocajarro encasquetándole dos certeros
disparos a la altura del pecho.
Fue entonces cuando abandonó la
estancia cargado de munición y armado con dos semiautomáticas de gran calibre
caminó hacia el comedor dónde a esa hora se encontraban multitud de soldados.
Antes de llegar al comedor un par de
soldados fueron abatidos al abrir las puertas de sus respectivas habitaciones.
A los dos segundos de ejecutar el último de los disparos comenzó a sonar una
alarma que precedió a un aviso advirtiendo de la presencia de un francotirador
en la base. Rogaba a los soldados que no salieran de sus habitaciones.
Malik sabía que no había vuelta
atrás, tenía que llegar pronto al comedor antes de que le abatiesen. Corrió por
un largo pasillo sin toparse con nadie más hasta llegar a las escaleras que
conducían al citado comedor. Descendió los dos pisos que le separaban de la
gran sala y una vez en ella se encontró con una puerta bloqueada.
Varios cocineros con la ayuda de los
reclutas habían hecho una barricada tras la puerta a base de mesas, sillas y
armarios de cocina para evitar así que entrase el francotirador.
Malik se subió a una máquina expendedora
de café y desde ella disparó a través de un cristal a tantos soldados como
pudo. Los reclutas caían como chinches, unos heridos, otros muertos y los más
afortunados conseguían esquivar las balas escondiéndose tras las mesas.
Cuando se le acabó la munición de su
metralleta Malik se bajó de la máquina y subió las escaleras en dirección a la
salida del edificio. Su intención era subirse a un tanque y continuar
disparando contra personas, edificios, carros de combate y lo que hiciere
falta. Cuanto más daño causara en esa base militar más a gusto se sentiría.
Pudo salir del edificio sin que nadie
se interpusiera en el camino y logró subirse a un tanque. Nada más salir del
hangar recibió los primeros disparos desde una azotea. Las balas rebotaban en
el tanque blindado sin hacer el menor daño.
Malik disparaba con contundencia al
edificio desde el que provenían los disparos quebrando ventanas y chimeneas.
Cuando los disparos cesaron continuó manejando el tanque en dirección al
edificio donde residían sus superiores.
Una vez allí abrió fuego con
insistencia quebrando ventanas, persianas, calefactores, antenas, chimeneas y
otra serie de objetos que ardían rápidamente. Malik estaba disfrutando como
nunca lo había hecho en su vida, se sentía como Silverster Stallone en la
película de los Indestructibles y esa sensación no tenía precio.
Por desgracia para Malik su
destrucción a lomos de un tanque blindado estaba tocando a su fin, pues varios
soldados a bordo de otros tanques se aproximaron a Malik y abrieron fuego
contra su tanque destruyéndolo en cuestión de segundos.
Después de aquello Malik no tuvo otra
opción más que sacar un banderín de color blanco en señal inequívoca de que se
rendía. Le conminaron a bajar del tanque con las manos tras su cabeza. Malik dudó
unos instantes, finalmente se bajó del tanque y comenzó a caminar con las manos
en la nuca tal y como le habían pedido por megafonía.
El juego había concluido pero Malik
no pensaba en las consecuencias que acarrearían sus actos, tenía la mente en
blanco, miraba a sus costados como tratando de visualizar y grabar en su
cerebro las imágenes de destrucción que había sido capaz de causar sin ayuda de
nadie en tan pocos minutos.
Posteriormente llegaría el juicio en
el que se le condenaba a la pena capital y el balance de daños. Al margen de
los 13 muertos y los más de 30 heridos el balance de pérdidas económicas se
fijó en más de doscientos millones de dólares, con dos edificios en llamas y un
par de tanques blindados destruidos completamente.
Es con creces la mayor tragedia en
una base militar de los Estados Unidos perpetrada por un solo individuo.
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